Diferencia entre revisiones de «Jonathan Edwards (teólogo)»

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Las escrituras y convicciones de Edwards continuaron ejerciendo su influencia sobre individuos como sobre determinados grupos. Previamente, los misioneros de la '''American Board of Commissioners for Foreign Missions''' fueron influenciados por los escritos de Edwards, como se hace constar en los reportes del periódico de la ABCFM "''The Missionary Herald''", y comenzando con el trabajo seminal de [[Perry Miller]], Edwards disfrutó de un renacimiento junto a otros académicos tras el fin de la [[Segunda Guerra Mundial]]. El '''Banner of Truth Trust''' y otras editoriales continuaron reimprimiendo las obras de Edwards, y muchos de sus trabajos más destacados se encuentran disponibles actualmente a través de una serie publicada por la '''Yale University Press''', que ha abarcado tres décadas y que provee introducciones críticas llevadas a cabo por el editor de cada volumen. Yale ha establecido además el proyecto en red de Jonathan Edwards, titulado ''Jonathan Edwards Project online''.
Las escrituras y convicciones de Edwards continuaron ejerciendo su influencia sobre individuos como sobre determinados grupos. Previamente, los misioneros de la '''American Board of Commissioners for Foreign Missions''' fueron influenciados por los escritos de Edwards, como se hace constar en los reportes del periódico de la ABCFM "''The Missionary Herald''", y comenzando con el trabajo seminal de [[Perry Miller]], Edwards disfrutó de un renacimiento junto a otros académicos tras el fin de la [[Segunda Guerra Mundial]]. El '''Banner of Truth Trust''' y otras editoriales continuaron reimprimiendo las obras de Edwards, y muchos de sus trabajos más destacados se encuentran disponibles actualmente a través de una serie publicada por la '''Yale University Press''', que ha abarcado tres décadas y que provee introducciones críticas llevadas a cabo por el editor de cada volumen. Yale ha establecido además el proyecto en red de Jonathan Edwards, titulado ''Jonathan Edwards Project online''.

Sermones Pecadores en Manos de un Dios Airado

Pecadores en las Manos de un Dios Airado
Jonathan Edwards

Este es su famoso sermón predicado en julio de 1741.

"A su tiempo su pie resbalará" (Deuteronomio 32:35).


En este versículo la venganza de Dios amenazaba sobre los israelitas impíos e incrédulos, que eran el pueblo visible de Dios, y quienes vivieron bajo los medios de la gracia; pero quienes no obstante todas los obras maravillosas de Dios para con ellos, permanecieron (como dice el v.28) desprovistos de consejos, no teniendo entendimiento en ellos. De todos los cultivos del cielo, sacaron a luz frutos amargos y venenosos; como en los dos versículos que preceden al texto. -La expresión que he escogido para mi texto, A su tiempo su pie resbalará, parece indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y destrucción a que están expuestos estos impios israelitas.

1. Estuvieron siempre expuestos a destrucción; como uno que permanece o camina en lugares resbaladizos está siempre expuesto a la caída. Esto está implicado en la manera de su destrucción cuando viene hacia ellos, estando representada por sus pies resbalando. Lo mismo es expresado en el Salmo 73:18."Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer."

2. Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como el que camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede predecir si al siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae de un sopetón sin advertencia, lo cual está también expresado en el Sal.73:18-19. "Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente!"

3. Otra cosa implicada es, que están expuestos a caer por ellos mismos, sin ser arrojados a tierra por la mano de otro; como aquel que permanece de pie o camina en suelo resbaladizo no necesita otra cosa que su propio peso para caer al suelo.

4. La razón por la que no han caído todavía, ni caen ahora, es solamente porque el tiempo señalado por Dios no ha llegado. Porque se dice que cuando ese esperado tiempo, o momento señalado Ilegue, sus pies resbalarán. Luego se dejarán caer, de la manera en que están inclinados a ello por su propio peso. Dios no lossostendrá ya más en estos lugares resbaladizos, sino que los dejará ir; y luego, en ese mismo instante caerán en destrucción; como aquel que se encuentra en suelos inclinados y resbalosos, o en el filo de un abismo, que no puede mantenerse firme por sí solo; cuando se deja sin apoyo, inmediatamente cae y se pierde.

La observación de estas palabras en las que voy a insistir ahora es ésta: "No hay otra cosa que mantenga a los hombres impíos fuera del infierno en todo momento que el mero placer de Dios." Por el mero placer de Dios quiero significar su placer soberano, su voluntad arbitraria, no restringida por ninguna obligación, ni impedida por ninguna dificultad, ni ninguna otra cosa; como si la pura voluntad de Dios no tuviera ni un momento,en el menor grado, o en ningún otro aspecto, ningún lugar en la preservación de los impíos. La verdad de esta observación aparece al considerar lo siguiente:

1. Dios no desea en ningún instante hacer muestra de su poder arrojando a los impíos en el infierno. Los manos de los hombres no pueden ser fuertes cuando Dios se levanta; el más fuerte no tiene poder para resistirle, ni puede librarse de sus manos. El no sólo es capaz de arrojar a los impíos en el infierno, sino que puede hacerlo fácilmente. Algunas veces un príncipe terrenal se encuentra con la dificultad de sujetar a un rebelde que ha encontrado medios para fortificarse a sí mismo, y se ha hecho fuerto por el número de sus seguidores. Pero no es así con Dios. No hay Fortaleza que sea defensa contra el poder de Dios.

Aunque mano se una con mano, y una vasta multitud de los enemigos de Dios se combinen y asocien, son fácilmente quebrados en pedazos. Son como grandes montones de paja ligera ante el torbellion; o grandes cantidades de rastrojo seco ante llamas devoradoras. Encontramos fácil pisotear y aplastar un gusano que vemos arrastrarse en la tierra; también es fácil para nosotros cortar o chamuscar un hilo delgado que agarre cualquier cosa; y así es fácil para Dios, cuando le place, arrojar a sus enemigos al infierno. ¿Qué somos nosotros para que permanezcamos de pie frente a El, ante cuya reprensión la tierra tiembla, y las rocas son arrojadas?

2. Ellos merecen ser echados en el infierno; de manera que si la justicia divina se encuentra en el camino, no hay objeción eficaz contra el uso del poder de Dios para destruirlos. Antes, por el contrario, la justicia clama fuertemente por un castigo infinito de sus pecados. La justicia divina dice del árbol que da a luz las uvas de Sodoma, "córtalo, ¿para qué inutiliza también la tierra?" (Luc. 13:7). La espada de la justicia divina está en cada momento blandeada sobre sus cabezas, y no es otra cosa que la misericordia arbitraria y la pura voluntad de Dios que la detiene.

3. Ellos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno. No sólo merecen justamente ser arrojados alli, sino que la sentencia de la ley de Dios, esa regla eterna e immutable de justicia que Dios ha fijado entre El y la humanidad, ha ido en su contra, y permanece en su contra; de manera que ya están dispuestos para el infierno. "El que no cree, ya ha sido condenado" (Juan 3:18). De modo que cada inconverso pertenece propiamente al infierno; ese es su lugar; de alli es él. "Vosotros sois de abajo" (Juan 8:23), y allí estáis atados; es el lugar que la justicia, la palabra de Dios, y la sentencia de su ley immutable les han asignado.

4. Ellos ahora son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresado en los tormentos del infierno. Y la razón por la que no bajan al infierno en cualquier momento, no es porque Dios, en cuyo poder están, no está entonces muy enojado con ellos, como lo está con muchas criaturas miserables que ahora están siendo atormentadas en el infierno, y allí sienten y experimentan el furor de su ira. Si, Dios está más eno-jado con otros tantos que ahora están en la tierra; sí, sin duda lo está con muchos que están ahora en estacongregación, con quienes está airado con más facilidad que con muchos de los que se encuentran ahora en las llamas del infierno. Pero no es porque Dios se haya olvidado de su impiedad ni se resienta por ello la razón por la que no desata su mano y los corta. Dios no es enconjunto como uno de ellos, para ellos su condenación no se duerme; el abismo está preparado, el fuego ya está listo, el horno esta caliente, listo para recibirlos; las llamas se inflaman y arden. La espada resplandeciente está afilada y se sostiene sobre ellos, y el abismo ha abiertosu boca bajo ellos.

5. El diablo esta listo para caer sobre ellos y asirlos para sí; momento que Dios permitirá. Ellos le pertenecen; él tiene sus almas en su posesión y bajo su dominio. La Escritura los representa como sus buenas dadivas (Luc.11:13). Los demonios los vigilan; siempre están a su diestra por ellos; permanecen esperando por ellos como leones hambrientos y codiciosos que ven su presa y esperan tenerla, pero por el momento se retienen. Si Dios retirara su mano, por la cual ellos son restringidos, volarían sobre sus pobres almas. La serpiente antigua los mira con asombro; el infierno abre su amplia boca para recibirlos; y si Dios lo permitiera serían apresuradamente tragados y se perderían.

6. En las almas de los impíos reinan principios infernales que estuvieran actualmente encendidos y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios. En la naturaleza de cada hombre carnal está colocado un fundamento para los tormentos del infierno. Hay esos principios corrompidos reinando y en plena posesión de ellos, que son la semilla del infierno de fuego. Estos principios son activos y poderosos, excesivos y violentos en su naturaleza, y si no fuera por la mano restringente de Dios pronto estallarían y se inflamarían de la misma manera que loharían las corrupciones y enemistad en los corazones de las almas condenadas, y engendrarían los mismos tormentos que crean en ellos. Las almas de los impíos son comparadas en la Escritura al mar en tempestad (Is.57:20). Por el presente, Dios restringe su impiedad por medio de su gran poder, de la misma manera en que hace con las coléricas ondas del mar turbulento, diciendo, "hasta aquí llegarás y no pasarás;" pero si Dios retirara ese poder restringente, rápidamente se llevaría todo por delante. El pecado es la ruina y la miseria del alma; es destructiva en su naturaleza; y si Dios lo dejara sin restricción no faltaría nada para hacer al alma algo perfectamente miserable. La corrupción del corazón del hombre es inmoderada e ilimitada en su furia; y mientras el impío vive aquí es como un fuego contenido por las restricciones de Dios, que si fuera dejado en libertad atacaría con fuego el curso de la naturaleza; y ya que el corazón es ahora un montón de pecado, de no ser restringido, inmediatamente convertiría el alma en un horno ardiente, o en un horno de fuego y azufre.

7. No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de la muerte a la mano. No es seguridad para un hombre natural el que está ahora en salud ni el que no vea ninguna manera en la que pueda ahora partir inmediatamente de este mundo por algún accidente, ni el que no haya ningú peligro visible en ningún aspecto en sus circunstancias. La experiencia múitiple y continua del mundo en todas lasedades muestra que no hay evidencia de que un hombre no está en el borde de la eternidad, y de que el próximo paso no sea en otro mundo. Lo invisible, el olvido de modos y medios por los que las personas salen súbita- mente del mundo son innumerables e inconcebibles. Los hombres inconversos caminan sobre el abismo del infierno en una cubierta podrida, y hay innumerables lugares tan débiles en esta cubierta que no pueden soportar su peso; lugares que además no se ven a simple vista. Las flechas de la muerte vuelan a mediodía sin ser vistas; la vista más aguda no las puede discerner. Dios tiene tantas maneras diferentes e inescrutables de tomar al impío fuera del mundo y enviarlos al infierno, que no hay nada que haga parecer que Dios tuviera necesidad de estar a expensas de un milagro, o salirse fuera del curso de su providencia, para destruir al impío en cualquier instante. Todos los medios por los que los impíos parten del mundo están de tal manera en las manos de Dios, y tan universal y absolutamente sujetos a su poder y determinación, que no depende sino de la pura voluntad de Dios el que los pecadores vayan en cualquier momento al infierno, el que los medios nunca sean usados o estén involucrados en el caso.

8. La prudencia y el cuidado de los hombres natu- rales para preserver sus propias vidas, o el cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningú momento. De esto dan testimonio la providencia divina y la experiencia universal. Hay la clara evi- dencia de que la propia sabiduría de los hombres no es seguridad para ellos cuando están frente a la muerte; si fuera de otra manera veríamos alguna diferencia entre los hombres sabios y politicos y los demás con respecto a su propensión a una muerte temprana e inesperada; pero ¿cómo es esto en los hechos? "También morirá el sabio como el necio" (Ecl.2:16).

9. Todas las luchas y maquinaciones que los hom- bres impíos usan para escapar del infierno, mientras continúan rechazando a Cristo, permaneciendo así como impíos, no les libra del infierno en ningún momento. Casi todo hombre natural que oye del infierno se adula a sí mismo de que escapará; depende de sí mismo para su seguridad; se lisonjea a si mismo en lo que ha hecho, en lo que está haciendo, o en lo que intenta hacer. Cada quien dispone cosas en su mente sobre cómo evitará la condenación, y se engaña a si mismo planeando su propio bien, y pensando que sus esquemas no fallarán. Ellos oyen sin embargo que son pocos los que se salvan, y que la mayor parte de los hombres que han muerto hasta ahora han ido al infierno; pero cada quien se imagina que planea mejores cosas para su escape que lo que otros han hecho. El no pretende ir a ese lugar de tormento; dice dentro de si que intenta tomar cuidado eficaz, y ordenar las cosas de tal manera que no falle.

Pero los hijos insensatos de los hombres se engañan miserablemente a Si mismos en sus propios esquemas, y en confianza de su propia fuerza y sabiduria; no confían en más que una mera sombra. La mayoria de esos que hasta ahora han vivido bajo los mismos medios de gracia y han muerto, han ido indudablemente al infierno; la razón no es que ellos no eran tan sabios como los que ahora estan vivos; no fue porque no planearon cosas que les aseguraran su escape. Si pudiéramos hablar con ellos, y preguntaries, uno por uno, si ellos esperaban cuando vivos y cuando oian hablar acerca del infierno que serian objetos de esa miseria, indudablemente escucharíamos uno por uno contestar: "No, yo nunca pretendí venir aquí; había dispuesto las cosas de otra manera en mi mente; pensé haber planeado el bien para mi; ideé un buen patrón. Intenté tomar un cuidado eficaz; pero vino sobre mí inesperadamente. No lo esperaba en ese momento y de esa manera; vino como un ladrón. La muerte me burló. La ira de Dios fue demasiado rápida para mi. 0h mi maldita insensatez! Me estaba engañando y agradando con sueños vanos acerca de lo que yo haría en el más allá; y cuando me encontraba diciendo, 'paz y seguridad,'vino sobre mi destrucción repentina."

10. Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa que haya dado, de mantener al hombre natural fuera del infierno. Ciertamente Dios no ha dado promesas acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la muerte eterna, sino aquellas que están contenidas en el pacto de gracia, las promesas son sí y amén. Pero segu- ramente aquellos que no son hijos del pacto, que no creen en ninguna de las promesas, no tienen interés en las promesas del pacto de gracia, y no tienen interés en el Mediador del pacto. De manera que, aunque alguno haya tenido imagi- naciones y pretensiones acerca de promesas hechas a hombres naturales que buscan con sinceridad, es claro y manifiesto que no importa los dolores que un hombre natural sufra en la religión, ni las oraciones que haga, asta que no crea en Cristo, Dios no está de ninguna anera bajo la obligación de librarlo en ningún momento de la destrucción eterna. De manera que así es que los hombres naturales son tornados en la mano de Dios sobre el abismo del infierno; se han merecido el fiero abismo, y ya están sentenciados a él; Dios ha sido terriblemente provocado, su ira es tan grande hacia ellos como la de esos que están actualmente sufriendo las ejecuciones de la furia de su ira en el infierno, y no han hecho nada en lo más mínimo para apaciguar o disminuir ese enojo, ni está Dios atado en lo más minimo a ninguna promesa de levantarlos en ningún momento.

El diablo está esperando por ellos, el infierno está abierto de par en par para ellos, las llamas se reúnen y centellean a su alrededor, los atraparán y tragarán; el fuego contenido en sus corazones está luchando para estallar; y ellos no tienen ningún interés en ningún mediador; no hay medios al alcance que les puedan servir de seguridad. En resumen, no tienen refugio, nada de que aferrarse; todo lo que los preserva en todo instante es la pura voluntad y la paciencia no pactual ni obligada de un Dios encolerizado.

APLICACION

Este terrible tema puede ser útil para hacer despertar algunas personas inconversas en esta congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra fuera de Cristo. Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de ti. Allí está el espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; alli está la ancha boca del infierno abierta de par en par; y no tienes nada sobre que permanecer en pie, ni nada de donde agarrarte; no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es tan sólo el poder y el puro placer de Dios el que te soporta.

Posiblemente no eres sensible a esto; te ves fuera del infierno, pero no ves la mano de Dios en ello; pero contempla otras cosas, como el buen estado de tu con- stitución corporal, el cuidado de tu propia vida, y los medios que usas para tu preservación. Pero verdaderamente estas cosas son nada; si Dios retirara su mano, ellas no te beneficiarían más en cuanto a evitar tu caída, que lo que hace el delgado aire al sujetar una persona que se suspende en él.

Tu impiedad te hace como si fueras tan pesado como el plomo, y te dirigirá hacia abajo con gran peso y presión directo al infierno; y si Dios te dejara caer, inmediatamente te sumergerías y rápidamente descenderías dentro del golfo sin fondo; y tu constitución saludable, y tu propio cuidado y prudencia, y tu mejor plan, y toda tu justicia, no tendrían más influencia para sujetarte y librarte del infierno, que lo que una tela de araña puede hacer para frenar una roca al caer.

De no ser por el soberano placer de Dios, la tierra no te sostendría un instante porque eres una carga para ella. La creación gime contigo; la criatura está hecha sujeta a la esclavitud de tu corrupción, no para ayudarte voluntariamente a servir al pecado y a Satanás; la tierra no produce su incremento voluntariamente para satisfacer tus pasiones; ni es voluntariamente un escenario sobre el que tus impiedades actúen; el aire no te sirve voluntariamente para mantener la llama de vida de tus órganos vitales, mientras pasas tu vida al servicio de los enemigos de Dios. Las criaturas de Dios son buenas, y fueron hechas para que el hombre sirviera a Dios con ellas, y para que no sirvieran voluntariamente a ningún otro propósito, y para que gimieran cuando eran usadas para propósitos tan directamente contrarios a su naturaleza y fin. El mundo te vomitaría de no ser por la mano soberana de Aquel que lo tiene sujetado en esperanza. Las negras nubes de la ira de Dios están ahora flotando directamente sobre sus cabezas, llenas de terribles tormentas y truenos; y de no ser por la mano restringente de Dios hubieran reventado inmediatamente sobre ti. El placer soberano de Dios, por el presente, detiene su viento agitado; de otro modo vendria con furia, y tu destrucción llegaría como torbellino. Serias como la paja menuda del suelo de trillo del verano.

La ira de Dios es como grandes aguas que están destinadas para el presente; aumentan más y más, y crecen más y más, hasta que la salida sea dada. Y mientras se detenga la corriente, más rápido y poderoso será su curso cuando sean desatadas. Es verdad que el juicio contra tus obras perversas no ha sido ejecutado todavia; los diluvios de la venganza de Dios han sido retenidos; pero tu culpa entretanto está constantemente aumentando, y está cada día atesorando más ira; las aguas están aumentando constantemente, y creciendo más y más poderosas; y no hay nada fuera del puro placer de Dios que refrene las aguas, las cuales no quieren ser detenidas, y presionan duramente para ir hacia adelante. Si Dios tan sólo retirara su mano de la compuerta, se abriría inmediatamente, y los fieros diluvios del furor e ira de Dios empujarian con furia inconcebible, y vendría sobre ti con poder omnipotente; y si tu fuera fuera diez mil veces mayor que lo que es, sí, diez mil veces mayor que la fuerza del más corpulento y robusto diablo en el infierno, no sería nada para resistirla o soportarla.

El arco de la ira de Dios está encorvado, la flecha lista en la cuerda, y la justicia dirige la flecha a tu corazón, y estira el arco, y no es otra cosa que el mero placer de Dios, y el que un Dios airado que sin ninguna promesa y obligación del todo, retiene la flecha de embriagarse con tu sangre. Asi todos los que de ustedes nunca han pasado por un gran cambio de corazón, por el gran poder del Espiritu de Dios sobre sus almas; todos los que de ustedes nunca han nacido de nuevo, ni han sido hechos nuevas criaturas, ni han sido levantados de la muerte en el pecado a un nuevo estado, ni han experimentado la luz y la vida, están en las manos de un Dios airado. Aunque hayan reformado sus vidas en muchas cosas, y hayan tenido afecciones religiosas, y hayan podido mantener cierta forma de religión con sus familiares y cercanos, y aún en la casa de Dios, no es otra cosa que Su mero placer que los preserva de ser consumidos en la destrucción eterna. No importa cuán poco convencidos estén ahora de la verdad que oyen, a su tiempo estarán plenemente convencidos de ella. Aquellos que han partido estando en las mismas circunstancias en que están ustedes, ven que asi fue con ellos; porque la destrucción vino bruscamente sobre la mayoría de ellos; cuando no la esperaban, y mientras esta- ban diciendo, 'paz y seguridad.'Ahora ven, que esas cosas en las que dependían para la paz y la seguridad, no eran más que un aire delgado y una sombra vacia. El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, mas que uno que sostenga una araña, o cualquier insecto asqueroso sobre el fuego, te aborrece, y ha sido terriblemente provocado. Su ira hacia ti se enciende como fuego; te ve como digno, pero no para otra cosa que para ser echado en el fuego; es tan puro de ojos que no puede mantenerte a su vista; eres diez mil veces más abominable a sus ojos que lo que la serpiente venenosa más odiada es a los nuestros. Le has ofendido infinitamente más que lo que un rebelde obstinado ofende a su principe; y sin embargo, no es otra cosa que su mano la que te sostiene de caer en el fuego en cualquier momento. No debe ser atribuido a nadie más el que no hayas ido al infierno la última noche; el que hayas sufrido otra vez el despertar en este mundo, después de haber cerrado los ojos para dormir. Y no hay otra razón que dar de por qué no has caído en el infierno desde que te levantaste en la mañana, que el hecho de que la mano de Dios te ha sostenido. No hay otra razón que dar de porq ué no has ido al infierno, desde que te sentaste aqui en la casa de Dios, provocando sus ojos puros por tu modo pecaminoso e impío de atender a su solemne adoración. Si, no hay otra cosa que dar como razón de por qué no caes en el infierno en este preciso momento. Oh, pecador, considera el terrible peligro en que estás. Es sobre un horno de ira, un abismo amplio y sin fondo, lleno del fuego de la ira, en el que estás soportado por la mano de Dios, cuya ira ha sido provocada e inflamada tanto contra ti, como contra muchos de los ya condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo delgado, con las llamas de la ira divina destelleando alrededor, y listas en todo momento para chamuscarlo y quemarlo en dos; y no tienes interés ni por un instante en ningún Mediador, ni en nada en qué aferrarte para salvarte a ti mismo, ni para librarte de las llamas de la ira. Ni siquiera hay algo en ti, nada de lo que hayas hecho ni puedas hacer, para inducir a Dios a per- donarte. Por eso te pido que consideres los siguientes puntos de modo más particular:

1. Mira de quien es la ira. Es la ira de un Dios infinito. Si fuera solamente la ira de un hombre, aunque fuera la del príncipe más poderoso, sería comparativamente pequeña para ser considerada. La ira de reyes es mucho más terrible, especialmente la de monarcas absolutos, que tienen las posesiones y las vidas de sus súbditos enteramente en su poder para disponer de ellas a su mera voluntad. "Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; el que to enfurece peca contra sí mismo" (Prov.20:2). El súbdito que se encoleriza mucho contra un príncipe arbitrario, está expuesto a sufrir los tormentos más extremos que el arte humano puede inventar o que el poder humano puede infligir. Pero las más grandes potestades terre- nales, en su mayor majestad y fuerza, cuando están vestidos de sus más grandes terrores, no son mas que gusanos débiles y despreciables de la tierra en comparación al Gran y Todopoderoso Creador y Rey del cielo y a tierra. Es en realidad poco lo que ellos pueden hacer n el momento en que ellos están más encolerizados, y cuando han ejercido el extremo de su furia. Todos los reyes de la tierra son como langostas ante Dios; son nada y menos que nada; tanto su amor como su odio son tornados en poco. La ira del gran Rey de reyes es tanto más terrible que la de ellos, como lo es su majestad. "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y duspués nada máss pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed" (Luc. 12:4,5).

2. Es a la furia de su ira a la que estás expuesto. A menudo leemos de la furia de Dios; como en Is.59:18. "Como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus adversarios." Así también Is.66:15. "Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su represión con llama de fuego." Y en muchos otros lugares. También Ap.19:15; allí leemos de "el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso." Las palabras son en extremo terribles. Si solamente se hubiera dicho, "la ira de Dios," los términos implicarían algo infinitamente terrible; pero es "el furor y la ira de Dios." iLa furia de Dios! ¡el furor de Jehová! ¡Oh, cuán terrible debe ser eso! ¿Quién puede pronunciar o concebir lo que estas expresiones implican en sí mismas? Pero además, "el furor y la ira del Dios Todopoderoso." Como si hubiera una gran manifestación de su poder omnipo- tente en lo que el furor de su ira realiza; como si la omnipotencia estuviera encolerizada y ejercida de tal manera que los hombres no pueden ejercer su fuerza en contra del furor de su ira. Oh! entonces, ¡cuál será la consecuencia! ¡Qué será de aquellos pobres qusanos que la sufrirán! ¿Quién tendrá manos fuertes para esto? ¿Qué corazón la podrá resistir? ¡A qué terrible, indecible, inconcebible profundidad de miseria está sumergida la pobre criatura que esté sujeta a esto! Considera esto, tú que estás aqui presente, y aún permaneces en un estado no regenerado. Que Dios eje- cutará el furor de su enojo, implica, que El infligirá su ira sin piedad. Cuando Dios observe la extremidad inefable de tu caso, y vea tu tormento estar tan vastamente desproporcionado a tu fuerza, y vea cómo tu pobre alma es molida, y se hunde como si estuviera en tinieblas infinitas; no tendrá compasión de ti, no contenderá las ejecuciones de su ira, y ni siquiera aligerará su mano no habrá moderación ni misericordia, no apaciguará su viento agitado; no tendrá cuidado de tu bienestar, ni será en ningún sentido cuidadoso, a menos que sufras mucho más en cualquier otra manera, que lo que sufrirías con lo que la justicia estricta requiere. Nada será retenido por el hecho de que sea demasiado fuerte de sobrellevar. "Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré (Ez.8:18). Ahora Dios está presto a tener piedad de ti; este es un día de misericordia; puedes gritar ahora con el aliento de obtener misericordia. Pero cuando el día de misericordia pase, tus gritos y chillidos de lamento y dolor serán en vano; estarás enteramente perdido y alejado de Dios, como para que nadie se interese en tu bienestar. Dios no tendrá otra cosa que hacer contigo que ponerte a sufrir miseria; no continuarás en existencia para otro fin que no sea ese; porque serás un vaso de ira preparado para destrucción; y no habrá otro uso para este vaso, que ser llenado a plenitud de ira. Dios estará tan lejos de tener piedad de ti cuando grites, que se dice que solamente "reirá y se burlará" (Prov.1:25,26ss).

Cuán terribles son esas palabras, las cuales proceden del gran Dios, "los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas" (Is.63:3). Es quizás imposible concebir otras palabras que expresen con más claridad la idea de despre- cio, odio, y furia de indignación. Si clamas a Dios para que tenga piedad de ti, El estará tan lejos de hacer tal cosa en tu doloroso caso, o de mostrarte ningún cuidado o favor, que, en lugar de ello, te hollará bajo sus pies. Y aunque sabrá que no podrás sobrellevar el peso de la omnipotencia sobre ti, no tendrá consideración, sino que te aplastará bajo sus pies sin misericordia; hará volar tu sangre al molerte, y salpicará sobre sus vestidos, de tal manera que manchará todas sus ropas. No sólo te odiará, sino que te tendrá bajo el desprecio más extremo; no habrá otro lugar más adecuado para ti que el estar bajo sus pies, ser pisoteado como el fango de las calles.

3. La miseria a la que estás expuesto es aquella que Dios infligrá con el fin de mostrarte lo que la ira de Jehová es. Dios ha tenido en su corazón el mostrar a los ángeles y a los hombres cuán excelente es su amor, y también cuan terrible es su ira. Algunas veces los reyes terrenales tienen en mente mostrar cuán terrible es su ira, por los castigos extremos que ejecutan en contra de aquellos que le provocan. Nabucodonosor, ese monarca poderoso y orgulloso del imperio caldeo, estuvo presto a mostrar su ira cuando se encolerizó contra Sadrac, Mesac y Abednego; y de esa manera dió orden de que el fiero horno ardiente fuera calentado siete veces más de como estaba. Sin duda, fue levantado al grado más extremo de furor que el arte humano podia levantar.

Pero el gran Dios está también presto a mostrar su ira, y magnificar su terrible majestad y omnipotencia, en los sufrimientos extremos de sus enemigos. "¿Y qué, si Dios, querien domostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?" (Rom.9:22). Y viendo que ésta es su diseño, aquello que El ha determinado, mostrar cuán terrible es la ira, la furia y el furor de Jehová cuando no es refrenada, El lo llevará a cabo. Sucederá ante un tes- tigo algo que será espantoso. Cuando el gran Dios airado se haya levantedo y ejecutado su terrible venganza sobre el pobre pecador, y cuando el miserable esté sufriendo el peso y el poder infinito de su indignación, entonces Dios llamará al universo completo para que contemple esa terrible majestad y omnipotencia que será vista en elia. "Y los pueblos serán como cal quemada; como espinos cortados serán quemados con fuego. Oíd, los que estáis lejos, lo que he hecho; y vosotros los que estáis cerca, conoced mi poder. Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipóritas" (Is.33:12-14). Asi sera con aquellos de ustedes que están en un estado de no conversion, si continuán en él. El poder infinito, la majestad y lo terrible del Dios omnipotente será magnificado sobre ti, en la inefable fuerza de tus tormentos. Serás atormentado en la presencia de los san- tos ángeles, y en la del Cordero; y cuando te encuentres en ese estado de sufrimiento, los habitantes gloriosos del cielo irán y verán el terrible espectáculo, para que puedan ver lo que es la ira y el furor del Todopoderoso; y cuando lo hayan visto, caerán y adorarán es gran poder y majestad. "Y de mes en mes, y de día de reposo, en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mi, dijo Jehová. Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre" (Is.66:23-24).

4. Es una ira eterna. Sería terrible sufrir este furor y esta ira del Dios Todopoderoso por un momento; pero debes sufrirla por toda la eternidad. No habrá fin para esta aguda y horrible miseria. Cuando mires hacia delante, verás un largo para siempre, una duración infinita ante ti, la cual tragará tus pensamientos, y sor- prenderá tu alma; y estarás absolutamente desesperado de no tener liberación, de no tener fin, de no mitigar, de no tener reposo del todo. Conocerás ciertamente que deberás consumirte luchando contra esta venganza todopoderosa y ausente de misericordia durante largas edades, millones de millones de edades. Y cuando así lo hayas hecho, cuando esas tantas edades hayan pasado sobre ti de esa manera, conocerás que eso es sólo un punto de lo que queda. De manera que tu castigo será verdaderamente infinito. ¡0h, quién puede expresar cuál es el estado del alma en tales circunstancias! Todo lo que podamos decir acerca de ello solamente da una rep- resentación muy débil; es inexpresable e inconcebible, porque "¿quién conoce el poder de la ira de Dios?"

¡Cuán terrible es el estado de esos que diariamente y a cada hora están en peligro de esta gran ira y miseria infinita! Pero ese es el lúgubre caso de cada alma en esta congregación que todavia no ha nacido de nuevo, no importa cuán moralistas, estrictos, sobrios y religiosos puedan ser. ¡Oh, si tan sólo consideraras esto, ya seas joven o viejo! Hay razón para pensar, que hay muchos ahora en esta congregación oyendo este discurso, que eventualmente serán sujetos de esta miseria por toda la eternidad. No sabemos quiénes son, ni en qué asientos están, ni qué pensamientos tienen ahora. Puede que ahora están cómodos, y oigan todas estas cosas sin mucha turbación, y están ahora engafidndose a sí mis- mos de que ellos no son esas personas, prometiéndose también que escaparán. Si conociéramos de una per sona, sólo de una en esta congregación, que fuera sujeto de esta miseria, ¡qué terrible sería pensar en ello! Si supiéramos quíen es, ¡qué vista más terrible fuera el mirar a tal persona! ¡Cómo surgiría un grito de lamento amargo por él de parte del resto de la congregación! Pero ¡ay! en lugar de uno, ¡cuántos de ustedes recor- darán este discurso en el infierno! Sería un milagro si algunos de los que están ahora presentes no se encontraran en el infierno dentro de poco tiempo, o antes de que este año termine. Y no seria un milagro si algunas personas, de las que ahora están aquí sentadas en algunos asientos de esta casa de reunión, en salud, qui- etos y seguros, se encuentren allí antes de mañana en la mañana. Aquellos de ustedes que continúen en un estado natural, que piensen que serán librados del infierno más tiempo, ¡estarán allí en poco tiempo! su condenación no se tarda; vendrá velozmente, y, con toda probabilidad, muy prontamente, sobre muchaos de ust- edes. Ustedes tienen razón al admirarse de que no están ya en el infierno. Es dudoso el caso de algunos que ust- edes han visto y conocido, que nunca merecieron el infierno más que ustedes, y que una vez parecieron igualmente estar vivos como ustedes.

Su caso ha per- dido toda esperanza; ahora están gritando en extrema miseria y perfecta desesperación; pero ustedes están aquí en la tierra de los vivientes, en la casa de Dios, y tienen una oportunidad de obtener salvación. ¡Qué no darían esas pobres, condenadas y desesperanzadas almas por un día de oportunidad como el que ahora disfrutas! Y ahora tienes una oportunidad extraordinaria, un día en el que Cristo tiene ampliamente abierta la puerta de la misericordia, permanece allí llamando, y gritando con alta voz a los pobres pecadores; un día en el que muchos están uniéndose a El, y apresurándose a entrar en el reino de Dios. Muchos vienen diariamente del este, oeste, norte y sur; muchos que estuvieron últimamente en la misma condición miserable en que están ustedes, y que ahora están en un estado de alegría, con sus cora- zones llenos de amor por aquel que los amó y los lavó de sus pecados con su propia sangre, y se gozan en la esperanza de la gloria de Dios.¡Cuán terrible será ser echado a un lado en aquel día! ¡Ver a tantos festejando, mientras te estás consumiendo y pereciendo! !Ver a tantos regocijándose y cantando con gozo del corazón, mientras tienes motivo para lamentarte con pena inte- rior, y clamar a gritos con vejación del espíritu! ¿Cómo pueden descansar aun un momento en tal condición? ¿No son sus almas tan preciosas como las almas de la gente de Suffield (un pueblo de las inmediaciones) que están yendo a Cristo día tras día? No hay muchos de ustedes aqui que han vivido un largo tiempo en el mundo, y hasta este día no han nacido de nuevo? y son así extranjeros de la nación de Israel, y no han hecho otra cosa desde su existencia que atesorar ira en contra del día de la ira?

Oh, señores, su caso, en una manera especial, es peligroso en extremo. Su culpa y dureza de corazón es extremadamente grande. No ven ustedes cómo generalmente las per- sonas de su edad son pasados por alto y dejados en el notable presente y maravillosa dispensación de la mis- ericordia de Dios? Tienen necesidad de considerarse a ustedes mismos, y despertar por completo del sueño. No pueden Ilevar la carga del furor y la ira del Dios infinito. Y ustedes, hombres y mujeres jóvenes, negarán esta preciosa época que ahora disfrutan, cuando tantos otros de su edad están renunciando a todas las vanidades juveniles, y yendo a Christo? Tienen ahora una oportunidad extraordinaria; pero si la rechazan, les pasará como a esas personas que gastaron todos los días preciosos de su juventud en el pecado, y ahora han pasado a un estado de ceguera y endurecimiento. Y ustedes, hijos, que están sin convertir, no saben que van al infierno, a sobrellevar la terrible ira de ese Dios, que ahora está enojado contigo cada día y noche? Estarán ustedes con- tentos de ser hijos del diablo, cuando tantos otros niños en la tierra están convertidos, y han venido a ser los hijos santos y alegres del Rey de reyes? Que cada uno que esté sin Cristo, y colgando sobre el abismo del infierno, ya sea anciano o anciana, de mediana edad, joven o niños, oigan ahora los fuertes llamados de la palabra y la providencia de Dios. Este año aceptable del Señor, un día de tanto favor para algunos, será sin lugar a dudas un dia de notable venganza para otros. Los corazones de los hombres se endurecerían, y su culpa se incrementaría aprisa en un día como éste, si niegan salud a sus almas. Nunca hubo tanto peligro para estas personas de ser entragadas a la dureza de corazón y ceguera de mente. Dios ahora parece estar reuniendo apresuradamente a sus escogidos de todas partes de la tierra; y probablemente la mayor parte de los adultos que se salvarán, serán traídos dentro de poco tiempo, y será como el gran repartimiento del Espíritu sobre los judios en los días de los apóstoles. Los elegidos obtendrán la salvación, y el resto será cegado. Si éste fuera tu caso, maidecirás este día eternamente, y maldecirás el dia en que naciste al ver el tiempo de repartimiento del Espíritu, y desearás haber muerto e ido al infierno antes de haberlo contemplado. Ahora, indudablemente, como lo fue en los dias de Juan el Bautista, el hacha está colocada de una manera extraordinaria a la raíz de los árboles, para que todo árbol que no dé buen fruto, sea cortado, y arrojado al fuego. Por tanto, que todo aquel que esté sin Cristo, despierte ahora y huya de la ira por venir. La ira del Dios Todopoderoso se cierne ahora sobre una gran parte de esta congregación. Que cada uno huya de Sodoma: "Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí, escapen al monte, no sea que perezcan."


== Lectura complementaria ==
== Lectura complementaria ==

Revisión del 14:11 27 may 2009

Jonathan Edwards

Teólogo, pastor congregacional y misionero estadounidense.
Información personal
Nacimiento 5 de octubre de 1703
East Windsor, Connecticut
Fallecimiento 22 de marzo de 1758
Princeton, Nueva Jersey
Causa de muerte Viruela Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio de Princeton Ver y modificar los datos en Wikidata
Religión Calvinismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Padres Timothy Edwards Ver y modificar los datos en Wikidata
Esther Stoddard Ver y modificar los datos en Wikidata
Cónyuge Sarah Pierpont (desde 1727) Ver y modificar los datos en Wikidata
Hijos Jonathan Edwards Jr Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Educado en Universidad Yale Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Teólogo, filósofo, escritor y ministro Ver y modificar los datos en Wikidata
Empleador
Movimiento Primer Gran Despertar Ver y modificar los datos en Wikidata
Obras notables Pecadores en las manos de un Dios airado Ver y modificar los datos en Wikidata
Firma

Jonathan Edwards (5 de octubre de 170322 de marzo de 1758) fue un teólogo, pastor congregacional y misionero para los nativoamericanos durante la época colonial. Es conocido como uno de los más grandes y profundos teólogos protestantes en la historia de los Estados Unidos. Su obra tiene un alcance muy amplio, pero suele ser a menudo asociada con su defensa de la teología calvinista y el patrimonio puritano.

Comienzos

Jonathan Edwards, nacido el 5 de octubre de 1703, era hijo de Timothy Edwards (1668–1759), un pastor de East Windsor, Connecticut, que recibía un salario enseñando de forma particular a los aspirantes universitarios. Su madre, Esther Stoddard, hija del reverendo Solomon Stoddard, de Northampton, Massachusetts, parece haber sido una mujer de inteligencia inusual y de independencia de carácter.

Jonathan, su único hijo varón, era el quinto de once hermanos. Recibió preparación universitaria por parte de su padre y de sus hermanas mayores, cada una de las cuales recibió una excelente educación. Cuando cumplió los diez años, escribió una pieza semi-humorística sobre la inmaterialidad del alma. Estaba interesado en historia natural y, con once años, compuso un ensayo extraordinario sobre los hábitos de la "araña voladora".

Edwards ingresó en la Universidad de Yale en 1716, con menos de trece años de edad. El año siguiente se familiarizó con el Ensayo concerniente al entendimiento humano, de John Locke, lo que le influenció profundamente. Durante su carrera universitaria conservó apuntes, titulados "The Mind," "Natural Science" (conteniendo una discusión de la teoría atómica), "The Scriptures" y "Miscellanies", que albergaban un gran plan para un trabajo sobre filosofía natural y mental, y le brindaron reglas de composición. Incluso antes de su graduación en septiembre de 1720, como mejor alumno y representante de su clase, parece haber tenido ya una filosofía bien formulada. Se dedicó, durante los dos años posteriores a su graduación, a estudiar teología, en New Haven.

De 1722 a 1723, fue, por ocho meses, clérigo sustituto – sin llegar a ser aún considerado pastor – en una pequeña iglesia presbiteriana en la ciudad de Nueva York. La iglesia le incentivó para que permaneciese allí, pero él declinó la petición. Tras dedicar dos meses de estudio en su casa, entre 1724 y 1726, fue uno de los dos tutores en Yale, ganándose la denominación de "tutor pilar", por su firme lealtad a la universidad y su enseñanza ortodoxa, en un momento en que la rectora de Yale, Cutler, y uno de sus tutores, se habían marchado a la Iglesia Episcopal.

Los años que transcurrieron de 1720 a 1726 están parcialmente registrados en su diario y en las resoluciones para su propia conducta, que redactó en ese tiempo. Había sido por mucho tiempo un buscador entusiasta de la salvación y no estaba del todo satisfecho en lo que se refería a su propia "conversión", hasta que una experiencia hacia su último año en la universidad, cuando perdió su sentimiento de que la elección de algunos a la salvación y la de otros a la eterna maldición era una "doctrina horrible", le llevó a estimarla "demasiado placentera, brillante y dulce". Edwards, en ese momento, encontró un nuevo deleite en las bellezas de la naturaleza, y disfrutaba la interpretación alegórica de la Song of Solomon. Promediar estos deleites místicos es el tono severo de sus Resoluciones, en el que destaca la rectitud de su entusiasmo por vivir honrada y solemnemente, a no perder el tiempo, y a mantener una estricta moderación al comer y beber.

El 15 de febrero de 1727 fue nombrado pastor en Northampton, y asistente de su abuelo, Solomon Stoddard. Era un estudiante, no un pastor de paso, siendo su deber el de estudiar trece horas diarias. En el mismo año, contrajo matrimonio con Sarah Pierpont, de diecisiete años e hija de James Pierpont (1659–1714), uno de los fundadores de Yale y, por parte de madre, bisnieta de Thomas Hooker. Edwards, ya desde sus trece años, sabía de la piedad y del amor casi virginal de Sarah para con Dios, y de la creencia de "Su" amor personal por ella, y había escrito sobre eso con un entusiasmo espiritual. Ella era de disposición jovial y alegre, una ama de llaves práctica, una esposa modelo y la madre de sus doce hijos. Solomon Stoddard falleció el 11 de febrero de 1729, dejándole a su nieto la difícil tarea del cargo pastoral exclusivo de una de las congregaciones más grandes y ricas de la colonia, orgullosa de su moralidad, de su cultura y de su reputación.

El Gran Avivamiento

En 1731, Edwards predicó en Boston el "Sermón público", más tarde publicado con el título de God Glorified — in Man's Dependence (Dios glorificado – en la dependencia del hombre). Éste fue el primer ataque público al Arminianismo. El pensamiento predominante era la soberanía absoluta de Dios en la obra de redención: que mientras le corresponde a Dios el crear al hombre bendito, era de Su "buen placer" y "mera y arbitraria gracia" que cualquier hombre fuera ahora bendecido, y que Dios puede negar esta gracia sin desprecio alguno hacia ninguna de Sus perfecciones.

En 1733, un renacimiento religioso (en inglés, religious revival) tuvo lugar en Northampton, alcanzando tal intensidad, en el invierno de 1734 y en la siguiente primavera, como para amenazar el negocio de la ciudad. En seis meses, cerca de trescientas personas fueron admitidas en la iglesia. El renacimiento le dio a Edwards la oportunidad de estudiar el proceso de conversión en todas sus fases y variedades, y registró sus observaciones con precisión psicológica y discriminación en A Faithful Narrative of the Surprising Work of God in the Conversion of Many Hundred Souls in Northampton (Una narrativa fidedigna del sorprendente trabajo de Dios en la conversión de cientos de almas en Northampton), de 1737. Un año más tarde, publicó Discourses on Various Important Subjects (Discursos en varias materias importantes), los cinco sermones que habían probado ser más efectivos en el renacimiento, y de estos, ninguno, comenta Edwards, fue tan inmediatamente efectivo como aquel de Justice of God in the Damnation of Sinners (Justicia de Dios en la maldición de los pecadores), extraído del texto "That every mouth may be stopped" (Que toda boca puede ser cerrada). Otro sermón, publicado en 1734, sobre la Reality of Spiritual Light (Realidad de la luz espiritual) expuso lo que él sostenía como el principio interior y movilizador del renacimiento, la doctrina de una gracia especial en iluminación divina inmediata y sobrenatural del alma.

En la primavera de 1735, el movimiento comenzó a decaer, dando lugar a una reacción. Sin embargo, el receso fue breve, y el renacimiento de Northampton, que se había extendido a lo largo del valle de Connecticut y cuya fama había alcanzado a Inglaterra y Escocia, fue sucedido entre 1739 y 1740 por el Great Awakening (Gran Avivamiento), distintivamente bajo el liderazgo de Edwards. Fue en este momento cuando Edwards tuvo contacto con George Whitefield y predicó uno de sus sermones más famosos, "Sinners in the Hands of an Angry God" (Pecadores en las manos de un Dios enfadado) en Enfield, Connecticut hacia 1741. Este sermón es conocido como uno de los grandes ejemplos del estilo oratorio de "fire and brimstone", esto es, de fuego y sulfuro.

El movimiento no contó con la aprobación de los líderes ortodoxos de la iglesia. En 1741, Edwards publicó en su defensa The Distinguishing Marks of a Work of the Spirit of God (Las marcas distintivas de un trabajo del espíritu de Dios), tratando particularmente con el fenómeno más criticado, los desvanecimientos, protestas y convulsiones. Estos "efectos corporales", insistía, no eran marcas distintivas del trabajo del espíritu divino de alguna u otra forma; pero tan amargo fue el sentimiento contra el renacimiento en la iglesias puritanas más estrictas que, en 1742, se vio forzado a escribir una segunda apología, Thoughts on the Revival in New England (Pensamientos sobre el renacimiento en Nueva Inglaterra), siendo su principal argumento el gran avance moral del país. En el mismo panfleto, defiende un llamamiento a las emociones, y aboga por predicar terror cuando sea necesario, incluso a los niños, quienes ante los ojos de Dios son "jóvenes víboras...si no lo son ante los de Cristo". Él consideraba a los "efectos corporales" como incidentales para el trabajo de Dios, pero su propia devoción mística y las experiencias de su esposa durante el "Despertar" (lo cual él ofrece en detalle) le hacen pensar que la dispensión divina generalmente controla al cuerpo, un punto de vista para el que cita a la Escritura. En respuesta a Edwards, Charles Chauncy escribió de forma anónima The Late Religious Commotions in New England Considered (Las últimas conmociones religiosas consideradas en Nueva Inglaterra), en 1743, estableciendo a la conducta como la única prueba de conversión; y la convención general de pastores congregacionales en la provincia de la bahía de Massachusetts se levantó "en contra de los desórdenes en práctica que habían obtenido últimamente en varias partes de la tierra".

Pese al panfleto apropiado de Edwards, la impresión se había extendido de tal forma que los "efectos corporales" fueron reconocidos por los promotores del Great Awakening como la verdadera prueba de conversión. Para compensar este sentimiento, Edwards predicó en Northampton, durante los años 1742 y 1743, una serie de sermones publicados con el título de Religious Affections (Afecciones religiosas), de 1746, una reafirmación en un tono más filosófico y general de sus ideas sobre las "marcas distintivas". En 1747, se unió a un movimiento iniciado en Escocia llamado el "concierto en oración", y en el mismo año publicó An Humble Attempt to Promote Explicit Agreement and Visible Union of God's People in Extraordinary Prayer for the Revival of Religion and the Advancement of Christ's Kingdom on Earth (Un humilde intento por promover el acuerdo explícito y la unión visible de la gente de Dios en una oración extraordinaria para el renacimiento de la religión y el avance del reino de Cristo sobre la Tierra). En 1749, publicó las memorias de David Brainerd. Este último había vivido con su familia por muchos meses, había sido atendido constantemente por la hija de Edwards, Jerusha, con quien se especuló sobre un posible compromiso de matrimonio; y fallecido en Northampton el 7 de octubre de 1747. Brainerd fue un punto de referencia para las teorías de conversión sostenidas por Edwards, quien había elaborado notas de las conversaciones y confesiones de aquel.

Edwards y la ciencia

Edwards se hallaba fascinado por los descubrimientos de Isaac Newton y otros científicos de la época. Previo a centrarse de lleno en el sacerdocio en Northampton, escribió sobre varios asuntos vinculados a la filosofía natural, incluyendo arañas "voladoras", luz, y óptica. Mientras expresaba su preocupación por el materialismo y fe en la razón, apartado de muchos de sus contemporáneos, vio a las leyes de la naturaleza como una derivación de Dios y demostrantes de su sabiduría y cuidado. Así, los descubrimientos científicos no empañaron su fe, y para él, no existía un conflicto inherente entre lo espiritual y lo material.

Últimos años

En 1748, hubo una crisis en las relaciones con su congregación. El Half-Way Covenant, adoptado por los sínodos de 1657 y 1662, había hecho sólo del bautismo la condición para los privilegios civiles de la membresía de la iglesia, pero no para la participación en el sacramento del banquete del Señor. El abuelo y predecesor de Edwards, Solomon Stoddard, había sido incluso más liberal, sosteniendo que el banquete era un ordenamiento de conversión y que el bautismo era un título suficiente para todos los privilegios de la iglesia. Tan pronto como 1744, Edwards, en sus sermones sobre afectaciones religiosas, había ultimado claramente su discrepancia en esta práctica. En el mismo año, había publicado en un encuentro eclesiástico el nombre de ciertos jóvenes, miembros de la iglesia, de los que se sospechaba que leían libros impropios, y además el nombre de aquellos que serían llamados como testigos al caso. Se ha especulado a menudo que los testigos y los acusados no eran distinguidos en la lista, y por lo tanto, la congregación en su totalidad estaba en un tumulto. No obstante, la búsqueda de Patricia Tracy ha levantado dudas sobre esta versión de los hechos, haciendo ver que en la lista, los nombres que él leía, estaban definitivamente distinguidos. En cualquier caso, el incidente contribuyó a deteriorar la relación entre Edwards y la congregación. En tiempos de un fomento cultural significante, él fue asociado con la vieja guardia.

La predicación de Edwards perdió popularidad. Por cuatro años, ningún candidato se presentó para admisión en la iglesia, y cuando uno lo hizo, en 1748, se encontró con las pruebas formales, severas y nobles de Edwards, como consta en las "Marcas Distintivas" y poco después en Qualifications for Full Communion (Calificaciones para la entera comunión), de 1749. El candidato se negó a presentarse a ellas, la iglesia le apoyó y terminó por ponerle fin a su relación con Edwards. Incluso el permiso para discutir sus ideas en el púlpito le fueron denegadas. El consejo eclesiástico votó a favor de la disolución de la relación pastoril y los miembros de la iglesia, por una mayoría de 200 contra 23, ratificaron la decisión del consejo. Finalmente, en una reunión en la ciudad, se decidió que Edwards no debería ser admitido para ocupar una plaza en el púlpito de Northampton, si bien lo hizo en esta ocasión, y por última vez, en mayo de 1755. A pesar de ello, no demostró rencor o despecho alguno; su "Farewell Sermon" fue digno y moderado, así como tampoco manifestó su disgusto en una epístola dirigida a Escocia tras su despido. Más adelante, Edwards expresó su preferencia por gobierno eclesiástico presbiteriano o congregacional. Su posición en ese entonces no era para nada impopular en Nueva Inglaterra; su doctrina de que la cena del Señor no es una causa de regeneración, y que los que tomaran la comunión debían ser cristianos profesantes fue desde aquel momento (y aún más grande tras los esfuerzos del púlpito Joseph Bellamy) un estándar en el congregacionalismo de Nueva Inglaterra.

Edwards, en conjunto con su gran familia, pudo levantarse rápidamente, pese a que pronto recibió ofertas de ayuda. Pudo haber sido párroco en Escocia, pero fue llamado a una iglesia en Virginia. No obstante, rechazó ambas oportunidades, para convertirse, en 1750, en un pastor de la iglesia de Stockbridge y un misionero para los indios housatónicos. Con éstos, predicó a través de un intérprete, y defendió audaz y exitosamente sus derechos atacando a los blancos que usaban sus posiciones oficiales entre ellos para incrementar sus fortunas personales. En Stockbridge, Massachusetts, compuso Humble Relation, también llamada Reply to Williams (1752), en respuesta a Solomon Williams (1700–1776), un familiar suyo y gran opositor de Edwards respecto a los requisitos para la entera comunión. En ese lugar, también escribió los tratados mediante los cuales obtuvo su reputación como teólogo filosófico, los ensayos sobre el pecado original, la Dissertation Concerning the Nature of True Virtue (Disertación concerniente a la naturaleza de la verdadera virtud), la Dissertation Concerning the End for which God created the World(Disertación concerniente al fin por el cual Dios creó al mundo), y el gran trabajo relacionado a la Voluntad, escrito en cuatro meses y medio, y publicado en 1754 con el título de An Inquiry into the Modern Prevailing Motions Respecting that Freedom of the Will which is supposed to be Essential to Moral Agency (Un pedido a los movimientos modernos prevalecientes respetando aquel libre albedrío que se presupone esencial para la agencia moral).

En 1757, tras la muerte del reverendo Aaron Burr, quien cinco años antes había contraído matrimonio con la hija de Edwards, Esther, y que sería además el padre del futuro vicepresidente de Estados Unidos Aaron Burr Junior, reemplazó, con cierto recelo, a éste en el cargo de presidente de la Universidad de Nueva Jersey (hoy, Universidad de Princeton), donde se estableció el 16 de febrero de 1758.

Prácticamente después de haber asumido el puesto, fue inoculado por viruela, una enfermedad que estaba arrasando en Princeton. A raíz de esto, y en vista de que no disponía de buena salud, falleció el 28 de marzo de 1758, siendo enterrado en el cementerio de Princeton. A su muerte, Edwards dejó a tres hijos y ocho hijas.

Legado

Los seguidores de Jonathan Edwards y sus discípulos pasaron a ser conocidos como los pastores calvinistas de la Nueva Luz, en contraposición a los pastores calvinistas tradicionales de la Vieja Luz. Entre los discípulos más destacados figuraban Samuel Hopkins, Joseph Bellamy y el propio hijo de Edwards, Jonathan Edwards Jr. Mediante una práctica de aprendices de pastor que vivían en los hogares de los viejos pastores, lograron finalmente establecer un gran número de pastorados en el área de Nueva Inglaterra. Muchos de los descendientes de Jonathan y Sarah Edwards se convirtieron en ilustres ciudadanos de Estados Unidos, incluyendo al vicepresidente Aaron Burr y los presidentes universitarios Timothy Dwight, Jonathan Edwards Jr y Merrill Edwards Gates.

Las escrituras y convicciones de Edwards continuaron ejerciendo su influencia sobre individuos como sobre determinados grupos. Previamente, los misioneros de la American Board of Commissioners for Foreign Missions fueron influenciados por los escritos de Edwards, como se hace constar en los reportes del periódico de la ABCFM "The Missionary Herald", y comenzando con el trabajo seminal de Perry Miller, Edwards disfrutó de un renacimiento junto a otros académicos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El Banner of Truth Trust y otras editoriales continuaron reimprimiendo las obras de Edwards, y muchos de sus trabajos más destacados se encuentran disponibles actualmente a través de una serie publicada por la Yale University Press, que ha abarcado tres décadas y que provee introducciones críticas llevadas a cabo por el editor de cada volumen. Yale ha establecido además el proyecto en red de Jonathan Edwards, titulado Jonathan Edwards Project online.

Lectura complementaria

  • Parkes, Henry Bamford, Jonathan Edwards, the Fiery Puritan. Minton, Balch & Company. Nueva York, 1930, 271 páginas.
  • Murray, Iain H, Jonathan Edwards: A New Biography. Banner of Truth. Edimburgo, 1987, 503 páginas.
  • Marsden, George M., Jonathan Edwards: A Life. Yale University Press. New Haven, 2003, 615 páginas.
  • Edwards, Jonathan, Works of Jonathan Edwards. Dos volúmenes (Library Binding). Banner of Truth Trust. Edimburgo, nueva edición (Junio 1979), 1906 páginas. ISBN 0-85151-397-2
  • Gerstner, John H., Rational Biblical Theology of Jonathan Edwards, in three volumes. Berea Publications. Powhatan, VA, 1991-1993; 682 pp, 527 pp, 751 pp

Véase también

Enlaces externos

Fuentes primarias

Otros