Reino de Asturias

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Asturorum Regnum
Reino de Asturias
Cruz de la Victoria
(En detalle)
Lema regio Hoc signo tuetur pius. Hoc signo vincitur inimicus
En Latín: Con este signo se protege al pío. Con este signo se vence al enemigo.
Capitales Cangas de Onís, San Martín del Rey Aurelio, Pravia, Oviedo
Idiomas latín (oficial), protorromance asturiano en la zona nuclear del reino, vasco y protorromance castellano y galaicoportugués en las extremidades oriental y occidental de la monarquía. Posibles enclaves lingüísticos mozárabes en el valle del Duero y britónicos en el Norte de Galicia.
Forma de Gobierno monarquía electiva (718-842), monarquía hereditaria (842-925)
Monarca Rey de Asturias
Duración 718 - 925
Establecimiento Coronación de Pelayo como Príncipe de los Astures en el año 718
Disolución División del Reino por Alfonso III (año 910). Su hijo, Fruela II, reunificó los territorios, pero trasladó la capital definitivamente a León en el año 925.
Primer monarca Don Pelayo
Último monarca Fruela II de Asturias
Estado precedente Ninguno
Estado sucesor Reino de León
Este artículo trata del Reino de Asturias histórico (718-925). Para consultar información sobre la zona actual véase el artículo Principado de Asturias.

El Reino de Asturias fue la primera entidad política cristiana establecida en la península Ibérica después del colapso del Reino visigodo tras la muerte del rey Rodrigo en la Batalla de Guadalete y la subsiguiente Invasión musulmana. El reino duró desde el año 718 hsta el 925 cuando Fruela II accedió al trono del Reino de León.

El sustrato indígena del Reino de Asturias

Allí vivían dos pueblos muy poderosos, cántabros y astures, que no estaban sometidos a nuestro imperio

El reino asturiano tuvo como solar los territorios occidentales y centrales de la Cordillera Cantábrica, particularmente los Picos de Europa y el área central de Asturias, zonas donde tuvieron lugar los principales acontecimientos político-militares durante las primeras décadas de existencia del reino. Según las descripciones de Estrabón, Dión Casio y otros geógrafos grecorromanos dichas zonas estaban habitadas en los albores de la era cristiana por diferentes pueblos, entre los cuales se pueden citar los siguientes: vadinienses, que habitaban los Picos de Europa y cuyo área de asentamiento fue desplazándose lentamente hacia el sur durante los primeros siglos de nuestra era, tal y como testimonian numerosas estelas; los orgenomescos, que moraban en la costa oriental asturiana; los selinos, que como su propio nombre indica se distribuían por todo el valle del Sella (Salia); los lugones, cuyo territorio se extendía entre los ríos Sella y Nalón y cuya capital se situaba en Lucus Asturum (Lugo de Llanera); los astures propiamente dichos que habitaban la zona interior de Asturias situada entre los concejos actuales de Piloña y Cangas del Narcea; y los pésicos, que moraban en la zona costera de Asturias Occidental, entre la desembocadura del Navia y la actual ciudad de Gijón.

Imagen del lago del Valle (Somiedo). En ella se observan las conocidas cabanas de teito, no muy diferentes de las viviendas de los antiguos astures

Las informaciones que nos dan los geógrafos clásicos acerca de la filiación étnica de estos pueblos son confusas: Ptolomeo señala que los astures habitaban la zona central de la actual Asturias, la que se extiende entre los ríos Navia y Sella, situándose al oriente de este río la frontera con el territorio de los cántabros. Sin embargo, ya en el siglo IV la Cosmographia de Julio Honorio pone el nacimiento del Ebro en territorio de los astures (sub asturibus). En cualquier caso y dejando a un lado los detalles relativos a las fronteras entre las diferentes etnias cantábricas, el propio Estrabón señalaba en su Geographia que todos los pueblos del norte de España, desde los galaicos hasta los vascones, tenían una cultura y unas formas de vida similares.

De otra parte, existen testimonios que manifiestan que ni los lugones ni los pésicos se identificaban originariamente con los astures: así, en el Parroquial Suevo se distingue entre astures y pésicos, como si fueran dos tribus diferenciadas, y en una lápida encontrada en el concejo de Piloña -la piedra de los Ungones- se señala la frontera entre los lugones y los astures. Parece, pues, que no existía ninguna identidad supratribal que cohesionase a las tribus del futuro territorio asturiano.

Sin embargo esta situación comenzó a cambiar en el Bajo Imperio y en tiempos de las invasiones germánicas: la lucha primero contra los romanos y luego contra los vándalos asdingos y los visigodos fue forjando una identidad común entre los pueblos de la futura Asturias. A este respecto, diversas excavaciones arqueológicas han encontrado restos de fortificaciones en los alrededores del castro de la Carisa (concejo de Lena). Los expertos consideran que dicha línea defensiva, ubicada estratégicamente en la cuenca alta del río Caudal —vía de entrada natural a Asturias desde la Meseta—, prueba la existencia de una resistencia organizada en el seno de la cual forzosamente debieron cooperar todos los habitantes de Asturias central. En este sentido, dichos especialistas han descubierto en la Carisa dos niveles arqueológicos diferentes, uno de los cuales corresponde a las Guerras Cántabras y el segundo al periodo 675-725, en el que tuvieron lugar la expedición del rey visigodo Wamba contra los astures y la conquista de Asturias por Muza.

La identidad asturiana que progresivamente iba forjándose cristalizaría de una manera definitiva tras la coronación de Pelayo, la victoria en Covadonga y la subsiguiente consolidación del Reino de Asturias. En este sentido, la crónica Albeldense, al narrar patrióticamente los sucesos de Covadonga, afirma que tras esa batalla "Asturorum Regnum divina providentia exoritur" (nació por la divina providencia el Reino de los Astures).

Evolución histórica

Ocupación islámica y revuelta astur

Pelayo, vencedor en Covadonga y primer Rey de los Astures
Dice Isa ben Ahmad Al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim Al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo.
Crónica de Al Maqqari

En el transcurso de la conquista islámica de España, las principales ciudades y centros administrativos de la Península fueron cayendo en manos de las tropas musulmanas. El dominio de las regiones centrales y meridionales, como los valles del Guadalquivir o del Ebro presentó muy pocos problemas para los recién llegados, que se ayudaron de las estructuras administrativas visigodas existentes, de origen romano. Sin embargo, en las montañas del norte, los centros urbanos eran prácticamente inexistentes y la sumisión del país había de realizarse valle a valle. A menudo los musulmanes recurrían a tomar rehenes para asegurarse la pacificación del terreno recién conquistado.

Tras la primera incursión de Tarik que en el año 711 llegó hasta Toledo, el virrey yemení de Ifriqiya, Musa ibn Nusair, cruzó el año siguiente el Estrecho de Gibraltar y llevó a cabo una masiva operación de conquista que le llevaría capturar, entre otras, las ciudades de Mérida, Toledo, Zaragoza y Lérida. En la última fase de su campaña militar llegó hasta el noroeste de la Península donde logró apoderarse de las poblaciones de Lugo y Gijón. En esta última ciudad situó a un pequeño destacamento bereber al mando de un gobernador, Munuza, cuya misión debía consistir en consolidar el dominio musulmán sobre Asturias. Como garantía de la sumisión de la región algunos nobles, entre ellos Pelayo, fueron llevados como rehenes de Asturias a Córdoba.

Pero, según cuentan tanto la Crónica Rotense como la de Al-Maqqari, Pelayo logró fugarse de dicha ciudad durante el gobierno del valí Al Hurr (717-718) y a su vuelta a Asturias instigó una revuelta contra las autoridades musulmanas de Gijón. El caudillo de los astures -cuyo origen es discutido por los historiadores[1]​- tenía entonces su morada en Bres (concejo de Piloña) y a dicho lugar Munuza envió tropas al mando del general Al Qama. Tras recibir noticias de la llegada de los musulmanes, Pelayo y sus compañeros cruzaron apresuradamente el río Piloña y se dirigieron al monte Auseva, en una de cuyas cuevas, Covadonga, se refugiaron. Allí lograron emboscar al destacamento sarraceno, que fue aniquilado. La victoria -relativamente pequeña, pues en ella intervinieron apenas unos cuantos cientos de soldados bereberes- otorgó un gran prestigio a Pelayo y provocó una insurrección masiva de los astures. Munuza, viéndose entonces aislado en una región crecientemente hostil decidió huir de Gijón y dirigirse a la Meseta a través del Camín de la Mesa. Sin embargo fue interceptado y muerto por los astures en Olalíes (actual concejo de Grado).

Vista del yacimiento del monte Curiechos, en La Carisa

Recientemente, en el Picu Homón -junto al puerto de la Mesa- y en la Carisa (situada unos 15 kilómetros más al este, en el concejo de Lena, dominando los valles del Huerna y Pajares, que eran las dos vías de entrada a Asturias desde la Meseta), se han llevado a cabo excavaciones por un equipo de arqueólogos, que han encontrado fortificaciones que, según los datos proporcionados por el Carbono 14, datan de entre finales del siglo VII y principios del VIII: En estos lugares han sido encontradas atalayas y fosos de casi dos metros, en cuya construcción y vigilancia tuvieron que participar miles de soldados, lo que requería de un alto grado de organización y de un liderazgo firme, probablemente el del propio Pelayo[2]​. Por tal motivo, los especialistas consideran que es muy probable que la construcción de dicha línea defensiva tuviera como objetivo impedir la entrada de los musulmanes en Asturias a través de los puertos de la Mesa y Pajares[3]​.

Tras la victoria de Don Pelayo en la batalla de Covadonga (722) sobre los musulmanes, se establece una pequeña entidad territorial en las montañas asturianas que dará lugar más tarde al Reino de Asturias. El liderazgo de Pelayo no era comparable al de los reyes visigodos: de hecho los primeros reyes de Asturias se autotitulaban alternativamente princeps (príncipe) y rex (rey) y no es hasta la época de Alfonso II cuando este último título se consolida definitivamente. En este sentido el título de princeps tenía una gran tradición en los pueblos indígenas del norte de España y su uso se constata en la epigrafía cantábrica, en la que aparecen expresiones como princeps albionum[4]​ (en una inscripción hallada en el concejo de Coaña) y princeps cantabrorum[5]​ (sobre una lápida vadiniense del municipio de Cistierna, en León). En realidad, el reino de Asturias surgió como un caudillaje sobre los pueblos de la Cornisa Cantábrica que habían resistido tanto a los romanos como a los visigodos y que no estaban dispuestos a someterse a los dictados del Imperio Omeya. La influencia de los inmigrantes provenientes del sur, huidos de al-Ándalus, irá impregnando de goticismo al reino asturiano. Sin embargo, todavía a principios del siglo IX en el testamento de Alfonso II se renegaba de los visigodos culpándoles de la pérdida de Hispania. La crónicas en las que se basa el conocimiento de la época, escritas todas en tiempos de Alfonso III cuando la influencia ideológica goticista era ya importante, son la Sebastaniense, Albeldense y Rotense.

En la imagen el famoso Puente Romano de la localidad de Cangas de Onís, primera capital del Reino de Asturias

Durante las primeras décadas el control asturiano sobre las diferentes regiones del reino era aún bastante laxo, y por ello debía ser fortalecido continuamente a través de alianzas matrimoniales con otras familias poderosas del norte de la Península Ibérica: De este modo, Ermesinda, la hija de Pelayo, contrajo matrimonio con Alfonso, hijo de Pedro de Cantabria. Y los hijos de Alfonso, Fruela y Adosinda hicieron respectivamente lo propio con Munia, una vasca originaria de Álava, y Silo, un jefe local pésico del área de Flavionavia (Pravia).

Tras la muerte de Pelayo en el año 737, su hijo Favila o Fáfila es elegido monarca. A Fáfila, según las crónicas, lo mata un oso en una de las pruebas de valor normalmente exigidas a la nobleza de la época.

Expansión inicial

A Fáfila le sucede Alfonso I, que heredó el trono de Asturias gracias a su matrimonio con la hija de Pelayo, Ermesinda. Alfonso nació probablemente en Tritium Magallum (Tricio, La Rioja), donde tenía su sede su progenitor, Pedro, duque de Cantabria: La crónica Albeldese narra que Alfonso se desplazó desde tierras riojanas a Asturias para contraer matrimonio con Ermesinda. La muerte de Favila posibilitó su acceso al trono así como la llegada al poder de una la que llegaría a ser una de las familias más poderosas del Reino de Asturias: La Casa de Cantabria. Si bien en un principio únicamente Alfonso se desplazó a la corte de Cangas, lo cierto es que, tras la progresiva despoblación de la Meseta y del Valle Medio del Ebro, donde se situaban las principales plazas fuertes del Ducado de Cantabria como Amaya, Tricio o la Ciudad de Cantabria, los descendientes del duque Pedro se retiraron desde tierras riojanas hacia el área cantábrica y allí llegaron con el tiempo a hacerse con los destinos del Reino de Asturias.

Será Alfonso el que inicie la expansión territorial del pequeño reino cristiano desde su primer solar de los Picos de Europa avanzando hacia el oeste hasta Galicia y hacia el sur con continuas incursiones en el valle del Duero tomando ciudades y pueblos y llevando a sus habitantes hacia las zonas más seguras del norte. Esto provocará el despoblamiento estratégico de la meseta creando el Desierto del Duero como protección contra futuros ataques musulmanes.

Este despoblamiento, defendido por Claudio Sánchez-Albornoz, es puesto en duda hoy en día, por lo menos en lo que se refiere a su magnitud. Las principales ideas para refutarlo son por un lado la conservación de la toponimia menor en múltiples comarcas así como el hecho de que aún hoy en día existan grandes diferencias, tanto desde el punto de vista de la antropología biológica como desde la cultural, entre los habitantes de la zona cantábrica y los de la Meseta Central. Lo que sí es cierto es que en la primera mitad del siglo VIII tuvo lugar en el valle del Duero un proceso de ruralización que trajo consigo el abandono de la vida urbana y la organización de la población en pequeñas comunidades de pastores. Como causas de dicho proceso pueden citarse las siguientes: La quiebra definitiva del sistema de producción esclavista existente desde tiempos del Bajo Imperio, la propagación continuada de grandes epidemias en la zona, y por último el abandono de Al Ándalus por parte de las guarniciones bereberes tras la revuelta de los años 740 y 741. Todo ello posibilitó el surgimiento de un espacio poco poblado y sin organizar que aisló al reino asturiano de las acometidas musulmanas y le permitió afianzarse progresivamente.

Por lo demás, las campañas de los reyes Alfonso I y Fruela en valle del Duero no debían ser muy diferentes a las razzias que los astures realizaban por la misma zona en época prerromana: Inicialmente su expansión se lleva a cabo fundamentalmente a través del territorio cantábrico (desde Galicia hasta Vizcaya) y será necesario esperar hasta los reinados de Ordoño I y Alfonso III para que el Reino de Asturias tome posesión efectiva de los territorios situados al sur de la Cordillera.

Fruela I, hijo de Alfonso I, consolida y amplía los dominios de su padre. Es asesinado por su miembros de la nobleza vinculados a la casa de Cantabria. Le sucede Aurelio, descendiente de Pedro de Cantabria que instalará la corte en terrenos de lo que actualmente es el concejo de San Martín del Rey Aurelio entre los años 768 y 774. Al morir éste, le sucede Silo, que traslada la corte a Pravia. Silo estaba casado con Adosinda, una hermana de Alfonso I (por lo tanto, del linaje de Pelayo).

Afianzamiento

El Reino de Asturias en la Europa del año 814

Al morir el rey Silo es elegido rey el joven Alfonso (que más tarde sería Alfonso II de Asturias), pero Mauregato, hijo bastardo del rey Alfonso I, organiza una fuerte oposición y consigue que el nuevo rey se retire a tierras alavesas (su madre, Munia, era vascona) adjudicándose el trono asturiano. Este rey, pese a la mala fama que la historia le adjudica, mantuvo buenas relaciones con Beato de Liébana, quizás la figura cultural más importante del reino, y le apoyó en su lucha contra el adopcionismo. La leyenda dice que este rey era hijo bastardo de Alfonso I con una mora, y le atribuye el tributo de las cien doncellas. Le sucede Bermudo I, hermano de Aurelio. Se le llama el diácono, aunque probablemente solo recibiera votos menores.

Bermudo abdica tras una derrota militar, acabando su vida en un monasterio. Alfonso II el Casto vuelve a Asturias proclamándose rey, acabándose el período de relativa paz con los musulmanes de periodos anteriores. Durante su reinado realiza expediciones de castigo hacia el sur, llegando tan lejos como hasta Lisboa en 798, y en 825 vence también a los musulmanes en el Nalón. Fija la capital del reino en Oviedo y repuebla Galicia y zonas septentrionales de Castilla y León. Fue un reinado expuesto a ataques continuos de los musulmanes. Aún así, se expande, y aparece el prerrománico asturiano, dando lugar a joyas de la arquitectura medieval europea. Alfonso II instaura el culto jacobeo, y es la primera figura en el Camino de Santiago, que vincula a Asturias con Europa (especialmente con el reino de Carlomagno), teniendo como enemigo común a un Sur de cultura oriental. Alfonso II era de madre alavesa, con lo que ya se ve la vocación de atraer al reino asturiano a los vecinos vascones. En la batalla de Lutos (llodos en asturiano, ciénagas en castellano), se inflige una dura derrota a los árabes y bereberes que querían acabar con la creciente amenaza que suponía el ya reino. En 808, manda forjar la Cruz de los Ángeles. Este rey encarga al arquitecto Tioda la construcciones de varios edificios de carácter regio y religioso para embellecer Oviedo, de los cuales por desgracia pocos han sobrevivido, al edificarse encima en reinados posteriores.

Ermita de Santa María del Naranco, joya del arte ramirense

Los siguientes reyes, Ramiro I (hijo de Bermudo que se proclama rey tras una guerra civil) y Ordoño I, viven en un periodo de guerra continua contra los musulmanes. En tiempos de Ramiro I, se desarrolla el arte ramirense, el apogeo del prerrománico asturiano. Este rey libra la batalla de Clavijo, en la que, según la leyenda, el apóstol Santiago a lomos de un caballo blanco ayuda al ejército asturiano contra las tropas islámicas. En el año 844, una flota normanda aparecía frente a la costa de Gijón. No se sabe con certeza si desembarcaron allí, pero no fueron detenidos ya que prosiguieron hasta el lugar que las crónicas llamaban Faro de Brigantio (La Coruña), donde fueron rechazados, prosiguiendo la incursión según las crónicas hacia España (las crónicas asturianas llamaban España a al-Ándalus).

Ordoño repuebla Astorga, León, Tuy y Amaya. Establece relaciones estrechas con el reino de Navarra, ayudando posiblemente a la liberación del rey García Íñiguez secuestrado por los normandos. Dentro del proceso de vinculación con el valle del Ebro, establece alianzas con los Banu Qasi de Zaragoza, a los que también combate en ocasiones en sucesivas variaciones de alianzas. Ordoño también trata de ayudar, sin éxito, a los mozárabes toledanos en rebelión contra el emir cordobés. A su muerte, le sucede su hijo Alfonso III.

Apogeo y final

En amarillo, la extensión aproximada de los reinos de Asturias y Navarra a la muerte de Alfonso III

Alfonso III marca el momento cumbre de poderío del reino de Asturias. Establece relaciones muy estrechas con el Reino de Navarra, lucha y se alía repetidas veces con los Banu Qasi de Zaragoza y lucha al lado de los mozárabes de Toledo en su lucha contra el poder emiral.

Imagen de la cara anterior de la Cruz de la Victoria

En el año 908, un siglo después de que Alfonso II lo hiciera con la cruz de los Ángeles, manda forjar la Cruz de la Victoria, símbolo desde entonces de Asturias. Alfonso se casa con Jimena, noble navarra, posiblemente hija de García Iñíguez. Con el apoyo de los nobles gallegos, como Hermenegildo Gutiérrez, conquista el norte del actual Portugal. También se avanza por el Duero, conquistándose Zamora y Burgos. En el momento de apogeo, el reino asturiano ocupa todo el noroeste peninsular, desde Oporto hasta Álava.

García I, hijo de Alfonso III el Magno, después de su lucha contra su padre y sus hermanos Ordoño II y Fruela II, traslada la capital del reino a León, con lo que se crea un nuevo reino que aglutinará al asturiano, el Reino de León.

La articulación territorial del Reino de Asturias

La zona nuclear del reino: las Asturias y Liébana

Asturias fue el solar donde se forjó el primer estado cristiano de la Reconquista. En territorio asturiano se sitúan las cuatro capitales que sucesivamente tuvo el reino (Cangas de Onís, Pravia, San Martín del Rey Aurelio y Oviedo) así como las principales muestras del arte prerrománico asturiano.

La Crónica Rotense, al mencionar las campañas de Alfonso I, dice que "en este tiempo se poblaron las Asturias, Primorias, Liébana, Transmiera, Sopuerta, Carranza, Bardulia, que ahora llaman Castilla y la parte marítima de Galicia"[6]​. Se describen en esta cita las diferentes entidades regionales y comarcales existentes en territorio cantábrico.

En principio, y tal y como se deduce del testamento de Alfonso II[7]​ (año 842), el reino original de Pelayo se extendía entre los ríos Eo y Miera, por los que territorios que más tarde se conocerían con los nombres de Asturias de Oviedo y Asturias de Santillana. Sin embargo, los sucesores de Pelayo fueron progresivamente extendiendo sus dominios, engullendo territorios como Trasmiera o El Bierzo que, no obstante, conservaron su autonomía bajo la forma de ducados o condados regidos por comtes vinculados a la aristocracia local, como Rodrigo de Castilla o Gatón del Bierzo.

Al este del río Miera se situaban las comarcas de Trasmiera, Sopuerta y Carranza. Estos dos últimos territorios fueron anexionados a Vizcaya (1285) y posteriormente al País Vasco (1979), pero aún hoy siguen conservando buena parte de su cultura montañesa original[8]​: El habla tradicional de Encartaciones presenta rasgos asturleoneses[9]​ y la mitología tradicional encartada incluye referencias a criaturas como el Ojáncano o el Trenti que tan familiares son en el folclore de La Montaña.

El Desierto del Duero, la ciudad de León y el antiguo Ducado Asturiense

Tras la conquista islámica de España, el territorio de la Submeseta norte comenzó a experimentar un proceso de despoblamiento que se vería agudizado por la rebelión beréber de los años 740 y 741 y la pertinaz sequía que afectó a dicha área durante las décadas centrales del siglo VIII. El resultado es que la Cuenca del Duero se convirtió en un territorio de nadie habitado tan sólo por pequeñas comunidades de pastores y agricultores organizados a nivel de aldea, en torno a un señor o un monasterio local.

Ha habido cierta discusión en la historiografía española en torno al despoblamiento del Valle del Duero. Algunos autores, como Sánchez Albornoz, afirman que dicha despoblación fue total, y más aún, fue buscada por los reyes asturianos para de esta manera aislarse estratégicamente del emirato de Córdoba y dificultar la entrada de las aceifas musulmanas en Asturias. Otros autores, como Abilio Barbero y Marcelo Vigil, consideran que, antes que una despoblación, lo que se produjo fue una desorganización política y económica del territorio que, lejos de haber comenzado en el siglo VIII, hunde sus raíces en la crisis del latifundismo tardorromano y el sistema esclavista. Además, etnólogos como Julio Caro Baroja han llamado la atención en el hecho de que hay enormes diferencias entre las culturas cantábricas (gallega, asturiana...) y las de la Meseta (como la castellana).

La zona occidental de la Sumeseta Norte, aquella que corresponde a los valles del Esla, el Órbigo y el Sil, estaba poblada en tiempos prerromanos por tribus como los astures o los vacceos. Tras la conquista romana, dichos territorios fueron incorporados al Conventus Asturiensis, que tras la división provincial de Caracalla fue agregado a la provincia de Gallaecia. En el periodo visigodo, el área pasó a formar parte del Ducado de Asturia (o Ducado Asturiense), cuyas principales ciudades eran Astorga (Asturica Augusta, capital de los astures cismontanos) y León (Legio VIII, fundada por los romanos tras las Guerras Cántabras).

Desde la segunda mitad del siglo VIII estas regiones pasaron a ser progresivamente absorbidas por el Reino de Asturias. Sin embargo, dicha absorción se realizó de diferentes maneras, según el territorio. Así, de un lado, parece que las regiones de la montaña leonesa, el Bierzo y la Maragatería conservaron toda su personalidad étnica: De este modo, parece que los territorios de Valdeón, Laciana y Babia pertenecieron a la monarquía asturiana desde tiempos de Don Pelayo. Asimismo, se constata la existencia de un condado del Bierzo desde tiempos del rey Alfonso II, y es muy probable que sea bastante anterior al reinado de este monarca. Por otro lado, los estudios etnográficos que se han realizado sobre el pueblo maragato, revelan un posible origen astur, que fue expresado de una manera bastante poética por el folklorista asturiano Constantino Cabal [10]​. En todas estas comarcas, se han preservado hasta la actualidad modalidades lingüísticas asturleonesas y rasgos culturales que son muy próximos a los asturianos. Sin embargo, la colonización del Páramo leonés, Coyanza y Tierra de Campos tuvo un fuerte componente mozárabe: Por todas estas comarcas abundan formas toponímicas correspondientes a dicha lengua, en las que predominan los sufijos "-el" y "-iel", en lugar del asturleonés "-iellu". Aún hoy es posible discernir el contraste cultural entre estas dos áreas de la provincia de León.

En cualquier caso, lo cierto es que la ciudad de León se convirtió en el principal bastión asturiano en la Meseta Central, llegando, tras la muerte del rey Alfonso III, a asumir la capitalidad del Reino, que pasó a denominarse Reino de León. Otro hito en la avance asturiano hacia el Sur lo constituyó la fortificación y repoblación de Zamora, verdadera guardiana del río Duero y que por su importancia llegó a ser calificada por algunos historiadores árabes como capital de los gallegos[11]​. La expansión leonesa se articularía durante los siglos siguientes en torno a la antigua calzada romana que unía Asturica con Emerita Augusta y que daría lugar con posterioridad a la Ruta de la Plata.

Las marcas occidentales: Galicia y el Condado Portucalense

La vinculación entre el norte de Galicia y Asturias se constata ya en el Parroquial Suevo, documento del siglo VI donde se habla de la sede obispal de Britonia, que se extendía por territorios de la provincia de Lugo y de Asturias.

En el transcurso de la conquista musulmana de España los musulmanes conquistaron Tuy, y establecieron allí un señorío que tenía por base el valle bajo del Río Miño. La rebelión bereber de los años 740 y 741 trajo como consecuencia el abandono por parte de las guarniciones bereberes de todas sus posiciones al norte de la Sierra de Gredos. De este modo el sur de Galicia se vio libre del dominio musulmán, aunque sufrió un proceso de despoblación similar al del Valle del Duero que llevó al abandono de todo tipo de vida urbana.

Por el contrario, el norte de Galicia fue incorporado al naciente reino asturiano por el rey Alfonso I, que instaló en la ciudad de Lugo al obispo Odoario. La débil posición asturiana tuvo que ser consolidada por su sucesor, Fruela I, que aplastó una insurrección de los gallegos y derrotó en Pontuvia una expedición de castigo enviada por el emir de Córdoba Abderramán I. Décadas después, otra insurrección de los gallegos fue derrotada por el rey Silo en la batalla de Montecubeiro, cerca de Castroverde.

En cualquier caso, el descubrimiento en tiempos del rey Alfonso II del sepulcro del apóstol Santiago y el surgimiento del Camino que lleva su nombre aseguraron la integración espiritual de Galicia en el Reino de Asturias y posteriormente en los de León y Castilla.

La expansión hacia el Sur fue iniciada por Ordoño I, que repobló Tuy. En décadas posteriores Vímara Pérez, vasallo de Alfonso III, llegó hasta Oporto sentando las bases del Condado Portucalense que más tarde daría lugar a Portugal.

La frontera oriental: Ducado de Cantabria, Castilla y el alto valle del Ebro

Las zonas más orientales de la Submeseta Norte estaban pobladas a finales del siglo VIII por pequeñas comunidades rurales de muy diversos orígenes étnicos. La población indígena era descendiente de las diferentes tribus que poblaban el lugar en tiempos prerromanos, como los várdulos, vacceos, los turmogos y los celtíberos, y se dedicaba fundamentalmente a labores de pastoreo. Sobre esta población originaria se fue asentando una oleada migratoria procedente del área cantabro-pirenaica, que venía integrada fundamentalmente por clanes pertenecientes a dos pueblos diferentes: Los cántabros y los vascones.

La expansión más temprana es la de los cántabros. La Cantabria descrita por los geógrafos romanos se extendía casi exclusivamente por territorios de la Cordillera, pero sin embargo ya a partir del siglo II y probablemente fruto de la sedentarización de este pueblo, comienza su expansión por tierras de la Meseta, testimoniada arqueológicamente por infinidad de lápidas vadinienses que registran un intenso movimiento migratorio de los habitantes de la zona de los Picos de Europa hacia la zona de Cistierna (León). Sin embargo, la colonización más intensa fue la que se llevó a cabo en el valle alto-medio del río Ebro, en las actuales provincias de Burgos y La Rioja.

De este modo, de la lectura de la Crónica del Biclarense[12]​ (siglo VI), donde se describen las campañas del rey visigodo en tierras de los cántabros, se deduce que la Cantabria visigoda no coincidía con la descrita por los geógrafos romanos, sino que se extendía por las tierras de La Rioja y la Ribera Navarra. Se la describe como una región ubicada junto al territorio de los vascones, y cuya capital era una urbe que portaba el mismo nombre, la Ciudad de Cantabria, asentada unos kilómetros al sur de la actual ciudad de Logroño y cuyas ruinas son aún visibles. Dicha ciudad recibió las admoniciones de San Millán, que exhortó a sus habitantes a la conversión, sino querían ser destruidos por las fuerzas del mal. Una advertencia que no fue escuchada por los lugareños, que al año siguiente verían sus hogares destruidos por las tropas del rey arriano Leovigildo[13]​. Más tarde, este lugar fue sede del Ducado de Cantabria, creado por Ervigio a finales del siglo VI, y que tenía como objetivo pacificar a los cántabros y contener la expansión vasca. Se conoce el nombre de uno de sus duques, Pedro, que fue padre del rey asturiano Alfonso I y también algunas de sus instituciones, pues la Vida de San Millán, escrita por San Braulio, cita la existencia de un Senado de Cantabria que tenía su sede en la ciudad homónima.

Todavía en el siglo XI el obispo de Astorga, Sampiro, denomina a Sancho III el Mayor de Navarra como Rex Cantabriensis, y ya en el reinado de García IV un noble navarro, Fortún Ochoiz, recibe el título de señor de Cameros, señor de la Val de Arnero y Señor de Cantabria.

La expansión vasca tuvo lugar a principios de la Reconquista. La toponimia demuestra que la lengua éuskara fue hablada en buena parte de La Rioja y de Burgos y en las Glosas Emilianenses se conservan algunas frases en vasco que fueron anotadas probablemente por monjes hablantes nativos de esta lengua. De hecho, la lengua castellana ha heredado de la vasca su sistema fonológico y buena parte de su antroponimia (García, Sancho, Jimeno) e incluso en el poema del Mio Cid y en las obras de Gonzalo de Berceo[14]​ algunos de sus personajes emplean expresiones vascuences.

En cualquier caso, la zona comenzó a caer bajo la órbita de los reyes de Asturias a partir de Ordoño I y Alfonso III, que con ayuda de sus vasallos Rodrigo y Diego Rodríguez Porcelos repoblaron la Peña de Amaya y fundaron la ciudad de Burgos.

Plano arqueológico de Peña Amaya. El pueblo y el castillo son de origen medieval, y en ellos pasó probablemente largas temporadas Rodrigo, el primer Conde de Castilla

Los primeros avances significativos desde la Cordillera Cantábrica hacia la Meseta fueron protagonizados por los foramontanos, nombre con el que se designa a los colonos que abandonaban los territorios montañosos del Norte y se dirigían hacia el Sur a colonizar el llano: Unas veces la colonización se llevaba a cabo por iniciativa de de la pequeña nobleza y los monasterios, y en otras ocasiones eran amplios grupos de parentela los que migraban a la Meseta, en un movimiento no muy diferente al que los vadinienses realizaron en los primeros siglos de nuestra era. Durante el reinado de Alfonso II fueron ocupadas la zona de Campoo, el territorio de las fuentes del Ebro así como las zonas más septentrionales de la Cuenca del Duero. Era éste un territorio difícil de colonizar, puesto que el flanco oriental del reino era con difernecia el más desprotegido: Las aceifas que se dirigían a Galicia y León habían de atravesar el Desierto del Duero, un lugar poco propicio para el aprovisionamiento de las tropas, y por ello sus bases se situaban en Toledo, Coria, Talamanca y Coimbra, poblaciones que se situaban a más de 400 kilómetros de sus objetivos. Sin embargo, la zona de la Rioja estaba relativamente poblada, se encontraba en manos de una poderosa familia de señores locales, los Banu Qasi, y estaba atravesada por una calzada romana que pasaba por Amaya y llegaba hasta Astorga. Esta misma carretera había sido utilizada por Leovigildo durante sus campañas contra los cántabros en el año 574 y por Muza, durante su extensa operación de conquista llevada a cabo en los años 712-714.

El rey Ramiro I realizó un intento de colonización y fortificación de la ciudad de León, aunque este intento fue desbaratado por una aceifa musulmana. Sin embargo, su sucesor, Ordoño, aprovechó el creciente poderío militar astur así como los problemas internos del Emirato para establecer y fortificar plazas estratégicas en la Cuenca del Duero. Rodrigo, primer conde de Castilla por Ordoño I repobló la Peña de Amaya, con lo que aseguró la presencia asturiana en la margen derecha del río Ebro.

Su sucesor, Diego Rodríguez Porcelos, procedió ya en tiempos de Alfonso III a una política aún más expansiva: Se fija la frontera oriental del condado en el río Arlanzón y los Montes de Oca[15]​. Se funda Burgos y se arrebatan a los musulmanes algunas de sus fortalezas fronterizas, como Pancorbo, que servían de base para las aceifas con las que los emires de Córdoba asolaban estas comarcas. Para proteger la frontera oriental del Reino de Asturias tuvieron que construirse multitud de castillos que pronto darían nombre a la región: Castilla[16]​.

En las décadas siguientes a la muerte de Diego Porcelos, otros nobles como Vela Jiménez, conde de Álava, o Nuño Núñez, conde de Castilla, continuarán con el avance asturiano hacia el Sur, que alcanzará el valle del Duero a principios del siglo X. Se procederá a la ocupación de la ciudad de Osma y a la penetración hacia la zona de Sepúlveda. Todas estas tierras, pertenecientes al Valle alto del río Duero, estuvieron habitadas por los celtíberos y los arévacos, y en ellas se enclavaban poblaciones de abolengo como Numantia (destruida por las tropas de Escipión), y Uxama (Osma), que según todos los indicios siguió poblada aún después de la conquista islámica. La carta de Beato a Eterio, obispo de Osma, demuestra que a finales del siglo VIII dicha ciudad seguía conservando incluso su sede obispal. El filólogo español Rafael Lapesa, expone en su obra Las lenguas circunvecinas del castellano, su tesis de que el castellano hablado en Soria así como en la zona de Montes de Oca, tenía un sustrato mozárabe, lo que parecería dar argumentos a los que afirman que hubo una continuidad demográfica y cultural en determinadas zonas de la Cuenca de Duero.

Los territorios de los vascones

A principios de la era cristiana, los territorios de la depresión vasca estaban poblados fundamentalmente por tres pueblos diferentes: Los várdulos, los caristios y los autrigones. Algunos autores, como el lingüista Koldo Mitxelena, consideran que dichos pueblos hablaban una lengua antepasada del vasco actual.

Por el contrario, otros historiadores y filólogos como Claudio Sánchez Albornoz o Jürgen Untermann, consideran que la depresión vasca (los antiguos saltus y ager vasconum) fue colonizada tardíamente en los siglos V y VI por gentes procedentes de Aquitania. En este sentido, se ha resaltado el hecho de que tanto el ager como el saltus vasconum estaban profundamente romanizados, y se ha preservado hasta nuestros días toponimia indoeuropea no vasca (Deva, Durango), en las actuales provincias vascas. La ya citada expansión del euskara en la Edad Media, así como la inexistencia de epigrafía protovasca fuera del territorio aquitano, parecerían ser argumentos de peso en tal sentido (como dato curioso, las únicas cecas encontradas en Navarra, las de Barscunes, están acuñadas en lengua ibérica). Si bien es cierto que en el yacimiento de Iruña-Veleia se han encontrado inscripciones en lengua vasca, lo cierto es que éstas son relativamente tardías, de los siglos III a V, y según algunos autores no invalidarían la tesis de la vasconización tardía de la depresión vasca, sino que simplemente lo adelantarían dos o tres siglos más atrás.

Vista de Cellorigo, donde se encontraba la fortaleza inexpugnable del conde de Álava, Vela Jiménez.

En cualquier caso, lo cierto es que la lengua vasca nunca sobrepasó el límite del río Nervión en la época de la Monarquía Asturiana. En ese momento, los vascones de los territorios más occidentales, cayeron en la órbita asturiana durante los reinados de los reyes Alfonso I y Fruela. El segundo casó con una alavesa, Munia, que le daría un hijo, el futuro rey Alfonso II. Durante el reinado de Mauregato, el joven príncipe Alfonso hubo de refugiarse con sus parientes maternos en la zona de Álava hasta que al fin, tras la muerte de Bermudo I, pudo acceder definitivamente al trono asturiano. La constitución del Condado de Álava se remonta a la rebelión del conde Eglyón contra el rey Alfonso III. Tras sofocar la rebelión, el monarca nombró a un noble leal a su causa, Vela Jiménez, como Conde de Álava. Tuvo este magnate una importancia fundamental en la repoblación y la fortificación de Castilla, especialmente en la defensa de Cellorigo en el año 882 contra las tropas de Almundir de Córdoba. El Condado de Álava se extendía por todos los territorios de la provincia homónima[17]​ con excepción de la Tierra de Ayala, que no se integró en el territorio hasta el siglo XV, y muy posiblemente del valle de Aramayona. Por otro lado, incluía los territorios fronterizos de las actuales provincias de Burgos y la Rioja. Este condado subsistió como entidad independiente hasta la muerte de Álvaro Herrameliz, tras la cual, Álava pasó a formar parte de los dominios de Fernán González.

El cronista vizcaíno Lope García de Salazar sitúa en sus obras "Crónicas de Vizcaya" (del año 1454) y "Bienandanzas e fortunas" (1471) el nacimiento del señorío de Vizcaya en esta época. Se menciona en ellas la existencia de un héroe fundador, Jaun Zuría, de tez blanca y cabellos rubios que creó el señorío tras su victoria sobre las tropas asturianas en la legendaria Batalla de Arrigorriaga (año 840). Sin embargo, la falta de documentación al respecto hace que todas estas cuestiones queden en un terreno especulativo: Lo único que constatan las crónicas contemporáneas es que Alfonso III hizo frente exitosamente a una rebelión de los vascones.

Cultura y sociedad

El reino tenía una economía de subsistencia puramente agrícola y ganadera, eminentemente rural, con Oviedo como único núcleo urbano en la actual Asturias. Sin embargo, había una serie de ciudades importantes en las demás partes del reino, como Braga, Lugo, Astorga, León, Zamora. La sociedad, de tipo igualitario en un primer momento, se va feudalizando progresivamente, sobre todo con la llegada de población mozárabe de cultura visigoda. Paradójicamente, esta población va cristianizando el reino, que inicialmente se asentaba en una zona con muchos elementos culturales paganos (la iglesia de Santa Cruz, en Cangas de Onís, primer vestigio arquitectónico, se construye sobre un dólmen).

Pese a que tradicionalmete se consideró que la actividad cultural era muy escasa, el trabajo de Beato, el acróstico dedicado a Silo, las construcciones prerrománicas, etc, hacen que este punto de vista este cambiando.

La organización territorial estaba ligada a comtes, que estaban al mando de las partes más alejadas, estando el núcleo inicial astur bajo mandato directo del rey. La estructura de la corte, el oficio palatino, era mucho más simple que el de los visigodos.

Arte asturiano

Los monumentos de arte prerrománico en Asturias son exponentes de la pequeña civilización que estaba forjándose en el área cantábrica. En este sentido, el arte asturiano es, junto con el catalán, uno de los dos principales exponentes del prerrománico en España. Si bien en este último las influencias lombardas son evidentes, en el arte prerrománico asturiano se deja sentir sobre todo el influjo carolingio.

Imagen de San Salvador de Valdediós. La frondosa naturaleza y la lejanía del mundo de los hombres hacían de los valles asturianos un lugar ideal para el recogimiento, la oración, y el encuentro con lo divino. La proliferación de topónimos como Valdediós o Ribeira Sacra hace referencia a aquellos tiempos en que comarcas enteras fueron colonizadas por monasterios.

Sin embargo, a pesar de que tradicionalmente se han venido subrayando los vínculos entre el estilo asturiano y el visigótico, algunos autores no dejan de señalar el hecho de que probablemente buena parte de sus características deriven del arte romano y paleocristiano del que existen algunos exponentes en territorio asturiano. También hay ciertas influencias autóctonas, puramente astures, y en este sentido en algunos monumentos prerrománicos, como San Miguel de Lillo, pueden observarse medallones en los que aparecen grabados motivos paganos como la hexapétala o la espiral solar, que aún hoy se siguen empleando para decorar los hórreos asturianos.

El arte prerrománico asturiano puede estructurarse en los siguientres periodos: Prerramirense (mediados del siglo VIII-842), en el que se insertan tanto las iglesias construidas por el rey Silo en Pravia como los monumentos que construyó Alfonso II alrededor de su corte en Oviedo, entre los que destacaban la catedral prerrománica de San Salvador, que fue sustituida por la actual gótica (construida en el siglo XIV), el Palacio Real, que también fue derruido con posterioridad y del que tan sólo se conservan la capilla palatina (actual Cámara Santa) y algunas arquetas que hoy en día están integradas en la Iglesia de San Tirso; Ramirense, que recibe su nombre del rey Ramiro I, bajo cuyo reinado se construyeron los principales monumentos pertenecientes al arte asturiano, como Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo; Postrramirense, que abarca todas aquellas construcciones realizadas durante los reinados de Ordoño II y Alfonso III el Magno, como San Salvador de Valdediós.

Junto con todos estos logros en materia arquitectónica, en el Reino de Asturias se desarrolló una orfebrería refinada cuyos exponentes más renombrados lo constituyen la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas.

Religiosidad y espiritualidad en el Reino de Asturias

Restos de paganismo celta y megalítico

La Xana galana y fermosa
coronada con perles d'orbayu,
vestida con gales de mayu
y calzada de fueyes de rosa
Nel y Flor, Pin de Pría
||
Vini a to tierra pa val dosmil años
qu'antes pasiara'nriba les estrelles
y al topame na Ínsula 'nte 'straños
Dalgunos hebo que siguín mios güelles.
El Cuintu la Xana, Francisco González Prieto

Aunque los primeros testimonios cristianos de Asturias datan del siglo V [18]​ la verdadera progresión del cristianismo en Asturias sólo tuvo lugar a partir de mediados del siglo VI, cuando toda una serie de anacoretas, como Santo Toribio de Liébana y otros monjes pertenecientes a la orden de San Fructuoso de Braganza, se fueron asentando en territorios de la cordillera Cantábrica e iniciaron la predicación de la doctrina cristiana entre los lugareños.

La cristianización de Asturias avanzó de una manera muy lenta y puede decirse que jamás llegó a significar el olvido de las antiguas divinidades. Como en muchos otros lugares (aunque quizá aquí en mayor medida), pervivieron en las creencias populares coexistiendo sincréticamente con la nueva religión. En este sentido, San Martín de Braga reprendía de este modo en su obra De correctione rusticorum a los campesinos de la Gallaecia por su apego a los cultos paganos: "Muchos demonios de los expulsados del cielo presiden en el mar, en los ríos, en las fuentes o en las selvas y se hacen adorar de los ignorantes como dioses. A ellos hacen sacrificios: en el mar invocan a Neptuno; en los ríos, a las Lamias; en las fuentes, a las Ninfas; en las selvas, a las Dianas"[19]​.

El Río Deva, que en su día estuvo consagrado a la diosa pagana homónima

El folclorista asturiano Constantino Cabal fue el que sostuvo por vez primera la existencia de parentesco etimológico, hoy generalmente aceptado por los filólogos[20][21]​, entre el vocablo latino diana, que menciona la cita de San Martín de Braga, y el asturiano xana, que designa a la conocida criatura de la mitología asturiana:ello podría indicar una cierta continuidad entre la antigua religión astur y las creencias míticas existentes en la actualidad en las zonas rurales de Asturias. No en vano el arroyo que brota del santuario de Covadonga lleva aún hoy el nombre de la antigua diosa célta Deva, a cuyo culto estaba consagrado el lugar antes de su cristianización. Según otros autores[22]​, deva sería una palabra céltica e indoeuropea que significa simplemente diosa, por lo que sería posible que tras esta denominación se escondan otras divinidades femeninas como Navia o Briga. En todo caso, Deva era una advocación que, según la opinión de renombrados historiadores[23][24]​, etnólogos[25]​ y filólogos[26][27]​, gozaba de gran predicamento en época precristiana, tal y como testimonian topónimos como La Isla de Deva (en Castrillón) o el pozo del Güeyu la Deva (Gijón). De la primera se dice aún hoy que vienen las niñas que nacen en el territorio de dicho concejo. Del Güeyu la Deva, que sus aguas rojas no son más que la sangre de los moros derrotados en la batalla de Covadonga.

El tejo (texu) representa el vínculo de los asturianos paganos con la Tierra, los antepasados y la religión antigua.

En el valle medio del Sella, zona donde se asienta Cangas de Onís, existía un área dolménica que databa de época megalítica, probablemente del periodo 4.000 - 2.000 adC. En ella, particularmente en el dolmen de Santa Cruz, se realizaban los enterramientos rituales de los jefes tribales de la comarca. Dicha práctica pervivió tras las conquistas romana y visigótica, y lo hizo hasta tal punto que todavía en el siglo VIII el rey Favila fue enterrado allí, en el mismo lugar donde reposaban los restos de caudillos ancestrales. Aunque la propia monarquía asturiana patrocinó la cristianización del lugar (ordenando la edificación de una iglesia), lo cierto es que aún hoy existen tradiciones paganizantes que afirman que el dolmen de Santa Cruz está poblado por xanas y que la tierra que se extrae de su suelo tiene propiedades curativas.

Según la lápida encontrada en la tumba de Favila, el funeral del rey fue oficiado por un personaje llamado Asterio, al que se califica de vate, palabra latina que quiere decir "adivino, profeta", y que tiene cognados en las lenguas célticas, como el gaélico irlandés oaith, que hace referencia a aquellos bardos que realizaban profecías y adivinaciones (como el mago Suibhne, equivalente irlandés de Merlín). Esto es algo que contrasta con los textos cristianos más comunes, donde se suele designar a los sacerdotes con el término presbyterus (del griego Πρεσβυτερος, "hermano mayor"). En tal sentido, no está de más recordar que la cristianización de Asturias se llevó a cabo por vías no demasiado ortodoxas: el Parroquial Suevo atribuía a la sede de los bretones las parroquias existentes en el territorio asturiano, por lo que es probable que las primitivas formas de cristianismo existentes en Asturias no difirieran demasiado de las prácticas existentes entre las iglesias celtas de las islas Británicas, entre ellas la tonsura de sus monjes, que por sus reminiscencias paganas fue condenada por el IV Concilio de Toledo[28]​. Quedan hoy en día en Galicia numerosas leyendas pías relativas a religiosos que viajaron por mar hasta las costas del Paraíso, como por ejemplo San Amaro, Trezenzonio o Ero de Armenteira, que guardan enormes paralelismos con las historias de San Brandán el Navegante, San Maclovio de Gales o los imramma irlandeses. Por otro lado, lo cierto es que el paganismo influyó en las prácticas de la Iglesia Católica en Asturias: no era infrecuente que los sacerdotes participasen en los conjuros para impedir la llegada del Ñuberu a una determinada parroquia, y en la figura de los freros se conservan las últimos vestigios de la poesía mitológica[29]​ en la Asturias tradicional.

El proceso de cristianización fue fomentado por los reyes de Asturias, que a diferencia de los monarcas de la Inglaterra pagana (como Penda de Mercia), de la Irlanda gaélica (Conn el de las Cien Batallas) o la Sajonia del siglo VIII (el duque Witikindo), no cimentaron su poder sobre las tradiciones religiosas indígenas sino que tomaron sus mitos fundacionales de los textos de las Sagradas Escrituras cristianas (particularmente del Apocalipsis, y de los libros proféticos de Ezequiel y Daniel) y de los textos de los Padres de la Iglesia, como veremos en la sección siguiente.

Religiosidad cristiana: Milenarismo y culto jacobeo

Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas [...] y entonces veréis venir al Hijo del Hombre en una nube con gran poder y gloria.
Lc, 21:25-27

Durante los reinados de Silo y de Mauregato se sentaron las bases de la cultura del Reino de Asturias y de la España cristiana de la Alta Edad Media. En este periodo aparentemente anodino, en el que los reyes de Asturias se sometieron a los dictados de los emires cordobeses, vivió Beato de Liébana, que es probablemente la mayor figura intelectual del Reino de Asturias, y cuya obra dejó una huella imperecedera en la cultura cristiana de la Reconquista.

Mapa Mundi de Beato de Liébana. A diferencia de lo que sucede en la cartografía moderna, el mapa no se encara hacia el Norte sino hacia Oriente. Se dice por ello que está orientado (de ahí viene el término).

Beato se vio directamente involucrado en la querella adopcionista, en el seno de la cual combatió con fuerza a Elipando, obispo de Toledo. Los adopcionistas defendían que Jesucristo nació hombre y que sólo tras su muerte y resurrección fue adoptado por el Padre y adquirió la cualidad divina. El adopcionismo tenía raíces en el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo, y en el paganismo grecorromano, donde existían algunos ejemplos de héroes como Hércules que después de su muerte alcanzaron la apoteosis. No han de descartarse asimismo influencias musulmanas en el surgimiento del adopcionismo, pues Elipando fue impuesto en su cargo por las autoridades musulmanas, cuya religión negaba la divinidad de Jesús, al que se consideraba como un profeta pero no como al Hijo de Dios. Sin embargo, la herejía adopcionista fue combatida por Beato desde su monasterio de Santo Toribio de Liébana, al par que defendió la independencia de la iglesia asturiana frente a la toledana y estrechó lazos con Roma y el Imperio Carolingio: En este sentido, Beato fue apoyado en su lucha contra la iglesia toledana por el Papa así como por Alcuino de York, estudioso anglosajón afincado en Aquisgrán con el cual cultivó una gran amistad.

El Ángel de la Quinta Trompeta: "Y el quinto ángel tocó su trompeta, y vi estrellas caer del cielo hacia la tierra y a él le fueron entregadas las llaves del abismo" (Apocalipsis, 9.1)

La obra de mayor trascendencia creada por Beato fueron sus Comentarios al Apocalipsis, que fueron copiados en manuscritos en los siglos posteriores (denominados usualmente Beatos) y de los que el escritor italiano Umberto Eco ha llegado a decir: "Sus fastuosas imágenes han dado lugar al mayor acontecimiento iconográfico de la historia de la humanidad". Beato expone en ellos una interpretación personal del relato apocalíptico, a la que añade citas procedentes del Antiguo Testamento y de los Padres de la Iglesia, y todo ello acompañado por magistrales ilustraciones.

"La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución, y en su frente un nombre escrito -un misterio-: «La Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.»" (Apocalipsis, 17.4-5)
"Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas" (Apocalipsis, 12.1)
La apertura del Sexto Sello: "Y vi cómo se abría el sexto sello, y surgió un enorme terremoto, y el sol se volvió negro como la tela de cilicio, y la luna se volvió toda como de sangre" (Apocalipsis, 6,12)
"Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, dice el Señor Dios, el que Fue, el que Es y el que Será. El Todopoderoso" (Apocalipsis, 1.8)
"Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz»; y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios." (Apocalipsis, 19.11)

En los Comentarios se da una nueva interpretación a los símbolos del Apocalipsis: Babilonia ya no representa a la ciudad de Roma, sino a Córdoba, sede de los emires de Al Ándalus; la Bestia, antiguo símbolo del Imperio Romano, encarna ahora al invasor islámico que amenazaba con destruir la cristiandad occidental y que en esa época atribulaba con sus frecuentes razzias a los territorios del Reino de Asturias.

En el prólogo al segundo libro de esta obra se encuentra uno de los Mapa Mundi más conocidos de la cultura altomedieval europea. El objetivo de este mapa no es la representación geográfica del mundo sino el de servir como ilustración de la diáspora evangelizadora de los Apóstoles durante las primeras décadas del cristianismo. Beato se basó para confeccionarlo en los datos proporcionados por San Isidoro de Sevilla, Ptolomeo y las Sagradas Escrituras. El mundo se representa como un disco de tierra rodeado por el Océano y que se divide en tres partes: Asia (semicírculo superior), Europa (cuadrante inferior izquierdo) y África (cuadrante inferior derecho). El Mar Mediterráneo (Europa-África), el Río Nilo (África-Asia) y el Mar Egeo y el Bósforo (Europa-Asia) separaban a las masas continentales.

Beato estaba convencido de la llegada inminente llegada del Fin de los Tiempos, que vendrían precedidos por el reinado del Anticristo, cuyo imperio duraría 1290 años. Basándose en el esquema expuesto por San Agustín en su obra la Ciudad de Dios, el creador de los Comentarios consideraba que la historia del mundo se estructuraba en seis edades: Las cinco primeras se extendían entre la creación de Adán y la crucifixión Jesucristo, mientras que la sexta, posterior a Cristo y contemporánea a nosotros, debía culminar con el desencadenamiento de los sucesos profetizados por el Apocalipsis.

Los movimientos de carácter milenarista eran comunes en la Europa de entonces: En el periodo 760-780 se producen en las Galias toda una serie de fenómenos astrales que provocan pánico entre la población; un monje visionario, Juan, predice la llegada del Fin del Mundo en el reinado de Carlomagno. Aparece en estas mismas fechas el Apocalipsis de Daniel, un texto escrito en lengua siríaca durante el reinado de la emperatriz Irene en Bizancio en el que se profetizaban toda una serie de guerras entre árabes, bizantinos y pueblos del Norte que finalizarían con la llegada del Anticristo.

Para Beato, los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Hispania (el dominio islámico, la herejía adopcionista, la progresiva asimilación de los mozárabes...) eran señales que indicaban la proximidad del eón apocalíptico. Según cuenta Elipando en su Carta de los obispos de Spania a sus hermanos de la Galia, el abad de Santo Toribio llegó a anunciar a sus paisanos de la Liébana la llegada del Fin del Mundo para la pascua del año 800: La víspera de ese día, cientos de aldeanos se agruparon en torno al Monasterio de Santo Toribio, esperando -aterrados- el prodigio. Durante casi día y medio permanecieron en aquel lugar sin probar bocado hasta que uno de ellos, de nombre Ordoño, exclamó: ¡Comamos y bebamos, de manera que si llega el fin del mundo estemos hartos!".

Las visiones proféticas y milenaristas de Beato de Liébana tuvieron una huella perdurable en el desarrollo del Reino de Asturias: La Crónica Profética, que fue redactada en torno al año 880, predice la caída final del Emirato de Córdoba y la conquista y redención de toda España por el rey Alfonso III. Asimismo, el icono de la Cruz de la Victoria, que terminó convirtiéndose el emblema del Reino de Asturias, tiene su origen en un pasaje del Apocalipsis en el que San Juan de Patmos tiene la siguiente visión de la Parusía: Ve a Jesucristo sentado en majestad compañado de nubes y afirmando "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que Fue, el que Es y el que Será. El Todopoderoso"[30]​. El uso del lábaro se remonta a tiempos de Constantino el Grande, que lo empleó durante la célebre batalla del Puente Milvio. Pero en Asturias, el uso de la Cruz de la Victoria adquirió tintes de veneración. En casi todas las iglesias prerrománicas aparece grabado dicho icono[31][32]​, a menudo acompañado de la expresión "Hoc signo tuetur pius, in hoc signo vincitur inimicus", [33]​ que se convirtió en el lema de los monarcas asturianos".

Otro de los legados espirituales del Reino de Asturias lo constituye el surgimiento de una de las vías de transmisión cultural más fascinante de Europa: El Camino de Santiago. El primer texto que hace referencia a la predicación de Santiago el Mayor es el Breviario de los Apóstoles, texto del siglo VI que cita a un lugar denominado Aca Marmárica como su lugar de descanso definitivo. San Isidoro de Sevilla insistió en esta idea en su tratado De ortu et obitum patrium. Siglo y medio después, en tiempos del rey Mauregato fue compuesto el himno O Dei Verbum en el que se califica al apóstol de "áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional"[34]​, y se hace referencia a su predicación en la Península durante las primeras décadas del cristianismo. Algunos atribuyen dicho himno a Beato, aunque esto es discutido por los historiadores

Pero no fue hasta el reinado de Alfonso II cuando desde Galicia llegaron noticias de un acontecimiento prodigioso: En la diócesis de Iria Flavia un ermitaño llamado Pelayo había observado durante varias noches sucesivas resplandores misteriosos sobre el bosque de Libredón. Canciones de ángeles acompañaban el baile de luminarias. Impresionado por este fenómeno, Pelayo se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, que acudió al lugar con su séquito. En la espesura del bosque se halló un sepulcro de piedra con tres cuerpos, que fueron identificados con los del apóstol Santiago el Mayor y sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Según la leyenda, el rey Alfonso fue el primer peregrino en acudir a ver al Apóstol: Durante las noches que duró el trayecto fue guiado por el curso de la Vía Láctea, que a partir de ese momento tomaría el nombre popular de Camino de Santiago.

El hallazgo de la tumba de Santiago supuso un éxito político de primer orden para el Reino de Asturias: Hispania podía reclamar para sí el honor de albergar los restos de uno de los apóstoles de Jesucristo, un galardón solo compartido con Asia (concretamente Éfeso) donde reposaba el cuerpo de San Juan, y con Roma, donde fueron enterrados los restos de San Pedro y San Pablo. A partir de este momento, Santiago de Compostela se convertiría junto con Roma y Jerusalén en una de las tres ciudades santas de la Cristiandad. Al abrigo del Camino de Santiago penetraron en la Península Ibérica multitud de influencias procedentes de Centroeuropa durante los siglos siguientes, desde los estilos gótico y románico hasta la trova provenzal.

Sin embargo, la historia del descubrimiento de los restos del Apóstol presenta ciertos trazos enigmáticos. La tumba fue encontrada en un lugar que venía siendo usado como necrópolis desde el Bajo Imperio, por lo que es posible que se tratara de los restos de un notable de la zona: El historiador británico Henry Chadwick lanzó la hipótesis que identificaba el sarcófago hallado en Compostela con las reliquias de Prisciliano. Otros autores, como Constantino Cabal, ponen de relieve que muchos lugares de Galicia como el Pico Sacro, la Pedra da Barca (Muxía) o San Andrés de Teixido eran objetivo de peregrinaciones de fieles paganos, que consideraban que aquellos lugares, identificados con el Fin del Mundo, eran puertas de entrada al Otro Mundo. Con el descubrimiento de la tumba de Santiago se inició la progresiva cristianización de estas rutas de peregrinación.

Las Crónicas del Reino de Asturias

Crónicas cristianas

Crónicas redactadas en territorio andalusí:

  • Crónica bizantino-árabe de 741 (también llamada Continuatio Hispana)
  • Crónica mozárabe (754)

Crónicas redactadas durante el reinado de Alfonso III:

Crónicas del siglo XI:

Crónicas del siglo XII:

Crónicas redactadas durante el reinado de Fernando III del Santo:

Crónicas redactadas durante el reinado de Alfonso X el Sabio:

  • Estoria de España, también llamada Crónica General de España, la primera escrita en castellano.

Crónicas musulmanas

Legado

Al pie de esta gigantesca fortaleza natural de los Picos de Europa, que se alza a pocos kilómetros del Cantábrico, pelearon astures y cántabros contra Roma, ya señora del mundo. En una de las entradas de tal fortaleza, resistió Pelayo (718-722) a los muslimes que dominaba ya desde la India hasta el Atlántico. A su amparo nació por tanto España
C. Sánchez Albornoz
Santi Yagüe (Santiago) será entronizado anti-Mahoma y su santuario compostelano se convertirá en la anti-Caaba. Dicha mutación confiere a la leyenda su carácter definitivo. Compostela pasa a ser el punto de convergencia de la cristiandad militante en oposición a La Meca, y la popular romería del Camino de Santiago, la réplica franca y galaico-leonesa al haÿÿ (la santa peregrinación musulmana). La Providencia concederá en adelante la victoria al jinete en «níveo e impetuoso» caballo no sólo sobre los moros de la Península, sino también, en un extraordinario vuelo transoceánico, sobre los aztecas, inclinando el fiel de la balanza, en plena batalla, en favor de Hernán Cortés y los suyos.
Juan Goytisolo

El Reino de Asturias se contempla tradicionalmente como el origen de la Reconquista. Si bien en los primeros momentos fue sólo una lucha indígena contra pueblos extranjeros (como ástures y cántabros ya habían hecho contra romanos y visigodos), la espectacular expansión posterior y el hecho de haber contenido el germen de la conocida como Corona de Castilla (unión de los reinos de Castilla y León) supusieron una relevancia histórica que en la época no cabía vislumbrar.

Emblemas heráldicos de los Cuatro Reinos constituyentes de España: León, Castilla, Aragón y Navarra. Los dos primeros surgieron del Reino de Asturias
En la imagen Vimara Pérez, noble gallego fundador del Condado Portucalense, del que surgió posteriormente el Reino de Portugal

Del reino de Asturias surgieron tres entidades políticas diferenciadas: Los reinos de León, Castilla y Portugal. Tras el traslado de la corte a León por Fruela II, el centro de gravedad del Reino se desplazó hacia el Sur, y a partir de ese momento es cuando comienza a hablarse del Reino de León, cuyos monarcas se consideran herederos de la Monarquía asturiana. Si bien en sus primeras décadas de existencia, la autoridad de los reyes asturleoneses era bastante fuerte, a partir de mediados del siglo X, surgieron tendencias disgregadoras, particularmente en Castilla y en Portugal.

Los condados castellanos se aglutinaron a mediados del siglo IX en torno a la dinastía condal fundada por Fernán González. Si bien en sus comienzos el condado de Castilla no llegó a independizarse formalmente nunca del Reino de León, pronto entró en la órbita del rey Sancho III el Mayor de Navarra, que acabó definitivamente con la dependencia jurídica respecto de los reyes leoneses. Su hijo, Fernando I, heredó el condado de Castilla y tras derrotar al soberano de León anexionó su reino. Tras la muerte de Alfonso VII, los reinos de León y Castilla volvieron a separarse durante 70 años, hasta que fueron unificados definitivamente por Fernando III el Santo. El recuerdo del Monarquía asturiana pervivió en las cortes de los reyes de Castilla y de España. Alfonso X el Sabio, en su Estoria de España, consideraba al Reino de Asturias como el lugar donde comenzó la reconquista y recristianización de España. Siglos después, el primer parque nacional de España, el de la Montaña de Covadonga (hoy en día, Parque nacional de los Picos de Europa), fue fundado por Alfonso XIII en 1918 para conmemorar el 1.200 aniversario de la coronación de su predecesor, Pelayo, y de la batalla de Covadonga. En Ultramar, la leyenda pía afirma que Santiago Matamoros, el protector del Reino Asturiano, se apareció en la batalla de Otumba, desequilibrando el combate a favor de los españoles. Muchas ciudades americanas, como Santiago de Cuba o Santiago de Chile, llevan el nombre de aquél apóstol cuyo cadáver se encontró en tiempos de Alfonso II, en un lugar situado en los confines de la Monarquía Asturiana.

Los reinos ibéricos surgidos del asturiano -León, Castilla y Portugal- experimentaron una gran expansión, tanto en el periodo de la Reconquista como en la ulterior etapa colonial. En la imagen se reproduce la extensión de los dominios de España y Portugal en su época de mayor esplendor. Casi todos los territorios españoles reproducidos pertenecían a la Corona de Castilla y León, salvo las tierras de la Corona de Aragón y la herencia borgoñona.

Por lo que se refiere a Portugal, fue Alfonso III de Asturias el que órdenó a uno de sus vasallos, el conde Vímara Pérez, repoblar la ciudad de Oporto (Portucale) y sus territorios circundantes. De este modo surgió el Condado Portucalense, que se mantuvo formalmente bajo la órbita de los reyes asturleoneses durante los siglos IX y X. A partir de la accesión a la dignidad condal de Teresa, sobrina de Alfonso VI, el condado de Portugal entró en un proceso de independencia gradual que culminaría con la autoproclamación como rey de Alfonso I tras la batalla de Ourique (1138), en la que -por cierto- también se apareció Santiago Matamoros.

Documento original del Tratado de Tordesillas (1494) en cuya virtud las coronas de Portugal y de Castilla y León delimitaban sus respectivas áreas de influencia: Los sucesores de Pelayo procedían a repartirse el Mundo.

En el plano estrictamente asturiano, el Reino de Asturias es el lugar del nacimiento del asturiano, bable o asturleonés, lengua también hablada en el Reino de León. Ya en textos tan tempranos como la Pizarra de Carrio pueden distinguirse rasgos que van pergeñando un dialecto protorromance asturleonés, como por ejemplo la diptongación de la e breve latina (vostras -> vuestras) o la palatalización del grupo c'l (ovecula -> oveya). Si bien los documentos de la época del Reino de Asturias están redactados en casi su totalidad en lengua latina, no cabe la menor duda de que en la corte se empleaba como idioma habitual una forma primigenia del asturiano. En este sentido, los primeros documentos oficiales escritos en asturleonés comienzan a aparecer en el siglo XI y entre ellos destacan el Fuero Juzgo (Fueru Xulgu) y diferentes derechos municipales. En el primer parlamento de la historia de Europa[35]​, las Cortes de León de 1192, la lengua empleada tanto por el rey como por los procuradores fue la asturleonesa. Este idioma gozaba entonces de un enorme prestigio que venía derivado de su uso por los reyes de León, sucesores de Pelayo. Es de destacar el hecho de que en Portugal para designar a sus propios monarcas se empleaba usualmente el título El-Rei, que como puede apreciarse no es galaicoportugués (en cuyo caso correspondería una forma tipo O-Rei) sino asturleonés.

Siglos después del reinado de los últimos monarcas asturianos, en 1388, se creó el Principado de Asturias y el título de Príncipe de Asturias que desde entonces ostentaría el heredero de los reinos de la Corona de Castilla y, posteriormente, de la de España.

Bandera del Principado de Asturias
Escudo del Principado de Asturias

El territorio del Principado quedó constituido por las Asturias de Oviedo. Las Asturias de Santillana, que mantenían ese nombre desde el siglo XII, pasaron a formar la merindad denominada a partir del siglo XV Montaña de Burgos, desde 1833 Provincia de Santander y desde 1982 Comunidad Autónoma de Cantabria.

Tras mantenerse el principado como ente territorial durante todo el Antiguo Régimen, la división territorial de 1833 formó la Provincia de Oviedo, que incluía los concejos de las antiguas Asturias de Oviedo a los que se añadieron Ribadedeva, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja de las antiguas Asturias de Santillana. En 1983, la Provincia de Oviedo cambió su nombre a Provincia de Asturias, siendo la única provincia de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias.

La bandera y el escudo del actual Principado de Asturias incluyen la imagen de la Cruz de la Victoria.

Bibliografía

  • BARBERO, Abilio y VIGIL, Marcelo (1974). «Sobre los orígenes sociales de la Reconquista». Barcelona: Ariel. ISBN 8434407418. 
  • BARBERO, Abilio y VIGIL, Marcelo. Formación del feudalismo en la Península Ibérica. ISBN 84. 
  • CARO BAROJA, Julio. Los pueblos de España. ISBN 84. 
  • CARO BAROJA, Julio. Los pueblos del Norte. ISBN 84. 
  • FERNÁNDEZ CONDE, F.J. (2001). «Cristianización y simbología del poder». La época de la Monarquía asturiana, AAVV. ISBN 84. 
  • FERNÁNDEZ CONDE, F.J. (2000). La religiosidad medieval en España. I: Alta Edad Media. ISBN 84. 
  • MAÍLLO SALGADO, F. (2001). «El reino de Asturias desde la perspectiva de las fuentes árabes». La época de la Monarquía asturiana, AAVV. ISBN 84. 
  • SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio (1966). Despoblación y repoblación en el Valle del Duero. ISBN 84. 
  • VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis (2006). La formación de los reinos hispánicos. ISBN 84-670-2257-4. 

Notas

  1. Se le atribuyen orígenes astures, visigodos, gallegos, cántabros, cordobeses e incluso británicos. Véase la página dedicada a Don Pelayo para conocer todas las teorías al respecto.
  2. Los expertos creen que La Carisa albergó los choques bélicos previos a la batalla de Covadonga
  3. La vinculación de los restos de la muralla al rey Pelayo es «una hipótesis seria»
  4. Nícer, Príncipe de los Albiones. El escritor asturiano Juan Noriega hizo de él uno de los protagonistas principales de su novela histórica La Noche Celta, ambientada en el castro de Coaña.
  5. Doviderio, Príncipe de los Cántabros.
  6. En latín: "eo tempore populantur Asturias , Primorias, Liuena, Transmera, Subporta, Carrantia, Bardulies qui nunc uocitatur Castella et pars maritimam [et] Gallecie"
  7. La cita es la siguiente: "Totas scilicet Asturias per Pirineos montes usque Sumrostrum (Somorrostro) et usque Transmera (Transmiera) et usque ad litus maris et usque in Ove (Eo) flumine"
  8. Tradiciones y costumbres de las Encartaciones, Txomin Etxeberria Mirones, Jesús Etxeberria Mirones. ISBN 84-88890-36-2
  9. El habla montañesa o cántabra en la toponimia de las Encartaciones, Txomin Etxeberria Mirones. ISBN 84-88890-93-1.
  10. "La Maragatería es tierra nuestra, de la Asturias de otros tiempos, hermana de las tierras de vaqueiros y guardadora también del secreto de la raza" (Mitología asturiana: el sacerdocio del Diablo. Oviedo, 1925)
  11. En ocasión de una expedición de Muhammad en el año 939
  12. Crónica del Biclarense: "Leoviguldus Rex Cantabriam ingressus, provinciae pervasores interficit, Amaiam occupat, opes eorum pervadit, et provincia in suam revocat dictionem"
  13. Detalle de la arqueta de San Millán (Monasterio de Yuso) En la imagen de arriba el santo advierte a los habitantes de la ciudad de Cantabria. En la imagen inferior se representa la conquista de la ciudad por tropas visigodas
  14. Uno de sus personajes, Don Bildur, lleva un nombre euskérico, que equivaldría al castellano "miedo".
  15. A esta época se refiere el conocido romance que cantaba: Era entonces Castiella un pequeño rincón, y tenía los Montes de Oca por mojón.
  16. La primera mención de este topónimo la encontramos en una donación hecha por el abad Vitulo y autorizada por el notario Lope en el año 800: "...et S. Martini, quem sub subbicionem Mene manibus nostris fundavimus ipsam basilicam in civitate de Area Patriniani in territorio Castelle...".
  17. Eso es lo que se deduce del siguiente pasaje de la Crónica de Alfonso III: "Alabanque, Biscai, Alaone et Urdunia, a suis reperitur senper esse possessas, sicut Pampilonia, Degius est atque Berroza"
  18. Lápidas de Dovidena, Magnentia y Norenus, todas ellas custodiadas en el Museo Arqueológico de Oviedo
  19. En latín: "Et in mare quidem Neptunum appellant, in fluminibus Lamias, in fontibus Nymphas, in silvis Dianas, quae omnia maligni daemones et spiritus nequam sunt, qui homines infideles, qui signaculo crucis nesciunt se munire, nocent et vexant".
  20. Xosé Lluis García Arias, "Pueblos asturianos, el porqué de sus nombres", Oviedo, 2003, pág. 266 n.12
  21. Ana María Cano, "Evolución histórica de la lengua asturiana", sección del catálogo de la exposición "Orígenes", Oviedo 1993
  22. Toponimia de origen indoeuropeo prelatino en Asturias, Oviedo 1980, ISBN 84-00-05572-1
  23. J.M. Blázquez, "Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania", Madrid, 1975, pág. 131
  24. J.M. González y Fernández-Vallés, "Historia de Asturias, 2", 1977, pág. III
  25. Julio Caro Baroja, "Los Pueblos de España, I", Madrid, 1981, pág. 164
  26. M. Sevilla, "Toponimia de origen prelatino en Asturias", 1980, p.45
  27. Xosé Lluis García Arias, "Pueblos asturianos, el porqué de sus nombres", 2003, pág. 431
  28. Marcelino Menéndez y Pelayo, "Historia de los heterodoxos españoles I", Madrid, 1978, capítulo II, nota 48)
  29. La Gran Enciclopedia Asturiana, en su entrada dedicada a los freros dice: "El freru era depositario de todas las tradiciones religiosas y leyendas fantásticas del país; él relataba los sucesos más extraños e inverosímiles. Refería que había visto al Ñuberu conjurando la tormenta desde el alto monte, cómo se le interponía en su camino un alma en pena solicitándole misas en su sufragio, como había encontrado la güestia al pasar próximo a un cementerio; hablaba de los amaños de las brujas y las travesuras de los trasgos. Realizaba también milagros sobre todo en favor de aquellas personas que habían contribuido a sostener con sus limosnas los gastos de su ermita."
  30. Apocalipsis 1.8
  31. La Cruz de la Victoria grabada en piedra
  32. Museo Prerrománico de San Martín (Salas)
  33. "Con este signo se protege al pío, con este signo es vencido el enemigo"
  34. "Oh verdaderamente digno y más Santo Apóstol que refulge como áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional, evitando la peste, se del cielo salvación, aleja toda enfermedad, calamidad y crimen. Muéstrate piadoso, protegiendo al rebaño a ti encomendado, se manso pastor para el rey, el clero y el pueblo, que con tu ayuda disfrutemos de los gozos de lo alto, que nos revistamos de la gloria del reino conquistado, que por ti nos libremos del infierno eterno."
  35. Entendiendo como parlamento una asamblea estamental donde están presentes los nobles, el clero y el tercer estado. Este modelo fue adoptado por el Parlamento inglés y también por los Estados Generales franceses, que estuvieron vigentes hasta 1789. Otros parlamentos no estamentales son anteriores, como el Alþingi islandés, que surgió en el siglo X.

Véase también

Estado predecesor:
Ninguno
Reino de Asturias
718925
Estado sucesor:
Reino de León
9101230