Hispania romana

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Cabeza de una antigua estatua romana de bronce, que a su vez era parte de un grupo escultórico. Fue hallada en el templo romano del yacimiento arqueológico de Cabezo de Alcalá, en Azaila (Provincia de Teruel, Aragón, España). Es una representación heroizada de un joven noble local, datada en el primer tercio del siglo I a. C. (Edad de Hierro II).

La Hispania romana hace referencia a todos aquellos territorios controlados por el Imperio romano en la Península Ibérica aproximadamente entre el 218 a. C. y hasta principios del siglo V, sobreviviendo tras la caída del Imperio romano en 476. La Hispania romana abarcaba, sin lugar a dudas, el actual territorio español junto con lo que hoy es Portugal.[1]​ Antes de que el territorio estuviese bajo la influencia romana, sufrió diversos cambios por medio de diferentes culturas. Los primeros en dar un toque prerromano fueron los tartesos, los iberos y los celtas, que influenciaron y legaron muchas de las religiones y costumbres a los indígenas de Hispania antes de que fuese colonizada.[2]​ De manera simultánea en que se fundó el reino de los Tartesos, llegaron los primeros pueblos colonizadores del mediterráneo; los fenicios, los griegos y los cartagineses;[3]​ con el único fin de explotar la tierra, agilizar su comercio y extender el territorio tanto política como económicamente. Sin embargo, Roma también tenía pretensiones de dominio sobre el Mediterráneo y de sus territorios circundantes; lo que inició un conflicto denominado las Guerras Púnicas.[4]

Aunque la Hispania romana fue fundada tras la Segunda Guerra Púnica; cabe añadir que los romanos no llegaron a este lugar con el fin de conquistarlo, sino con el único objetivo de expulsar a los cartagineses.[5][6]​ Primeramente se había hecho una tregua entre Roma y Cartago, en la que ambos imperios se repartían equitativamente el territorio;[7]​ a Roma le tocó al norte del Ebro, mientras que a Cartago, al sur. Sin embargo, al poco tiempo de que se firmó este tratado, las hostilidades regresaron.[8]​ Convirtiendo a la Hispania romana en uno de los principales escenarios bélicos en el enfrentamiento entre las dos potencias.[9]​ La lucha por el control total de la Península Ibérica duró aproximadamente doscientos años hasta que, el 19 a. C., los romanos lograron aniquilar a los últimos «residentes» del territorio: los cántabros y astures.[10]​ La época Julio-Claudia en la Hispania romana se caracterizó por un florecimiento cultural importante, pues fue en esta época donde la literatura latina tuvo su mayor auge; y donde destacaron increíbles escritores hispanos. La Hispania, con el mandato Flavio, comienza con la subida al poder de Vespasiano en 69.[11]​ Durante el mandato de Vespasiano hay indicios de la creación de un gran número de municipios y colonias; tras la profunda transformación hecha por Vespasiano, en 79 sube al poder su hijo, Tito.[12]​ Durante el gobierno de éste, siguió los mismos pasos de su padre al apoyar la concesión del derecho a los hispanos,[13]​ y con Domiciano ascendiendo al poder en 81, y al parecer, durante su mandato, recibió los mismo honores en Hispania como su hermano y su padre.[14]​ No se tienen datos sobre Hispania durante el gobierno de Nerva; sino de Trajano, el primer emperador que provino de Hispania.[15]​ En 161 subió al poder Adriano, quien inició reformas en todo el Imperio romano y en particular en su tierra natal, Hispania.[16]​ No se tienen datos sobre Antonio Pío y algún trabajo realizado en la Hispania. En cambio Marco Aurelio y Cómodo son reconocidos por el hundimiento del sistema económico y político en Hispania y en Roma. Ante esta situación, la única solución fue militarizar el gobierno y acentuar el carácter monárquico del Estado. La nueva mentalidad, impuesta por la fuerza durante el siglo III, traería la fe en el progreso a un mundo que no había creído masivamente en él.[17]​ Las principales causas de la Crisis del siglo III en Hispania fueron, quizá, las invasiones germanas en la Península, así como también, el ataque de los francos. Algunas ciudades como Barcelona y Gerona fueron afectadas de manera muy profunda, sin embargo, Hispania continuó exportando productos alimenticios y materia prima.[18]​ Los historiadores de la Tardo Antigüedad se han referido al Bajo Imperio de la Hispania como un período de decadencia y, asimismo, como uno de los momentos finales de la Hispania antes de la conquista visigoda y la caída del Imperio romano.[19][20][21]​ Esta etapa estuvo marcada por el gobierno de Diocleciano quien inició la persecución más grande contra los cristianos y como el punto final de la historia de Roma sobre Hispania.[22]

Durante esos doscientos años hubo una gran cantidad de movimientos por el control del país, que contaba con gran riqueza mineraloro, plata, bronce y hierro.[23]​ La ocupación del país se dividió aproximadamente en tres etapas: entre 218 a. C. y 172 a. C., por el litoral mediterráneo y Andalucía; entre 194 a. C. y 172 a. C., por la cuenca del Ebro; a partir del 123 a. C. por las Islas Baleares y el resto del territorio. Durante estos períodos se iniciaron procesos de romanización,[24][25]​ que supusieron un gradual cambio en la lengua —donde todas fueron siendo sustituidas por el latín,[26]​ logrando sobrevivir únicamente algunas como el euskera—,[27]​ las costumbres, la religión —recibiendo en un primer momento el culto imperial y después, a partir del siglo IV, el Cristianismo—, el urbanismo, el comercio,[28]​ y la administración.[29]​ La Hispania romana proporcionó a la cultura romana importantes escritores hispanorromanos —Marcial, Quintiliano, Séneca, Lucano— y a la política romana varios emperadores —Trajano, Adriano y Teodosio.[30]​ La prosperidad de la Hispania romana comenzó a decaer en el siglo III. Durante este período, también, el emperador Caracalla le concedió a los habitantes el ius Romanorum, convirtiéndolos en ciudadanos romanos de pleno derecho.[31]

Historiografía y fuentes

Estatua de Plutarco, uno de los historiadores más importantes sobre la información de la Hispania romana, que sirvió de partida, junto con la obra de Apiano y Polibio, para el estudio de la historia de España durante su conquista por el Imperio romano.

Antigua

El conocimiento sobre la Hispania romana ha sido posible gracias a la historiografía de antiguos escritores como PolibioHistorias, Libros III, X, XI, XXXV—, que visitó la Península al final de la Guerra Numantina, y escribió un libro sobre la Guerra de Numancia, recopilado por Cicerón.[32]​ Asimismo, entre las fuentes cabe destacar a Estrabón que, si bien no visitó la Península Ibérica, recibió informarción de otras fuentes,[32]​ y reunió datos de autores que sí conocieron la Hispania de forma directa como Polibio, Posidonio de Apamea, Artemidoro y Asclepiades de Miclea.[33]​ De la misma manera, Tácito, y su obra Anales, es una de las principales fuentes sobre las conquistas de Roma fuera de su territorio.[34]

Otros escritores que en menor medida citan información sobre las actividades económicas en Hispania son Claudio Eliano,[35]Oppiano y el médico Galeno.[36]​ Asimismo, Tito LivioAb Urbe Condita, Libros XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXVI, XXVII, XVIII, XXXIV, XXXIX, XL, XCI; Periochae, 55, 92—; ApianoIberia 16, 24, 25, 27, 43, 45, 46,47, 48, 49, 50, 55, 58, 59, 64, 66-69, 76, 80, 83-92, 110-112; Bellum Civile I, 110-112; FrontinoStragemata, Libros I, II—; PlutarcoVidas paralelas, Tiberio Graco y Sertorio—; César —De Bello Civile I, De Bello Alexandrino 49, 59, 64, 57; De Bello Hispaniensi; SalustioHistoriarum Reliquiae II—; FloroEpitome Gestae Romanae, Libros I y II—; OrosioAdversus Paganos 5—; Dión CasioHistoria romana, Libros LIII, LIV—. Como también, VegecioEpitome Rei Militari—; VitrubioDe Architectura— y Julio AfricanoCestes—. Plinio el Viejo, Mela, Isidoro, Silio Italico y Diodoro Siculo, según los autores modernos, aportaron información sobre el conocimiento de la Hispania en época del Imperio romano. Dentro de otras fuentes antiguas cabe indicar las inscripciones hechas en la Hispania; como los decretos de Lucio Emilio Paulo, Lucio Cesio y Lucio Mino en el siglo I a. C., de igual forma Judas Macabeo,[37]Manlio Acidinio,[38]Flavio Manlio Teodoro y Flavio Eutropio.[39]​ Las obras de mayor acogida por parte de los expertos sobre información de Hispania, han sido las obras de Apiano, Plutarco y Polibio.

Dentro de los historiadores griegos que recopilaron información cabe destacar a Eratóstenes, Artemidoros, Apolonio de Tania y Filóstrato.[40]​ Sin embargo, se ponen en duda sus obras, a pesar de que visitaron la Hispania,[41]​ por posibles malinterpretaciones de éstos de fuentes romanas, como la de Plinio el Joven, en relación con la de Plinio el Viejo.[42]

Moderna

Teatro romano en Mérida, claro ejemplo de la implementación romana en España.

La historiografía moderna se basa en el estudio de las obras antiguas y en su recopilación con el fin de crear una amplia gama de referencias. En particular, cabe resaltar el trabajo realizado por José María Blázquez, Antonio García y Bellido y Marco García Quintela, quienes han publicado gran cantidad de obras sobre la Hispania romana en temas como su conquista, economía, sociedad, los campamentos, las guerras, los puertos y otras temáticas.[43]​ Sin embargo, la consulta de datos no sólo ha sido de a través de los libros, sino que también por medio de excavaciones dentro de la rama de la Arqueología, descubriendo ciento de edificios en Zaragoza, Córdoba, Cádiz y el Guadalquivir, que datan de estas fechas, asimismo, de Galicia y Pollentia, donde se han encontrado estatuas y cameos en honor a los emperadores o generales romanos e hispanos.[44][45][46]

La historia de la romanización de Hispania es compleja y la historiografía de la Hispania romana ha sufrido la comparación entre colonización antigua y colonización moderna.[47]​ Para muchos expertos, Hispania fue el principal centro de la economía romana y el punto que potencia el auge de ésta civilización durante la República y el Imperio.[48]​ Asimismo, los textos sobre los pueblos prerromanos en Hispania abundan, pero su estudio es sumamente complejo.[49]

Iberia e Hispania

Trogo Pompeyo sitúa a Hispania en Europa, en su extremo occidental, y explicó el origen del nombre. Primero se llamaría Iberia –solamente la región de Huelva–, tomando el nombre del río Iber o Iberus, que sería el Tinto o el Odiel, según Avieno, que hacia el año 400 visitó Cádiz y dejó escrito un poema descriptivo de Iberia, que es lo más antigua descripción de las costas y pueblos de Occidente.[50]​ El nombre Iberia se extendería luego a toda la Península, como puntualiza Estrabón.[51]​ Con el tiempo, los autores griegos llamaban Iberia a toda la Península Ibérica, delimitada a norte por los Pirineos. Actualmente se ha explicado el nombre de Iberia en el contexto de la colonización y expansión griega por el Mediterráneo. Los griegos, que ya conocían bien las tierras de la colonia griega de Iberia, en el Cáucaso, dieron a la Península, en el extremo occidental del Mediterráneo, el mismo nombre al ver aquí similares características del terreno y sus riquezas. La etimología del nombre Hispania que propone Trogo Pompeyo es totalmente falsa, ya que procedería, según él, de un supuesto rey de nombre Hispalo, que nunca existió.

Al menos desde principios de la Edad Moderna hasta 1927 se defendió la teoría de que Hispania es una deformación de Hispalis, palabra de origen ibero que significaría la ciudad de occidente,[52]​ y que, al ser Hispalis la ciudad principal de la península, los fenicios, y, posteriormente los romanos dieron su nombre a todo su territorio.

«Muchas escrituras de gran substancia –dice Florián de Ocampo– sólo por hallar su fundación tan trasera, certifican muy de propósito ser ésta la primera población de toda ella (España), y aun dicen que por su causa la tierra y comarca de aquellos derredores se dijo Hispalia primeramente y que después aquel nombre se fue derramando y añadiendo por las otras provincias, hasta que todas ellas, en lugar de llamarse Hispalia, corrompieron el vocablo y se nombraron Hispania». La misma opinión sostiene con no refutadas razones Antonio de Nebrija y el texto de Justino que reza: «hanc veteres ab Ibero amne primum Iberiam post ab Hispalo Hispaniam cognominavunt, confirma que el nombre del río Hispal pasó a la ciudad (Hispalis) y de ésta a la nación (Hispania)».[53]

Los escritores latinos usaron el nombre de Hispania en lugar de Iberia.[54]​ El escritor latino Ennio, que vivió entre los años 239 y 169 a.C, es el primero que llama Hispania a Iberia en su Historia Romana.[55]​ En el siglo I a. C. los escritores latinos se refieren a la Península Ibérica indistintamente como Hispania o Iberia. El citado geógrafo Estrabón,[56]​ cuyo libro tercero de su Geografía es el documento más importante sobre la etnología de los pueblos de la Hispania Antigua, afirma expresamente que su utilizaban indistintamente en su tiempo, el siglo I, los nombres de Iberia e Hispania. Este autor tiene ya clara idea de que toda la tierra situada a sur de los montes Pirineos forma uno unidad y que está situada entre la Galia y África, de la que la separa el mar.[57]​ Su extensión, según Trogo Pompeyo, es menor que la Galia y la de África.[58]​ Estrabón se refiere a la Península Ibérica:

Con el nombre de Ibería los primeros griegos designaron todo el país a partir del Rhodanos y del istmo que comprenden los golfos galáticos; mientras que los griegos de hoy colocan su límite en el Pyrene y dicen que las designaciones de Iberia e Hispania son sinónimas.[59]

Sin embargo, antes, en el libro segundo, Estrabón hace referencia a los Iberos Caucásicos. Puesto que fue un gran viajero que, aprovechando la paz romana, recorrió casi todas las tierras de la ecúmene, llegando a Armenia en oriente, hasta Cerdeña en occidente, y desde el Mar Euxino (Mar Negro) en el norte hasta los límites de Etiopía en el sur. Recorrió el Nilo hasta Asuán en una expedición dirigida por Elio Galo, prefecto romano de Egipto:

Podemos hablar de cosas referentes a los que habitan la región del Kaukasos, los iberes.[60]

Polibio fue un historiador griego del siglo II a. C. que vivió un tiempo en la península. Fue el primer historiador griego en tratar el fenómeno romano, influido por Timeo, con profundidad. Nació en el año 200 a. C. en Megalópolis. Poco después de la conquista romana fue deportado a Roma junto a otros notables de su ciudad. Durante su estancia allí hizo amistad con los Escipión, pudiendo seguir a Publio Cornelio Escipión Emiliano en sus conquistas. En cuanto a su labor historiográfica, escribió unas Historias en cuarenta libros de las que sólo se conservan casi completos los cinco primeros, quedando del resto únicamente fragmentos. Su obra trata de la historia del progreso romano y abarca desde la Primera Guerra Púnica hasta el año 146 a. C., tras la destrucción de Corinto y Cartago.[61]​ Polibio dice textualmente:

Se llama Iberia a la parte que cae sobre Nuestro Mar (Mediterráneo), a partir de las columnas Herákleas. Mas la parte que cae hacia el Gran Mar o Mar Exterior (Atlántico), no tiene nombre común a toda ella, a causa de haber sido reconocida recientemente.[62]

Apiano de Alejandría (siglo II), en su Historia romana, escribe:

El tamaño de Iberia, llamada ahora Hispania en lugar de Iberia por algunos, es grande e increíble para tratarse de un sólo país, cuya extensión es de diez mil estadios y su longitud es igual a su anchura.[63]

Historia

Antecedentes

Pueblos prerromanos

Bronces de Botorrita encontrados en Contrebia Belaisca, en Cabezo de las Minas, cerca de la actual Botorrita, en las proximidades de Zaragoza. Datan del siglo I a. C., y poseen una escritura paleohispánica (lengua celtíbera); que lo conecta con la etapa prerromana en la Hispania.

Hay fuentes que indican que los primeros pueblos en ocupar la Península Ibérica, antes de que llegasen los romanos, fueron los tartesios.[64]​ Esta civilización se desarrolló en el sureste de la Península, aproximadamente en 500 a. C.; siendo descrita en algunos textos bíblicos y griegos como una civilización muy rica. Se ha creído que los tartesios poseían un comercio excelente que los llevó a crear una aristocracia y que su economía principalmente se basaba en la agricultura y la actividad minera. De esta rica aristocracia se infiere que la sociedad tartésica era muy jerarquizada. Sin embargo, a mediados del primer milenio, la civilización entró en decadencia y desapareció.[64]​ Los tartesios, por otro lado, no ocuparon toda la Península. En la zona mediterránea y meridional se asentaron diversos pueblos,[65]​ como los indigetes y los turdetanos que al parecer compartían ciertas características con los tartesios. Asimismo, también estaban presentes los pueblos «celtiberos», como los ilergetes, carpetanos, lusitanos, que ocuparon la zona centro y del oeste. La economía de ambas zonas era agrícola-ganadera.

Los celtas, probablemente, también participaron en el desarrollo de la cultura de lo que más tarde se conocería como la Hispania Romana a través de la influencia de sus propias instituciones. Éstas, tras los siglos de romanización, sobrevivieron en el toque prerromano que le dieron a la religión y en otros elementos que siguieron vigentes durante toda la existencia de la Hispania romana. Ciertgas tradiciones indoeuropeas influyeron a los indígenas de la Península e hicieron que apoyaran, durante cierto tiempo, a Sertorio y lo veneraran como un dios,[66]​ así como también en la creación del pacto de clientela.[67]

Colonizadores del mediterráneo

Detalle de los restos de un ánfora vinaria encontrada en el yacimiento de Julióbriga. Perteneciente al Fondo arqueológico del centro de interpretación de Julióbriga.

Antes de la Primera Guerra Púnica, entre los siglos VIII y VII a. C., los fenicios (y posteriormente los cartagineses) hicieron acto de presencia en la parte sur de la Península Ibérica y en la zona de levante, al sur del Ebro. Se asentaron a lo largo de estas franjas costeras, poniendo en marcha un gran número de instalaciones comerciales que distribuían por el mediterráneo los minerales y otros recursos de la Iberia prerromana. Estas instalaciones, consistentes en poco más que almacenes y embarcaderos, permitían no sólo la exportación, sino también la introducción en la Península de productos elaborados en el Mediterráneo oriental, lo que tuvo el efecto secundario de la adopción por parte de las culturas autóctonas peninsulares de ciertos rasgos orientales.

Posteriormente, alrededor del siglo VII a. C., los griegos establecieron sus primeras colonias en la costa norte del Mediterráneo peninsular procedentes de Massalia (Marsella), fundando ciudades como Emporion (Ampurias) o Rhode (Rosas), aunque al mismo tiempo fueron diseminando por todo el litoral diversos centros de comercio, aunque éstos sin carácter poblacional. Parte del peso comercial griego, sin embargo, era llevado a cabo por los fenicios, que comerciaban en la Península con artículos de y con destino a Grecia; logrando un auge comercial bastante exitoso en Hispania.

Por otro lado, Cartago, como potencia comercial en el Mediterráneo occidental, ampliaba sus intereses hasta la isla de Sicilia y el sur de Italia, lo que pronto resultó muy molesto para el incipiente poder que surgía desde Roma. Finalmente, este conflicto de intereses económicos —ya que no territoriales, puesto que Cartago no se había demostrado como una potencia invasora— desembocaron en las llamadas Guerras Púnicas.

La Conquista de Hispania

Rivalidad entre Cartago y Roma

Aníbal Barca, general y estadista cartaginés que combatió en las Guerras Púnicas.

En un principio, Cartago fue la principal potencia en la búsqueda del control de la Península Ibérica. Anteriormente, entre los siglos VI y III a. C. Cartago había perseguido sus intereses económicos en la región empleando un carácter colonial; posteriormente, desde el siglo III a. C. fue con un dominio territorial. En esta época, Cartago, la capital púnica, se encontraba bajo la hegemonía de los Barca.

En el 509 a. C., tras una guerra con los griegos, firmaron un pacto con el Imperio romano, en el que se les garantizaba el dominio del Mediterráneo. A pesar de eso, Roma y Cartago se encontraban en expansión, lo que representaba que ambos se convirtiesen en enemigos.

El conflicto entre Roma y Cartago se desarrolló en tres etapas y recibió el nombre de Guerras Púnicas. En la Primera Guerra Púnica (264-240 a. C.) Cartago, ubicada en lo que hoy es el norte de Túnez, en África, era el poder dominante en el mediterráneo occidental al comienzo.[68]​ Sin embargo, Cartago saldría finalmente derrotada de la guerra,[69]​ habiendo de ceder Sicilia a los romanos y debiendo soportar unas duras condiciones financieras en el tratado de paz.[70]​ Para agravar la ya enrarecida situación,[71]​ los oligarcas, que dominaban el senado cartaginés, se negaron a pagar a las tropas mercenarias que habían vuelto desde Sicilia,[72]​ y que estaban estacionadas alrededor de la ciudad. La nueva torpeza costó el asedio no sólo de Cartago sino la toma de otros enclaves púnicos, como Útica, y sólo una magnífica campaña de Amílcar consiguió acabar con los mercenarios rebeldes y con los libio-fenicios del interior que se habían sumado a la revuelta.[73]

A la finalización de la guerra, Cartago no tenía fondos suficientes.[74]Hannón el Grande intentó convencer a los ejércitos que se desmovilizaban para que aceptaran un pago menor al comprometido, pero ese movimiento sería el detonante de la guerra de los Mercenarios.[75]​ Sólo tras un gran esfuerzo y a los esfuerzos combinados de Amílcar Barca, Hannón, y otros líderes cartagineses se conseguiría sofocar la revuelta y aniquilar a los mercenarios y los insurgentes.[76]​ Mientras tanto, durante este conflicto Roma se aprovecharía de la oportunidad para arrebatar también a Cartago las islas de Córcega y Cerdeña, que les entregarían algunos mercenarios rebeldes. Los cartagineses protestaron por esa acción, que suponía una violación del tratado de paz recientemente alcanzado. Fríamente, Roma le declara la guerra, pero se ofrece a anularla si se le entrega no sólo Cerdeña, sino también Córcega.[77]​ Los púnicos, impotentes, tienen que ceder, y ambas islas se convierten en el 238 a. C. en nuevas posesiones romanas. Por el contrario, este tipo de muestra de desprecio y prepotencia será lo que mantendrán viva la llama del odio de los púnicos hacia Roma, personificadas en la familia de los Barca.[78]​ Odio que desembocará años más tarde en la Segunda Guerra Púnica.[79]​ Por otro lado, la consecuencia política más importante de la Primera Guerra Púnica fue la caída del poder naval cartaginés. Las condiciones firmadas en el tratado de paz intentaban comprometer lo suficiente la situación económica cartaginesa como para evitar la posible recuperación de la ciudad. Sin embargo, la gran suma indemnizatoria que debían pagar los cartagineses forzaron a Cartago a expandirse por otras áreas de influencia en las que conseguir el dinero que debía pagar a Roma. En lo que respecta a Roma, el final de la Primera Guerra Púnica marcó el comienzo de la expansión romana más allá de la península itálica. Sicilia se convertiría en la primera provincia romana,[80]​ gobernada por un pretor. La isla se convertiría en un territorio estratégico para Roma como fuente de aprovisionamiento de grano a la ciudad. Además, Siracusa se mantendría como un aliado independiente pero leal durante toda la vida de Hierón II. No sería incorporada a la provincia de Sicilia hasta que, durante la Segunda Guerra Púnica, la ciudad fuera conquistada y saqueada por Marco Claudio Marcelo.[81]

Cartago necesitaba una solución para mejorar su debilitada economía, tras recibir un duro golpe con la pérdida de Sicilia y Cerdeña y teniendo que pagar duras sanciones a Roma. La solución la traería Amílcar Barca y sus seguidores que organizaron una expedición militar para obtener las riquezas de la península Ibérica. Los pueblos de la zona meridional de Hispania fueron sometidos por Amílcar.[82][83]​ Tras su muerte, su yerno Asdrúbal toma el mando,[84]​ y sigue con la política expansionista mediante alianzas con las tribus del este de la Península Ibérica gracias a sus habilidades diplomáticas. Funda Cartago Nova (actual Cartagena) y sitúa la frontera con la colonia griega de Masilia en el río Ebro. Fue asesinado en el 221 a. C., tras el cual Aníbal Barca se hace con el mando cartaginés en Hispania.[85]

La Segunda Guerra Púnica

En la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.[86]​), tras la muerte de Asdrúbal,[87]Aníbal subió al poder y se convirtió en el comandante supremo de los ejércitos cartagineses en Hispania (221 a. C.) a la temprana edad de 26 años,[88][89]​ consolidando los territorios de ésta e iniciando una campaña contra Roma. Aníbal había roto el tratado establecido tras la Primera Guerra Púnica.[90]​ En el plan de Aníbal, la conquista de Sagunto es fundamental.[91][92]​ La ciudad era una de las más fortificadas de la zona y no era buena idea abandonar esa ciudad en manos de enemigos. Aníbal también esperaba que con el saqueo mantendría contento a su ejército (en su mayoría mercenarios del Norte de África, España y la Galia).[93]​ El dinero de la ciudad igualmente podría ser gastado a los ojos de sus opositores políticos a su vuelta a Cartago.

Durante el asalto a Sagunto, Aníbal sufrió algunas pérdidas debido a las amplias fortificaciones y la tenacidad de la defensa de los saguntinos,[94]​ pero sus tropas asaltaron y destruyeron las defensas de la ciudad. Los saguntinos solicitaron la ayuda de Roma, pero no obtuvieron respuesta. En el 218 a. C., después de ocho meses de cerco, las últimas defensas saguntinas fueron finalmente rebasadas. Esto marcó el inicio de la Segunda Guerra Púnica.[95]​ Aníbal disponía ahora de una base desde la que podía suministrar a sus fuerzas alimentos y más tropas. Este fue uno de los primeros errores que los romanos cometieron en la Segunda Guerra Púnica: si hubieran ido en socorro de Sagunto contra Aníbal, en lugar de combatir la revuelta iliria, podrían haber reforzado la ciudad y detenido a Aníbal antes de que cruzara los Pirineos. Por ende, los romanos decidieron contraatacar en dos frentes: África del Norte e Hispania, partiendo desde Sicilia, isla que les sirvió de base de operaciones. No obstante, Aníbal trastocó los planes de los romanos con una estrategia inesperada: quería llevar la guerra al corazón de Italia, marchando rápidamente a través de Hispania y del sur de la Galia.

En Hispania,[96][97]​ los hermanos Escipión (Publio y Cneo) habían conseguido importantes logros, distrayendo a un gran número de tropas cartaginesas y poniendo en peligro el dominio cartaginés en ese país,[98]​ pero el hermano de Aníbal, Asdrúbal Barca, finalmente los derrotó por separado y les dio muerte.[99]​ Roma comprendió que era necesario desalojar a los cartagineses de Hispania para evitar una nueva invasión cartaginesa, por lo que envió a Publio Cornelio Escipión,[100]​ el futuro Escipión el Africano, quien tenía ya 25 años de edad. Éste, aprovechando que los cartagineses estaban diseminados por toda la zona sudoriental de Hispania, toma Carthago Nova (actual Cartagena), base principal de los cartagineses en Hispania, en una audaz y brillante maniobra estratégica en el año 209 a. C., y derrota en Baecula a Asdrúbal quien, con los restos de su ejército, se dirigió a Italia siguiendo los pasos de su hermano Aníbal, a fin de reunirse con él. Al salir Asdrúbal de Hispania, envió mensajes a Aníbal en los que le expresaba su deseo de reunirse con él en la zona de Umbría, en Italia central. Sin embargo, los correos cayeron en manos del cónsul romano Claudio Nerón, quien se encontraba en el sur de Italia enfrentando al cartaginés. En el norte de Italia se encontraba el cónsul Livio Salinator, con 20.000 hombres. Asdrúbal contaba con 30.000, por lo que Nerón decidió llevarse a los 20.000 hombres más selectos de su ejército para reunirse con Livio. De esa manera, los romanos sumaron 40.000 hombres, que derrotaron totalmente a Asdrúbal en la Batalla del Metauro, donde este último perdió la vida. Aníbal, enterado de la muerte de su hermano cuando los romanos le arrojaron su cabeza, comprendió que no era posible recibir más ayuda desde Hispania, viendo reducido su sector de operaciones. En cambio, para los romanos esta victoria motivó un entusiasmo incontenible, que les permitió continuar la guerra con renovada energía y decisión a fin de ganarla.

Una vez que Asdrúbal salió hacia Italia, Escipión atrajo a sus filas a las diversas tribus hispanas. Esto le permitió derrotar vez tras vez a los cartagineses, hasta que en el 206 a. C. los expulsó de Hispania tras la Batalla de Ilipa. El hermano menor de Aníbal, Magón, una vez fuera de Hispania, se dirigió a las islas Baleares (aún bajo el control de Cartago), y los romanos se apoderaron de las últimas ciudades hispanas bajo el control cartaginés. Sin embargo, Magón trató de ayudar a su hermano desembarcando en la Italia septentrional, pero los romanos le derrotaron, infligiéndole heridas graves que le condujeron a la muerte meses después.[101]

El propio Aníbal decidió llevar a cabo negociaciones de paz con Roma,[102]​ pues comprendía que era inútil seguir resistiendo a una guerra ya perdida.[103]​ Las duras condiciones impuestas por Roma fueron: pérdida de todas las posesiones de Cartago ubicadas fuera del continente africano; prohibición de declarar nuevas guerras sin el permiso del pueblo romano; obligación de entregar toda la flota militar; reconocimiento de Masinissa como rey de Numidia y aceptación de las fronteras entre Numidia y Cartago que éste determinase; pago de 10.000 talentos de plata (aproximadamente 260.000 kg) en 50 años; mantenimiento de las tropas romanas de ocupación en África durante tres meses; entrega de 100 rehenes escogidos por Escipión, como garantía del cumplimiento del tratado.[104][105][106]​ Aníbal aceptó las condiciones, a fin de que los romanos le dejaran en paz mientras ayudaba a Cartago a reconstituir su poderío. El tratado fue ratificado por ambos senados, el cartaginés y el romano, en el año 201 a. C. Al conocer el fin de la guerra, los romanos celebraron una gran fiesta triunfal y a Escipión se le empezó a llamar 'El Africano'. En el caso de Cartago, las durísimas condiciones impuestas por Roma, aunque la dejaban como un estado independiente, la redujeron a una posición de segundo plano en la escena internacional, lo que cortó de raíz cualquier intento de Aníbal y de otros por recuperar su antigua gloria.[107]​ Todo lo opuesto fue para Roma. La costosa victoria en la Segunda Guerra Púnica, lograda a base del heroísmo y disposición romana al sacrificio, hizo posible que en el transcurso de 170 años la pequeña ciudad del Tíber se transformase en el centro de la más grande potencia mundial de la antigüedad, cuya influencia cultural, artística e incluso política se percibe aún en nuestros días.

División administrativa y problemas

Primera división administrativa y provincial de Hispania en la que se dividió a ésta en Ulterior y Citerior.

Al finalizar la Guerra en Hispania, Escipión fundó una ciudad a la que llamó Itálica[108]​ (Santiponce, provincia de Sevilla) destinada a servir de hospital para los heridos durante los últimos enfrentamientos; dando así el primer paso de lo que sería una ciudad de tipo romano. Sin embargo, tuvieron que transcurrir algunos años para que Roma decidiera intervenir de modo sistemático en las ciudades de Hispania.[109]​ Fueron aproximadamente ocho años de paz para ésta. En el 198 a. C., Roma se asentó en Hispania de manera permanente, cosa que fue un disgusto para los pueblos indígenas de la Hispania; quienes se dieron cuenta de que Roma no iba únicamente con las intenciones de expulsar a los cartagineses. Tras este asentamiento, los tributos del Imperio romano se elevaron. Anteriormente, en el 205 a. C., Hispania había sido nombrada como parte del territorio romano; sin embargo, hasta el 197 a. C., comenzaron las primeras acciones administrativas;[110]​ pues, se dividió a Hispania en Ulterior —comprendía inicialmente el valle del Guadalquivir, aunque posteriormente incluyó toda la parte occidental de la península Ibérica— y Citerior[111]​ —en la actual Andalucía.[112]

En el otoño de 197 a. C., estalló una revuelta entre los pretores de Roma y una sublevación; a la que debía enfrentar en Toledo. En 186 a. C., Aqulio conquistó Jerez en la Hispania Ulterior; mientras que Marco Acidino en la Citerior en los campos de Calahorra,[113]​ finalizando en 185 a. C. la revuelta. Aprovechando estas situaciones, los romanos extendieron más sus territorios, llegando casi a ocupar la mayor parte de la Península hasta ese año.[114]Tiberio Sempronio Graco, pretor de la Hispania Citerior, condiplomacia las bases de una paz que no fue demasiado larga.[115]​ Tiberio conquista para el Imperio romano la Tierra de los Vascones, «sin derramar demasiada sangre»; cuyas tierras se extendían desde el Jaca hasta el Ebro.[116]​ Con los vasco, Graco siguió un tratado que favoreció la romanización, pero que fue reprochado por el Senado. Graco eliminó el nomadismo y le dio a los vascos tierras para que cultivaran y se iniciara el proceso de paz y el de la economía agraria romana.[115]​ Los próximos treinta y tres años, desde el 178 a. C. hasta el 154 a. C., fueron de paz para toda la Hispania.[115]

Rebeliones nativas (154-133 a. C.)

Se conoce como Guerra Lusitana, también llamada Purinos Polemos (que significa la Guerra Fiera), al conflicto armado entre la República romana y unas tribus de la Hispania Ulterior conocidas como lusitanos que tuvo lugar entre 155 a. C. - 139 a. C. Los lusitanos se rebelaron contra Roma en dos ocasiones (155 a. C. y 146 a. C.) pero al final los romanos los pacificaron. En el 154 a. C., una larga guerra conocida como la Guerra Numantina estalló en la Hispania Citerior empezando por los celtíberos. Esta duró hasta el 133 a. C. Esta última fue un conflicto que tuvo lugar entre la República Romana y las tribus celtiberas que habitaban las inmediaciones del Ebro. Fue el último episodio de las Guerras Celtibéricas. Esta contienda se resolvió tras veinte años de guerras intermitentes. La primera fase de la guerra se inició en el 154 a. C. debido a una revuelta de las tribus celtíberas del Duero. Esta primera fase finalizó en el 151 a. C., pero, en el 143 a. C. surgió de nuevo una insurrección en la ciudad de Numancia.

Dentro de estas guerras destacó un caudillo de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma en las Guerras Púnicas en el territorio comprendido entre el Duero y el Guadiana, incluyendo aproximadamente lo que hoy es parte de la provincia de Zamora, casi toda la provincia de Salamanca, el territorio occidental de la provincia de Ávila (incluyendo su capital), Extremadura, el occidente de la provincia de Toledo (hasta la zona de Talavera de la Reina, las llamadas Antiguas Tierras de Talavera) y, por último, Portugal (salvo la región entre el MiñoDesam y el Duero) conocido como Viriato. Asimismo, Escipión el Africano quien fue un importante político de la República Romana que sirvió como general durante la Segunda Guerra Púnica. Al llegar a Hispania, los romanos controlaban tan sólo la costa nororiental, territorio que coincide actualmente más o menos con la zona de Cataluña. Además, el ejército estaba desmoralizado por las derrotas y en clara inferioridad numérica frente al ejército de Asdrúbal y sus aliados íberos. Aunque tenía órdenes de permanecer a la defensiva, las desobedece y prepara la invasión de la Iberia cartaginesa. Ordena que la flota romana cargue con el equipo y las provisiones, mientras sus soldados avanzan rápidamente por la costa. Se dice que recorrió con todo el ejército, en una semana, el territorio comprendido entre sus bases en la actual Cataluña y la capital cartaginesa en Hispania, Cartago Nova, la actual Cartagena.

La Guerra Lusitana
Muerte de Viriato por José Madrazo. Cuadro pintado en 1814. Éste recrea uno de los episodios más tristes y melancólicos en la Historia de la Hispania romana, donde «el que nunca fue derrotado por Roma» muere durante su sueño. Tras la muerte de Viriato, se le rindieron honores como si se tratase de un culto a un dios.

Tras la paz de Graco durante treinta y tres años, los excesos y ambiciones de la administración colonialista de Roma hicieron resurgir la guerra,[117]​ siempre latente, entre las tribus indígenas que nunca supieron ofrecer a Roma, un frente compacto. Esta guerra fue la más difícil que el Imperio debió haber enfrentado. Los lusitanos, los célticos y los betones atacaron las legiones de los pretores Cneo Malio Máximo y Lucio Calpurnio Pisón. Terencio Varrón murió entre los seis mil hombres que el lusitano Púnico derrotó en las llanuras del Guadalquivir, antes de que llegara al Mediterráneo. Roma, alarmada, adelantó las elecciones del 153 a. C. al 1 de enero. Quinto Fulvio Nobilior es desginado cónsul en estas elecciones y al mando de la Hispania Citerior con 30.000 hombres apoyando su causa.[118][119]Caro de Seguedad, tras la muerte de Púnico, asume al mando de las fuerzas lusitanas en la guerra; asesina a 9.000 de los hombres de Nobilior en Celtiberia el 23 de agosto de 153 a. C.;[120]​ esta fecha fue declarada nefasta para la Historia de Roma. Los hombres que sobrevivieron se retiraron a Numancia donde esperaron el ataque de Nobilior, que inició sus preparativos el 26 de agosto. Nobilior establece un campamento en el Cerro de la Gran Atalaya; aproximadamente, a una legua de la ciudad. Los jefes lusitanos le ofrecen la paz a Nobilior, quien rechaza ésta. Recibe 300 jinetes númidas y 10 elefantes de guerra; tropas con las que ataca Numancia. Sin embargo, fuentes indican que uno de los elefantes recibe una herida en la cabeza y enfurecido retrocede arrastrando a los otros provocando que la infantería se desordenase. La salida de los numantinos hace morir en los llanos a más de 16.000 legionarios. Tras la victoria, nuevamente Numancia ofrece la paz, sin embargo, Nobilior la rechaza nuevamente. Éste se retira a la Gran Atalaya para invernar y debido a que las tropas romanas no estaban acostumbradas al frío de la Gran Atalaya mueren.

Marco Claudio Marcelo inverna,[121]​ al igual que Nobilior, durante un tiempo para, posteriormente, atacar Numancia.[122][123]​ La llegada de los nuevos gobernadores, Lucio Licinio Lúculo[124]​ y Serbio Sulpicio Galba, provocó el resurgimiento de la contienda.[125]​ Lúculo en la Citerior ataca a los vacceos, los vence y entra a su ciudad, donde asesina a todos los habitantes.[126][127][128]​ Galba en la Ulterior se enfrenta y es derrotado por los lusitanos. Lúculo acude en su ayuda. Los lusitanos, únicamente, querían tierras donde pudieran establecerse; Galba asienta a 3.000 de ellos en tierras cercanas,[129]​ les pide las armas y una vez desarmados les da muerte.[130]​ Siendo considerado esto, como uno de los episodios más trágicos en la historia de la Hispania romana. El Senado Romano levantó protestas por la actuación.

En 147 a. C., Viriato, un caudillo de la tribu lusitana se pone al frente de ésta. Viriato adentra a los lusitanos hasta la Serranía de Ronda donde vence a los legionarios. En 146 a. C., Cayo Plaucio lo ataca con 10.000 que Viriato, junto con su ejército, destroza.[131]​ Viriato sube hasta Segóbriga, cabeza de Celtiberia en La Mancha de Cuenca, y se apodera de la ciudad. Desde la colina, donde se asienta la base romana conquistada, Viriato repasa el camino de victoria recorrido. Roma, alarmada, toma medidas drásticas. Quinto Fabio Máximo Emiliano llega a Hispania con «poderes especiales», 15.000 infantes y 2.000 jinetes.[132]​ Emiliano consigue la victoria y da un pequeño respiro para Roma.[127]​ Viriato, tras su derrota, se retira a abastecerse en Lusitania.[133]​ Roma consideró más prudente firmar un pacto diplomático con él que continuar una guerra sin sentido.

Quinto Fabio Máximo Serviliano, nuevo cónsul, llega a Cádiz e irrumpe la paz.[134]​ El Senado exige una solución honrosa a esta situación, que mancha el nombre de Roma. En una brillante maniobra militar Viriato consigue acorralar a Serviliano y consigue arrancar un acuerdo de paz a cambio de la vida de Serviliano.[135]​ Los romanos reconocen a Viriato como dux (líder) de los lusitanos y le otorgan el título de amigo del pueblo romano. Poco después de dejar libre a Serviliano, el Senado reconoce el acuerdo y formalmente firman la paz con el ejército lusitano en el año 140 a. C. A pesar del acuerdo, los romanos querían desembarazarse de Viriato, y por eso, en el año 139 a. C., sobornaron a los embajadores lusitanos Audax, Ditalco y Minuro para que lo asesinaran.[115]​ Al volver a su campamento, le mataron mientras dormía. Luego fueron al campamento romano a cobrar la recompensa, pero el cónsul Servilio Cepión,[136]​ sucesor y hermano de Serviliano, ordenó su ejecución, con la famosa frase de «Roma no paga a traidores». Viriato es despedido como si fuera un Dios; «el nunca vencido por Roma ha muerto mientras dormía». En ese mismo año, la guerra conducida por el caudillo Cáucamo finaliza victoriosamente para Roma que funda la colonia de Valencia de Alcántara para el establecimiento de los lusitanos.

La Guerra Numantina

Paralelamente a la Guerra Lusitana, ocurre la Guerra Numantina.[137][138][139]​ En 141 a. C., sube al mando Quinto Pompeyo Aulo, acompañado de un ejército de 30.000 infantes y 2.000 caballos,[140]​ es derrotado por el caudillo Megara en Numancia. Pompeyo se vuelve contra Tiermes, ciudad que resiste bravamente y que se alza victoriosa ante el político y militar romano. En 140 a. C., Pompeyo pretendió desviar las aguas frente a Numancia, con el fin de sitiarla y provocar una hambruna en la ciudad. Sin embargo, los numantinos atacaron a los zapadores de Pompeyo, lo que destruyó totalmente el plan. A pesar de esto, Numancia propuso a Pompeyo una paz bastante acogible: tributos, ejércitos y dinero;[141]​ aunque en el 139 a. C., por orden del Senado Romano se rompió esta paz.[142]

Los numantinos se cerraron en su murallas y Pompilio fue el encargado de realizar el ataque —él mismo había sido el encargado de romper el pacto con Numancia—.[143]​ Al iniciar el ataque, los combatienes numantinos no aparecían; Pompilio, al pensar que era una emboscada pide que sus tropas se retiren. En ese instante, los atacantes numantinos aparecen y provocan una nueva derrota a las tropas romanas. A Pompilio lo sustituye Cayo Hostilio Mancino,[144]​ llegando en la primavera de 137 a. C. a las tierras de Numancia para hacerse cargo, nuevamente, de un ejército derrotado. Sin embargo, y como sucedió en los casos anteriores, es derrotado, y se retira a los campos de Castellana. Posteriormente, y tras escapar a un pequeño exilio, Mancino se ve obligado a firmar una vergonzosa paz, que el Senado nunca reconoció. Con esto Numancia disfrutó de una paz momentánea. En este mismo año, el procónsul Décimo Junio Bruto Galaico llegó al cauce del río Limia y la tropa se negó a avanzar. Decían que aquel era el legendario Lethes, el río del olvido, y que si lo cruzaban olvidarían su identidad y su patria. Décimo Junio Bruto, agarrando el estandarte de la legión, cruzó el río y, desde la que hoy sería ribera gallega, llamó uno a uno y por su nombre a sus soldados, para convencerlos de que no había olvidado nada y poder proseguir la campaña. Durante su misión en Hispania, eliminó a la resistencia hispana al mando de Tántalo, sin embargo, Numancia resistió.

Publio Cornelio Escipión Emiliano fue elegido cónsul por tercera vez,[145][146]​ éste reculta a sus tropas entre los que destacaban Tiberio Sempronio Graco,[147]Yugurta y Cayo Mario; y en abril de 134 a. C. llega a Numancia, donde, antes de combatir, fortifica los campamentos y ejercita a sus hombres.[148]​ En su asentamiento mandó a construir una muralla entorno a la cual también se cosntruyeron torres que informaran cualquier incidente que ocurriera en el exterior. En noviembre de 134 a. C., Escipión logra un ejército de 60.000 hombres y una sistema fortificado ejemplar;[149][150][151][118]​ así como también de artillería pesada —catapultas y balistas—. Numancia, increíblemente, perdió gran cantidad de provisiones; haciendo que la ciudad cayese en una hambruna total y que se viese obligada a aceptar la derrota;[152]​ sin embargo, sus condiciones fueron deshonrosas. A mitad del verano de 133 a. C., quince meses después del desembarco de Escipión en Tarragona, se ordena el asalto a Numancia. Los 60.000 soldados de Escipión matan a todos los habitantes; y la ciudad es quemada y reducida a cenizas.[115]​ Desde el 133 a. C. hasta el 109 a. C. regresa, de nuevo, una paz a la Hispania, en la cual Roma dicta una lex provincie. Las únicas preocupaciones de Roma fueron los ataques de piratas mediterráneos, y se le dio la tarea de castigarlos a Quinto Cecilio Metelo el Numídico.[153][154]​ Para 121 a. C., Hispania pertenecía, en su mayoría y a excepción de la zona cántara, a Roma.

Conquista final de Hispania

Escudo de la Universidad Sertoriana de Pedro IV de Aragón fundada por Quinto Sertorio para aumentar la educación en la población hispanorromana circa de 75 a. C..

En 90 a. C., la situación interior en Roma era crítica, la oligarquía caída suscita un problema tras el asesinato de Marco Livio Druso denominado la Guerra Social. En la lucha por el poder, se enfrentaron los partidos de Cayo Mario y Lucio Cornelio Sila;[155]​ donde éste último triunfó. Tras eso, Hispania se convirtió en el hogar de los proscritos, una Hispania totalmente romanizada.

En 83 a. C., Quinto Sertorio, amigo de Cayo Mario, viajó a la Hispania Citerior en calidad de pretor,[156]​ pero después de que Sila se apoderara de la ciudad de Roma, éste nombró a Lucio Valerio Flaco como gobernador de la Citerior, por lo que Sertorio se convirtió en un rebelde[157]​ que dirigió la lucha contra el dictador en las llamadas Guerras Sertorianas. Sertorio se ganó el afecto de los hispanorromanos, puesto que se revelaba contra la Roma oficial y era un gran soldado. En 81 a. C., un ejército consular de dos legiones pasa los Pirineos; Sertorio, con clara visión de sus fuerzas, se retira a Levante y posteriormente al África. Sila, y sus generales en España, piden su cabeza. Los lusitanos, sin caudillo desde la muerte de Viriato, ponen su suerte en manos de Sertorio que vuelve y desembarca en Bolonia y se aventura en una marcha por el valle del Guadalquivir.[158]​ Entre los lusitanos se encontraba la cierva blanca, símbolo de su fortuna y un ejército de jinetes que le permitían incursiones veloces. La base principal de Sertorio era la región del Alto Ebro: Calagurris (Calahorra, La Rioja), poblada por celtíberos; Osca (Huesca), sede de una Academia; e Ilerda (Lérida), en territorio de los íberos ilergetes. Desde estos lugares, Sertorio comenzó una guerra contra la propia Roma. Sertorio, ahora guerrillero, une a las clásicas enseñanzas militares la importancia de la agilidad de maniobra y del factor sorpresa, tácticas evidentemente hispánicas. En 77 a. C., Sertorio, que ha vencido a Metelo, ordenó regresar a Hirtuleyo a la Lusitania, cuya defensa le fue encomendada,[159]​ en tanto que él siguió con sus tropas el curso del río Ebro; y ganando más territorios en la Citerior. En 76 a. C., se le une a sus fuerzas Marco Perpenna engrosando así un ejército de 20.000 infantes y 1.500 jinetes que le permitía dominar la casi totalidad de la Hispania Citerior.[160]​ Sertorio no se hizo únicamente un soldado exitoso, sino también un hábil gobernante en la Hispania; pues, junta a trescientos hombres en un Senado y funda en Huesca una academia donde se imparte gramática y retórica —Universidad Sertoriana de Pedro IV de Aragón, considerada como un punto de culturización romana. Entre 76 y 75 a. C., se levantaron voces de una nueva y posible guerra, ahora en Levante; ciudad que Sertorio había fortificado. Cneo Pompeyo Magno fue enviado para derrotar a Sertorio con un ejército de 50.000 infantes y 1.000 jinetes, sin embargo, fue derrotado, humillado y encarcelado.[161]​ En ese mismo año, en las tierras de Valencia, Sertorio obtiene su última victoria.[162]​ En 73 a. C., éste se retira al valle del Ebro. Finalmente, ya en 72 a. C., una conspiración de sus más directos colaboradores, encabezada por el instigador Marco Perpenna y secundada por Aufidio, Octavio Graecino, Fabio el Hispaniense, Antonio y otros cuantos allegados más del sabino puso fin a su vida durante un banquete promovido por el propio Perpenna en su villa de Osca con el pretexto de agasajar a Sertorio por una falsa victoria.[163][164]​ Metelo y Pompeyo, unidos, acaban con el ejército que ahora domina Perpenna.

Estatua de bronce del emperador Augusto en Via dei Fori Imperiali. Durante el gobierno de César Augusto, primer emperador del Imperio romano, la Hispania tuvo una serie de conflictos que marcaron su historia y que impactaron en la Península —durante la Segunda Guerra Civil de la República de Roma. Con el Segundo Triunvirato, se le encargó la administración de los territorios de Hispania, en los cuales tuvo una serie de batallas. Augusto fundó la Asturica Augusta y realizó grandes cambios administrativos en el territorio, luchó en la Guerra de Cantabria y alcanzó la paz total en Iberia en 19 a. C.. El comercio, con la paz de Augusto y la reorganización administrativa de Hispania, de las áreas más romanizadas —Cataluña, Valle del Ebro, Levante, Bética y la zona meridional de Lusitania— conocieron su mayor auge, surgió una política monetaria, emisiones de numerario, fomento de la red viaria, desarrollo de la minería y el comercio, y la fundación de un nuevo territorio para Roma.

Pompeyo vuelve a Roma para recibir el triunfo y Metelo baja a la Bética donde la bailarinas cantan sus hazañas o bailan en su honor. Pero Hispania fue testigo de una Guerra Civil en Roma. En 69 a. C., César llega a España como cuestor, mientras que en 61 a. C., regresa como pretor al mando de una provincia.[165]​ Su deseo de gloria vuelve a provocar una guerra innecesaria: ataca a lusitanos y gallegos, corta el marco de una poderosa escuadra y la sola presencia de su flota basta para que se le ofrezca batalla. César, que venía únicamente con motivos de conseguir oro, tras conseguirlo vuelve a Roma en busca del consulado. Los triunviros del 55 a. C., Marco Licinio Craso, Cneo Pompeyo Magno y César,[166]​ se distribuyen armónicamente las provincias, pero la guerra civil es inevitable. César regresa a España a combatir a los pompeyanos que manda Afranio, el lugarteniente de Pompeya. Afranio y César se enfrentaron en batalla.[167]​ César impone a sus soldados la orden de cavar trincheras a pesar de las tormentas.[168]​ César fue el primer general de la historia que le dio importancia a las trincheras, un valor que no se recuperaría hasta la Primera Guerra Mundial. El 2 de agosto de 49 a. C., el ejército pompeyano de Afranio, es derrotado. Como consecuencia, Cádiz se volvió municipio romano y su puerto se abre al comercio, de forma directa, con el Imperio romano. Por otro lado, Pompeyo fue asesinado. Los restos de su ejército con sus hijos al frente, tras ocupar Baleares, desembarcan en Cartagena y se adentran en la Bética. César regresa a Roma, aproximadamente, diecisiete días después. Posteriormente, en 45 a. C., desembarca en Sagunto y baja a los campos de Córdoba con el objetivo de matar, batir o hacer prisioneros a los hijos de Pompeyo. El 17 de marzo de 45 a. C. se da la última batalla de la Guerra Civil. César establece su centro operacional en Porcuna, obligando a los pompeyanos moverse a la llanura y aceptar batalla en las peores condiciones. César, el 17 de marzo, ganó el mando del orbis terrae y ordena levantar en Córdoba un puente que perpetue la victoria. Antes de un año, el 15 de marzo de 44 a. C., cae asesinado en una cospiración en el Senado.[169][170]Cayo Octavio, sobrino de César, obtiene en el segundo triunvirato,[171]​ la admistración sobre las provincias romanas.[172][173]​ Roma conoce en las carnes de las legiones el poder de los iberos y fortificar sus murallas, alrededor de las colonias, los asentamientos, los lugares fundados, los campamentos de los veteranos que jugaron un papel importante en la romanización de la península. En años posteriores, Tito Estatilio Tauro atacó la zona cántabra para romanizar completamente la Hispania. El 26 de mayo de 28 a. C., Cayo Calvisio Sabino obtiene una victoria sobre esta tribu. Un año después, pelea en Cantabria Sexto Apuleyo, estableciendo su cuartel general en Tarragona. En esta fecha, en 27 a. C., Hispania se reorganiza políticamente, dividiéndose ahora en tres provincias: la Bética —que corresponde al Senado—, la Lusitania y la Tarraconense —pertenecientes al emperador César Augusto—.[174][175]​ Octavio Augusto toma el mando del ejército en la Guerra de Cantabria en 26 a. C., obteniendo ayuda desde la flota marina. Los 60.000 hombres de Augusto no fueron suficientes para detener a las fuerzas de Corocotta; de quien se ofreció una suma de doscientos mil sextercios por su captura. Un día, el mismo Corocotta se presenta a cobrarlas y Augusto paga con el fin de que se presente la paz. En 25 a. C., se quiere otorgar a Augusto el triunfo por la pacificación, pero éste la rechaza. Augusto funda la Asturica Augusta para alojar a los veteranos; en Mérida. Entre 24 a. C. y 19 a. C., la guerra se encrudece, y se encomienda a Lucio Emilio. Los cántabros asesinan a habitantes romanos y éstos responden quemando, castrando y asesinando a la gente. Cayo Furnio se hace cargo de la guerra y avanza la penetración en Iberia. Los prisioneros son vendidos como esclavos en las Galias. Marco Vipsanio Agripa acaba con la rebelión en 19 a. C.,[176]​ los prisioneros crucificados mueren entonando himnos de victoria.[177]​ Hispania desde este año, se volvió totalmente romana, dándole paz al reinado de Augusto.[178][179]

El papel de los etruscos

En los orígenes de la conquista de Hispania por parte de Roma, en 218 a. C., personas de origen etrusco desempeñaron un papel sumamente importante en la Hispania. Probablemente, los soldados que trajeron los Escipiones para luchar contra las tropas de Aníbal en la Península Ibérica durante la Segunda Guerra Púnica, muchos provenían de Etruria.[180]​ Asimismo, muchas personas de origen etrusco desempeñaron un papel importante durante la Guerra Sertoriana.[181]​ La mayoría de los exiliados etruscos que llegaron a la Península vivieron en Barcelona y en la capital Tarraconense.[182]​ Las inscripciones etruscas eran muy frecuentes en la distintas ciudades de Hispania, sin embargo, sus papeles en los altos mandos son pocos y ligeramente viables.[183]​ Las mayores fuentes sobre los etruscos eran de Estrabón:

Han adquirido enteramente la manera de vivir de los romanos, hasta olvidar el idioma propio; además la mayoría se han hecho latinos, han tomado colonos romanos, y falta poco para que todos se hagan romanos.
Turtedania es maravillosamente fértil; tiene toda clase de frutos y muy abundantes. La exportación duplica estos bienes, porque las frutas soberantes venden con facilidad a los numerosos barcos de comercio.

Dentro de los personajes destacables son Tarquitius;[186]​ mencionado en su victoria con Sertorio, Perpenna;[187]​ como cabecilla de los conjurados contra Sertorio.

Perpenna y Tarquitius, los generales de más prestigio, se pusieron de acuerdo y decidieron suprimir a Sertorio por su proceder tiránico.

Época imperial

Busto del emperador romano Tiberio; quien fue el más venerado en Hispania durante la Dinastía Julio-Claudia.

Hispania durante la Dinastía Julio-Claudia

La época Julio-Claudia en la Hispania romana se caracterizó por un florecimiento cultural importante, pues fue en esta época donde la literatura latina tuvo su mayor auge; y donde destacaron increíbles escritores hispanos como Marco Porcio Latrón, Sextilo Ena, Lucio Anneo Séneca y Lucano. Asimismo, la escultura y la arquitectura tuvieron un crecimiento impresionante.[189]​ Sin embargo, no siempre hubo permiso para esto. Tácito, en sus Anales, describe un caso en que la Bética, en 25, pidió permiso para edificar un templo en honor a Tiberio y a su madre, cosa que el emperador rechazó,[190]​ aunque en el año 15 permitió a los habitantes de Tarraco construir un templo en honor a Augusto.[191]​ Siendo éste el primer templo erigido en su honor en la Hispania. A pesar de los pocos permisos de Tiberio, se han encontrado gran cantidad de retratos, mosaicos y esculturas que parecen venir de la época de su mandato.[192]​ La Hispania durante la época imperial se caracterizó por el poco contacto que los emperadores romanos tuvieron con la península, tal es el caso de Calígula, quien no es mencionado en la historiografía relacionada con Hispania; al menos no en acciones administrativas importantes para el territorio hispánico. El geógrafo griego Estrabón menciona que la manera de vivir de los romanos, durante el gobierno de Tiberio; época de la que proviene la inscripción, hacía olvidar hasta el propio idioma, en gran medida, a causa de la explotación a que fue sometida la Hispania Ulterior.[193]​ La riqueza minera era confiscada por Tiberio; en particular el oro y la plata, mientras que Cayo Mario confiscaba el cobre.[194]

Busto del emperador romano Claudio hallado en Zaragoza.

Durante el gobierno de Claudio, la historiografía apunta que las atenciones fueron menos que durante el mandato de Tiberio. Sin embargo, sus menciones son muchas. La Hispania durante la época de Claudio conoció cierto auge urbanístico, Claudio estuvo muy vinculado con los hispanos, y estuvo a punto de concederles las ciudadanía romana. Los retratos y las arquitecturas locales sobraron durante su mandato. Sin embargo, en la época de Claudio, no todo estaba relacionado con su nombre. En la Hispania también se tallaron bustos sobre Druso el Mayor o el Germánico, como también de la propia abuela de Claudio, que fue divinizada.[192]​ El mandato de Claudio fue de paz y júbilo para la Hispania.[192]​ Asimismo, durante éste, Claudio intentó conceder a los griegos, galos, hispanos y britanos, una ciudadanía romana, lo que le reprochó Séneca,[195]​ punto que estaba dentro de la política de este emperador.[196]​ En 44, Claudio echó del senado al procónsul de la Bética, Umbronio, por no haber dado las provisiones suficientes para Mauritania. Durante la época de este emperador se localizaron hornos de fundición en las ciudades de Cádiz, Puerto Real y El Rinconcillo.[197]​ Los historiadores creen que Hispania dejó de ser la prominente tierra de colonización romana durante los Julio-Claudio.[198]

Peores tiempo se acercaron para Hispania cuando subió al poder Nerón; a pesar de eso, la atención para la península era casi nula. En el territorio ibérico se realizaron muy pocas estatuas en honor al "vanidoso", pese a que llenó de obras el Imperio. Los actos de Nerón afectaron en gran parte a Hispania en su comercio y en su economía. Filóstrato menciona que el propio Nerón obligó a que se le dedicase un himno pues había capturado a los llamados Olímpicos.[199]​ Aún así, Nerón al igual que Claudio, usaron el Quiruna tribus. Asimismo, Nerón convirtió la quinquagessima hispanica en una quadragessima. Puteoli fue el mayor puerto hispano de la época y clave del comercio de Roma con el Oriente, Nerón realizó una serie de cambios en él, con el fin de mejorar sus actividades. Nerón se suicidó en 68, finalizando su reinado y siendo declarado enemigo de Roma.[200]

Calígula, Galba, Otón y Vitelio fueron desprestigiados en la Hispania, sus tributos y honores fueron totalmente nulos, puesto que no se dedicó a su nombre estatua alguna en la Península. La historiografía menciona que las únicas aportaciones de éstos fueron fortalecer el sistema impositivo en la Hispania.[201][202]​ Sin embargo, de Galba también se menciona que inició una campaña contra los lusitanos a causa de una avaricia,[203]​ asimismo, la fundación de una colonia romana en Hispania llamada Clunia, en la actual Peñalba de Castro.[204]

Hispania durante la Dinastía Flavia

Busto de Vespasiano, emperador romano que apoyó en gran medida a la Hispania durante su mandato, centrándose en mejorar su comercio y economía, como también su política y cultura.

La Hispania, con el mandato Flavio, comienza con la subida al poder de Vespasiano en 69.[205]​ Durante el mandato de Vespasiano hay indicios de la creación de un gran número de municipios y colonias;[206]​ muchos de éstos, con carácter de derecho romano.[207]​ Asimismo, Vespasiano concedió a toda España el derecho latino entre 73 ó 74, e iniciando una clasificación de municipios ya sea por latinos o romanos,[207]​ creándose un documento denominado el Edicto de Vespasiano.[208]​ El impacto de este edicto fue grande en la meseta castellana y en el noroeste de Hispania,[208]​ a pesar de que ningún historiador recoge esta información, ni el propio Plinio.[208]​ Este edicto convirtió a la mayoría de pueblos de Hispania en ciudades dotadas de instituciones municipales.[208]​ De este modo, las ciudades de época flavia y posterior; formaban unidades jurídicas, equivalentes a los municipios de otras regiones, con instituciones similares, aunque la población estuviera dispersa por el campo.[208]​ En conclusión, el Edicto de Vespasiano completó la integración jurídica de España.[209]​ Sin embargo, este edicto no fue el único que hizo Vespasiano, pues en la Ley Flavia Municipal complementaba con el Edicto de Latinidad de Vespasiano. Este edicto unificaba al municipio, pero perdía todo lo relacionado con el culto imperial otorgando el ius Latii.[210]​ Sin embargo, no todo era política para Vespasiano, pues él mismo reinició la romanización en el Sur de la Península Ibérica, seguida de un estatuto colonial. El aumento de los impuestos fue rechazado por Vespasiano,[211]​ aprobó el patrimonium principis devolviendo las tierras que Nerón había confiscado,[212]​ aumentó el comercio aceitero,[213]​, asimismo, el aumento de producción en las minas,[214]​, la creación de procuratela ducenaria,[215]​ La política seguida por Vespasiano estaba encaminada a beneficiar a la Hispania para fortalecer el propio comercio de la Península.[216]​ Posiblemente Vespasiano buscaba con esto mayores tributos y un mayor apoyo de la población.[217]​ Poca información nos ha llegado del reinado de Vespasiano entre los años 71 y 79. Los historiadores afirman que ordenó la construcción de diversos edificios públicos y que sobrevivió a una serie de conspiraciones urdidas a fin de derrocarle.[218]​ A finales del reinado de Vespasiano, en el año 78, el general romano Cneo Julio Agrícola fue enviado a la provincia de Britania. Allí Agrícola consolidó el poder romano, y amplió la provincia hasta transformarla en lo que hoy en día es Escocia. El 23 de junio de 79, Vespasiano falleció víctima de una inflamación intestinal, que le condujo a un exceso de diarrea.[219]

Estatua de mármol hecha en honor a Tito, emperador romano, que al igual que su padre, Vespasiano, apoyó en gran medida a la Hispania.

Tras la profunda transformación hecha por Vespasiano, en 79 sube al poder su hijo, Tito. Durante el gobierno de éste, siguió los mismos pasos de su padre al apoyar la concesión del derecho a los hispanos,[220]​ así como también la condonación de los impuestos,[221]​ el desarrollo de las actividades comerciales y la intervención directa de los romanos en los asuntos municipales de la península,[222]​ y la creación de estatuas en nombre de su padre y de él mismo.[223]​ En septiembre de 79, Tito condonó a una ciudad hispánica por no poder realizar un pago, hecho que fue aplaudido por Hispania.[224]​ En noimbre de Tito se realizaron gran cantidad de puentes, mayormente en Lusitania.[225]​ Asimismo, se menciona la historia de un soldado llamado Cornelius Nigrinus, que fue triunfante durante la época de Tito. Bajo el mandato de este emperador, como también el de su padre y el de Domiciano, muchas ciudades tomaron el nombre de Flavias; a consecuencia del surgimiento del gran número de ciudades durante los mandatos flavios.[226]​ Tito recibió el título de divi, y su culto fue sorprendente.[227]​ Tanto Vespasiano como el propio Tito reorganizaron el Senado y eliminaron los elementos no gratos, sustituyéndolos por hombres del mundo occidental y del mundo hispano.[228]​ La escultura, el arte, la política, la economía, el comercio, y la ciudadanía romana en Hispania, alcanzaron su mayor auge durante la Dinastía Flavia, y en particular durante el mandato de Vespasiano y el propio Tito, quienes instauraron leyes que permitieron un mayor dinamismo entre la cultura hispana y romana, permitiendo una mayor revolución social y aumentando la colonización, romanización y latinización fuera de los límites del territorio del Imperio romano.[229]​ La creación de anfiteatros fue una de las últimas tareas de Tito[230]​ a su muerte en 81 a causa de una fiebre,[231]​ dejando el poder en manos de su hermano Domiciano, cuyo primer acto fue deificar a su hermano en los territorios principales del Imperio romano, particularmente en Hispania, la propia Roma y sus extensiones en Italia y en África.[232]​ Aunque su reinado estuvo ausente de conflictos militares o políticos, Tito tuvo que afrontar un gran número de desastres durante su mandato.[233]​ La construcción de Anfiteatro Flavio, conocido comúnmente como el Coliseo de Roma, fue comenzada en los años 70 bajo el reinado de Vespasiano y finalizada bajo el reinado de Tito en los años 80.[234][235]​ Los relatos sobre Tito escritos por historiadores antiguos son más ejemplares que sobre cualquier otro emperador. Los escritos que han sobrevivido, la mayoría de autores contemporáneos a Tito, ofrecen una visión muy favorable del emperador, sobre todo en comparación con el tiránico gobierno de su hermano Domiciano.[236]

Domiciano, último emperador romano de la Dinastía Flavia. Realizó grandes aportaciones a la Hispania durante su mandato, sin embargo, murió en 96.

Domiciano ascendió al poder en 81, y al parecer, durante su mandato, recibió los mismo honores en Hispania como su hermano y su padre. En 85 se le construyó un miliario en Otañes.[237]​ Sin embargo, fuentes recientes apuntan a que se construyeron más miliarios en honor a Domiciano en Hispania.[238]​ Aún así, no todo era gloria para Domiciano, puesto que prohibió las plantaciones de vino.[239]​ Se han hallado construcciones ordenadas por el emperador romano en Sagunto sobre el río Eljas.[240]​ Durante el mandato de Domiciano hubo problemas político como la Guerra Dácica.[241]​ Domiciano, a diferencia de su hermano y su padre, se sabe que no consentía que se le erigieran estatuas en el Capitolio o en Hispania si no eran de plata u oro y a partir de un determinado peso.[242]​ Dicha orden abarataba tremendamente los gastos, por lo que tras la damnatio memoriae de Domiciano, muchas de sus estatuas e inscripciones fueron destruidas o dedicadas a Divus Vespasianus.[243][244]​ Domiciano en 92 prohibió que se plantasen vides en lugar de cereales. Este edicto, al parecer, no se cumplió en ningún lugar de Hispania.[245]​ A pesar de eso, el derecho romano se desarrolló de gran manera durante el mandato del emperador flavio; pues la gran mayoría de leyes municipales datan de este gobierno.[246]​ La gran mayoría de leyes flavias en España, que no se conservasen íntegras, aparecieron en la época de Domiciano en 91.[247]​ Domiciano, al parecer, en la Ley de Irni termina con una carta en la que trata la absolución legal de las irregularidades de los matrimonios contratados hasta esa fecha.[248]​ Como emperador, Domiciano puso pronto fin a la falsa fachada de democracia republicana establecida por su padre y estimulada durante el reinado de su hermano.[249]​ La tendencia a la microgestión del emperador se hizo evidente en su política financiera. Aunque la cuestión de si Domiciano dejó la economía imperial con deuda o superávit ha sido intensamente debatida, la mayoría de las evidencias apuntan a una economía relativamente equilibrada durante la mayor parte de su reinado.[250]​ Las campañas militares que tuvieron lugar durante su reinado fueron de naturaleza defensiva, pues el emperador rechazaba la idea de la guerra expansionista.[251]​ Domiciano creía firmemente en la religión romana tradicional; dirigió una intensa política con el objeto de resucitar las antiguas costumbres y restablecer la moral romana.[252]​ El emperador fue asesinado el 18 de septiembre de 96 a consecuencia de una conspiración palaciega urdida por una serie de oficiales de la corte.[253][254][255][256]

Hispania durante la Dinastía de los Antoninos

Busto de Trajano, emperador romano procedente de Hispania.

No se tienen datos sobre Hispania durante el gobierno de Nerva; sino de Trajano, el primer emperador que provino de Hispania[257]​ y que subió al poder en 98.[258]​ La subida al trono de un emperador no romano y nacido en Hispania provocó que se le construyesen gran cantidad de obras como estatuas, se le hiciensen pinturas, y el mismo Trajano creó leyes con el fin de mejorar la vida de los hispanos. Asimismo, se le construyeron puentes, y algunas ciudades adoptaron su nombre. Licinio Sura se convirtió en la mano derecha de Trajano.[259]​ De igual forma, éste creó una burguesía municipal en Hispania, proporcionó a la península una gran cantidad de tropas que fueron utilizadas para la defensa de las fortificaciones de la ciudad. Las vías se reconstruyeron durante la época de éste, el arte tuvo un florecimiento sorprendente al igual que durante la época de Claudio. Trajano inició el cambió del Senado, sustituyendo a algunos romanos por hispanos.[260]​ En los años de Trajano de un total de 412 senadores, 27 eran de procedencia hispana. Hispania tenía desde tiempos de Trajano una continua sangría de hombres, por causas de la guerra. El pueblo se oponía al continuo reclutamiento. Trajano fue un buen constructor, tanto en Roma como en las provincias, y muchos de sus edificios fueron obra del talentoso arquitecto Apolodoro de Damasco. Realizó construcciones necesarias para facilitar la romanización y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Así, reforzó la red viaria, restaurando las principales calzadas que se expandían desde la Urbe, uniéndola con el resto del imperio.[261]​ Además, levantó edificaciones que contribuyeron a perpetuar su memoria al tiempo que buscaban el embellecimiento de la Urbe y, un aumento en las posibilidades de diversión de los romanos,[262]​ como teatros o circos. Entre las construcciones que realizó se cuentan el celebérrimo puerto de Trajano hexagonal en la zona de Fiumicino, y cuyos restos aún son hoy en día imponentes. Este nuevo puerto en Ostia unía Roma con las regiones occidentales del Imperio.[263]​ La obra estuvo entre las más importantes para la ciudad, que obvió así sus problemas de aprovisionamiento fuera del ya existente «puerto de Claudio». Amplió el puerto de Ancona con la construcción de un embarcadero para facilitar la navegación hacia Oriente, embarcadero que fue adornado mediante un arco; procuró un nuevo trayecto de la vía Apia hacia el puerto de Brindisi, que partía de otro arco edificado en Benevento. También intervino en las Lagunas Pontinas.[264]​ A diferencia de otros gobernantes apreciados a lo largo de la historia, la reputación de Trajano ha perdurado sin menoscabo durante casi dos mil años, hasta la actualidad.[265]​ Trajano fue recordado por sus contemporáneos como uno de los más grandes emperadores, equiparable sólo a Augusto.[266]​ Recibió el título de Optimus Princeps (el mejor de los príncipes) por parte del Senado,[267]​ tanto por sus conquistas, como por sus construcciones a lo largo de todo el Imperio y el buen trato que tuvo con los senadores. Asimismo bien recordado en Hispania por ser el primero de tres emperadores romanos que nacieron en la Península Ibérica.[268]

Estatua de Adriano localizada en Turquía. El mandato de Adriano puede considerarse el más ventajoso para la Hispania romana; su ayuda hacia su patria chica fue notorio.[269]

En 161 subió al poder Adriano. La biografía del emperador en la Historia Augusta afirma que nació en Roma,[270]​ en el seno de una familia natural de Italia, pero emigrada a Hispania en tiempos de Escipión, como el propio Adriano afirmaba en su (perdida) autobiografía.[271]​ Su padre era Publio Elio Adriano Afer, ciudadano hispano-romano, senador, y ex pretor,[272]​ que había vivido en la capital la mayor parte de su vida.[273]​ Aunque sus antepasados eran oriundos de Hadria (Atri) - una localidad ubicada en el Piceno (Italia) a la que siempre consideró su «segunda patria»[274]​ - éstos se habían asentado en Itálica (Hispania Baetica) luego que la fundara Escipión el Africano (206 a. C.). Su madre, Paulina, era una aristócrata de Gades (Cádiz), descendiente de una importante familia senatorial hispano-romana; su hermana Elia Domicia Paulina estaba casada con el tres veces cónsul Lucio Julio Urso Serviano,[275]​ con el que Adriano mantuvo una duradera rivalidad a pesar de que le tomara en cuenta a la hora de decidir quién había de sucederle;[276]​ su sobrina era Julia Serviana Paulina, y su sobrino-nieto Cneo Pedanio Fusco Salinator, natural de Barcino. Tras el ascenso al poder en 161,[277]​ visitó la Hispania en 122.[278]​ Cuando Adriano llegó a Hispania, conocía perfectamente la Península, pues en su adolescencia había regresado a ella.[278]​ En los tiempos del gobierno de Adriano se datan dos de las inscripciones más importantes de toda la historia económica de la Hispania romana, lo que demuestra el gran interés que el emperador sentía por su patria chica.[269]​ Hispania alcanzó su mayor auge en exportación de aceite hacia Roma, posiblemente, durante el mandato de Adriano;[279]​ gracias a su reorganización administrativa.[269]​ En la época de Adriano se repararon varias calzadas como la Via Augusta,[280]​ la de Málaga,[280]​ la de Emerita a Caesaraugusta,[280]​ la de Lusitania a Olisipo[280]​ y la Calzada de la Vía de Plata.[280]​ Los años de gobierno de Adriano se caracterizaron por una gran actividad constructora, fuera y dentro de Hispania.[280][281]​ Los talleres de escultura desarrollaron una gran actividad,[280]​ y demostraron en sus producciones estar a la altura de las corrientes artísticas del Imperio romano.[280]​ Asimismo, tal y como lo hizo Trajano, aumentó el número de senadores hispanos,[282]​ 23 de los 322 senadores eran de la Hispania.[282]​ Adriano entregó la administración imperial a los caballeros,[283]​ quitándoles el poder a los senadores.[283]​ Durante la época de Adriano, se elevó el culto a la diosa Isis,[283]​ convirtiéndose la religión en un claro exponente de la sociedad.[284]​ Sin embargo, durante las Guerras Dacias, uno de los problemas para Hispania y para Adriano, era el reclutamiento de las tropas tanto para el ataque como para la defensa del territorio.[285]​ Ronald Syme ha descrito a Adriano como el más "versátil" de todos los emperadores romanos. Gran admirador de la cultura, favoreció la eclosión de nuevas formas artísticas a lo largo del Imperio.[285]​ Además de ser un ilustre militar experto en asuntos bélicos, durante su reinado se reveló como un soberbio administrador; se realizó una completa reforma del sistema administrativo imperial que complementaba a las transformaciones económicas y militares llevadas a cabo en el sistema financiero, la estructura militar, el sistema defensivo de las fronteras, y en la mejora de las relaciones diplomáticas con otras naciones. Los últimos años de su reinado transcurrieron en la capital; en 134 tomó un nuevo saludo imperial con motivo del término del conflicto en Judea. Adriano falleció el 10 de julio de 138 en su villa de Baiae; contaba con 62 años. Se cree que una insuficiencia cardíaca causó la muerte del emperador. Dion Casio y la Historia Augusta dan testimonio de su mala salud, y un estudio de 1980 señaló que en las estatuas construidas a finales de su reinado se observan arrugas en el lóbulo —una característica asociada con la cardiopatía isquémica.[286]

No se tienen datos sobre Antonio Pío y algún trabajo realizado en la Hispania. En cambio Marco Aurelio y Cómodo son reconocidos por el hundimiento del sistema económico y político en Hispania y en Roma. Ante esta situación, la única solución fue militarizar el gobierno y acentuar el carácter monárquico del Estado. La nueva mentalidad, impuesta por la fuerza durante el siglo III, traería la fe en el progreso a un mundo que no había creído masivamente en él.

Hispania durante la Crisis del siglo III

Las principales causas de la Crisis del siglo III en Hispania fueron, quizá, las invasiones germanas en la Península, así como también, el ataque de los francos. Algunas ciudades como Barcelona y Gerona fueron afectadas de manera muy profunda, sin embargo, Hispania continuó exportando productos alimenticios y materia prima.[287]​ Los ricos terratenientes comenzaban a habitar las villae rusticae y hermosearlas con mosaicos, lo que indicaba que la ciudad comenzaba a entrar en la crisis. El área urbana de la ciudad comenzó a sufrir bruscas interrupciones. Sagunto y Levante también sintieron los embtaes de la crisis, al igual que la Comunidad Valenciana,[288]​ provocando que Hispania rápidamente entrara en la decadencia. La invasión germana no azotó sólo la costa levantina, sino que penetró en el interior. En la meseta castellana se documentan algunas destrucciones relacionadas con la invasión de franco-alemanes. De esta fecha son descritos varios acontecimientos: la destrucción de la villa de Santervás del Burgo, la destrucción y el incendio de Clunia Sulpicia, la destrucción y el abandono de Magna Urbica, asimismo, y de forma parcial, en Lancia, Baelo, Cádiz, Avieno, Lusitania, Emérita Augusta, Villaverde Bajo, Cardilius, Jávea, Cerro del Trigo, Mellaria, Cartela y muchas más.[289]

Internamente el Imperio sufrió una hiperinflación causada por años de devaluación de la moneda. Esto había comenzado anteriormente, bajo los emperadores Severos, quienes aumentaron el tamaño del ejército en un cuarto y duplicaron la paga básica de los soldados. Al acceder al poder emperadores de reinados cortos necesitaban maneras de obtener dinero rápidamente para pagar el "bono de accesión" del ejército (prácticamente una recompensa para los soldados que habían apoyado al nuevo emperador), mientras que otros directamente sobornaban cuerpos de tropa para que mantuvieran fidelidad al nuevo régimen.[290]

El Estado romano dependía fuertemente de los impuestos, pero éstos eran difíciles de cobrar en un imperio tan vasto y de hecho su recaudación era un proceso lento y complejo.[291]​ Por tanto la forma más fácil en que un emperador podía recaudar dinero era simplemente reducir la cantidad de plata o de oro en las monedas y acuñar éstas con metales más baratos. Tal política era sumamente riesgosa, pues al igual que en todas las sociedades de su tiempo, la moneda romana dependía de su valor intrínseco como metal precioso y por ello debía guardar una proporción mínima de plata u oro para que conservara poder adquisitivo (lo cual explica que en dicha época las monedas de bronce y de cobre se reservaran para las piezas de moenor poder adquisitivo).

La historiografía únicamente remarca la destrucción de ciudades y no la acción tomada por los romanos en la Península.[292]​ Según la presión popular, en Roma, Gordiano III fue llamado por el Senado, a los trece años, como heredero del Imperio. Maximino muere poco tiempo después y a la llegada de Gordiano III pone fin a una crisis corta pero profunda. Si el nuevo emperador devuelve el equilibrio al Imperio, su nominación no pasa sin consecuencia para África. Bajo su reino la Legio III Augusta es disuelta[293]​ y remplazada por un "sistema más defensivo" fundado en la movilización de tropas auxiliares,[294]​ lo que tiene por consecuencia el disminuir la influencia romana en la región. El reino de los primeros tetrarcas fue marcado por las grandes persecuciones, una profunda reorganización de las provincias hispanas y africanas y de las revueltas locales. La aceleración a mediados del Siglo III los movimientos de desobediencia y de revueltas de tribus africanas era innegable, era necesaria una reestructuración de efectivos militares romanos. Por tanto, no se necesitaba un fenómeno capaz de poner en causa seriamente la presencia y la hegemonía del Imperio. Excepto la revuelta de los moros de la Gran Cabilia y las numerosas invasiones en Mauritania Cesariense y Numidia hechas posibles por la desaparición momentánea de la legión, fueron posibles de manejar para Roma.

Hispania durante el Bajo Imperio

Estatua del último emperador del Imperio romano unificado, Constantino I el Grande. Éste hizo una serie de renovaciones en la Hispania, sin embargo, sus esfuerzos fueron inútiles por la división del imperio por Teodosio.

Los historiadores de la Tardo Antigüedad se han referido al Bajo Imperio de la Hispania como un período de decadencia.[295][19]​ La Crisis del siglo III significó un corte radical en la marcha del proceso histórico de la Península.[19]Craco Ruggini cree que la Península Ibérica se encontraba "marginada", puesto que caía fuera del eje Rhin-Danubio-Constantinopla-Asia Menor, donde acabó por gravitarse la capital, el corte y el ejército.[296]​ A pesar de que la historiografía defiende que la Crisis del siglo III no fue tan profunda como parece, para Hispania fue todo lo contrario, ya que una gran cantidad de colonias, municipios y ciudades fueron arrasadas por los invasores —godos, vándalos, germanos.[19]​ Durante la Tetrarquía, Hispania comenzó a recuperarse del duro golpe de la crisis y enfrentó una transformación importante pues fue subdividida en cinco provincias: Hispania Citerior o Tarraconensis, con capital en Tarragona; Gallaecia; Lusitania con capital en Mérida; Carthaginensis con capital en Cartagena; Baética con capital en Córdoba.[297]​ Cada provincia fue presidida por un praeses perfectissimus.[297]Constantino conservó las provincias e inició una serie de retoques por toda Hispania.[297]​ A la muerte de éste, la Galia, Hispania y Britania dependían de Constante. En el año 350 conocida la usurpación de Magnencio, el emperador Constante intentó huir a Hispania, pero fue asesinado por Gaiso, oficial magister militum de Magnencio.[298]​ Éste se apoderó de Hispania, pero fue vencido por Constancio en Mursa. Abandonado de sus partidarios, y huyendo hacia Hispania se suicidó en Lyon.[299]​ Hispania perteneció a Valentiniano en 364[300]​ y después, en 375, a Graciano con Britania y la Galia.[301]​ La recuperación de Hispania durante la Tetrarquía se desprende del amurallamiento a finales del siglo III de muchas ciudades hispanas.[297]​ El amurallamiento corría a cuenta de las ciudades e indicaba una situación de pavor ante posibles y nuevas invasiones.[302]​ Hispania se mantuvo un tanto apartada del eje Tréveris, Constantinopla, Asia Menor y permaneció apartada de los grandes problemas del Bajo Imperio.[302]

Hispania proporcionó al Imperio romano algunos personajes que desempeñaron altos cargos en la administración imperial, como los emperadores Maximo y Teodosio I.[302]​ El primero, tuvo un mal papel como emperador[303]​ mientras que el segundo, fue la gran figura hispana del Imperio romano.[304]​ Éste luchó con el paganismo, los herejes y los cismáticos,[304]​ sin embargo, se vio muy influenciado, en sus decisiones, por la propia Iglesia.[304]​ Todo esto, contribuyó para proporcionar una visión negativa de su gobierno, aunque su política, como emperador sirvió para responder las necesidades de la época.[304]​ Su gobierno, idéntico al de Trajano, estuvo dirigido por un clan hispano.[304]

El cristianismo hispano en el Bajo Imperio dio algunos eclesiásticos que desempeñaron altos cargos como Osio, obispo de Córdoba;[305]Sínodo de Iliberris;[305]Sérdica de Sofía;[305]Dámaso;[305]Gregorio de Iliberris;[305]Prudencio;[306]Orosio;[307]Hidacio;[308]Egeria[308]​ y Paciano,[308]​ entre otros. La Iglesia en Hispania había tenido pocos progresos.[309]​ Los mártires cristianos de la persecución de la Tetrarquía son pocos, a pesar de eso, la existencia de cristianos para ese siglo era casi nula.[309]​ Sin embargo, esos pocos, pertenecían, en su mayoría, a las clases pundientes,[310]​ pocos de éstos, eran ricos.[310]​ Sin embargo, la Iglesia de Hispania no quedó fuera de los problemas eclesiásticos del siglo IV, pues es en este siglo cuando se registran los primeros movimientos ascéticos,[311]​ ciertos monjes y móntales tenían relaciones amorosas prohibidas.[312]

En cuanto a la economía, Hispania fue el principal distrito minero de Roma. [313]​ Dentro de los principales productos exportados por Hispania estaban los salazones.[314]​ La posesión de tierra sufrió una gran transformación y se hizo difícil producir la agricultura,[314]​ El latifundio hizo su aparición en Hispania, así como también, el gran auge del comercio.[314][315]​ Las importaciones fueron la base del comercio hispano,[316]​ y los talleres trabajan en relación íntima con Turquía y Argelia.[316]​ Asimismo, hubo una gran migración de judíos a la Hispania, eran muchos e importantes y ocuparon los más altos puestos en el Estado.[316]​ La romanización tuvo su última tarea en el Norte de Hispania durante el Bajo Imperio[316]​ y suscitaron guerras menores por la defensa de los Pirineos, que terminó con la muerte de Flavio Honorio, Constantino II y el destierro de Máximo.[317]

De Roma al Reino Visigodo

Moneda de oro visigoda en nombre del emperador Justiniano I que data de aproximadament el siglo VII.

Desde el siglo III al V, diversos pueblos germánicos habían cruzado la península ibérica, fundamentalmente los suevos, los vándalos y los alanos, y aunque se les llama germánicos, lo cierto es que los alanos eran de origen asiático. Hacia el 409 ó 410, se tienen noticias de la entrada por los Pirineos de un número no determinado de suevos (unos 30.000 aunque no hay consenso entre los historiadores), el pueblo germánico de mayor complejidad cultural, ocupando el noroeste de la península, lo que es Gallaecia, con capital en Braccara.[318]

El cronista Hidacio, hablando sobre todo de la ocupación de la Gallaecia por los suevos, habla de todo tipo de atropellos y brutalidades:

Los bárbaros que habían penetrado en las Españas las devastan en lucha sangrienta [...] Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas, y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre espantosa, y las fieras destrozan hasta a los hombres más fuertes.
C. Sánchez Albornoz y A. Viñas: Lecturas históricas españolas.[319]

No obstante, los historiadores actualmente consideran que las fuentes de la época deben ser miradas con prudencia, analizando no sólo lo que se escribe sino también la finalidad que perseguía el autor en su época con dicha obra, debiendo someterlas a un enjuiciamiento crítico.[320]​ El emperador Flavio Honorio en el 418 los aleja del rico Mediterráneo, recolocándolos en la Aquitania.[321]​ Los suevos ocuparon entonces buena parte de la península, con capital en Emérita Augusta, la actual Mérida. Los vándalos los derrotaron en Mérida pero, hacia 429, pasaron a África.[321]​ Los alanos, que ocuparon el centro y el este de la Península, y acabaron siendo absorbidos por la población hispanorromana.[322]​ En esta situación el Imperio romano de Occidente había recuperado el dominio al menos nominal de la Península, excepto la zona dominada por los suevos, que afianzaban su reino en el occidente. Hacia el año 438 el rey suevo Requila emprende una decidida actividad de conquista del resto de Hispania, adueñándose de la Lusitania, la Carthaginense y la Bética.[322]​ Su sucesor, Requiario, aprovechará las perturbaciones del movimiento bagauda para avanzar hacia la zona de Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó al Imperio romano a pedir nuevamente a los visigodos, a través de su rey Teodorico II, la ayuda precisa para controlar Hispania.[321]​ Las tropas visigodas cruzan los Pirineos y en el 456 capturan al rey Requiario, quedando el resto de los suevos en lo que hoy se conoce como Galicia.[321]​ El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI.[322]​ El resto de la península pasa a manos visigodas, pasando a formar parte del Reino visigodo de Tolosa, con capitalidad en Tolosa (Toulouse, actual Francia). Las oleadas de conquista se sucederán con posterioridad, pero ahora para ocupar espacios donde domina todavía el Imperio romano. En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la península Ibérica[322]​ y en el 490 termina el grueso de las migraciones desde el norte.[321]​ Tras el dominio romano, acompañado por una etapa visigoda, por casi ochocientos años, comenzó un proceso profundo de cambio en Hispania por parte de los árabes o musulmanes.[323]​ Éste fue un proceso político y militar que a lo largo del siglo VIII explica la formación y consolidación de Al-Ándalus musulmán, así como la génesis de los principales reinos cristianos medievales peninsulares.[324]

Sistema impositivo romano

Sestercio, antigua moneda romana de plata, que equivalía a un cuarto de denario; es decir, dos ases y medio, con la imagen de Caracalla.
Denarios de la Antigua Roma. Arriba: c. 157 a. C. República Romana, c. AD 73 Tito Flavio Vespasiano, c. 161 Marco Aurelio, c. 194 Septimio Severo;
Abajo: c. 199 Caracalla, c. 200 Julia Domna, c. 219 Heliogábalo, c. 236 Maximino el Tracio.

Desde el primer momento de la conquista en Hispania por lo romanos en 218 a. C., como resultado de la Segunda Guerra Púnica, la Península Ibérica se convirtió para Roma en una colonia de explotación. Desde el primer momento, Hispania pagó, probablemente a través de los cuestores de las dos provincias en que estaba dividida en 197 a. C..[325]​ El stipendium —sueldo que los legionarios obtenían por estar listados en el ejército, y eran impuestos cobrados a la población para cubrirlos— comenzó a pagarse en Hispania desde el 206 a. C..[326][327]​ Este pago era de aproximadamente 120 denarios.[328]​ Las referencias más antiguas que se tienen con respecto a los impuestos del stipendium, confirman que este pago se recaudaba en Hispania y llegaba a Roma,[329]​ y este pago era constante.[330]​ Las sumas de dinero fueron aumentando considerablemente, en 179 a. C. Sempronio Graco cobraba 2.400.000 sestercios como impuesto a la Hispania.[331]

La riqueza de metales preciosos en Hispania cubría todos los gastos de la guerra.[332]​ Los generales romanos desde el primer momento de la conquista de Hispania, se dieron cuenta de las fabulosas posibilidades que ofrecía para enriquecerse.[333]​ Los ejércitos buscaban como tesoro las vajillas preciosas de piedras preciosas.[334]​ Durante todas las guerras y batallas en las que salieron victoriosos en la Hispania, los romanos exigieron pagos.[335]​ Asimismo, los impuestos estuvieron también sobre las cosechas del pueblo hispano,[336]​ Roma creó una política monetal,[337]​ y los ingresos de las explotaciones mineras subieron estrepitosamente.[338]​ Diodoro dejó un cuadro de las explotaciones mineras de Hispania.[339]

Los tributos, las disposiciones fiscales y las adunas aumentaron durante la época imperial del Imperio romano.[340]​ Los negotiatores y navicularii abundaron en esta época.[341]​ Además del mantenimiento de la adminsitración, y de la reparación de calzadas, el capítulo principal del sistema impositivo fue el del sostenimiento del ejército.[342]​ El patrimonio imperial también fue un gasto muy recurrente durante la existencia de la Hispania romana.[343]​ El aceite fue una de las piezas más importantes dentro del comercio y por ende, para el pago de los impuestos requeridos por Roma.[344]​ Durante el Bajo Imperio, los tributos más importantes fueron capitatio y iugatio.[345]​ La Iglesia también tuvo que cubrir los impuestos exigidos durante este período por Diocleciano y Constantino, se regularon los tributos, se censuró la venta de cereales, hubo un caída en la producción agrícola y los impuestos se hicieron un poco excesivos.[346]​ El sistema tuvo el único fin de elevar la economía de Roma a un punto límite, con estos impuesto cobrados podrían cubrir los gastos más necesarios e incluso servirían para la compra de armas, ejército y de mejoras para la sociedad.[344]​ Hispania era abundante entre otros productos en hierro, plomo, cobre, plata y oro. La importancia excepcional de las explotaciones mineras hispanas por parte de los romanos queda bien patente en el interés que a ellas prestaron Polibio, que a finales de las guerras celtibéricas visitó Hispania, Posidonio y Diodoro y antes Timeo. Diodoro dejó una descripción de la explotaciones mineras, por orden del sistema impositivo de Roma, en Hispania:

Mucho más tarde, los iberos comprendieron las ventajas de la plata y pusieron en explotación minas de importancia. Por lo cual obtuvieron plata estupenda y, por decirlo así, abundantísima, que les produjo ganancias espléndidas. La forma en que los iberos explotan las minas y trabajan la plata es así, poco más o menos: siendo como son, admirables sus minas en reservas de cobre, oro y plata, los que trabajan las de cobre excavando la tierra, una cuarta parte de este metal sin ganga: de los que trabajan las de plata, los hay que sin ser profesionales, ex- traen en tres días un talento de Eubea. Toda la región está llena de polvo de plata condensado que emite destellos. Por ello es de admirar la naturaleza de la región y la laboriosidad de los hombres que allí trabajan. Al principio cualquier particular, aunque no fuese un experto se entregaba a la explotación de las minas y obtenía cuantiosas riquezas, debido a la excelente predisposición y abundancia de la tierra argentífera. Luego ya, cuando los romanos se adueñaron de Iberia, itálicos en gran número llenaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucro. Comprando gran cantidad de esclavos en manos de los capataces de los trabajos en la mira. Estos, abriendo bocas en muchos puntos y excavando la tierra en profundidad, estadios y estadios, y trabajando en galeras trazadas al sesgo y formando recodos en forma muy variada, desde la entrañas de la tierra hacen aflorar a la superficie la mena, que les proporciona ganancia. Gran diferencia ofrecen estas minas comparadas con las del Ática. Los que trabajan las de allá invierten considerables dispendios en su explotación y de vez en cuando no obtuvieron lo que esperaban obtener y lo que tenía lo perdieron, de manera que parece que son desafortunados como por enigma. Mientras que los que explotan las de España logran de sus trabajos montones de riquezas a la a la medida de sus esperanzas. Porque las primeras labores resultan productivas por la excelencia de la tierra para este tipo de explotación y luego, se van encontrando venas cada vez más brillantes henchidas de plata y oro; y es que toda la tierra de los alrededores es un trenzado de venas dispuestas en circunvoluciones de diferentes formas. Algunas veces los mineros se topan en lo profundo cuyo ímpetu dominan rompiendo las embestidas de sus corrientes, para lo que se valen de las galerías transversales. Aguijoneados por sus bien fundadas esperanzas de lucro, llevan a fin sus empresas particulares, y —lo más chocante de todo— hacen dos drenajes valiéndose de los llamados 'caracoles egipcios', que inventó Arquímedes de Siracusa cuando pasó por Egipto. A través de éstos hacen pasar el agua, de uno en uno sucesivamente, hasta la boca de la mina, y así desecan el emplazamiento de ésta y lo acondicionan debidamente para el desempeño de las actividades de explotación. Como este artefacto es enormemente ingenioso, mediante un trabajo normal se hace brotar fuera de la mina gran cantidad de agua, cosa que llama mucho la atención y toda la corriente del río subterráneo aflora a la superficie con facilidad. Con razón sería de admirar el ingenio del inventor, no sólo en este punto concreto, sino también por otros muchos y más importantes inventos, que de boca en boca han corrido por el mundo entero, de los cuales hablaremos por partes y con precisión cuando lleguemos a la época de Arquímedes. Los que pasan su vida dedicados a los trabajos de minas hacen a sus dueños tremendamente ricos, porque la cantidad de aportaciones gananciosas rebasan el límite de lo creíble: pero ellos, bajo tierra, de día y noche, van dejando la piel, y muchos mueren por la excesiva dureza de tal labor. Pues no tienen casi ni respiro en sus trabajos, sino que los capataces, a fuerza de golpes, les obligan a aguantar el rigor de sus males, y así echan a barato su vida en condiciones tan miserables; pero los hay que por vigor corporal y fortaleza de ánimo soportan sus padecimientos largo tiempo. Aunque hay más de un asunto sorprendente en torno al trabajo de las minas que acabamos de describir, uno no podría pasar por alto sin gran admiración el hecho de que ninguna de las minas es de explotación reciente; por el contrario, todas fueron abiertas por la codicia de los cartagineses en la época en que eran dueños de Iberia. A base de ellas fueron incrementando su poder, asalariando a los mercenarios de mayor fortaleza y gracias a éstos llevaron a cabo muchas guerras importantes. Y es que, en general, siempre que los cartagineses llevaban a cabo sus guerras no ponían su confianza en sus propios ciudadanos, ni en el grupo de las partidas de tropas reclutadas de entre sus alia- dos, sino que a los romanos, a los siciliotas y a los habitantes de Libia los pusieron en los mayores aprietos batiéndolos en la batalla del dinero, merced a la riqueza de recursos que las minas les brindaban.[347]

El ejército romano en Hispania

El Imperio romano aseguró la defensa de la Hispania por medio del mantenimiento de tropas.[348]​ Se instalaron gran cantidad de unidades auxiliares del ejército imperial romano como Ala Hispanorum Vettonum, Ala I Asturum, Ala I Hispanorum Asturum, Ala II Asturum, Cohors III Asturum civium romanorum, Cohors I Celtiberorum Equitata civium romanorum, entre muchas otras. Estas unidades servían para la guerra o para la defensa del Imperio y se sostenían por medio de los impuestos obrados. Los legionarios ya no luchaban sobre la base de campañas estacionales para la protección de su tierra.[349]​ Tito Livio describe un caso en el que un ejército de ciudadanos fue retenido más tiempo de una simple estación en 403 a. C. Los ciudadanos obligados a continuar con la guerra durante el invierno montaron en cólera, y durante un tiempo la sociedad romana se vio muy cerca de romperse en dos. Sin embargo, a través de los siglos IV y V a. C. se fue haciendo cada vez más común que las campañas durasen más de una estación, por lo que las reformas de Mario no eran tan radicales en este punto. Por el contrario, ahora recibían una paga fija, y eran empleados por el estado por una duración determinada. Como consecuencia, el servicio militar pasó a desplazarse a las clases más bajas de la sociedad romana, para quienes la paga asalariada del estado resultaba un buen incentivo para alistarse.[350][351][352]​ A través de este proceso de reformas el ejército fue modificando su composición, de forma que las personas más pobres, y sobre todo las de origen rural, pasaron a constituir un gran porcentaje del total de los soldados.[353]​ Una consecuencia desestabilizadora de este desarrollo fue que el proletariado "adquirió una posición más fuerte y elevada"[350]​ dentro del Estado. Sin embargo, esta profesionalización del ejército era absolutamente necesaria si se quería poder establecer guarniciones permanentes en territorios recién adquiridos y tan distantes como Hispania, lo cual no era posible bajo las anteriores milicias estacionales de ciudadanos.[354]

El estilo del ejército romano, sin embargo, estaba ahora condicionado por el cada vez mayor número de reclutas de las regiones, que llevaba a una barbarización cada vez más visible de las fuerzas romanas en el comienzo del periodo.[355]​ La barbarización de los rangos más bajos se iba complementando con una barbarización al mismo tiempo de la estructura de mando a medida que los senadores romanos, que tradicionalmente habían sido la fuente de la que procedían los comandantes, eran excluidos del ejército. Para 235 d. C. asciende al trono imperial Maximino el Tracio. Este hecho supone un hito en la historia de Roma, puesto que aunque no se trataba de la primera ocasión en la que el propio emperador, la cabeza del ejército, fuera un hombre nacido fuera de Italia (Trajano y Adriano habían nacido en Hispania, Septimio Severo en África, Caracalla en Galia, Heliogábalo en Siria...), la familia de Maximino no era de origen romano en absoluto, siendo hijo de dos bárbaros: padre godo y madre alana.[356]​ A medida que el siglo V fue avanzando, muchas de las fronteras originales del imperio habían sido completa o parcialmente despojadas de tropas para poder reforzar el ejército central;[357]​ y algunas áreas como Britania se habían terminado abandonando completamente por la imposibilidad material de defenderlas.[358]​ En 395, el Imperio Romano de Occidente tenía varios ejércitos regionales en Italia, Iliria, Galia, Britania y África, y unos doce ejércitos fronterizos. Para el año 430, se establecieron dos ejércitos más, uno en Hispania y otro en Tingitania, pero los romanos habían perdido el control de Britania y de buena parte de la Galia, Hispania y África. En el mismo periodo, el Imperio Romano de Oriente tenía dos ejércitos móviles En la presencia del emperador (en Constantinopla), tres ejércitos regionales (en el este, en Tracia y en Iliria) y quince ejércitos fronterizos.[359]

Economía hispana

Actividades y ganancias

La economía de la Península Ibérica hasta la grave crisis del siglo III, durante la Anarquía Militar, comprende varias etapas. La primera es la etapa Julio-Claudia con una características que se mantienen por lo menos 150 años;[360]​ la segunda comprende la Dinastía Flavia, que trajo un gran desarrollo de los municipios,[360]​ que motivó que el gobierno de los Antoninos conociera en varios aspectos el momento cumbre del desarrollo de la economía hispana.[360]​ Una primera crisis generalizada comprende desde los años 160 al 200.[360]​ Los años de los Severos, con una gran inflación y devaluación de la moneda, coincidieron con una recuperación económica, pero con ciertas características especiales que los diferencian en puntos fundamentales de los tiempos de los Antoninos. La época de la Anarquía Militar avanzada significa un cambio radical de la economía hispana, debido a una profunda crisis y a las invasiones de los francos y los germanos.[360]

La Hispania fue considerada como una tierra rica en minerales y fue el centro principal del comercio y de impuesto para la Roma durante toda su historia.[361][362]​ Las actividades que sostenían tanto a Hispania como al propio Imperio romano eran la agricultura, la pesca, la caza, el comercio, la ganadería, la minería y las actividades artísticas.[363]​ Sin embargo, la economía iba más allá de sólo actividades; ésta también dependía de cuan altos fueran los gastos públicos, del emperador que gobernase y del apoyo comunitario.[364]​ Sin embargo, las explotaciones mineras fueron las formas más usuales de conseguir grandes sumas de dinero durante la estancia romana en Hispania.[360][365]​ Uno de los más indudables símbolos de civilización que las culturas foráneas aportaron a Hispania fue la acuñación de moneda con el fin de facilitar las transacciones comerciales. Hasta entonces, los pueblos peninsulares basaban su economía en el trueque de productos, pero a principios del siglo III a. C., colonias griegas como Ampurias comenzaron la acuñación de monedas, aunque sin influencia más allá de sus límites territoriales.[366]​ Durante todo el periodo republicano, era el senado romano el que controlaba por completo la emisión de moneda a través de las magistraturas monetarias, aunque posteriormente, con el auge de los dictadores, su control se redujo a las monedas menores, pasando más tarde muchas de las cecas a control imperial.[367]​ Una vez consolidado el poder romano en Hispania, fueron muchas las cecas que acuñaron moneda, como Tarraco (la primera de las cecas romanas en Hispania), Itálica, Barcino, Caesaraugusta, Emerita Augusta, etc. Y a lo largo y ancho del Imperio, más de 400 cecas proporcionaron moneda a la mayor parte de Europa, el norte de África y Oriente Próximo.[366]

Sin duda, el primer interés de Roma en Hispania fue extraer provecho de sus legendarias riquezas minerales, además de arrebatárselas a Cartago. Ya que la propiedad de las minas era estatal, Roma creó las compañías «societates publicanorum», empresas públicas administradas por publicanos para la explotación minera. Estos publicanos, generalmente pertenecientes al orden ecuestre, se enriquecieron con rapidez y en gran abundancia, pero durante la dictadura de Sila, éste arrebató las minas a los publicanos, poniéndolas en manos de particulares y obteniendo con ello un gran beneficio económico y político.[366]​ Con relación a los minerales, Roma extrajo con mayor interés plata, cobre y hierro. Aníbal había dado una gran vitalidad a las minas de plata de Carthago Nova. En los alrededores de Cartagena y Mazarrón, Roma continuó extrayendo plata, plomo, y otros minerales en grandes cantidades. Según Estrabón en las minas de plata de Carthago Nova trabajaban hasta 40.000 esclavos, reportando al pueblo romano 25.000 dracmas diarios.[366]

Tan pronto como se obtuvieron las primeras conquistas, las tierras de cultivo fueron repartidas entre las tropas licenciadas, siendo los terrenos medidos y repartidos para la colonización del territorio.[368]​ Tradicionalmente, el trabajo del campo había sido idealizado por la cultura romana como la culminación de las aspiraciones del ciudadano. Los romanos impulsaron la legislación sobre propiedad de los terrenos, garantizando las lindes gracias a las técnicas de agrimensura y la «centuriación» de los campos. Esta política permitiría una rápida colonización de las tierras.[369]​ Posteriormente, avanzado el siglo II a. C., se produciría la crisis del campesinado en todo el territorio bajo dominio romano, provocada por la ingente cantidad de esclavos que eran empleados en todos los sectores productivos, con la consiguiente caída en picado de la competitividad del pequeño campesinado. La crisis, a pesar de los fracasados intentos de reforma agraria de los tribunos Tiberio y Cayo Sempronio Graco, favorecería el fortalecimiento de los grandes latifundistas, poseedores de grandes extensiones de terreno dedicados al monocultivo y trabajados por esclavos. El pequeño campesino en muchas ocasiones se vería abocado a abandonar sus tierras y pasar a engrosar las filas de los cada vez más numerosos ejércitos romanos.[370]

Gracias a las investigaciones arqueológicas sobre la producción de ánforas en el sur peninsular se puede deducir que el comercio de la salazón se daba ya antes del dominio cartaginés, existiendo evidencias de producción y comercialización de pescados en salazón en fechas tan tempranas como el siglo V a. C. Los cartagineses extendieron este comercio por todo el occidente mediterráneo, tanto hispánico como norteafricano. Durante todo el periodo romano, Hispania se destacó por la continuidad del floreciente comercio de salazones procedentes de la Bética, la Tarraconense y la Carthaginense que extendía su mercado por todo el occidente europeo. Esta actividad productiva se ve reflejada en los restos de factorías cuyo producto manufacturado era, además del pescado en salazón o salsamenta, la salsa «garum», cuya fama se extendía por todo el imperio. La salsa garum se producía mediante un proceso de maceración de las vísceras del pescado. Al igual que sucedía con los productos vitivinícolas o el comercio del aceite, la producción de garum generaba una importante industria auxiliar del envasado en ánforas de la que también se conservan abundantes restos, y gracias a las cuales se puede hoy determinar el alcance de este comercio.

Los productos de la tierra

Un largo párrafo de Trogo Pompeyo se refiere en estos términos a lo riqueza y a los productos de la tierra de Hispania:

Ya que Hispania cierra los límites de Europa, ha de ser por ello e final de esta obra. Llamáronla los antiguos primeramente Iberia, del río Iberus, y luego Hispania, de Hispalus. Hállase situada entre África y Galia, y está limitada por e estrecho del Océano y por los montes Pyrenaei. Es menor que estas dos tierras, pero, en cambio, es más fértil que ambas, pues ni la abrasa sol violento como a África, ni vientos continuos la azotan como a Galia; por el contrario, situada entre las dos, goza por una parte de una temperatura módica, y por otra, de lluvias abundantes y oportunas; por ello es rica en toda clase de frutos, de tal modo que abastece pródigamente con toda case de cosas no sólo a sus propios habitantes, sino también o Italia y a la ciudad de Roma. En ella hoy abundancia de trigo, de vino, miel y aceite; produce mucho lino y esparto, y no sólo sobresale por sus minas de hierro, sino que también por sus yeguadas de ligeros caballos. Mas no han de alabarse los bienes que ofrece la superficie de la tierra, sino también las abundantes riquezas en metales que ella esconde. Produce mucho lino y esparto, y no hay tierra alguna que ofrezca en mayor abundancia el minio. Sus corrientes fluviales no son tan impetuosas y rápidas que perjudiquen, sino tranquilas, sirviendo para regar las viñas y los llanos, abundando en pesca, que les entra del Océano. Son también, en su mayoría, ricas en oro, del que arrastran las «paluces» […] La salubridad del suelo es la misma en toda Hispania, porque las corrientes de aire no están infectadas de nieblas nocivas surgidas de pantanos. Añádase a ellos las auras marinas y los vientos constantes que soplan en todas direcciones, los cuales, al penetrar por el interior de la provincia, renuevan el aire de las tierras, llevando la salud a sus habitantes. Sus hombres tienen el cuerpo acostumbrado a la abstinencia y al trabajo y sus ánimos dispuestos para la muerte. Todos practican una moderación severa y firme. Prefieren la guerra al ocio, y si les faltan enemigos fuera, los buscan dentro. Con frecuencia han perecido en el tormento antes de declarar un secreto a ellos confiado; hasta tal punto es para ellos preferible la reserva silenciosa de la vida. Aún se celebra a constancia de aquel esclavo que durante la guerra púnica, habiendo vengado a su señor, manifestaba su gozo con risas, mientras le atormentaban, venciendo así con su serena alegría la crueldad de sus verdugos. Este pueblo tiene ágil movimiento e inquieto ánimo, siendo para la mayoría de ellos más queridos los caballos y los arreos militares que la sangre de los suyos. Los días festivos los celebran sin ningún aparato en los banquetes. Tras la segunda guerra púnica aprendieron de los romanos la costumbre de lavarse en baños termales... Muchos autores han contado que entre los lusitanos que habitan junto al río Tagus las yeguas conciben sus crías del viento, fábula que tiene su origen en la fecundidad de las yeguas y en la multitud de sus rebaños, los cuales pueden verse, tanto en Gallaecia como en Lusitania, en tal alto número y tan veloces que no sin razón parecen como concebidos por el mismo viento […] También Gallaecia es muy rica en oro, de tal modo que con el arado suelen descubrirse con frecuencia trozos áureos. Entre estas gentes hay un monte sagrado y el violarlo con hierro se considera sacrilegio, mas si alguna vez la tierra es hendida por un rayo, lo que acontece con bastante frecuencia en estos lugares, entonces se permite recoger el oro puesto a descubierto como si fuese un don de Dios».[371]

Durante y tras la conquista total de la Hispania, las riquezas de la tierra de Hispania eran bien conocidas por toda Roma, y recopilada la información en textos de Estrabón, Trogo Pompeyo y Plinio el Viejo.[372][373]​ Hispania fue considerada la tierra más fértil,[374]​ y fue una región con importante exportación hacia el Imperio Romano.[375]​ Tanto la producción vinícola como la cerealista fue muy importante dentro de la economía hispana.[376]​ Asimismo, destacó la producción del aceite de oliva, que se exportó desde Roma hasta Britania, del Rhin al Danubio y de Alejandría hasta el Mediterráneo.[377]​ De igual manera, el lino y el esparto.[378]

Hispania no basaba su economía únicamente en los productos alimenticios de la tierra, sino que también se fijo en la cría de los caballos.[379]​ La gran riqueza minera de Hispania aumentó su valor geoestratégico para Roma; se calcula que se producía entre 23.000 y 25.000 dracmas al día y trabajaban 40.000 esclavos;[380]​ afirmando que nunca había existido una parte del mundo tan productora como la propia Hispania.[381]Asturias, Galicia y Lusitania producían cerca de 20.000 libras de oro al año.[382]​ También el regadío fue importante en la Hispania, siendo uno de los aportes para la econmía.[383]​ Sin embargo el Mediterráneo era pobre en pesca e Hispania poseía una gran cantidad de especies para esto:

Siendo así las tierras interiores de Turdetania, podría afirmarse que sus costas son comparable en cuanto a las riquezas del mar; generalmente tanto a las ostras, como las conchas exceden en cantidad y dimensión a las del mar Exterior, y ello es debido a los pleamares y bajamares.

La Hispania recibió elogios por parte de historiadores importantes como Plinio, Silio Itálico y Claudio Claudiano.[385]​ Asimismo, que es una tiera con demasiada fecundidad en cuanto a los conejos.[386]

Los puertos

Los puertos eran la puerta de la economía marítima y la conexión con todo el mundo. Los puertos estaban divididos, unos eran los puertos de la Costa Cantábrica y los puertos de la Costa Levántica Ibérica.[387]​ Los más destacados eran el puerto de Brigantium, el puerto de Gijón y el puerto de Santander, en correspondencia con la Costa Cantábrica.[388]​ También cabe mencionar a Portus Vereasueca,[389]Portus Blendium,[390]Portus Amanum[391]​ y puerto de Tadeo Mungia.[392]​ Dentro de la Costa Levántica Ibérica cabe mencionar el puerto de Sagunto,[393]Valencia, Portus Sucrone, Portus Ilicitanus, puerto de Hemeroscopion y el puerto de Carthago Nova.[394][395][396][397]

Arte y letras

Pintura

Pintura mural romana procedente de la Domus de Salvius en Cartagena (España). Museo Arqueológico Municipal de Cartagena.

La pintura romana, al igual que otras manifestaciones artísticas, tiene su origen en la mezcla entre la tradición etrusca y la influencia de pintores griegos de la escuela de Apeles. Existen muestras del primer estilo pictórico romano, así como de pinturas pertenecientes a los siglos I, II y IV en los conjuntos arqueológicos de las primeras ciudades romanas de Hispania, como Itálica, Mérida, Tarragona o Astorga, así como en Almedinilla, la Alcudia, Alcolea del Río, Osuna, Carmona, etcétera. La influencia italiana se deja sentir en el este y sur peninsular.[398]​ A partir del siglo III, las corrientes artísticas procedentes del norte de África se extienden por el oeste peninsular a través de la Vía de la Plata.[399]

Entre las decoraciones más frecuentes, se pueden enumerar las siguientes: Imitación de mármoles: muy frecuente en todos los yacimientos, donde se imitan placas de mármol liso o veteado, con una amplia gama cromática y gran extensión en el tiempo, desde el siglo I al IV.[399]​ Menos frecuente es la imitación de crustae, consistente en la imitación de mármol recortado y formando figuras. Decoración en relación continua: en esta decoración, el motivo geométrico se repite y se encadena. Muestra de este estilo es la Tumba de Servilia, en Carmona. Es un estilo utilizado con asiduidad en el mosaico, pero no así en la pintura. La datación fecha estas decoraciones alrededor de los siglos III y IV. Candelabros: consiste en representaciones de objetos, ya sean metálicos, motivos florales o animales. La mejor muestra de este estilo se encuentra en la Casa del Mitreo, en Mérida. Este estilo pertenece principalmente a la segunda mitad del siglo I. Decoración figurada: consiste en la pintura de pequeños cuadros en el centro de las paredes con representaciones humanas en escenas mitológicas, religiosas o sexuales (frecuentemente muy explícitas).[400]​ También con menor frecuencia se encuentran grandes frisos decorados con escenas de caza o carreras. El estilo se extiende durante casi todo el periodo de influencia romana en Hispania, aunque son más abundantes entre los siglos I al IV. Animales, vegetales: aunque se pueden encontrar en necrópolis como la de Carmona enmarcados en motivos religiosos, los animales se usan con frecuencia como simple objeto pictórico decorativo, en ocasiones dentro de esquemas de relación continua (rellenando el interior de figuras geométricas) y en candelabros, con pájaros revoloteando entre los motivos florales.[399]​ También los motivos vegetales se usan con abundancia tanto en la pintura funeraria como en la decoración doméstica. 'Decoración arquitectónica: imitación de columnas o pilares, usados además como división en las paredes. También se imitan capiteles y basamentos. En Pompeya se hallamos pinturas que imitan paisajes arquitectónicos, como galerías de columnas, aunque no se ha documentado este estilo en la Península Ibérica.[401][402]

Escultura

Estatuilla de bronce del Hércules Gaditano (Islote de Sancti Petri-Provincia de Cádiz-Andalucía-España). Ejemplo de la escultura en la Hispania.

La tradición escultórica romana procede directamente de la cultura griega,[403]​ aunque adaptada a la estructura política y social de la antigua Roma.[404]​ Las clases dominantes romanas utilizaron la escultura como una manifestación de su elevada posición social no sólo en el ámbito privado, adornando sus villas, sino también en el público, donde la escultura se usó a modo de promoción política. como parte integrante del mundo romano, Hispania no quedó al margen de esta corriente artística. La escultura romana se basa en dos materiales: el mármol y el bronce.[405]​ Con el paso de los siglos, pocas son las esculturas en bronce que han sobrevivido, debido principalmente a la reutilización de este material o a la corrosión provocada por el tiempo y la intemperie. La escultura romana centra su atención de forma preferente en el busto del personaje retratado, así como en las manos y antebrazos, de forma que el resto del cuerpo se construye y adquiere frecuentemente por separado, siendo cabeza y brazos intercambiables.[406]​ En el ámbito público, la escultura desempeña un papel fundamental en la ornamentación de los edificios públicos, mostrando al pueblo las imágenes de los gobernantes y, durante la época imperial, ensalzando la figura del emperador. Buena muestra de esta profusión de esculturas públicas es la que se da en los teatros, foros, termas, etc. La gran mayoría de esculturas estaban dedicadas a los dioses o a los propios emperadores, así como también, esculturas de gente anónima.[407]

Arquitectura

Fue dentro del campo del arte romano, la más importante y muestra la influencia etrusca en el empleo del arco y la bóveda; y griega, en la adopción de las líneas rectas y de las columnas.[408]​ Se caracteriza por su monumentalidad y por ser de utilidad pública; además, se manifestó en todas las regiones del Imperio. Las principales construcciones romanas fueron los foros,[409]​ los templos, las basílicas, los teatros, los anfiteatros, las termas, los circos, los arcos de triunfo, los acueductos y puentes.[408]​ Los foros, como las ágoras griegas, eran plazas públicas rodeadas por los principales edificios de la ciudad. Servían de lugar de reunión, asamblea política y mercado. Los templos, parte importantísima del arte romano, eran generalmente de planta rectangular y líneas rectas, como los templos griegos, pero se empleó también la forma circular y la bóveda de origen etrusco. El templo más conocido es el Panteón, en Roma, que posee una rotonda y una cúpula de 43 metros de altura.[408]​ Los teatros siguieron los modelos griegos descubiertos y solían tener capacidad para 4 mil espectadores. Los anfiteatros, construcciones genuinamente del arte romano, eran de forma ovales parecidos a las actuales plazas de toros. El más famoso es el Coliseo, en Roma, con capacidad para 80 mil espectadores, destinado a luchas de fieras, combates de gladiadores y simulacros de combates navales, ya que su pista podía inundarse.[410]​ Los circos estaban dedicados a carreras de carros.[411]​ Su forma era rectangular con los extremos curvos. El circo Máximo de Roma tenía 600 m de largo y capacidad para más de 200 mil personas.[412][413]​ Los arcos de triunfo se construían en honor de emperadores o generales victoriosos. Poseían una o tres puertas adornadas con columnas y relieves alusivos al hecho que conmemoraban. Los acueductos, una más de las obras monumentales del arte romano, eran largas cañerías que llevaban el agua desde ríos o lagos hasta las zonas pobladas. Podían hacerse de plomo pero eran generalmente eran de piedra. Muchas veces debían tenderse sobre arcos o puentes y tenían varios kilómetros de extensión. Roma contaba con once acueductos.

Literatura

Estatua de Séneca en Córdoba; considerado el más importante escritor de la Hispania.

Desde la muerte de Augusto hasta el reinado de Adriano epoema épico más notable de este periodo es una obra del hispanolatino Lucano titulada La Farsalia,[414]38, y sobrino de Séneca que era este autor. La obra trata la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, en un verso muy retórico y declamatorio, pero con una excelente veracidad histórica que hace de esta epopeya más historia poétizada que una epopeya estrictamente hablando; el héroe en realidad es el estoico Catón de Útica, también llamado Catón el Joven. Plinio el Viejo, tío del Joven, otorgó a las ciencias naturales un lugar importante en su Naturalis Historia, vasta enciclopedia en 57 libros que fue compendiada por Solino; los hispanolatinos Columela y Pomponio Mela trataron respectivamente sobre agricultura y geografía. El hispanolatino Aurelio Prudencio del año 348, autor de una importante himnografía sobre los mártires y que escribió un largo poema alegórico sobre la batalla entre los vicios y las virtudes, la Psicomaquia. Escribió también contra las sectas heréticas y contra Símaco, uno de los defensores del paganismo.[414]MarcialLiber spectaculorum, Xenia, y Apophoreta—, QuintilianoDe causis corruptae eloquentiae, De institutione oratoria y Maiores y Minores—,[415]SénecaSobre la ira, Sobre la providencia, De la consolación a Helvia, La vida bienaventurada, Diálogos, entre otras—, LucanoFarsalia—, calificados como los mejores escritores hispanorromanos,[416]​ publicaron obras muy importantes en la literatura hispana.


Vida cotidiana

La cultura romana inició una gran e impresionante fusión de costumbres y religión a su llegada a la Hispania, así como también lo hizo un cambio radical en la sociedad.[417]​ La Hispania Romana adoptó prácticamente las mismas costumbres que el pueblo romano, sin excepción.[418]​ El calendario romano y el arteArquitectura de la Antigua Roma, escultura de la Antigua Roma y pintura de la Antigua Roma—, como también su mitología, fueron las primeras en formar parte de la sociedad hispanorromana; asimismo, las rutinas diarias de los habitantes, las ciudades, los oficios, la economía, sus necesidades y sus beneficios. La religión y la indumentaria también jugaron un papel importante. La cultura fue el primer síntoma de la romanización que dio lugar a la latinización por todo el territorio conquistado ya que era el único modo de poder entender a todo el mundo. No obstante, las zonas menos romanizadas continuaban usando su idioma prerromano. La educación constaba de tres etapas. Había ya escuela pública y privada. Los maestros vinieron en un principio de Roma, pero más tarde gentes hispanas fueron aprendiendo el oficio. No obstante, los métodos de enseñanza pésimos provocaron una alta tasa de analfabetismo. En la primera etapa se enseñaba a leer y a escribir tanto latín como griego. En la segunda aprendían el Trivium (Gramática, retórica y dialéctica) y el Quadrivium (Aritmética, geometría, música y astronomía). La tercera etapa era convertirse en un profesor de cualquier materia de la segunda etapa. Uno de los vestigios de la cultura romana que tenemos son los restos de las bibliotecas que, tomando como modelo la de Alejandría, surgieron en casi todos los núcleos importantes del Imperio. Los hispanorromanos eran amantes del pescado. Por ello era muy preciado el garum, una mezcla hispana que se realizaba con tripas, despojos, espinas y sangre. La sal también era un alimento imprescindible y en la península estaban las más importantes industrias salinas. Los alimentos que se salaban eran muy numerosos. El cereal era la comida importante para la gente menos pudiente. La comida más importante del día era la cena. Se realizaban en los triclinios, no tenían tenedores ya que comían con los dedos. Los banquetes se realizaban con danzas, conversaciones, discursos y otros festejos. Como bebida consumían vino mezclado con agua o con miel. Cuando se sentían mal por la gran cantidad de comida ingerida se les permitía vomitar para que continuaran comiendo. Los más pobres también realizaban comidas en común en las tabernas o en las cofradías. Los hispanos sólo elegían a sus representantes municipales. Para poder presentarse a los comicios había que cumplir una serie de requisitos: ser hombre libre, tener una edad mínima de unos 25 años, haber cubierto los anteriores escalafones de la carrera honorífica y no haber incurrido en ninguna de las causas de inhabilitación. También había que poseer una fortuna personal ya que debían de responder con su dinero a los problemas económicos que surgieran durante su mandato. Tenían unos 27 días de campaña electoral. Los gobernadores municipales eran seis: dos duunviros, dos ediles y dos cuestores.

Conversión al Cristianismo

Tradiciones apostólicas

Son innumerables las tradiciones, más o menos legendarias, algunas recogidas por autores antiguos (San Clemente Romano, San Jerónimo, San Ireneo, Orígenes, Tertuliano...) que remontan a fechas muy antiguas la llegada del cristianismo a unos u otros lugares de la Península Ibérica.[419]​ Actualmente se las considera poco más que leyendas sin base, cuyo propósito habría sido legitimar la iglesia hispana con una mayor proximidad apostólica, en un afán por mantener su independencia frente a Roma.[420]​ Las más importantes son:

  • La venida de Pablo de Tarso: La tradición recoge que Pablo desembarcó en Tarragona, y algunas fuentes recogen el nombre de los primeros conversos, dos mujeres: Xantipa, mujer del prefecto Probo, y la de su hermana Polixena. Las fuentes que refieren estos hechos han sido criticadas desde antiguo por los historiadores, como Marcelino Menéndez y Pelayo, que indica a Simón Metafraste (autor de poca fe), y el Menologio griego.[421]​ La persistencia de las referencias parece estar sustentada por la epístola a los romanos (año 58), donde Pablo comenta su deseo de ir a Hispania. Dado el prestigio del texto, muchos autores cristianos primitivos lo citan o glosan, añadiendo información de imposible comprobación (San Cirilo de Jerusalén, San Epifanio, San Jerónimo, San Juan Crisóstomo, Teodoreto y San Clemente de Roma en Canon Muratorio y Acta Pauli-).[422]​ No obstante, algunos autores indican que, en el caso de haberse producido, se limitó a un contacto con las comunidades judías.[423]

El origen africano

Aun aceptando la venida de Pablo, la expansión del cristianismo primitivo en Hispania tiene estrechas relaciones con los soldados de la Legio VII Gemina y las comunidades cristianas de África, además de la influencia decisiva de la patrística oriental.[430]​ Su vehículo de expansión sería el elemento militar, a través de la Vía de la Plata y sus interconexiones con Gallaecia y Caesaraugusta. Se han encontrado varios rasgos de influencia africana en el cristianismo español primitivo: el análisis filológico de los primeros documentos de la Iglesia (como las actas del Concilio de Elvira -Iliberis-); la arquitectura de las primeras basílicas; el elemento militar y origen africano de los primeros mártires hispanos; e incluso características de la propia liturgia.[431]

Los testimonios más antiguos de la presencia del cristianismo en Hispania son los de Ireneo de Lyon, Tertuliano y la Carta LXVII de San Cipriano, obispo de Cartago (254, en plena persecución de Decio), en la que condenaba a los obispos libeláticos Basílides de Mérida y Marcial de Astorga.[432]

Sea como fuere, de lo temprano y extenso de la cristianización, sobre todo en zonas urbanas, fueron muestra los mártires de las persecuciones de finales del siglo III y comienzos del siglo IV, como los Santos Niños Justo y Pastor, en Complutum (Alcalá de Henares) o Santa Justa y Santa Rufina en Sevilla; y concilios como el ya citado de Ilíberis (de fecha incierta, entre el 300 y el 324, en el primer caso sería anterior a la persecución de Diocleciano y en el segundo, posterior al Edicto de Milán de Constantino). En sus 81 cánones, todos disciplinares, se encuentra la ley eclesiástica más antigua concerniente al celibato del clero, la institución de las vírgenes consagradas (virgines Deo sacratae), referencias al uso de imágenes (de interpretación discutida), a las relaciones con paganos, judíos y herejes, etc.[433]​ Posiblemente el primer martirio con constancia documental ocurrió el 21 de enero del año 259 en el anfiteatro de Tarraco (Tarragona), donde fueron quemados vivos el obispo Fructuoso, y los diáconos Augurio y Eulogio (persecución de Valeriano y Galieno).[434]

Los cristianos hispanos tuvieron oportunidad de llegar a puestos de responsabilidad en la iglesia romana: la tradición citada por San Agustín[435]​ sitúa en Huesca el lugar de nacimiento de San Lorenzo mártir (diácono romano muerto en 258); incluso un texto de San Donato lo sitúa en Valencia, a donde habría hecho llegar el Santo Grial por orden del papa Sixto II.[436]

Triunfo del Cristianismo y decadencia del Imperio

La instauración del cristianismo como religión oficial del Imperio con Teodosio, emperador de origen hispano, hizo que se extendiera en perjuicio de los cultos "paganos" como pasaron a denominarse. La cristianización de los templos, espacios sagrados y festividades de cultos anteriores produjo un sincretismo en el que pervivieron ritos y divinidades precristianas, sobre todo en la religiosidad popular, que a veces han podido rastrearse.

La crisis del siglo III produjo una ruralización de la sociedad y una retracción de las instituciones romanas urbanas, cuyo espacio es ocupado en buena medida por la institución episcopal. La atracción por la vida monástica en el campo tampoco es ajena de los intereses económicos de los latifundios y del emergente modo de producción feudal que sustituye al esclavista, sobre todo en el periodo siguiente a las invasiones. A partir de esos momentos, en medio de la descomposición del Imperio, se produjo la llegada a Hispania de distintas versiones del cristianismo: el arrianismo de suevos y visigodos y la aportación de una influencia migratoria de acceso más pacífico que llegó por una ruta tan insospechada como la atlántica (diócesis de Britonia, creada entre Asturias y Galicia por cristianos de Bretaña).

Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium;

Et in unum Dominum, Iesum Christum, filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula; Deum de Deo, Lumen de Lumine, Deum verum de Deo vero, genitum non factum, consubstantialem Patri, per quem omnia facta sunt

Symbolum Nicaenum, Credo definido en el Concilio de Nicea, presidido por Osio de Córdoba.

Entre la élite intelectual de la época final del Imperio, algunos hispanorromanos se cuentan entre los clásicos cristianos, como Osio (polemista contra Arrio y autor del Credo del Primer Concilio de Nicea, que presidió en 325) o Paulo Orosio (historiador agustinista y polemista contra Prisciliano). Este mismo Prisciliano, opuesto al papa Dámaso I (de origen hispano), abre la larga lista de heterodoxos españoles que estudió Marcelino Menéndez y Pelayo, como heresiarca del priscilianismo, condenado por los Concilios de Zaragoza (380) y de Burdeos, y posteriormente ejecutado (385), tras soportar uno de los primeros procesos con tortura, que puede considerarse precedente de la inquisición medieval.

Romanización de la Hispania

Teatro romano en Mérida, claro ejemplo del impacto de la romanización en Hispania.[437]​ La romanización no únicamente estaba relacionado con la lengua de los indígenas hispánicos, sino también con sus creencias, su forma de gobierno e incluso con su forma de negocios.[438]

Se entiende por romanización de Hispania el proceso por el que la cultura romana se implantó en la Península Ibérica durante el periodo de dominio romano sobre ésta.[439]​ Los historiadores opinan que en ningún lugar como en España se fomentó la romanización de una forma tan energética.[440]​ Las causas de este proceso fueron la presencia del ejército romano en la Península; la creación, desde la época de los Escipiones, de centro itálicos y de colonias después; la concesión del derecho de ciudadanía; la administración implantada por Roma; la construcción de vías; el uso del latín como lengua oficial, primero, hablado sólo y exclusivamente por el ejército y después por las clases cultas; el comercio; la presencia de tropas hispanas en los ejércitos romanos y el influjo sobre los indígenas de las grandes personalidades que estuvieron en la Península.[441]​ La romanización de Hispania, según Martínez Santa-Oallla, fue un proceso dinámico que se realizó durante la existencia del Imperio y tras su caída.[442]​ La romanización comenzó por signos exteriores, como fue el vivir a la manera de los romanos y el olvidar el propio idioma, a lo que siguió el obtener el derecho y convertirse en ciudadanos romanos.[443][444][445]​ La romanización llevó consigo la desaparición de la vida de tipo indígena, es decir, el cambio de estructura política, social y económica.[446]

Mommsen considera que el único medio eficaz para pacificar y civilizar los pueblos primitivos de Hispania era la colonización latina en gran escala; pero al principio de la conquista, la colonización latina se llevó fuera de Italia.[447]​ No se puede considerar este aspecto de la romanización de Hispania como un bloque unitario, ya que la influencia romana fue recorriendo progresivamente la Península en un prolongado periodo de dos siglos.[448]​ Además, los pueblos prerromanos tenían un carácter muy diferente según su localización geográfica. Así, las zonas previamente bajo influencia griega fueron fácilmente asimiladas, mientras aquellos que se enfrentaron a la dominación romana tuvieron un periodo de asimilación cultural mucho más prolongado. En este proceso las culturas prerromanas perdieron su lengua y sus costumbres ancestrales, a excepción del idioma euskera, que sobrevivió en las laderas occidentales de los Pirineos donde la influencia romana no fue tan intensa.[449]​ La cultura romana se extendía conjuntamente con los intereses comerciales de Roma, demorándose en llegar a aquellos lugares de menor importancia estratégica para la economía del Imperio.[450]

La administración implantada por Roma, que en Hispania, debido a la explotación en gran escala a que fue sometida desde el primer momento de la conquista.[451]​ Sin embargo, otros pueblos peninsulares no resultaron tan predispuestos al abandono de sus respectivas culturas, especialmente en el interior, donde la cultura celtíbera estaba bien asentada. El principal motivo para este rechazo fue la resistencia armada que estos pueblos presentaron a lo largo de la conquista romana, con episodios como Numancia o la rebelión de Viriato.[452]​ Existía por lo tanto una fuerte predisposición al rechazo de las formas culturales romanas que perduraría hasta la conquista efectiva del territorio peninsular por las legiones de Augusto, ya en el año 19 a. C..[453]​ En cualquier caso, la cultura celtíbera no sobrevivió al impacto cultural una vez que Roma se asentó de forma definitiva en sus territorios, y el centro de Hispania pasaría a formar parte del entramado económico y humano del Imperio.[454]

Indudablemente, la civilización romana era mucho más refinada que la de los pobladores de la Hispania prerromana, lo cual favorecía su adopción por estos pueblos. Roma padecía además una fuerte tendencia al chovinismo que le hacía despreciar a las culturas foráneas, a las cuales denominaba en general «bárbaras», por lo que cualquier relación fluida con la metrópoli pasaba por imitar el modo de vida de ésta. Por otra parte, para la élite social del periodo anterior no resultó un sacrificio, sino más bien al contrario, convertirse en la nueva élite hispano-romana, pasando del austero modo de vida anterior a disfrutar de las «comodidades» de los servicios de las nuevas «urbis» y de la estabilidad política que el Imperio traía consigo. Estas élites ocuparon de paso los puestos de gobierno en las nuevas instituciones municipales, convirtiéndose en magistrados e incorporándose a los ejércitos romanos donde se podía medrar políticamente al tiempo que se progresaba en la carrera militar.[455]

Roma impulsó en Hispania la repoblación, repartiendo tierras entre las tropas licenciadas de las legiones que habían participado en la guerra contra Cartago.[456]​ También muchas familias procedentes de Italia se establecieron en Hispania con el fin de aprovechar las riquezas que ofrecía un nuevo y fértil territorio y de hecho, algunas de las ciudades hispanas poseían el estatus de «colonia», y sus habitantes tenían el derecho a la ciudadanía romana.[457]​ No en vano, tres emperadores romanos, Teodosio I, Trajano y Adriano, procedían de Hispania así como los autores Quintiliano, Marcial, Lucano y Séneca.[458]

Latinización de la Hispania

Uno de los aspectos más trascendentes de la romanización en España fue el de su latinización. Es decir, el proceso que trajo consigo la pérdida de los idiomas indígenas y la concomitante y paralla sustitución de éstos por el latín, del que más tarde derivarían las lenguas romances. La latinización de España comenzó desde la llegada de Roma en 218 a. C., y continuo hasta la conversión oficial de Hispania en parte del Imperio romano en 19 a. C., durante el gobierno de Augusto. El gran catálogo de Untermann sobre epigrafía ibérica pone de manifiesto que la escritura ibérica se siguió usando en muchos ámbitos: baste comprobar los grafitos marcados a punzón sobre cerámicas o bien los nombres de las ciudades escritos sobre monedas en ibérico o en latín de modo que, a veces se vuelve al uso del ibérico después de haber acuñado monedas con textos latinos. Los grafitos sobre esculturas del Cerro de los Santos y del santuario de Torreparedones presentan unas veces textos latinos y otras ibéricos. La latinización no fue igual en toda la Hispania, sino que en la Ulterior fue de forma más acelerada.[459]

Todavía a comienzos del siglo IV, se recomienda en un canon del Concilio de Elvira que los señores expliquen a sus dependientes el mensaje cristiano en su lengua nativa para que lo puedan entender. García y Bellido ha demostrado que la plena latinización de Hispania fue paralela a la cristianización. En época republicana, pues, los sectores de las oligarquías fueron los primeros en aprender el latín y, aun así, el bilingüismo debió ser habitual durante muchos años. La escuela de Sertorio en Osca cumplió una excelente función para acelerar la latinización de los celtíberos y lusitanos. Los contactos con los administradores romanos, la participación de hispanos en el ejército romano y el trato con los comerciantes itálicos sirvieron para la primera introducción del latín. La emigración itálica aceleró el proceso de latinización. Sin embargo, las fuentes marcan que existió un problema con las lenguas aborígenes peninsulares.[460]

Notas

«Entonces, cuando se estaba en medio del festín, para buscar ocasión de reyerta, empezaron a usar de expresiones del todo groseras, y fingiendo estar embriagados se propasaron a otras Insolencias para irritarle. Él entonces, o porque le incomodase aquel desorden o porque llegase a colegir su intento del precipitado modo de hablar y de la poca cuenta que contra la costumbre se hacía de su persona, mudó de postura y se reclinó en el asiento, como que no atendía ni oía lo que pasaba; pero habiendo tomado Perpena una taza llena de vino, y dejádola caer de las manos en el acto de estar bebiendo, se hizo gran ruido, que era la señal dada, y entonces Antonio, que estaba sentado al lado de Sertorio, le hirió con un puñal. Volvióse éste al golpe, y se fue a levantar, pero Antonio se arrojó sobre él y le cogió de ambas manos, con lo que, hiriéndole muchos a un tiempo, murió sin haberse podido defender».[461]


Fuentes

Referencias

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  145. Apiano. Iberia, 80.
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  160. Suetonio. Sertorio, XV.
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  299. Zósimo. II 53.3
  300. Zósimo. IV 3.1
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  302. a b c Blázquez. "La Hispania del Bajo Imperio, ¿Decadencia o Metamorfosis?", pág. 4
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  308. a b c Blázquez. "La Hispania del Bajo Imperio, ¿Decadencia o Metamorfosis?", pág. 8
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  344. a b Blázquez. “Historia económica de la Hispania romana”, pág. 144 Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «Blázquezero» está definido varias veces con contenidos diferentes
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  431. José María Blázquez (dir.) Historia Antigua de España, Madrid: Cátedra; del mismo autor, Posible origen africano del cristianismo español, en Antigua: Historia y arqueología de las civilizaciones, accesible en [9]
  432. José María Blázquez: La carta 67 de Cipriano y el cristianismo primitivo. También en Carmelo Arribas Pérez, op. cit..
  433. Enciclopedia Católica
  434. Entre 2008 y 2009 se celebrará en Tarragona un año jubilar con motivo del 1750 aniversario [http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=17771 1750 años de mártires. Benedicto XVI decreta año jubilar 2008-2009 en Tarragona]
  435. Sermo 302, de Sancto Laurent
  436. Manuscrito del siglo VI recientemente traducido por el religioso agustino Lorenzo Mateu y Sanz y divulgado por la periodista y lingüista Janice Bennet. Noticia del 8/11/2008, EP/EFE
  437. Polibio, X 129
  438. Polibio, XXI, 9
  439. Blázquez. “Causas de la romanización de Hispania”, pág. 2
  440. L. Pareti. Storia di Roma, IV, Turín, 1955. pág. 598.
  441. L. Pareti. Storia di Roma, IV, Turín, 1955. pág. 598-600
  442. J. Martínez Santa-Oallla. Esquema paletnológico de la Península hispánica. Madrid, 1946. Pág. 109.
  443. Tito Livio. XXVIII, 19.
  444. Apiano, Iberia. 37.
  445. Estrabón, III. 2, 15.
  446. Blázquez. “Causas de la romanización de Hispania”, pág. 3
  447. Mommsen. Historia de Roma. I, 752.
  448. Estrabón III 2, 5.
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  451. L. Homo. Las instituciones políticas romanas. México, 1958. Pág. 79.
  452. Apiano, Iberia, 68.
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  463. Lactancio (Inst. diu. VII,15)
  464. Sulpicio Severo (Chron. II, 3, 6)
  465. Jerónimo (Don. II, 140)
  466. Hidacio (Chron. XX).
  467. Ambrosio (Exp. in Lucam, 10, 10)

Bibliografía


Predecesor:
Prehistoria de la Península Ibérica
Periodos de la Historia de España
Hispania romana
Sucesor:
Hispania visigoda