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Si bien la Virgen quedóa sus anchas en la población de Monguí llegando a ser “tan celebrada por sus prodigios”[http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti5/bol20/resena2.htm], al decir de Lucas Fernández de Piedrahita, parece que a san Sebastián no le fue igual: Su imagen llena de flechas parecía como víctima de los indígenas y pocos feligreses le eran fieles.<ref>Este apartado se basa en el capítulo "Un San Sebastián bien macho" del libro ''Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca)'', de Fabio Barrera. Pekín, 1999. Pgs. 17-24</ref>
Si bien la Virgen quedóa sus anchas en la población de Monguí llegando a ser “tan celebrada por sus prodigios”[http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti5/bol20/resena2.htm], al decir de Lucas Fernández de Piedrahita, parece que a san Sebastián no le fue igual: Su imagen llena de flechas parecía como víctima de los indígenas y pocos feligreses le eran fieles.<ref>Este apartado se basa en el capítulo "Un San Sebastián bien macho" del libro ''Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca)'', de Fabio Barrera. Pekín, 1999. Pgs. 17-24</ref>


:"Cansado de soportar su tormento en solitario, hastiado, el santo resolvió liar sus bártulos y, con cara de disgusto, desapareció sin avisar qué camino cogía. Eso sí, tuvo la precaución de hacerlo bajo la canícula de un domingo de mercado. Dicen quienes lo vieron atravesar la plaza esquivando el roce de las flechas, por en medio del ganado, de las tinajas de barro, de los bultos de frutas y hortalizas que desde esa fecha se cambió para el martes el día de mercado. Fue su único milagro en tierra sogamoseña.
Cansado de soportar su tormento en solitario, hastiado, el santo resolvió liar sus bártulos y, con cara de disgusto, desapareció sin avisar qué camino cogía. Eso sí, tuvo la precaución de hacerlo bajo la canícula de un domingo de mercado. Dicen quienes lo vieron atravesar la plaza esquivando el roce de las flechas, por en medio del ganado, de las tinajas de barro, de los bultos de frutas y hortalizas que desde esa fecha se cambió para el martes el día de mercado. Fue su único milagro en tierra sogamoseña.


:El altar quedó vacío hasta cuando se construyó la Catedral de Sogamoso y del lugar se apropió una copia de San Martín de Tours, salida de alguna imprenta francesa." <ref>Cójame ese trompo en la uña.(Tradiciones del Valle de Iraca), de Fabio Barrera. Pekín, 1999.</ref>
El altar quedó vacío hasta cuando se construyó la Catedral de Sogamoso y del lugar se apropió una copia de San Martín de Tours, salida de alguna imprenta francesa.


Como nadie supo dar razón de San Sebastián, los sogamoseños colocaron las estatuas de San Martín de Tours y de San Jorge de Inglaterra flanqueando a la Virgen en la fachada de su catedral.
Como nadie supo dar razón de San Sebastián, los sogamoseños colocaron las estatuas de San Martín de Tours y de San Jorge de Inglaterra flanqueando a la Virgen en la fachada de su catedral.
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=== ''La llama viva del Jueves Santo'' ===
=== ''La llama viva del Jueves Santo'' ===


:"En Sogamoso creían que en los Jueves Santos por la noche, durante pocos minutos, aparece en las sabanas de la Tigrera una llama misteriosa que se mueve, aviva, crece y desaparece". [Guillermo Plazas Olarte], "De mi tierra y otras cosas". [http://www.lablaa.org/blaavirtual/folclor/pueboy/pueboy7c.htm]
"En Sogamoso creían que en los Jueves Santos por la noche, durante pocos minutos, aparece en las sabanas de la Tigrera una llama misteriosa que se mueve, aviva, crece y desaparece". [Guillermo Plazas Olarte], "De mi tierra y otras cosas". [http://www.lablaa.org/blaavirtual/folclor/pueboy/pueboy7c.htm]


=== ''Duendes y exorcismos'' ===
=== ''Duendes y exorcismos'' ===

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Mitos y leyendas indígenas

El origen del Sol

"Creían todos los indios que había un autor de la naturaleza, que hizo el cielo y la tierra; más no por eso dejaban de adorar por dios al sol por su hermosura y a la luna, porque la tenían por su mujer; a ésta llamaban Chia y al sol Zuhé, y así para dar a los españoles un epíteto de suma grandeza los llamaron Zuhá, y conservan ésta locución hasta hoy en su idioma."[1]

El origen de los dos dioses de la región de IracaRamiriquí e Iraca— fue recogido por el cronista Fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales.[2]

Una recreación literaria de la condesa alemana Gertrud von Podewils Dürniz, hacia 1930, en su obra Chigys Mie (que en lengua muisca significa Cosas pasadas"), lo resume así:

"Cuando la oscuridad continuaba reinando sobre la tierra, y los hombres vivían en noche sempiterna. Entonces el de Iraca envió al Ramiriquí a los cielos para que iluminara el mundo, y lo llamo Súa. Más su clara luz sólo brillaba de día, pues corriendo de un extremo a otro del firmamento, a la tarde se ocultaba tras las colinas, dejando la tierra del Chibcha sumida en las tinieblas y la aflicción. Viendo eso, el señor de Iraca voló en persona al cielo para dar luz de si, y brillar llamándose Chía en la noche cuando Súa se ocultara".[3]

La Fiesta del Huan

A diferencia de los incas, que en el el solsticio de verano rendían culto al sol con la celebración del Inti Raimy,[4]​ los aborígenes sogamoseños celebraban el solsticio de invierno como inicio del año nuevo muisca.[5]

El escritor Javier Correa Correa refiere:

"... se realizaba en diciembre en Sogamoso, conmemorando la aparición del sol y la luna que... se consideraba que habían sido dos Caciques los que se habían convertido en la estrella y el satélite que en el día y en la noche alumbran la tierra. Eran doce o trece hombres que representaban las lunaciones, acompañados de otro disfrazado de ave negra"[1].

La leyenda de Idacanzas

Mitos y leyendas modernos

Historia milagrosa de los santos sogamoseños

  • San Martín y la Virgen. Las imágenes trastocadas de Sogamoso y de Monguí.

En Colombia hay "vírgenes para escoger",·,[6]​ como lo demuestra Emma Forero Diago en su libro Los lugares de Maria,[7]​ y en Sogamoso dos de ellas son la Virgen de Monguí y la Virgen de la O de Morcá[8]

Según la leyenda, cuando "el sol no se ocultaba en el imperio español", Su Majestad, el Rey tuvo a bien destinar un el retrato de San Martín de Tours al Convento de Monguí, en tanto que el óleo de la Virgen María sería entronizado en la iglesia de Sogamoso. Esta última, que era “tan celebrada por sus prodigios”, al decir del cronista Don Lucas Fernández de Piedrahita, no estuvo de acuerdo con la imperial orden y como "donde manda capitán, no manda marinero", de la noche a la mañana intercambió de aposento con el santo francés. Vanos fueron los esfuerzos de los feligreses por devolver las imágenes a sus lugares.

Muchas veces hicieron la penosa procesión desde el valle hasta la montaña, salvando riscos y los precipios del caudaloso río que formaba el límite entre las dos poblaciones. Sin importarles los esfuerzos humanos, con la velocidad del rayo, las imágenes huían en la noche y la mañana siguiente reaparecían bajo el techo de su predilección.

Otra versión de esta leyenda fue recogida por Ocampo López en su capítulo "Sobre las romerías y el folclor religioso en Boyacá":

"Los caciques de Sogamoso y Monguí hicieron regalos al rey de España Felipe II en 1558, por los cuales el monarca les envió la imagen de la Virgen y la Sagrada Familia para Sogamoso y la Imagen de San Martín para Monguí. Una equivocación con los cajones hizo que la Virgen fuera a Monguí y San Martín a Sogamoso, lo cual fué aceptado como decisión celestial por ambas ciudades. Así expresan las coplas populares de Sogamoso y Monguí:
Llevaron a Sogamoso
a la Virgen de Monguí.
Pero al descuido se vino
y ya no sale de aquí.


Al San Martín de nosotros
lo llevaron pa Monguí.
Allá se cansó y se vino
A vivir mejor aquí".

La realidad histórica parece haber sido otra... que también se mezcla con la leyenda:

El Diccionario Geográfico Universal, por una sociedad de literatos, dedicado a la Virgen Nuestra Señora Q(ue) D(ios) G(uarde), publicado en Barcelona (1833), sostiene en la página 148 del tomo IX, que el Rey Carlos V obsequió a la iglesia parroquial de Sogamoso un retrato al óleo de San Sebastián, santo al cual estaba dedicada la ciudad[2].

Sin embargo, la tradición lugareña sostiene que el óleo obsequiado era el retrato de la Virgen María, y el San Sebastián estaba destinado a iglesia doctrinera de Monguí, donde haría compañía a otro mártir, San Lorenzo. Pero la Santísima Virgen, no estaba contenta con la decisión imperial y se propuso cambiar de sitio con el santo de las saetas.

Así, un día la Virgen hizo el milagro de aparecer en Monguí, dejando a San Sebastián en Sogamoso.

De nada valieron las protestas de los frailes, ni que los fieles y las autoridades devolvieran los cuadros a los lugares destinados. Las imágenes cambiaron de lugar tantas veces como tantas las regresaron. La Virgen se obstinó en quedarse para siempre en el idílico paisaje de Monguí.

Por su parte, San Sebastián no tuvo otro remedio que acatar a la Madre de Dios y aún se le podía ver en la iglesia parroquial hasta comienzos del siglo XIX.

¿Por qué se fue San Sebastián de Sogamoso?

Si bien la Virgen quedóa sus anchas en la población de Monguí llegando a ser “tan celebrada por sus prodigios”[3], al decir de Lucas Fernández de Piedrahita, parece que a san Sebastián no le fue igual: Su imagen llena de flechas parecía como víctima de los indígenas y pocos feligreses le eran fieles.[9]

Cansado de soportar su tormento en solitario, hastiado, el santo resolvió liar sus bártulos y, con cara de disgusto, desapareció sin avisar qué camino cogía. Eso sí, tuvo la precaución de hacerlo bajo la canícula de un domingo de mercado. Dicen quienes lo vieron atravesar la plaza esquivando el roce de las flechas, por en medio del ganado, de las tinajas de barro, de los bultos de frutas y hortalizas que desde esa fecha se cambió para el martes el día de mercado. Fue su único milagro en tierra sogamoseña.

El altar quedó vacío hasta cuando se construyó la Catedral de Sogamoso y del lugar se apropió una copia de San Martín de Tours, salida de alguna imprenta francesa.

Como nadie supo dar razón de San Sebastián, los sogamoseños colocaron las estatuas de San Martín de Tours y de San Jorge de Inglaterra flanqueando a la Virgen en la fachada de su catedral.

El fantasma

Durante buena parte del siglo diecinueve, el fantasma fue un personaje que amedrentó a la población, obligándola a recogerse al llegar la noche. Era una blanca figura, de pasos lentos, que solía recargarse en los aleros de las casas esquineras. La sombra que proyectaba a la luz de los faroles de aceite infundía el pánico hasta cuando, con la aparición de la luz eléctrica, se enredó con los cables y estuvo a punto de caer electrocutado... era un simple mortal sobre unos grandes zancos de madera y su tarea, servir de centinela a una banda de ladrones.

El tunjo seductor

El tunjo era un ser bajito, de piel quemada que en medio del arco iris dejaba ver su verdadero rostro de oro, macizo como todas las joyas de los indios que guardaba celosamente en el fondo de las manas y pantanos. "Cuando acaba la lluvia, decían las abuelas, es fácil descubrir el escondrijo del tunjo: está junto a un pantano, donde nace el arco iris".

A ese lugar no se debían acercar los niños y mucho menos las mujeres bonitas... los primeros se ahogaban, las segundas resultaban embarazadas.

El Ángel Custodio o el ánima del vallado

Ya se habían olvidado las andanzas del fantasma de los zancos, bien entrado el siglo XX, cuando un espectro amedrentaba a los viandantes con sus gemidos.

Aquí se resume la leyenda recogida por Fabio Barrera entre los habitantes de Mochacá en 1.974:[10]​ Llegada la noche, el fantasma solía apostarse en los recodos de los extramuros y su presencia obligaba a que los últimos viandantes tomaran por vías inhóspitas y descampadas, donde eran fácil presa de los ladrones.

En cierta ocasión la oscuridad tomó en medio del camino a don Martín Barrera, un acorpado artesano que se dirigía a Río Chiquito con la bolsa llena para pagar los jornaleros de sus maizales.

Al pasar frente al cementerio, escuchó el jadeo del alma vagabunda que se acercaba entre la neblina y el crujido de los sauces, como obligándolo a entrar al camposanto.

El artesano sabía que nadie había resistido la presencia de esta ánima en pena y todo el mundo huía dejando sus haberes en manos de estas ánimas en pena; sin embargo, esperó hasta que la silueta se materializó frente a él y en un dos por tres le propinó una trompada, enviándola entre el vallado. Tras el chapalazo, se escuchó el grito angustiado de un hombre envuelto en la sábana blanca: "¡Sálveme Don Martín! Soy yo, ¡Angel Custodio!"

Los compinches del ánima adolorida tomaron las de Villadiego, dejándola envuelta con su blanca sábana, adornada con los sapos, ranas y sanguijuelas del pantano".

La llama viva del Jueves Santo

"En Sogamoso creían que en los Jueves Santos por la noche, durante pocos minutos, aparece en las sabanas de la Tigrera una llama misteriosa que se mueve, aviva, crece y desaparece". [Guillermo Plazas Olarte], "De mi tierra y otras cosas". [4]

Duendes y exorcismos

Por lo general, los duendes, llamados también animes, solían hacer apoderarse de casas enteras para destruirlas ante el asombro de los grandes y el regocijo de los chicos.

Nadie los pudo ver, pero lo cierto era que de la nada lanzaban piedras contra los vidrios, rompían vasos y botellas, arrastraban armarios y con su furia desvencijaban puertas, techos y ventanas.

Algunas veces se apoderaban de algún cristiano y lo convertían en súcubo y epiléptico para que hiciera los daños. En estos casos, si fallaban los exhorcismos del párroco vecino, no había como unos cuantos baldados de agua fría.

El tesoro de don Lorenzo Vácarez

Don Lorenzo Vácarez, devoto de Santa Bárbara, amasó una buena fortuna en los llanos de Casanare y en agradecimiento coadyuvó con una buena suma para la reconstrucción de la capilla que domina la ciudad.[11]

Acerca de la vida y leyenda del tesoro de don Lorenzo Vácarez se puede consultar la obra del historiador Guillermo Plazas Olarte.[12]

Don Jesús Bernal y las morrocotas de la Macoya de guafa

Notable ganadero, que se hizo a pulso en las faenas de los llanos casanareños, Don Jesús Bernal contrajo cinco matrimonios y dejó una numerosa prole.

En la incandescente sabana de Casanare creó su fundo o hacienda, a la cual dio por nombre Macolla de guafa, más conocida como Macoyuguafa.

La macolla es el conjunto de tallos originados a partir de una raíz única, y guafa es el nombre popular de una especie de bambúsea, también denominada guadua.

Mitos de la Laguna de Tota

Véase, Lilia Montaña de Silva Célis, "Mitos, leyendas, tradiciones y folclor del lago de Tota".


Referencias

  1. Piedrahita, Fernández Lucas de. Historia General del Nuevo Reino de Granada. Tomo I. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá. 1942.Tomo 1:31
  2. El cronista Fray Pedro Simón (Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Recopilación, Introducción y Notas de Juan Friede. Biblioteca Banco Popular. Bogotá. 1981) narró así esta leyenda en el Tomo III. pgs. 409-411:
    "Entre las mismas nieblinas que los demás de estas tierras andaban los tunjas acerca de sus primeros principios, pues los ponen en decir que cuando amaneció, ya había cielos y tierra y todo lo demás de ellos y de ella, fuera del sol y la luna. Y que así todo estaba en oscuridades, en las cuales no había más personas que el cacique de Sogamoso y el de Ramiriquí o Tunja (porque en estos dos pueblos nunca hubo más de un cacique o señor, y fue el que lo era de toda la provincia).
    "Estos dos caciques dicen que hicieron todas las personas: a los hombres de tierra amarilla, y a las mujeres de una yerba alta que tiene el tronco hueco. Estaban todavía las tierras en tinieblas, y para darles luz, mandó el cacique de Sogamoso al Ramiriquí, que era su sobrino, se subiese al cielo y alumbrase al mundo hecho sol como lo hizo. Pero viendo no era bastante para alumbrar la noche, subióse el mismo Sogamoso al cielo y hízose luna, con que quedó la noche clara y los indios obligados a adorar a entrambos, como lo hacían con muchos otros ídolos, que según su imaginación y persuasión del demonio levantan cada día.
    "Esto, según se cuenta, sucedió por el mes de diciembre. Y así, en recuerdo y memoria de este suceso, hacían los indios de esta provincia, en especial los sogamosos, en este mes una fiesta que llaman huan, en la cual, después de juntos, salían doce, vestidos todos de colorado, con guirnaldas y chasines que cada una de ellas remataba en una cruz y hacia la frente llevaba un pájaro pequeño. En medio de estos doce de librea, estaba otro que la tenía azul y todos estos juntos cantaban en su lengua cómo todos ellos eran mortales y se habían de convertir los cuerpos en ceniza, sin saber el fin que habían de tener sus almas. Decían esto con palabras tan sentidas que hacían mover a lágrimas y llantos los oyentes con la memoria de la muerte. Y así era ley que, para consolarlos en esta aflicción, había de convidar a todos el cacique y alegrarlos a todos con mucho vino, con que salían de la casa de la tristeza y se entraban del todo en la de la alegría y olvido de la muerte."
  3. von Podewils Dürniz, Gertrud. Editorial Cromos de Bogotá, en 1930. pg. 8 (Esta obra fue publicada originalmente por la editorial Strecker und Schöder en Stuttgart).
  4. http://www.tierrademaiz.com/eventos-y-encuentros/inti-raymi-5.html Inti Raymi
  5. http://www.eltiempo.com/colombia/boyaca/en-sogamoso-indigenas-celebraron-el-comienzo-del-ano-solar_4734964-1
  6. LUIS H. ARISTIZÁBAL, Boletín Cultural y Bibliográfico , Número 20, Volumen XXVI, 1989/
  7. Forero Diago, Emma. Los lugares de Maria Arte-Publicaciones, Bogotá, 1988, 142 págs
  8. Nuestra Señora de Morcá - Album 1964 - Sn/Se
  9. Este apartado se basa en el capítulo "Un San Sebastián bien macho" del libro Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca), de Fabio Barrera. Pekín, 1999. Pgs. 17-24
  10. Barrera Téllez, Fabio: "Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca)" recogidas entre 1.972 y 1.975. Pekín, 1999 ·
  11. En el costado norte de la torre de la Capilla de Santa Bárbara se colocó una lápida recordatoria, en la cual se destaca el nombre de Vácarez, como benefactor de la misma
  12. Plazas Olarte, Guillermo: De mi tierra y otras cosas. Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1.971. Bogotá.

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Bibliografía

  • Barrera Téllez, Fabio: Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca). Pekín, 1999
  • Camargo Pérez, Gabriel: Del Barro Al Acero (en la Roma de los Chibchas). Tunja, Imp. Departamental, 1968.
  • Correa Correa, Javier: El Resguardo Indígena de Fonquetá y Cerca de Piedra. Los Muiscas del siglo XXI en Chía. Chía, julio de 2001 Capítulo La fiesta del Huan. Chía, 2001. En Internet:[5]
  • Diccionario geográfico universal, dedicado a la Reina Nuestra Señora (Q.D.G.)... redactado por una sociedad de literatos. Tomo IX. Barcelona, Imprenta de José Torner. 1833.
  • Fernández de Piedrahita, Lucas: Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Edición en Internet: [6]
  • Isaza, Horacio: Historias y Leyendas. Sogamoso, Tipografía Sogamoso, 1933.
  • López Guevara, Max: Leyendas indígenas de Colombia. Edición de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja, 1973
  • Plazas Olarte, Guillermo: De mi tierra y otras cosas. Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1.971. Bogotá.
  • Simón, Pedro Fray : Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra firme en las Indias Occidentales. Recopilación, Introducción y Notas de Juan Friede. Biblioteca Banco Popular. Bogotá. 1981..
  • von Podewils Dürniz, Condesa Gertrud: Chigys Mie, o Cosas pasadas, en lengua muisca. Editorial Cromos. Bogotá. 1930.

Véase también