Diferencia entre revisiones de «Historia del Museo del Prado»

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El '''[[Museo Nacional del Prado]]''' se localiza en [[Madrid]], [[España]], y es considerado uno de los museos pictóricos más importantes del mundo, pues en su interior alberga amplias colecciones de pintura ilustrativas de la historia [[europea]] entre la [[Edad Media]] y el [[siglo XIX]], con especial énfasis en [[España]]. El grueso de sus obras más selectas procede de la Colección Real española, reunida por los sucesivos monarcas españoles entre los siglos XVI y XIX.
El '''[[Museo Nacional del Prado]]''' se localiza en [[Madrid]], [[España]], y es considerado uno de los museos pictóricos más importantes del mundo, pues en su interior alberga amplias colecciones de pintura ilustrativas de la historia [[europea]] entre la [[Edad Media]] y el [[siglo XIX]], con especial énfasis en [[España]]. El grueso de sus obras más selectas procede de la Colección Real española, reunida por los sucesivos monarcas españoles entre los siglos XVI y XIX.

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Fachada del Museo del Prado; enfrente se halla la estatua del pintor sevillano Diego Velázquez, principal maestro de la pintura española en el siglo XVII.

El Museo Nacional del Prado se localiza en Madrid, España, y es considerado uno de los museos pictóricos más importantes del mundo, pues en su interior alberga amplias colecciones de pintura ilustrativas de la historia europea entre la Edad Media y el siglo XIX, con especial énfasis en España. El grueso de sus obras más selectas procede de la Colección Real española, reunida por los sucesivos monarcas españoles entre los siglos XVI y XIX.

Alberga las mejores selecciones de pintura de El Greco, Diego Velázquez y Francisco de Goya (escuela española); de Tiziano (italiana), y de El Bosco y Rubens (flamenca). Sumadas a los extensos fondos de otros múltiples artistas, así como a valiosos ejemplos de escultura, dibujo y artes decorativas, resultan imprescindibles no sólo artísticamente, sino también históricamente.

Para una información más general del museo, véase Museo del Prado.

Precedentes

Fernando VI, rey de España que intentó construir por primera vez un museo de artes y escultura. La muerte de su esposa, Bárbara de Braganza, el sumió en una profunda depresión que le llevó a la muerte en 1759, por lo que su proyecto quedó inconcluso.

El germen del museo se suele datar en el siglo XVIII, época en la que se sucedieron varias propuestas (de ministros del gobierno y artistas) para la creación de un centro que albergase fondos selectos de las bellas artes. Pero ya en épocas anteriores se había impuesto la convicción de que la Colección Real entrañaba singular importancia en el contexto europeo. De hecho, ya hacia 1651, Velázquez intervino en la redecoración de varias estancias del monasterio de El Escorial, con el propósito de exhibir una selección de obras en atención a los visitantes extranjeros que acudían en número creciente.

La idea de un museo de artes en España propiamente dicho surgió del rey Fernando VI, alrededor de 1757. Sin embargo, al año siguiente, Bárbara de Braganza, reina consorte y principal impulsora del museo, falleció, y el rey se sumió en una depresión que le llevó a la muerte en 1759. Carlos III, hermano de Fernando y su sucesor en la Corona española, abandonó el proyecto de su antecesor y en cambio tomó el de la construcción de un Museo dedicado a las ciencias naturales, para el que encargó a Juan de Villanueva la construcción de la actual sede del Prado. Las obras se desarrollaron a buen ritmo, aunque dicho rey no llegó a verlas concluidas.

Fue en tiempos de su hijo, Carlos IV, rey entre 1788 y 1808, cuando el edificio del Paseo del Prado quedó casi concluido, pero su futuro uso distaba de quedar claro. Carlos IV pensó en retomar el proyecto de una pinacoteca perfilado en tiempos de su tío Fernando VI, pero la parálisis económica del reino, aunada al estallido de la Revolución Francesa impidió su realización.

En 1808, Napoleón Bonaparte invadió España desatando así la Guerra de la Independencia Española. José Bonaparte, hermano del soberano francés, fue nombrado rey de España en sustitución de Carlos IV. Este rey «intruso», muy impopular, fue quien realmente plasmó por escrito la creación del actual Museo del Prado bajo el nombre de Museo Josefino. Con la creación de dicha institución, José Bonaparte pretendía emular a otras cortes europeas, que ya contaban con museos similares, y de paso frenar el expolio de arte español que en buena medida era propiciado por su propio hermano Napoleón. La inestabilidad del gobierno de Bonaparte impidió el desarrollo de la obra. El decreto de fundación, con todo, llegó a publicarse el 21 de diciembre de 1809.[1]

Inicios del museo

Después de la ocupación francesa, Fernando VII fue proclamado nuevo monarca de España y regresó triunfante a Madrid en 1814. En ese mismo año, se mostró receptivo a las propuestas de su esposa, Isabel de Braganza (1797-1818), sobre el proyecto del museo. La reina Isabel había encontrado documentos de Carlos IV dirigidos a Anton Raphael Mengs, pintor alemán de gran ascendiente en la corte de finales del siglo XVIII, sugiriéndole apoyo para crear el museo. Aún entonces, se barajaba como futura sede el Palacio Buenavista, frente a la Fuente de Cibeles, pero basándose en los planos encontrados, doña Isabel dio impulso a la fundación del Museo Real de Pintura y Escultura en el edificio diseñado por Villanueva, que había resultado muy dañado durante la invasión. Fernando VII aportó dinero de su «bolsa personal» para techar y acondicionar unas pocas salas.

El horario original estaría abierto al público únicamente los miércoles de cada semana desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde.[2]

El Museo Nacional del Prado, desde que fue inaugurado en 1819 y a lo largo de su historia centenaria, ha cumplido con la alta misión de conservar, exponer y enriquecer el conjunto de las colecciones y obras de arte que, estrechamente vinculadas a la historia de España, constituyen una de las más elevadas manifestaciones de expresión artística de reconocido valor universal. El puesto que ocupa el Museo del Prado como relevante institución cultural de nuestro país se fundamenta en la extraordinaria riqueza de sus colecciones, cuyo valor artístico e identidad histórica se asientan en un singular origen y ejemplar formación. En grandes rasgos, su patrimonio actual se basa en la integración de la colección de los Reyes de España, los fondos del decimonónico Museo de la Trinidad procedentes de instituciones religiosas desamortizadas, y, finalmente, un siglo más tarde, las obras del siglo XIX segregadas del también desaparecido Museo de Arte Moderno.
Ley Museo Nacional del Prado.[3]

Isabel de Braganza murió en 1818, por complicaciones en su segundo parto y no llegó a ver concluida su obra. El rey decidió contraer matrimonio nuevamente. Con motivo de la celebración del matrimonio entre Fernando VII de España, y su tercera esposa María Amalia Josefa de Sajonia, el Prado fue inaugurado el 19 de noviembre de 1819, bajo el nombre de Museo Real de Pintura y Escultura. Esta nueva institución albergaba apenas en sus inicios cerca de trescientas once pinturas, destacando cuadros de Diego Velázquez, Juan de Juanes, Claudio Coello, Goya (aún vivo) y José de Madrazo. El museo estaba marcado por una impronta característica de la corona española desde Carlos I y que más tarde Felipe II llevó a su máxima expresión con las obras realizadas por Tiziano en el Palacio del Pardo y el monasterio de El Escorial. Gracias a Tiziano se fundó la llamada escuela española, una de las principales en el Museo del Prado.[4]​ Gracias al apoyo recibido por Fernando VII, hacia 1827 el Prado ya contaba con cerca de cuatro mil obras, dándole así un prestigio en los altos círculos del arte europeo.

Retrato de Francisco de Goya y Lucientes por Vicente López. De la obra de Goya, pintor vivo en el momento de la inauguración del Prado (1819), tiene el Museo, de lejos, la mejor colección que existe a nivel mundial.

Del siglo XIX a la actualidad

La organización directiva del museo presenta tres etapas, a saber:

  • Etapa del absolutismo: En esta fase, la dirección del museo era designada por la oficina del rey, y estaba ligada a los juegos políticos de la época. Recibe su nombre ya que ocurrió en la época de los monarcas absolutos como Fernando VII y su hija Isabel II.
  • Artística: Al caer Isabel II, la tarea de dirigir el Prado pasó a manos de los artistas, como Federico Madrazo.
  • Historiadores del arte: Los estragos de la Guerra Civil llevaron a Francisco Franco a ceder estos puestos a los intelectuales conocedores de museografía, como Francisco Javier Sánchez Cantón, designado en 1960.

Fernando VII nombró como director del Prado a José Gabriel de Silva Bazán, mayordomo mayor del Palacio de Oriente y Marqués de Santa Cruz. A este personaje sucedieron en el cargo el Príncipe de Anglona, el Marqués de Ariza y el Duque de Híjar, asesorados cada uno por los pintores Luis Eusebi, Vicente López y José de Madrazo. El duque de Híjar obtuvo el Cristo crucificado, obra de Velázquez.

Tras la muerte de Fernando VII en 1833, y la serie de las Guerras Carlistas, Isabel II ocupó el trono. En ese momento la aún joven institución vivió su primera crisis, cuando por cuestiones hereditarias se planteó tasar y dividir la colección (aún de propiedad real) entre la reina y su hermana. Finalmente, esta última fue indemnizada y la colección permaneció unida.

En 1865, siendo director del Museo Federico de Madrazo, pintor español, se decidió que la colección del museo se organizara por escuelas, y pasase a denominarse Museo del Prado. Muchas de las pinturas en El Escorial fueron trasladadas al Prado, y también el Tesoro del Delfín. Otro hecho que marcó la historia del museo sucedió en 1872, cuando Amadeo I anexó el Museo de la Trinidad, con sus respectivos fondos de pintura y escultura al Museo del Prado. Al igual que el Museo de la Trinidad, muchos monasterios españoles de Ávila, Segovia y Toledo corrían riesgo de perder su patrimonio por acción de la desamortización decretada en 1835 por Juan Álvarez de Mendizábal, entonces Ministro de Hacienda. Pero sólo cien obras fueron seleccionadas para ingresar al Prado, mientras que el resto se dispersó por toda la Península Ibérica.

La historia del Museo del Prado es en gran medida un reflejo de la situación política española: Tras la caída de Isabel II, Amadeo de Saboya fue nombrado monarca español y trató de remediar la difícil situación económica por la que pasaba el Prado, pero las deficiencias se debían no sólo al dinero, sino también a una gestión personalista y poco profesional. El cronista Mariano de Cavia, con un artículo periodístico falso, simuló que la noche del 24 de marzo de 1891 el Prado había sufrido un incendio. La población de Madrid acudió alarmada al museo, comprobando que todo había sido una llamada de atención. La alarma de Cavia estaba justificada: personal del museo vivía y cocinaba en el edificio, para lo que se almacenaba leña, con el consecuente riesgo. La polémica forzó a adoptar medidas, aunque los suelos de madera de las salas no se sustituirían por mármol hasta bien entrado el siglo XX.

Durante la Guerra Civil Española, se intentó preservar la colección de pinturas de los bombardeos, por lo que se trasladaron primero a Valencia y más tarde a Ginebra, Suiza. En el trayecto a esta última ciudad, el camión que llevaba la obra La carga de los mamelucos de Francisco de Goya chocó con un balcón. La pintura sufrió daños relevantes, que fueron reparados discretamente.[5]​ Ya en 2008, dichos daños fueron subsanados de forma ya definitiva, reintegrando los detalles perdidos mediante el uso de fotografías antiguas. Tras la contienda los cuadros regresaron a España.

Francisco Franco, jefe del Estado español tras la guerra civil, nombró como director al pintor Álvarez de Sotomayor, pero a la muerte de éste designó a Francisco Javier Sánchez Cantón, quien se rodeó de un grupo de antropólogos, museógrafos, pintores e historiadores para reformar la estructura del museo. En 1980 se constituyó la Fundación de Amigos del Museo del Prado, impulsada por el historiador de arte Enrique Lafuente Ferrari, que fue también su primer presidente.[6]

El edificio

Planta original del Prado, diseñada por Juan de Villanueva.

Se inició la construcción de este recinto en 1785, y el encargado para tal fin fue Juan de Villanueva, ganador del concurso para modernizar el Paseo del Prado. Carlos III, monarca en aquel entonces, deseaba cambiar el aspecto de Madrid, por lo que ordenó la construcción de la Fuente de Cibeles, de la Puerta de Alcalá y añadió reformas al Palacio de Oriente. Se conservan planos de Villanueva que datan de entre 1790 y 1791. Se debería construir en un mismo edificio tres alas dedicadas a diferentes ciencias. La primera fue inspirada en la necesidad que los españoles tenían en aquel entonces de conocer la ciencia, y por ello se crearon gabinetes de estudio de la física. La segunda sección habría de albergar el observatorio, equipadom con biblioteca. Entre ambas secciones habría además un jardín botánico. Finalmente, en la planta baja se encontraría la Academia de San Fernando. La obra concluyó en 1808, pero debido a la guerra, que comenzó ese mismo año, ya no se le pudo dar el uso que se deseaba.[7]

Luego de que Fernando VII destinara el museo de artes al edificio construido por Villanueva, la estructura de éste cambió. Pero antes, durante el reinado de José Bonaparte, varias bóvedas del museo se usaron como sótanos para guardar el armamento de las tropas francesas y muchas veces como cuartel general de soldados, lo que ocasionó un serio deterioro del edificio. Al culminar la guerra, Villanueva se dio a la tarea de restaurarlo, tarea continuada por su discípulo Antonio López Aguado. Siendo director Federico de Madrazo, Narciso Pascual Colomer culminó el plan original, de Villanueva. Sucesivas modificaciones se le han hecho, como la apertura de la puerta baja de Goya (originalmente esa zona era un terraplén), con proyecto de Francisco Jareño, luego modificado en la intervención de Pedro Muguruza entre 1943 y 1946.

Colecciones de pintura

Inmaculada Concepción, obra de Bartolomé Esteban Murillo, conocida como La Inmaculada de Soult

Para una información complementaria, véase Museo del Prado.

La obra de pintura expuesta en el Prado es considerada la más amplia del mundo en cuestiones técnicas y artísticas, pues posee cerca de 2.000 cuadros expuestos y más de 3.000 que no se presentan al público. Una de las vías más importantes por las que el Prado ha aumentado su colección ha sido el de las donaciones, que comenzaron en 1826, cuando la condesa de Chinchón, esposa de Manuel Godoy otorgó al recién nacido museo el cuadro Cristo crucificado, obra de Diego Velázquez. En 1889 se realizó la segunda donación, y la más numerosa en términos cuantitativos, puesto que la duquesa de Pastrana obsequió al Prado una colección de más de setecientas pinturas, de autores diversos como El Greco o Murillo. Sucesivas donaciones fueron las de Pablo Bosch, Pedro Fernández Durán y Francisco Cambó. Destaca asimismo el regalo que en 1881 hizo al Prado el banquero belga Emile d'Erlanger. El donativo consistió en la serie de Pinturas Negras de la Quinta del Sordo, finca ubicada a orillas del río Manzanares que había pertenecido al propio Goya y que d'Erlanger había adquirido en 1873, haciendo pasar a lienzo las pinturas, que habían sido ejecutadas sobre las paredes de la misma casa. Tras intentar infructuosamente venderlas en París acabó por donarlas al Prado, casi como un modo de deshacerse de ellas, al constatar que, en aquella época, no eran excesivamente apreciadas.[8]​ Las colecciones pictóricas se dividen en española, italiana, flamenca, holandesa, alemana, francesa y británica. La mayor parte de las obras fueron realizadas en España, por lo que predomina un marcado gusto ibérico, que se advierte en la medida de que las obras fueron realizadas, puesto que la gran mayoría fueron realizadas al gusto de los monarcas y los mecenas en turno.[9]

Escuela española

Autorretrato de Diego Velázquez, detalle de Las Meninas, (1656).

La pintura del Gótico se caracterizó por la influencia que los conflictos políticos generados por la Reconquista española ocasionaron en la sociedad hispánica. En el museo existen obras que abarcan desde el siglo XIII hasta fines del románico. En 1926, la ciudad de Segovia envió al museo una dotación compuesta por lo más destacado del gótico, presente hasta aquel momento en la ciudad castellana. Compuesta en su mayoría por retablos, los más destacables son: Vida de la Virgen y San Francisco, de Nicolás Francés; Virgen con el niño y santos obra de Sancho de Rojas; Santo Domingo de Silos, pintura en retablo de Bartolomé Bermejo y La Piedad, pintada por Fernando Gallego.[10]

La época del Renacimiento en España se expresa en el Prado mediante gran cantidad de cuadros de diversos autores, como Pedro Berruguete (Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán), Juan de Juanes (La última cena), y otras obras de Alejo Fernández, Masip, Luis de Morales, Pedro Machuca. Ya entrado el manierismo, a principios del siglo XVII, Alonso Sánchez Coello retrató a la familia real, en pinturas que se conservan y exhiben en el Museo, como Retrato de Felipe III y sus respectivos retratos de familia, como los de Margarita de Austria y la infanta Isabel Clara Eugenia.[11]

El barroco llega a España con el advenimiento de Felipe IV al trono en 1621. Pintores de los cuales se encuentran obras en el museo son Bartolomé Carducho, Juan de Ribalta, Eugenio Cajés y Juan Bautista Maíno. Un pintor conocido como El Españoleto, originario de Andalucía, pero cuya principal actividad pictórica se desarrolló en Nápoles, fue pintor de la corte de Felipe IV y mucha de su actividad fue llevada por la reina María Amalia de Sajonia (esposa de Carlos III) a España en [[1759}], inicio de su reinado, se conserva en el museo. Carlos III, más de un siglo después, consiguió la colección y la transfirió al Palacio de la Zarzuela, pero años más tarde pasaría al Prado.[12]

Francisco de Zurbarán y Murillo realizaron obras de carácter religioso para el Palacio del Buen Retiro, residencia del entonces Príncipe de Asturias, Baltasar Carlos. Son muy pocas las obras laicas que estos artistas crearon para la residencia del príncipe, como Los diez trabajos de Hércules y La defensa de Cádiz frente a los ingleses. Para el mismo trabajo decorativo del Palacio del Buen Retiro, la reina consorte Isabel de Borbón encargó a un joven pintor de Sevilla, las obras del ala oeste. Este artista fue Diego Velázquez, de quien El Prado conserva muchas de sus obras. El pintor vivió unos años en Italia, donde aprendió la técnica de los renacentistas y manieristas de la época. Durante su estancia, pintó a la reina y al príncipe heredero (que fallecería en 1646) y realizó un retrato ecuestre de Felipe III, ya fallecido para esa fecha. Con el tiempo, Velázquez consiguió presitgio en la corte como pintor y retratista. En El Prado se conservan sus pinturas principales, como Las Meninas (1656), Los borrachos (también llamado El triunfo de Baco) y Las hilanderas.

La familia de Carlos IV (1800), retrato colectivo de la familia real de aquella época. Goya tuvo problemas con la inquisición española, por realizar una supuesta burla al rey y a su familia ridiculizándoles en el retrato.

Otro de los exponentes principales de la pintura española y del mundo es el aragonés Francisco de Goya (1746-1828), que inició su labor pictórica en 1770 durante las obras decorativas de la Basílica del Pilar en Zaragoza. Por influencia de su cuñado, el pintor real Francisco Bayeu llegó a la corte aproximadamente en 1780, y sus pinturas de aquella época tienen un marcado estilo de Mengs. Tras la muerte de éste, Goya consiguió ser el principal pintor de la corte de Carlos III y años más tarde, de Carlos IV. Durante el gobierno de éste último realizó La familia de Carlos IV, homenaje a Velázquez y a sus Meninas, pintor de quien siempre estuvo influenciado. Realizó retratos ecuestres al rey y a la reina consorte María Luisa de Parma. A finales del siglo XVIII creó Los caprichos, su principal obra de grabados. Durante la Guerra de la Independencia Española, Goya fue testigo de la lucha del pueblo español contra Napoleón Bonaparte, y tras concluir las acciones bélicas pintó los cuadros de guerra La carga de los mamelucos y El tres de mayo de 1808 en Madrid, ambas alusivas al levantamiento del pueblo madrileño en contra de los franceses el Dos de Mayo. También de esa época es su colección de grabados Los desastres de la guerra, que se publicaron completos hasta 1863, treinta y cinco años después de la muerte de Goya. Hacia 1819 se retiró la Quinta del Sordo, donde pintó la serie de obras conocidas como Pinturas Negras, llamadas así por el tono y las técnicas empleadas por Goya al momento de crearlas. Tras la restauración absolutista de 1823 en favor de Fernando VII, Goya marchó a vivir a Burdeos, Francia, donde pintó la última serie de obras, de las que destaca La lechera de Burdeos y una serie de grabados, La tauromaquia. Murió en esa misma ciudad el 16 de abril de 1828, y sus restos llegaron a España en 1919. El Prado alberga varias de sus obras como La familia de Carlos IV, La maja vestida, La maja desnuda, El coloso, El aquelarre y la serie de pinturas negras.

Escuela flamenca

Las tres Gracias, retrato mitológico y obra cumbre de Rubens.

Es la segunda en importancia en El Prado. Ha adquirido tal renombre debido a la fuerte comunicación que la Corona de Aragón y la Corona de Castilla mantuvieron con Flandes en la época de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, en cuyo matrimonio fueron conocidos como Reyes Católicos. Ambos matrimoniaron a sus hijos, Juan de Aragón y Castilla con Margarita de Austria y a Juana I con Felipe I, hijo del emperador Maximiliano I. Ambas coronas recayeron a partir de 1516 en Carlos I de España quien siguió la política artística de sus predecesores. Su hijo, Felipe II, admiraba profundamente a El Bosco, y por ello el Prado alberga gran cantidad de sus obras, llevadas a España entre 1556 y 1598 (época del reinado de Felipe II). La obr pictórica de El Bosco se caracteriza por la inclusión de figuras grotestcas y de animales, de incluir la fascinación y la alucinación y el uso de colores vivos en sus retablos. Destacan La mesa de los pecados capitales, El jardín de las delicias y El carro de heno (trípticos).

Pero la presencia del arte flamenco en la corte de los reyes españoles se consolidó con la llegada de Peter Paul Rubens quien visitó España en dos ocasiones, en 1603, durante el reinado de Felipe III y en 1629, su mayor estancia, en la que fue recibido por Felipe IV y sostuvo encuentros culturales con Velázquez. Para la decoración de la Torre de la Parada realizó una interpretación del cuadro Adán y Eva de Tiziano. Muchas de las obras de Rubens se conservan en El Prado, y se caracterizan por destacar la sensualidad y la gracia, un ejemplo es Las tres Gracias. Otros pintores flamencos contemporáneos de Rubens con presencia en las colecciones reales fueron Jacob Jordaens, Jan Brueghel y Anton Van Dyck.

Tras la Guerra de los Treinta Años (1618-1848) y la sucesiva Paz de Westfalia, Holanda consiguió independencia y autonomía propia con respecto al Imperio Español, con lo que se desarrolló una cultura y arte propio. De esta generación, sobresalió Rembrandt, quien desarrolló una intensa actividad entre 1630 y 1669, año de su muerte. El Prado únicamente conserva una pintura suya, Artemisa, adquirida por Carlos III en 1761 y para la que Rembrandt tomó de modelo a su esposa Saskia.

Escuela italiana

El desnudo fue frecuente en la Casa de Austria española. Aquí se puede ver a la Venus de Urbino de Tiziano (conservada actualmente en la galería Uffizi de Florencia).

La pintura italiana es la tercera en importancia del Prado, y se ha consolidado de esa forma debido al apoyo de embajadores y políticos que a lo largo de los siglos han servido en Italia. Principalmente los reyes de la Casa de Austria impulsaron esta labor al incluir en sus colecciones pintura romana del siglo XVI y la veneciana del siglo XVII. Antes de Carlos I, los Reyes Católicos habían mantenido relaciones comerciales con Italia, por lo que su pintura llegó a España. Felipe V, monarca español desde 1700 y originario de la Casa de Borbón francesa, fue reticente a continuar la importación de arte italiano y en su lugar convirtió la pintura francesa en el principal punto de mira de sus intereses.

El Quattrocento está escasamente representado, pese a lo cual las pocas obras de este periodo que guarda el Prado son obras maestras, así,La Anunciación de Fra Angélico; la tres tablas basadas en El decamerón de Sandro Botticelli; La muerte de la virgen, pintada por Andrea Mantegna y Cristo muerto sostenido por un ángel del veneciano Antonello da Messina. El clasicismo del siglo XVI se representa por Sagrada familia del cordero, La virgen del pez y Retrato de un cardenal, de Rafael Sanzio; el Asunto místico de Andrea del Sarto y La virgen con el niño y San Juan de Correggio.

Pero la presencia más significativa italiana en el Prado es, sin duda, la de la escuela veneciana del siglo XVI, encarnada en su exponente máximo, Tiziano, y otros como Tintoretto y El Veronés, quienes con vivos colores recreaban el mundo a su alrededor, principalmente los desnudos femeninos, que destacaron en la colección de la Casa de Austria. De Tiziano se conserva la más numerosa colección del mundo, con obras como Ofrenda a Venus y Bacanal, encargada por el entonces duque de Ferrara, Alfonso d'Este y El emperador Carlos V en Mülberg. De Tintoretto, se muestran obras muy representativas, como El lavatorio. En el Palacio de Oriente de Madrid los reyes Austrias tenían una sala especial dedicada a los desnudos, entre los que se encontraban Venus y Adonis, La Venus de Urbino, Venus recreándose con el amor y la música y Dánae recibiendo la lluvia de oro. La presencia de los italianos en España se completa en el siglo XVII con los pintores Orazio Gentileschi, Luca Giordano, Corrado Giaquinto y Giambattista Tiépolo.

Otras escuelas (francesa, alemana y británica)

Autorretrato de Durero.

La mayor parte de las obras francesas expuestas en el Museo del Prado constituyen la colección encargada hacia 1635 para decorar el Palacio del Buen Retiro, con obras de Claudio de Lorena y Poussin, ambos paisajistas. Al llegar Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia al trono español en 1700, la producción de obras francesas con destino a España aumentó. Jean Ranc y Louis-Michel Van Loo, entre otros, fueron llamados a la corte como retratistas. Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V importó a España varios cuadros de Antoine Watteau y Claudio de Lorena, política que continuaron Carlos III y Carlos IV. Muchos de estos cuadros se perdieron en la Guerra de la Independencia Española y fueron llevados a Francia; la mayoría se expone en el Museo del Louvre.

Pocas son las obras de alemanas conservadas en El Prado y en España en general. A pesar de la fuerte relación de los monarcas Habsburgo con Alemania, principalmente Carlos I, la mayoría de los reyes españoles se decantaron por otro tipo de pintura. Sin embargo, se conservan cuatro obras fundamentales del mayor pintor alemán, Alberto Durero: Adán y Eva, Autorretrato junto a la ventana y Retrato de desconocido. Asimismo, hay ejemplos de la obra de Lucas Cranach el Viejo (Virgen con el Niño), Hans Baldung Grien (Las edades y la muerte) y Adam Elsheimer, así como del ya neoclásico Mengs.

Ha ocurrido lo mismo con la pintura británica. La histórica rivalidad entre España y el Reino Unido, acrecentada por la lucha de Felipe II por restaurar el catolicismo, privó a la monarquía de obtener muestras del arte británico. Es escasa, por estos motivos, pero en el siglo XX el Museo consiguió pinturas de Joshua Reynolds, Gainsborough y Thomas Lawrence; especialemente destacables por su calidad las obras de éste último.

Escultura

Busto de Carlos I por León Leoni y conservado en el Museo del Prado. (siglo XVI).

Hacia 1830, el duque de Híjar y su asesor de cámara Valeriano Salvatierra abrieron la planta baja del Museo, dedicada a exponer las colecciones de escultura procedentes de la Academia de San Fernando y de los Reales Sitios, como la Torre de la Parada. A partir de entonces, el Museo se llamó Museo Real de Pintura y Escultura, que incluía colecciones del Antiguo Egipto, Antigua Grecia, Imperio Romano, Renacimiento, Barroco, siglo XVIII y siglo XIX, localizada en su mayoría en el Casón del Buen Retiro.

Isabel de Farnesio, de origen italiano, era gran aficionada a la escultura, principalmente de su país. Consiguió en 1729 la colección de escultura que había pertenecido a la reina Cristina de Suecia y en 1733 la del marqués de Carpio, otrora embajador al servicio de Carlos II en la corte del Papa Clemente X. Ambas se situaron en el Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia) y en 1830 al Museo de Pintura y Escultura. Además, la reina ordenó al abad Eutichio Ajello e Liscari realizar dibujos al natural de la colección escultórica del Vaticano, lo que quedó consagrado en el Cuaderno de Ajello, propiedad del Museo desde 1835.

La escultura griega se representa por autores como Fidias, Mirón, Policleto, Lisipo y Scopas, en versiones romanas de los originales perdidos. La escultura romana, además de las copias griegas, comprende algunas obras originales, como La apoteosis de Claudio. En el Renacimiento, los hermanos León y Pompeo Leoni viajaron a España para realizar estatuas de Carlos I y su hijo Felipe II. La reina consorte Isabel de Braganza fue esculpida por Álvarez Cubero en mármol, ya que fue una de las principales gestoras de la creación del Museo de Escultura. Durante el gobierno de Francisco Franco, las obras de escultura en el Casón del Buen Retiro pasaron al Prado dado el estado permanente de restauración del Buen Retiro.

El Tesoro del Delfín (Artes Suntuarias)

Así es conocido un conjunto de copas, bandejas y demás recipientes, de uso mayormente ornamental, que Luis de Borbón, delfín de Francia, regaló a su hijo Felipe de Anjou en 1700 al ingresar al trono español. Las piezas son mayormente de orfebrería de los siglos XVI y XVII, elaboradas con metales nobles (oro, plata) y piedras selectas: cristal de roca, basalto, así como conchas de nautilo. Algunos detalles ornamentales se enriquecen con piedras preciosas, como esmeraldas, diamantes, zafiros, rubíes y esmaltes. La mayoría formaba motivos alusivos a temas bíblicos o representaciones del vino. Dos de las más conocidas llevaban en su centro a Baco y al Arca de Noé.

Estas piezas fueron trasladadas en 1839 al Prado, siendo director entonces José de Madrazo. Pocos años más tarde, al mismo pintor se le acusó de vender las joyas para beneficio personal. Tal denuncia se realizó en el diario de circulación por toda España, El eco del comercio, pero nunca se comprobó la validez de lo sostenido por el periódico. En 1918 el museo fue víctima de un saqueo y se perdió parte del Tesoro del Delfín. La parte que subsiste se exhibe en una cámara acorazada en el sótano del museo; se muestran además algunos estuches de cuero del siglo XVIII en los que se solía guardar.

Bibliografía

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  • AZTECA, Ministerio: Museo del Prado, catálogo de pinturas. Santander, España, 1989. ISBN 84-7483-410-4.
  • BUENDÍA, José Rogelio: El Prado, colecciones de pintura. Bonn, Alemania, Editorial Lunwerg. ISBN 84-7782-694-3.
  • ELECTA, Sociedad Editorial: Obras maestras del Museo del Prado. Zaragoza, España, 1990. ISBN 84-8156-133-9.
  • ESPASA, Calpe: Museo del Prado, inventario general de pinturas, Teruel, España, 2001. ISBN 978-84-239-4312-8.
  • GARCÍA SÁNCHEZ, Laura: Museo del Prado. Barcelona, España, Susaeta Ediciones, 1992. ISBN 84-305-9889-8.
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  • MUSEO DEL PRADO, Amigos de: El retrato español. Valladolid, España, 1997. ISBN 84-8480-066-0.
  • OCÉANO, Editorial: Museo del Prado, Madrid, Sevilla, España, 1993. ISBN 84-494-1369-9.
  • PORTUS PÉREZ, Javier: La sala reservada y el desnudo en el Museo del Prado. Valencia, España, Ediciones Turner, 1991. ISBN 84-8480-036-9.

Notas

  1. «Museo del Prado, Historia». , pañol. Consultado el 26 de febrero de 2008. 
  2. Ensayo sobre la fundación del Museo del Prado, por Calvo Serraler.
  3. Ley del Museo Nacional del Prado, consultada el 2008-02-27.
  4. «Escuela española en el Museo del Prado» (HTML). Consultado el 27 de febrero de 2008. 
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  7. «El edificio del Museo del Prado» (HTML). Consultado el 29 de febrero de 2008. 
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