Diferencia entre revisiones de «Historia de la Unión Soviética (1927-1953)»

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La '''Unión Soviética bajo Stalin '''(1927 y 1953) fue un Estado, a menudo, calificado de [[totalitario]], modelado por un dirigente que disponía del poder absoluto y que se hizo rodear d un intenso culto de la personalidad. La llegada definitiva de [[Josef Stalin]], el secretario general del [[Partido Comunista de la Unión Soviética]] o ''Gensek'' entre [[1927]] y [[1929]], marcó el lanzamiento de una transformación brutal y radical de la sociedad soviética. En algunos años, el rostro de la [[Unión Soviética]] cambió profundamente por la [[Colectivización en la URSS|colectivización]] integral de las tierras y por la rápida [[industrialización]] llevada a cabo por los muy ambiciones [[Plan Quinquenal (URSS)|planes quinquenales]].
La '''Unión Soviética entre 1927 y 1953''' fue, a menudo, calificada como un Estado [[totalitario]], modelado por un dirigente que disponía de todos los poderes. El ascenso al poder definitivo de [[Josef Stalin]], el secretario general del [[Partido Comunista de la Unión Soviética]] o ''Gensek'' entre [[1927]] y [[1929]], marcó el inicio de una transformación radical de la sociedad soviética. En algunos años, el rostro de la [[Unión Soviética]] cambió profundamente por la [[Colectivización en la URSS|colectivización]] integral de las tierras y por la rápida [[industrialización]] llevada a cabo por los muy ambiciones [[Plan Quinquenal (URSS)|planes quinquenales]].


Esta política tuvo como resultado millones de víctimas debido a la caída notable del [[nivel de vida]] de los ciudadanos y abrió un largo reinado de terror y de delación, marcado en especial por la [[Gran Purga]] y por la considerable expansión de los [[campos de trabajos forzados]] del [[Gulag]]. Por otra parte, esta política permitirá a la URSS convertirse, tras su victoria frente al invasor [[Alemania nazi|nazi]], en la segunda [[superpotencia]] mundial. Toda su historia posterior —desde la muerte de Stalin ([[1953]]) hasta su desintegración en [[1991]]— consistirá en administrar la pesada herencia de la época estalinista.
Esta política tuvo como resultado millones de víctimas debido a la caída notable del [[nivel de vida]] de los ciudadanos y abrió un largo reinado de terror y de delación, marcado en especial por la [[Gran Purga]] y por la considerable expansión de los [[campos de trabajos forzados]] del [[Gulag]]. Por otra parte, esta política permitirá a la URSS convertirse, tras su victoria frente al invasor [[Alemania nazi|nazi]], en la segunda [[superpotencia]] mundial. Toda su historia posterior —desde la muerte de Stalin ([[1953]]) hasta su desintegración en [[1991]]— consistirá en administrar la pesada herencia de la época estalinista.

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Afiche de propaganda estalinista: Stalin, el amado, es la felicidad del pueblo.

La Unión Soviética entre 1927 y 1953 fue, a menudo, calificada como un Estado totalitario, modelado por un dirigente que disponía de todos los poderes. El ascenso al poder definitivo de Josef Stalin, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética o Gensek entre 1927 y 1929, marcó el inicio de una transformación radical de la sociedad soviética. En algunos años, el rostro de la Unión Soviética cambió profundamente por la colectivización integral de las tierras y por la rápida industrialización llevada a cabo por los muy ambiciones planes quinquenales.

Esta política tuvo como resultado millones de víctimas debido a la caída notable del nivel de vida de los ciudadanos y abrió un largo reinado de terror y de delación, marcado en especial por la Gran Purga y por la considerable expansión de los campos de trabajos forzados del Gulag. Por otra parte, esta política permitirá a la URSS convertirse, tras su victoria frente al invasor nazi, en la segunda superpotencia mundial. Toda su historia posterior —desde la muerte de Stalin (1953) hasta su desintegración en 1991— consistirá en administrar la pesada herencia de la época estalinista.

Historia general del período

La sucesión de Lenin

Bandera de la URSS de 1923 a 1980.

A la muerte de Lenin, en 1924, los bolcheviques ejerciendo un poder sin par sobre un país asolado por la guerra civil (1918-1920) y la hambruna (1921-1922). En efecto, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, proclama en 1922, estuvo dirigida por un partido único: el Partido bolchevique, de cuyo Comité Central era secretario general Stalin desde el 3 de abril de 1922.

Desde antes de la muerte de Lenin, ya habían aparecido tensiones al interior del Partido, pues este se había retirado desde 1922 y se encontraba gravemente enfermo. Stalin se ocupó desde entonces en alejar del poder a León Trotsky, su principal rival, acusado de "revisionismo anti-bolchevique". Para ello, aprovechó la instauración del Centralismo democrático en marzo de 1921.

Tras la muerte de Lenin, el 21 de enero de 1924, el comité central del Partido comunista (bolchevique) decidió mantener en secreto su "testamento político" redactado en marzo de 1923, por el cual Lenin recomendaba alejar a Stalin del poder, pero no designaba a su sucesor. Los debates entre las diferentes facciones del Partido condujeron al reforzamiento de este último.

Entre las divergencias de la oposición y el "centro" (la facción de Stalin) se encontraba la cuestión del desarrollo industrial de la Unión Soviética. Trotsky y la "izquierda" favorecían una industrialización rápida porque la consideraban amenazada de "restauración capitalista", por el hecho de su aislamiento internacional y del desarrollo en su interior de "fuerzas burguesas" (el campesinado acomodado y los empresarios y comerciantes privados denominados nepmen).[1]Nikolái Bujarin y la "derecha" se oponían por temor a las consecuencias que tendría una industrialización muy rápida del país sobre los campesinos, que conformaban la aplastante mayoría de la población. Por ello, preferían la prosecución de la Nueva Política Económica y un desarrollo lento y progresivo, aún más en tanto el retroceso de la ola revolucionaria en Europa, según ellos, los condenó a realizar el "socialismo en un solo país", lejos de las ambiciones de una revolución mundial pregonadas por Trotsky y sus simpatizantes.

La oposición de izquierda encabezada por Trotsky denunció la burocratización creciente del régimen representado de forma directa por Stalin y la responsabilidad de este y de sus aliados en el fracaso de las revoluciones alemana (octubre de 1923) y china (1927), así como el fracaso de la huelga general en Inglaterra (1925-1926). En efecto, del más de medio millón de adherentes con que contaba el Partido bolchevique en 1923, menos de 10.000 participaron en los debates anteriores a octubre de 1917.[2]​ Su base social se modificó considerablemente desde la revolución y no contaba con más del 9,5% de los obreros, lo que llevó a la oposición de izquierda a desarrollar el eslogan: "Cuarenta mil miembros del partido manejan el martillo, cuatrocientos mil la cartera."[3]​ El "clan" de Stalin fue rápidamente llevado a utilizar esta nueva casta de apparatchiki para aislar a la "vieja guardia" bolchevique aplastada por la guerra civil.

Una lucha brutal se desencadenó al interior del Partido Comunista soviético (PCUS), marcado por la violencia y maniobras de intimidación. Stalin apoyó a la derecha y reprimió severamente a la izquierda. Trotsky fue separado progresivamente del poder: fue retirado del gobierno desde 1925, excluido del Partido en el XV Congreso (1927), relegado a Asia Central y, luego, exiliado de la Unión Soviética en enero de 1929. Sus partidarios fueron encarcelados y deportados por millares en toda la Unión Soviética, algunos se adhirieron e hicieron su "autocrítica.

Archivo:Stalin-Bukharin.jpg
Stalin y Bujarin.

Paradójicamente, a partir de 1929, Stalin retomó e incluso radicalizó la política de industrialización antaño ensalzada por Trotsky (incluso si el contexto económico era diferente). Se volvió contra la derecha y eliminó de responsabilidades a Nikolái Bujarin y Alekséi Rýkov (1928-1929).

En 1929, se convirtió en el dirigente supremo del país y la celebración de sus 50 años, el 21 de diciembre, marcó el debut de un culto en torno a su persona. Instauró su dictadura, en nombre de la construcción del "Socialismo en un solo país". Retomó la Nueva Política Económica y dejó de tratar bien a los campesinos. A fines de 1929, lanzó su iniciativa para "la liquidación del kulak en tanto clase" y de "industrialización a toda marcha": el Gran Giro había comenzado.

El Gran Giro (1929-1934) y sus consecuencias

La meta de Stalin no era solamente construir una sociedad sin clases, objetivo del comunismo, sino que se trataba de abastecer más rápido las ciudades, centros de poder bolchevique, cuando la "crisis de las cosechas" (1927-1929) obligó a restaurar el racionamiento urbano y demostró la fragilidad del poder. Además, se trató de industrializar a la Unión Soviética lo más rápido posible, extrayendo los recursos necesarios del campo, para modernizar el país y volverlo capaz de enfrentar a los países capitalistas en caso de guerra.

La colectivización de las tierras

En 1929, Stalin también decretó la « colectivización » de las tierras (en la práctica, una nacionalización) y la « liquidación de los kulaks en tanto clase ». La propiedad privada fue abolida, las tierras y los medios de producción de los campesinos fueron reagrupados en los koljós o en los sovjós. Ante esta medida, la resistencia fue considerable: más que abandonar sus bienes al Estado, los kulaks o pretendidos como tales incendiaron las cosechas y mataron a su ganado (1930-1932). Ciertas regiones fueron presas de verdaderos levantamientos armados, en los cuales la autoridad del Partido único fue seriamente desestabilizada durante algún tiempo: ciertos militantes y responsables locales incluso tomaron partido por sus conciudadanos.

La resistencia fue desbaratada por la violencia. Nada más en 1929, 1300 revueltas campesinas fueron aplastadas. En marzo de 1930, Stalin consintió un retroceso: su artículo "El vértigo del éxito", aparecido en Pravda, autorizó los gastos de los koljós, los cuales se vaciaron en seguida. Pero apenas la cosecha anual estuvo asegurada, batallones de voluntarios reclutados en las ciudades partieron violentamente al asalto del campo. La imprecisión peligrosa de la noción de kulak autorizó todo tipo de arbitrariedades: se terminó por considerar como kulak a todo adversario real o supuesto de la colectivización.

En pocos años, 400.000 familias de kulaks y pretendidos como tales fueron deportados de prisa a Siberia en condiciones espantosas y abandonados a su suerte. La total improvisación de la operación tuvo como consecuencia una gran mortalidad entre los « deskulakisados » deportados. Se presentaron incluso escenas de canibalismo,[4]​ mientras que otros huyeron de sus lugares de exilio y erraron a través del país en condiciones miserables: la mayor parte será sistemática detenida y liquidada en el curso de la Gran Purga.[5]

En 1932, Stalin se negó a escuchar numerosas advertencias, entre ellas la del escritor Mijaíl Shólojov, que pronosticaban que la prosecución de las colectas forzadas de semillas y cereales llevaría a la hambruna.[6]​ De hecho, la terrible hambruna de 1932-1933 causó estragos en las tierras de trigo más ricas del país, en particular, en Ucrania (Holodomor). La existencia de la tragedia fue negada en el extranjero y las exportaciones de trigo continuaron como si nada pasara. Varios hambrientos que se trasladaban hacia las ciudades fueron contenidos por el OGPU y reenviados al campo. Se contabilizará por lo menos 4 ó 5 millones de muertos.

Víctima de la hambruna ucraniana de 1932-1933.

Bandadas de huérfanos errantes (los bespryzorniki) atravesaron durante años las carreteras de la URSS. En algunos años, igualmente, 25 millones de campesinos huyeron del campo donde hacían estragos la violencia y el hambre, refugiándose en las ciudades que sufrían una explosión anárquica.

Conformando la última guerra campesina[7]​ y la última hambruna grave de Europa, la colectivización integral se completó en 1934, pero los daños fueron irreparables y los campesinos enrolados en los sovjós y en los koljós continuaron oponiendo una resistencia pasiva, en la forma de una baja productividad sistemática. En 1935, para contrarrestar esa resistencia, Stalin concedió a cada agricultor un pedazo de tierra (el dvor) que podía utilizar libremente y cuyos productos podían ser vendidos en un mercado koljósiano libre. En 1939, estos terrenos que representaban solo el 3% de las tierras producían el 25% de los cultivos, más de la mitad de las frutas y hortalizas y el 72% de la leche y la carne.[8]

Los resultados globales siguieron siendo, pues, decepcionantes. Al eliminar los kulaks, la agricultura fue privada de sus elementos más dinámicos. La producción se derrumbó. La antigua Rusia, primera exportadora de cereales en el mundo bajo el Imperio ruso, se convirtió definitivamente en un país importador. El racionamiento urbano restablecido en 1927 no pudo ser levantado hasta 1935 y se presentaron nuevamente escenas de hambruna en algunas regiones en 1936-1937.[9]

Gracias al éxodo rural masivo provocado por la nacionalización de las tierras, la industria rusa se benefició de una abundante mano de obra disponible. La compra a bajo precio de las cosechas por parte del Estado le permitió también financiar la industrialización.

Planificación e industrialización

Decidido a hacer de la Unión Soviética una gran potencia industrial, Stalin decretó la nacionalización de todas las empresas y suprimió la categoría social de los nepmen. Incluso se prohibió ejercer su oficio a los artesanos individuales, al menos hasta 1936. Stalin encargó al Gosplan la planificación de la economía. El 1º de octubre de 1928 se lanzó el primer plan quinquenal, el cual privilegió a la industria pesada y a las comunicaciones en detrimento de la agricultura y a las industrias de consumo, y fijó objetivos de producción particularmente ambiciosos.

La "industrialización a toda marcha" ansiada por Stalin fue iniciada. Esta convirtió a la URSS en una dictadura productivista que vivía con la obsesión de conseguir y sobrepasar las normas de producción siempre realzadas. Desde 1931, el objetivo oficial consistía incluso en cumplir el plan quinquenal en solamente cuatro años. El desempleo desapareció oficialmente, las Bolsas de Trabajo y los subsidios al desempleo fueron suprimidos desde 1930. La jornada laboral se alargó. A partir de 1929, el sistema de « no-interrupción » (nepreryvka), eliminó la jornada semanal de descanso común: para que la URSS estuviera en actividad continua, cada persona tenía sus 5 (luego 6) días de trabajo y su último día de descanso propio.

Los resultados fueron espectaculares. En 1940, la URSS se encontró en el tercer puesto en el rango de industrialización mundial. El país cambió de aspecto y se cubrió de grandes obras, en parte, realizadas por la mano de obra servil del gulag: canales, embalses, fábricas enormes, rascacielos, metro de Moscú, nuevas ciudades, etc.

Pero esta industrialización a marcha forzada tuvo su precio. Mucho más costoso de lo previsto, el Plan Quinquenal debió ser financiado por la inflación (la masa monetaria se cuadruplicó en algunos años), por los préstamos forzados a los trabajadores y a particulares o incluso por la entrega obligatoria al Estado de los objetos de oro. El Estado desarrolló también la extracción de recursos naturales, los cuales ofreció en el mercado internacional recurriendo, si era necesario, al dumping (petróleo de Siberia o de Kolyma extraído por los prisioneros del gulag).

El derroche de recursos y de energías fue considerable y muchos trabajos fueron hechos de prisa o no se acabaron. Incluso algunos revelaron ser inútiles, como el Canal Mar Blanco-Báltico (1930-1933), costoso en vías de presidiarios y que casi nunca vio circular algún navío. La eficacia fue a menudo sacrificada por la grandiosidad, por la precipitación y por la propaganda. Las decisiones políticas primaron sobre la competencia: los especialistas, ingenieros y técnicos, que eran raramente miembros del Partido, fueron en efecto mantenidos bajo sospecha, mientras que los adeptos al Partido, para quienes contaba ante todo la obediencia incondicional a las órdenes políticas, fueron tenidos en una alto concepto.[10]

En el plano social, la industrialización se alcanzó en detrimento de las industrias de bienes de consumo y de la agricultura, lo que engendró grandes sufrimientos a la población. La presión ejercida sobre la clase obrera fue tal que el nivel de vida popular cayó un 40% en el curso del primer Plan Quinquenal. Los salarios obreros no recuperaron su nivel de 1928 hasta 1940. A partir de 1935, el movimiento estajanovista patrocinado por el Estado permitió la aparición de una nueva « aristocracia obrera » y una nueva alza en las normas de producción a expensas de las condiciones de trabajo y de sus salarios. Desde 1931, un reglamento de trabajo impidió todo cambio de empleo no autorizado. En 1938-1940, una serie de decretos draconianos castigaron con el envío al gulag a todo retraso repetido de más de 20 minutos.[11]

Del relativo apaciguamiento al Gran Terror (1934-1940)

Del Congreso de los Vencedores al asesinato de Kírov (1934-1935)

El XVII Congreso del PCUS, denominado « Congreso de los Vencedores », parece que careció de una voluntad de apaciguamiento. Los peores momentos de la deskulakización y las dificultades del primer Plan habían pasado. Fueron reintegrados antiguos opositores y se adoptaron amnistías parciales con respecto a los prisioneros del Gulag o a los ex-kulaks. Las señales de apertura hacia quienes no eran miembros del Partido se multiplicaron. El levantamiento del racionamiento en las ciudades (1935), el auge de las diversiones y el rebrote del consumo marcaron el relajamiento de la presión política y social. Se perfiló un giro conservador con la rehabilitación de la familia y de la patria « socialistas », el retorno del academicismo, al nacionalismo de la Gran Rusia, al militarismo.

Preocupados asimismo en acercarse a las democracias parlamentarias contra el Tercer Reich de Hitler, Stalin abrió paso a declaraciones humanistas como que « El hombre es el capital más precioso » (mayo de 1935). Se pone en marcha la elaboración de una nueva constitución, la cual se convertiría en la « constitución estalinista », formalmente la más democrática del mundo, pero que evidentemente no será aplicada, pues su entrada en vigor en diciembre de 1936 coincidió con el inicio de la Gran Purga.

Archivo:Kirovkongres.jpg
Sergéi Kírov en el XVII Congreso del PCUS (febrero de 1934). Su asesinato fue el pretexto que desencadenó la Gran Purga.

En efecto, en el curso del XVII Congreso, Stalin también midió la proporción de las reservas hacia su persona, la cual se amplía en el Comité Central de 200 a 300 delegados sobre casi 1.200 que tacharon su nombre. Además, sabe que gran parte de la sociedad soviética sigue siendo hostil o mal controlada, y que los cambios bruscos que le había impuesto crearon a muchos desafectos.

El 1 de diciembre de 1934, su adepto Kírov fue abatido en Leningrado por un joven rebelde, Leonid Nikolaev. Se desconoce si él organizó por sí mismo el atentado como se creyó por mucho tiempo,[12]​ pero lo que sí es seguro es que Stalin explotó el evento para relanzar una campaña de terror.

Esa misma tarde, el Politburó promulgó un decreto que suprimía todas las garantía elementales de defensa y convirtió a las sentencias de muerte expeditivas de las jurisdicciones especiales del NKVD en inapelables. A partir de los días siguientes, miles de habitantes de Leningrado fueron asesinados o deportados. El 7 de abril de 1935, Stalin extendió la pena de muerte incluso a los niños con más de 12 años.

Las Grandes Purgas: los mecanismos del terror de masas (1936-1940)

La peor represión nunca antes conocida en un país en tiempos de paz, la Gran Purga entre 1936 y 1939 tuvo como resultado la ejecución de 680.000 personas y la deportación de centenas de miles. En agosto de 1937, Stalin autorizó personalmente el recurso de la tortura en las prisiones y no lo prohibió de nuevo más que a fines de 1938.

El país atravesó entonces un intenso período de terror, de delación y de sospecha generalizada que puso los nervios a prueba (la presión sufrida condujo a más de uno al suicidio) y que rompió las solidaridades amicales, familiares y profesionales. Después del primer Proceso de Moscú en agosto de 1936, es el año 1937 el que marca el verdadero lanzamiento de la campaña de Gran Terror.

A corto plazo, Stalin proveyó a la población de chivos expiatorios a las dificultades cotidianas, rechazando la culpa de todos los males y sindicando como culpables a una plétora de « saboteadores ». Además, reforzó su poder absoluto al liquidar a la vieja guardia bolchevique que conocía su débil rol en la revolución y rompiendo las redes clientelares y los feudos personales que se elaboraron los ministros, los miembros del Politburó o bien, a todas las escalas, los responsables locales del Partido y los directores del Gulag. Los cuadros competentes y los técnicos que osaron contradecir sus objetivos políticos irreales fueron también un objetivo.[13]

Finalmente, Stalin intentó eliminar radicalmente a todos los elementos socialmente sospechosos y a todos los descontentos suscitados por su políticos. Mientras que las tensiones diplomáticas se acumularon en Europa desde el ascenso al poder de Adolf Hitler y la Guerra Civil Española en julio de 1936 hicieron temer un conflicto general, se trató de eliminar todo lo que podría constituir una « quinta columna » del enemigo en caso de invasión.

Para lanzar y desarrollar este terror de masas, Stalin aprovechó el apoyo indispensable de sus adeptos, pero también el celo innegable de numerosos responsables locales, bien de policías y burócratas entusiastas o bien de simples ciudadanos delatores. Los tres Procesos de Moscú, entre 1936 y 1938 permitieron eliminar a medio centenar de antiguos camaradas de Lenin. Fue la fase más espectacular de la liquidación de la vieja guardia bolchevique. Stalin se desembarazó definitivamente de rivales vencidos desde hacía tiempo. Asimismo, eliminó a la mitad del Politburó, diezmo a los delegados del XVII Congreso y excluyó a tres cuartas partes de los miembros del Partido adheridos entre 1920 y 1935. No obstante, las purgas del Partido no constituyeron más que una parte muy débil de la represión que, según los cálculos de Nicolas Werth, alcanzará al 94% de los no-comunistas.

En efecto, el Terror no faltó en ningún organismo: cayeron golpes en los ministerios, el Gosplan, el Komintern, el Ejército Rojo e incluso a los guardias y jefes del Gulag, así como los policías del NKVD. Los miembros eliminados por las purgas fueron reemplazados por una nueva generación de cuadros que profesaban a Stalin un culto sin reservas: los jóvenes promovidos de la « generación de 1937 » (Kruschev, Beria, Malenkov, Zhdánov, Brézhnev, etc.) no conocía a nadie más que a él a quien le debían todo.

El terror no se limitó solamente a los dirigentes, sino que golpeó a toda la sociedad. El 2 de julio de 1937, desde el centro se enviaron a las regiones cuotas que fijaban el número de sospechosos que se debían fusilar (categoría 1) o deportar (categoría 2). Los responsables locales, amenazadas también, excedían en su celo para superar las cifras y solicitaban al Kremlin « permiso » para castigar a todavía más gente, con lo cual se produjo un alza sangrienta y rápida de las condenas. Así, de los 260.000 inicialmente previstos, se pasó a más de 400.000 arrestos. Stalin firmó personalmente 383 listas de condenados a muertes, lo que significaba 44.000 ejecuciones. Sus adeptos como Kaganóvich, Zhdánov, Mikoyán o Kruschev fueron también despachos a las diversas Repúblicas para radicalizar la purga en el Partido y la población.[14]

Paralelamente, una serie de operaciones del NKVD golpeó a centenas de millares de elementos particularmente sospechosos:

  • El decreto n° 00447, firmado el 30 de julio de 1937 por Nikolái Yezhov, golpeó a centenas de miles de deskulakizados empobrecidos por la colectivización, a los innumerables vagabundos y marginales engendrados por esta última, los antiguos miembros de las clases dirigentes y sus niños, los burgueses o aristócratas que perdieron su rango por la revolución o por el Gran Giro.[15]
  • Todas las personas que mantenían o habían mantenido relaciones con el extranjero fueron agobiados por preguntas. El cuerpo diplomático fue diezmado, numerosos embajadores fueron llamados y liquidados, así como un buen número de agentes del Komintern y ciertos antiguos combatientes de España. El terror se extendió hasta los hablantes de esperanto, a los filatelistas y a los astrónomos.[16]
  • Las minorías nacionales fronterizas, ya tratadas como sospechosas por los últimos zares y por los bolcheviques, estuvieron particularmente expuestas al terror. El 11 de agosto de 1937, Yezhov firmó el decreto n° 00485 que acarreó el arresto de 350.000 personas, 144.000 de ellos polacos y numerosos bálticos o finlandeses: 247.157 fueron ejecutados, de los cuales 110.000 eran polacos. En la frontera china, 170.000 coreanos fueron deportados a Asia Central, mientras que los obreros que trabajaron en el ferrocarril soviético de Harbin en Manchuria fueron liquidados.[17]​ Pero fue también la sedentarización forzada de los nómadas de Asia Central, en especial en Kazajistán, la que tuvo como saldo un desastre demográfico, así como la pérdida de numerosas tradiciones culturales.[18]
  • El principio totalitario de la responsabilidad colectiva hizo que la « falta » de un individuo recayera en su conjunto a sus hijos, a su familia entera, a toda su red de amigos, de subordinados, de colegas y de relaciones. Por ejemplo, el 5 de julio de 1937, el Politburó ordenó al NKVD internar a todas las esposas de los « traidores » en los campos por un período entre 5 y 8 años y de colocar a sus niños menores de 15 años « bajo protección del Estado ». Esta orden condujo a la detención de 18.000 esposas y 25.000 niños y a colocar a cerca de un millón de niños de menos de 3 años en orfelinatos.[19]

En 1939, para poner fin a la Gran Purga -también denominada el Gran Terror- Stalin suprimió las últimas esferas de autonomía en el Partido y la sociedad e impuso definitivamente su culto y su poder absoluto. Esto lo hizo a pesar del riesgo que significaba desorganizar gravemente su ejército y su país, cuando la guerra se acercaba.

La Gran Guerra Patriótica y sus secuelas (1941-1953)

La Segunda Guerra mundial va a permitir al sistema estalinista extender su influencia en el mundo.

Preludio

Stalin permitió el ascenso de Hitler en Alemania (1933) al mantener la línea de "clase contra clase" que prohibía a los comunistas alemanes toda acción anti-nazi común con los socialdemócratas, considerados la amenaza prioritaria por el Komintern tan tarde como en junio de 1934. Durante los primeros meses del régimen nazi, la Unión Soviética buscó incluso mantener la cooperación militar y comercial desarrollada bajo la República de Weimar.

Cuando el poder de Hitler se consolidó y se reveló bastante más duradero de lo esperado, Stalin temió por la seguridad de la Unión Soviética. Solo entonces se dedicó a desarmar la hostilidad del Führer por diversos contactos secretos en Berlín o moderando discretamente los ataques de la prensa soviética.[20]​ Paralelamente, la Unión Soviética intentó también un acercamiento con las democracias parlamentarias, con miras a hacer renacer la alianza de la Gran Guerra. Desde entonces, el Komintern incentivó la constitución de Frentes populares antifascistas, en especial en Francia y en España. En 1934, la Unión Soviética entró a la Sociedad de Naciones. En mayo de 1935, concluyó un pacto con Francia y, a fines de 1936, era el único Estado en intervenir activamente en favor de la España republicana (que intentaba convertir en su satélite).

Esta política de alianza fracasó frente a las reticencias de Francia y del Reino Unido, donde el pacifismo y el anticomunismo siguieron siendo muy poderosos, así como debido a las purgas en el Ejército Rojo y los hacían dudar del poder de este último. Las exigencias de Stalin (en especial, el paso de tropas soviéticas a través de Polonia y Rumanía) contribuyeron también a obstaculizar la conclusión de un acuerdo, debido particularmente a la oposición del general polaco Józef Beck. El 30 de septiembre de 1938, las democracias abandonaron Checoslovaquia a merced de Hitler en los Acuerdos de Munich, a los cuales la Unión Soviética ni siquiera fue invitada.

Furioso y dudando de su voluntad de oponerse realmente a la amenaza nazi, Stalin manisfestó claramente en el XIX Congreso del PCUS (marzo de 1939) que no excluía un acuerdo con Berlín para proteger a la Unión Soviética y que el país se vendería al mejor postor. El mismo mes, el jefe de la diplomacia soviética, Maxim Litvinov (maestro de obras de la línea antifascista, esposo de una británica y de origen judío) fue reemplazado por Viacheslav Mólotov. El 23 de agosto de 1939, en ausencia de una propuesta clara de los occidentales, se firmó el Pacto Germano-soviético en el Kremlin.

La Unión Soviética sacó partido de este pacto durante dos años, anexándose más de 500.000 km2 y aumentando su población en 23 millones de habitantes. El terror y la sovietización forzada acelerada se abatieron sobre los países bálticos y Moldavia absorbidos, así como sobre los territorios retomados por el Ejército Rojo en Polonia y aquellos arrebatados a Finlandia tras el fracaso de un intercambio amigable después de la difícil Guerra de Invierno. Centenas de millares de habitantes fueron deportados brutal y arbitrariamente, el sistema económico soviético fue exportado de tal manera que las culturas locales fueron sofocadas y una parte de las élites asesinada, en particular los 20.000 oficiales polacos masacrados en Katyń y en otros lugares.

Del riesgo de colapso a la victoria (1941-1945)

Panfleto alemán en ruso, 1941: « No derrames tu sangre por Stalin.»

El 22 de junio de 1941, Hitler rompió el pacto con la Unión Soviética y el ejército ruso invadió su territorio (Operación Barbarrosa), con lo que se dio inicio a la Gran Guerra Patria, denominación concedida por los rusos a la guerra contra la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. En unos cuantos meses, la Wehrmacht conquistó gran parte de la Rusia europea, circundada de inmensos ejércitos, e hizo prisioneros a millones de soldados a quienes hicieron pasar hambre y exterminaron de manera deliberada. El poder soviético desapareció en una vasta zona. Algunas veces bien acogidos por las poblaciones, los nazis alinearon rápidamente todo apoyo posible desvelando sus proyectos criminales premeditados y librando una guerra de exterminio racista contra las poblaciones civiles eslavas, gitanas y, sobre todo, gitanas.

Abandonado a merced de administradores nazis extremadamente crueles, como el gauleiter Erich Koch en Ucrania, el país fue puesto en regla y se hizo pasar hambre deliberadamente a sus habitantes. No se hizo ninguna concesión a los nacionalistas locales y el Ejército Ruso de Liberación, anti-bolchevique, no será utilizado más que en el Oeste. Para gran malestar de los campesinos, las estructuras estalinistas no fueron cuestionadas a fin de facilitar el pillaje de los recursos agrícolas y las extracciones obligatorias fueron incluso agravadas bajo pena de muerte. El "Decreto de los comisarios", firmado por Wilhelm Keitel antes de la invasión, se tradujo en la masacre sumaria de los comisarios políticos capturados y de los miembros del Partido. Las torturas y masacres de civiles se convirtieron en hechos cotidianos, así como los allanamientos masivos de mano de obra con destino al Reich. La primera gran matanza del Holocausto fue la masacre in situ de un millón y medio de judíos soviéticos por los Einsatzgruppen. Conocidos de una parte y de la otra del frente, estas atrocidades llevaron a una gran adhesión de la población soviética al régimen de Stalin que encarnó la lucha de la nación por su propia supervivencia.

A pesar de sus graves reveses de los primeros meses, el Ejército Rojo resistió, aunque al precio de millones de soldados. Sorprendiendo al enemigo, no se rindió y no dejó de multiplicar las contra-ofensivas desde el primer día. Los alemanes descubrieron que su cualidad combativa era infinitamente superior a lo que habían previsto, al igual que la abundancia y la calidad de su material. Descubrieron el tanque mediano T-34, uno de los mejores de la Segunda Guerra Mundial, del cual no sospechaban ni siquiera su existencia. Los soviéticos también incorporaron contra ellos varios logros técnicos como los lanzacohetes múltiple Katyusha u «órganos de Stalin ». Una política de tierra quemada radical fue aplicada a los territorios invadidos. Tras la invasión, las fábricas fueron desmanteladas y trasladadas hacia el Este, junto con 10 millones de personas. Vueltas a montar en Siberia y los Urales, estas fábricas soviéticas produjeron desde 1942 más armas que las de la Alemania Nazi a costa de enormes esfuerzos de los trabajadores civiles. La URSS se benefició también de una ayuda material indispensable de los aliados anglo-americanos, abundante y de calidad.

El patriotismo y el contexto de guerra total explican en buena parte la resistencia de los soldados y civiles. Así, la ciudad de Leningrado, sometida deliberadamente por Hitler a un bloqueo mortífero responsable de cerca de un millón de muertes, resistió a un asedio de casi mil días. Permaneciendo sorprendentemente en una Moscú directamente amenazada, Stalin contribuyó en persona a galvanizar las energías y a interrumpir cualquier inicio de pánico popular antes de que el Ejército Rojo rompiera a las puertas de la ciudad el avance alemán (6 de diciembre de 1941). En los territorios ocupados, grupos de partisanos soviéticos reaccionaron desde 1941; desde 1942, el Kremlin se encarga de reabastecerlos y reubicarlos bajo un control estricto. Para junio de 1944, Bielorrusia contaba con un millón de partisanos, la más grande concentración de guerrilleros de la Europa ocupada.

La Guerra cambió profundamente el sistema estalinista que debió hacer un llamado al nacionalismo y asociarse a la Iglesia Ortodoxa con el fin de conservar una cohesión nacional lo suficientemente fuerte para repeler a las tropas alemanas. Fieles reflejos del PCUS, los partidos comunistas del mundo entero adoptaron los lemas patrióticos y estuvieron abiertos al diálogo con las autoridades religiosas y con las formaciones políticas más diversas. Stalin suavizó también la colectivización de las tierras, puso en espera la lucha de clases, el realismo socialista en el arte y la coacción política. Miles de oficiales del Ejército Rojo anteriormente purgados fueron reintegrados, tal fue el caso del futuro mariscal Konstantín Rokosovski; un millón de detenidos liberados se batieron en el frente de batalla. No obstante, el terror y la naturaleza totalitaria del régimen desempeñaron un rol considerable. Desde 1941 e incluso en Stalingrado, equipos de NKVD se encargaron así de ametrallar a los soldados desertores.[21]​ Oficiales y generales fueron fusilados desde los primeros días, chivos expiatorios de los errores del Kremlin. Los comisarios políticos vigilaban de cerca a los jefes militares, expuestos permanentemente a caer en desgracia frente a Stalin. Los prisioneros de guerra fueron considerados como traidores y oficialmente renegados, sus familias fueron abandonadas sin ayuda o perseguidas. Toda debilidad en el frente equivalía al arresto. En 1941-1942, no fueron menos de 994.000 soldados los que fueron condenados, de los cuales 157.000 fueron ejecutados.[22]​ Incluso en 1945, toda crítica podía significar el envío al Gulag: Aleksandr Solzhenitsyn fue de esta forma arrestado en el frente de batalla polaco por haber puesto en duda el genio militar de Stalin.

Para 1941, no se había previsto ni diseñado ningún plan de evacuación de civiles. Se había mantenido a los judíos en la ignorancia sobre las atrocidades antisemitas alemanas y, a menudo, no intentar escapar antes de la llegada de los nazis. Solo los detenidos del régimen fueron trasladados en marchas forzadas dramáticas, a menos que fueran fusilados en el lugar antes de la llegada de los alemanes.[23]​ Así, en pleno avance enemigo (agosto de 1941), el NKVD distraía fuerzas del frente para deportar en su totalidad a los alemanes del Volga, descendientes de colonos instalados en el siglo XVIII. Para 1944, una quincena de nacionalidades había sido deportada en su integridad, mujeres, niños, militantes comunistas y soldados condecorados incluidos, bajo la falsa acusación de colaboración con los nazis. Entre ellos, los 600.000 checos deportados en solo seis días (marzo de 1944), un récord histórico no igualado.[24]

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Afiche que glorifica la unión de los trabajadores detrás del Ejército Rojo, 1945.

El avance soviético en Europa del Este estuvo acompañado por una ola de pillajes, allanamientos y desapariciones; en Alemania Oriental, las tropas fueron animadas a perpetrar violaciones masivas en represalia por las exacciones nazis en territorio soviético, mientras que, a título de reparaciones, fue desmontada una gran parte del potencial industrial de la futura RDA y enviada a la Unión Soviética. Victorioso ante Moscú, el Ejército Rojo salió triunfante de la dramática Batalla de Stalingrado en febrero de 1943, giro decisivo de la guerra. Asimismo, la Batalla de Kursk, la más grande confrontación de blindados de la Historia, fue concluida con un nuevo éxito soviético. Para 1944, el territorio nacional había sido reconquistado. El Ejército Rojo derrotó en el frente de batalla y liberó a la mitad de Europa hasta Berlín.

Esta posición militar no pudo ser más que ratificada por los aliados anglo-estadounidenses. La conferencia de Yalta (4-11 de febrero de 1945), realizada en territorio soviético, confirmó a Stalin como el principal vencedor de la guerra en Europa. Hasta la apertura tardía del segundo frente en Normandía en junio de 1944, las fuerzas soviéticas llevaron casi solas el peso de la guerra, al tener que afrontar a las tropas alemanas más aguerridas y mejor equipadas. Al menos 85% de los alemanes puestos fuera de combate lo fueron en el Frente Oriental.

A final del conflicto, la URSS se convirtió en la segunda superpotencia mundial. Sus anexiones fueron ratificadas y se convirtió en miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Su prestigio internacional era inmenso, más allá de los círculos comunistas y de los hombres de izquierda. Pero el precio de la victoria fue gigantesco: sin duda, 27 millones de muertes entre civiles y militares,[25]​ millones de refugiados y damnificados y las mayores destrucciones materiales nunca antes sufridas por un beligerante en la historia humana. Miles de aldeas, explotaciones agrícolas y vías de comunicación fueron destruidas. En 1946-1947, la sequía y una nueva hambruna en Ucrania causaron más de 500.000 muertes.

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Los mariscales Georgui Zhúkov y Konstantín Rokosovski desfilan por la Plaza Roja de Moscú, durante el Desfile de la Victoria el 24 de junio de 1945.

Después de la Guerra: El segundo estalinismo y el zhdánovismo artístico

Después de la flexibilidad y relativa liberalización de los años de guerra, Stalin decepcionó todas las esperanzas de cambio que tenía la población. Así, decidió retornar sin mayor cambio al sistema económico y político de los años 1930 y lo extendió al recientemente creado « campo socialista ». Rápidamente, partidos únicos forjados bajo el modelo estalinista tomaron el poder en los países del Este, mientras que el Ejército Popular de Liberación de Mao Zedong resulta victorioso en China (1949).

Sobre todo desde 194 y del advenimiento de la Guerra Fría, todas las nuevas democracias populares debían introducir el colectivismo, la planificación, el partido único y otras instituciones estrictamente calcadas del modelo soviético. Representantes del NKVD supervisaron la creación de policías políticas y de campos de trabajo. Los ejércitos nacionales fueron reformados bajo el modelo del Ejército Rojo y un soviético de origen polaco, el mariscal Konstantín Rokosovski, se convirtió incluso en ministro de Defensa en Varsovia. Las monedas fueron alineadas respecto al rublo, cierto número de empresas fueron puestas bajo control soviético y la integración de las economías nacionales a un bloque dominado por Moscú fue confirmado en 1949 del Comecon.

A una serie de procesos judiciales trucados contra los representantes del Antiguo Régimen (como el del cardenal Midzentsy en Hungría por ejemplo) o contra los adversarios políticos, sucedieron otros contra los comunistas locales sospechosos de « nacionalismo » o, después de la ruptura soviético-yugoslava en 1948, de « titismo ».

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Celebración de los 30 años de la Revolución de Octubre en el Teatro Bolshói de Moscú, 1947.

Durante la guerra, millones de combatientes y de civiles se encontraron fuera de la Unión Soviética. En esas circunstancias, descubrieron países con más altos níveles de vida que el suyo, así como otras formas de vivir y de pensar. Inquieto por la posible subversión, Stalin hizo deportar al Gulag a todos los antiguos soldados del Ejército Ruso de Liberación liberados por los occidentales, pero también a un buen número de prisioneros de guerra rescatados de los campos de exterminio nazi o a trabajadores civiles voluntarios y forzados en Alemania. También varios ciudadanos de países bálticos, ucranianos y polacos, cuyos Estados habían sido recientemente anexados, continuaron afluyendo a los campos del Gulag, así como los miembros o simpatizantes de las guerrillas nacionalistas antialemanas y antisoviéticas que subsistían en los confines occidentales de la Unión Soviética a fines de los años 1940. Se unieron a cientos de miles de prisioneros alemanes y japoneses. Por otra parte, entre 1948 y 1949, una oleada de detenciones golpeó a varios ex detenidos, reenviados a los campos, o incluso hijos de las víctimas de las purgas de 1937, deportados a su vez.

Los efectivos del Gulag fueron así llevados a su mejor momento. En 1950, la pena de muerte suprimida en 1947 fue reintroducida. Objeto de un culto a la personalidad llevado a su paroxismo (particularmente con la celebración de sus 70 años, el 21 de diciembre de 1949), un Stalin avejentado y suspicaz gobernaba oponiendo a los clanes entre ellos y aterrorizando permanentemente a su propio entorno; no obstante, el régimen consiguió una estabilización real: las grandes purgas de la preguerra no se reprodujeron más.

Las enormes exigencias de la reconstrucción, el rechazo del Plan Marshall (1947) y las limitaciones de la Guerra Fría (armamente, acceso a las armas atómicas en 1949) dieron lugar a una fuerte presión productivista sobre los obreros, mantenidos siempre bajo una disciplina de hierro. El « grupo de Leningrado », alrededor de los jóvenes dirigentes Kouznetsov y Voznessenski, exigió un reajuste en el gasto de la industria pesada; como resultado, ambos líderes fueron detenidos (1949) y ejecutados (1951).

En cuanto a los campesinos, retomaron las tierras recortadas durante la guerra como propiedad colectiva y una reforma monetaria (1946) les quitó los beneficios personales logrados en esta época. Las entregas de naturaleza obligatoria no cesaron de aumentar hasta la muerte de Stalin.

Los intelectuales fueron llamados al orden por el zhdánovismo artístico (1946), campaña doctrinaria violenta orquestada por el protegido de Stalin, Andréi Zhdánov. La poetisa Anna Ajmátova fue excluida de la Unión de escritores, privada de su carta de racionamiento y obligada a realizar malabares para sobrevivir. Los pintores, escritores y todos los artistas fueron sometidos más duramente que nunca antes bajo el dogma del realismo socialista. Los compositores, como Sergéi Prokófiev o Dmitri Shostakóvich, fueron intimidados y se vieron forzados a componer melodias que podían silbar los obreros de camino al trabajo. El contexto de la Guerra Fría y la rehabilitación de un nacionalismo exacerbado de la Gran Rusia llevó a violentas campañas contra todo lo que provenía de Occidente, como podía ser el psicoanálisis, la cibernética o la física cuántica, mientras que los hablantes de esperanto fueron deportados. En las ciencias, la imposición del lysenkoismo se encontraba en su apogeo, siendo depurados o liquidados sus adversarios.

En nombre de la lucha contra el « cosmopolitismo », el régimen renovó el antisemitismo. Desde el período de entreguerras, el judaísmo religioso fue aplastado por las persecuciones, mientras que el yídish y el hebreo fueron puestos fuera de la ley. La sección judía del Partido (Yevsektsia) fue disuelta durante las Purgas. En 1946, Stalin prohibió la publicación del Libro negro de Vasili Grossman y de Iliá Erenburg sobre la exterminación de los judíos soviéticos por los hitlerianos. En 1948, el gran actor yidish Solomon Mikhoels fue asesinado bajo estas órdenes, mientras que los escritores del Comité Judío Anti-Fascista, constituido durante la guerra para obtener la ayuda de los judíos americanos, fueron detenidos y luego fusilados en 1952. La prensa, el teatro y las escuelas judías desaparecieron casi totalmente.[26]

Después de haber promovido el surgimiento del Estado de Israel (1948-1949), la URSS se volvió brutalmente en contra y la campaña « antisionista » y « anticosmopolita » tomó un carácter netamente antisemita en todo el bloque soviético (juicio de Slansky en Praga, cuyos acusados fueron casi en su totalidad judíos, 1952). Stalin se aprestó a relanzar la campaña antisemita a través de la « conspiración de las batas blancas » (13 de enero de 1953) cuando la muerte lo sorprendió.

La muerte de Stalin: hacia el deshielo

Stalin falleció el 5 de marzo de 1953 cuando preparaba nuevas purgas (complot de los médicos), en especial la eliminación del jefe de la policía, Lavrenti Beria. Después de la muerte de Stalin, se restableció una dirección colegiada. Las primeras medidas de liberalización se debieron paradójicamente a Beria: hizo liberar y rehabilitar a los médicos judíos víctimas del supuesto complot y liberó a un millón de detenidos del Gulag; sin embargo, fue destituido, arrestado (junio de 1953) y fusilado (diciembre de 1953) por órdenes de sus colegas.

Habiendo llegado progresivamente al poder, Nikita Jrushchov relanzó cierta liberalización del régimen político, es decir, la « desestalinización ». Su discurso en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética del 23 de febrero de 1956 denunció el culto a la personalidad de Stalin, las violaciones a la legalidad socialista y una parte de los crímenes de Stalin, de hecho sobre todo las frecuentes purgas que desestabilizaron periódicamente el sistema y provocaba que los propios burócratas y dirigentes vivieran aterrados. Los supervivientes de la dictadura fueron globalmente liberados del Gulag y millares de rehabilitaciones fueron pronunciadas. En 1961, el cuerpo embalsamado de Stalin fue retirado del Mausoleo de Lenin. Las leyes más represivas fueron abolidas y el Estado policial abandonó el terror en masa a cambio de una represión más dirigida y selectiva. Además, Jrushchov introdujo reformas económcias que restablecieron elementos de una economía de mercado al interior del sistema planificado y reforzó la autonomía de los directores de fábricas. Puso un mayor énfasis en la elevación del nivel de vida de los ciudadanos.

Este « libéralismo » no le impidió intervenir militarmente contra la insurrección obrera en Hungría a fines de 1956. Los partidarios de León Trotsky, asesinado en 1940, reagrupados en la IV Internacional, consideraba la desestalinización como una liberalización de fachada del sistema soviético que permitía el mantenimiento de la burocracia. Finalmente, Jrushchov es separado del poder en 1964: la Nomenklatura modelado por el estalinismo quedó como la única gobernante del régimen hasta mediados del años 1980, suspendiendo las reformas y la desestalinización. Fue debido a que se mostraron incapaces de remediar las disfuncionalidades heredades de la era estalinista (burocratismo, ausencia de espíritu de iniciativa y de libertades públicas, penurias, desastre ecológico, desequilibrio de sectores a favor de una industria penas cada vez menos adaptada a los avances tecnológicos, etc.) que los hombres de la « generación de 1937 » prepararon el desplome final de la URSS.

El totalitarismo estalinista

A menudo, el estalinismo es considerado, junto con el nazismo, como una de las formas de totalitarismo. Al remodelar radicalmente a una sociedad, Stalin afirmó sus ambiciones de controlar también la mente y crear así un «Hombre nuevo».

Sistema basado en el terror, tornó su violencia masiva principalmente contra su propia población.[27]​ Como tal, este Estado policial fue responsable de cerca de 70.000 ejecuciones entre 1929 y 1953, mientras que, en el mismo período, 18 millones de soviéticos fueron deportados al Gulag y 6 millones fueron forzados a partir al exilio más allá de los Urales, es decir, un soviético de cada cinco. Se debe añadir a ellos los millones de muertos por hambruna.[28]

El culto a Stalin

Un verdadero culto a la personalidad, rendido al «Padre de los pueblos», concedió a Stalin la posibilidad de afirmar su autoridad. Surgido en 1929, se radicalizó a partir de las purgas y de la guerra. Afiches, fotos y desfiles celebraron al «genial Stalin», al «guía» (Vojd) «del proletariado mundial» y «de la patria», al hombre infalible, justo y bueno que «construyó el socialismo en la URSS para el bien de todos». Miles de calles, ciudades, instituciones y edificios portaban su nombre, así como los Premios Stalin, equivalentes soviéticos del Premio Nobel. Su nombre era citado miles de veces al día en los medios de comunicación, los discursos y las escuelas. Su rostro se encontraba sobre todos los muros y sus retratos y estatuas gigantes cubrían el paisaje urbano.

La menor crítica aparente contra Stalin suponía un peligro: las personas desaparecían por haber escrito mal su nombre o por haber envuelto sus flores con una página de periódico ilustrada con su foto. Impuesto tardía y artificialmente tanto al Partido como al país, el culto a Stalin estaba desprovisto de justificación teórica con respecto al marxismo-leninismo, como de su magro rol en la Revolución de octubre y de su débil carisma personal. Stalin estuvo, además, obligado a apoyar su propio culto sobre una deificación de Lenin, de quien pretendía ser el mejor amigo y discípulo. Frente a sus visitantes, le gustaba mostrar modestia y presentarse como un hombre sensato, sencillo y próximo a la gente. La función de culto fue, precisamente, establecer su legitimidad históricamente cuestionable y justificar su poder personal absoluto, conquistado poco a poco sobre sus adversarios y sus propios colegas.

Fue también una estrategia populista de su parte: mientras que los privilegiados del Partido y de la policía eran odiados, Stalin aparecía a la gente común como un recurso contra los abusos, de forma que su figura estuvo exenta de críticas.[29]​ Varias de sus víctimas creyeron sinceramente que Stalin era inocente o que ignoraba el terror que orquestaba contra el país.[30]​ Se trató del mecanismo totalitario por el cual la víctima, a punto de morir, alababa al verdugo que George Orwell descifra al final de 1984:

Corre a lo largo del corredor de azulejos blancos, con la impresión de caminar en el sol, un guardia armado detrás de él. La bala largamente esperaba le entraba por la nuca […] La lucha había terminado. Había logrado la victoria sobre él mismo. Amaba al Big Brother[31]

De esta manera, en el país de los zares, procuró satisfacer a una población habituada a venerar a figuras tutelares. El «Padre de los pueblos» (título retomado del zarismo) gustaba compararse con los déspotas modernizadores Iván el Terrible y Pedro el Grande.[32]​ Al menos hasta el inicio de la guerra, el culto a Stalin no fue tan bien recibido en el campo, diezmado por la deskulakización, como lo fue en las ciudades. En particular, fue muy fuerte entre la juventud que no había conocido nada más que a él o entre la Nomenklatura que le debía todo. Después de la victoria sobre Hitler, la popularidad del «Padre de los pueblos» demostró que había logrado identificarse con la nación misma.

Propaganda y movilizaciones

Separados del mundo exterior, privados de todo punto de comparación, los soviéticos estuvieron estrechamente controlados y enrolados desde el nacimiento hasta la muerte y sometidos a una propaganda masiva, omnipresente y permanente. Prensa, radio, teatro, literatura, cine, afiches, monumentos o instituciones difundían las mismas contraseñas, glorificaban uniformemente al régimen, sus realizaciones y sus jefes, al mismo tiempo que estigmatizaban a sus enemigos designados. La juventud fue enrolada en el Komsomol. El discurso oficial se convirtió en la lectura obligatoria de la realidad, en la cual se ocultaban todos los aspectos molestos. El culto obsesivo del secreto y el travestismo de la realidad dejaron a las masas en la ignorancia de estos últimos.

El poder promovía la emulación. Así, exaltaba a los héroes del trabajo, los estajanovistas o kolkhoziens de élite, cubiertos de medallas, honores y privilegios materiales. Este movimiento incentivaba el aumento de la productividad laboral, basado en la propia iniciativa de los trabajadores.[33]​ A cada campaña de producción, las células del Partido y la población debían reaccionar como un solo hombre y multiplicar las reuniones, desfiles y resoluciones "espontáneas" que manifestaban su pleno acuerdo con la dirección del país.

Los visitantes extranjeros fueron hábilmente engañados al ocultárseles a menudo los aspectos sombríos de la realidad soviéticos y no mostrarles más que los éxitos. En 1932, Stalin consiguió hacer visitar Kiev y la Ucrania hambrienta al presidente del Consejo francés Édouard Herriot, sin que este se percatara de nada. Pocos fueron los comunistas o los compañeros de ruta lúcidos que se atrevieron a confesar a su regreso sus dudas y decepciones, como André Gide en Regreso de la URSS (1936).

Vigilancia, terror y delación

El régimen promovió la delación masiva. Por la prensa, el cine, la escuela o la literatura, incitó a todos a denunciar a los «sospechosos», «espías» y otros «saboteadores», y a vigilar a sus amistades y a su propia familia. Rodeaba de un intenso culto póstumo al joven Pavlik Morózov, muerto en circunstancias inciertas en 1932, presentado como ejemplo para toda la juventud soviética.[34]

Los campesinos de los koljós y de los sovjós fueron vigilados por medio de las MTS (estaciones de máquinas y de tractores) que tenían el monopolio de la maquinaria moderna en el campo y que, con sus secciones políticas, eran los ojos y oídos del poder. Hasta la muerte de Stalin, fueron sometidos a impuestos y a exacciones obligatorias, a menudo exorbitantes, fijadas a pesar de la realidad. Se promulgó una ley el 7 de mayo de 1932, en plena hambruna, que castigaba con la reclusión en el Gulag a todo «robo de la propiedad socialista». Por tanto, una madre que hurtara para impedir que sus hijos murieran de hambre sería deportada. Esta ley fue responsable de cientos de miles de arrestos y deportaciones. En 1946, una ley similar tuvo consecuencias parecidas, aunque de amplitud menor.[35]

Desde 1931, los obreros debían poseer una libreta de trabajo y no podían cambiar de empleo sin autorización previa. Ahora bien, en nombre de la industrialización, la clase obrera debía sufrir condiciones de trabajo extremadamente duras: salarios bajos, largas jornadas, multiplicación de accidentes, sospecha generalizada contra los "saboteadores" reales o supuestos. No se contaba con protección alguna: la huelga era imposible, los sindicatos estaban dominados por el poder, la Comisaría de Trabajo fue disuelta en junio de 1933. Después de los levantamientos obreros de junio de 1932 en Ivánovo, cualquier resistencia física desapareció por los siguientes treinta años. Entre 1938 y 1940, una serie de decretos draconianos castigaron con el envío al Gulag los retrasos reiterados de más de 20 minutos: estos decretos fueron responsables de dos millones de condenas en un año y de 11 millones antes de su abolición en 1957.[36]

En la era leninista, varios soviéticos fueron discriminados debido a sus orígenes sociales. Estas «personas del pasado» (byvchie ljudi) y otros «elementos socialmente peligrosos» (categorías vagas que englobaban derechos comunes o marginales, así como ex pequeños comerciantes, hombres de Iglesia o descendientes de la ex aristocracia) fueron los blancos prioritarios de la vigilancia y la represión. Desde 1929, se contabilizan unos 4 millones de soviéticos privados de todos sus derechos cívicos (lichensty) y discriminados, junto con sus hijos, del acceso a alojamiento, trabajo, educación superior, etc.[37]​ En los años 1920, estas categorías fueron objeto de redadas regulares en las ciudades y deportadas por millares. Durante los años 1930, su número se incementó de cientos de miles de deskulakizados huidos del campo o evadidos de su lugar de exilio, así como una masa de numerosos ex artesanos desposeídos, ex nepmen, pequeños traficantes, delincuentes juveniles, etc., todos ellos víctimas de las transformaciones brutales de la sociedad soviéticas. Ellos fueron las principales víctimas de las Grandes Purgas, en particular del decreto 00447 de Nikolái Yezhov, firmado el 30 de julio de 1937.

A partir del 28 de diciembre de 1932, ningún ciudadano soviético podía desplazarse, alojarse o trabajar sin su pasaporte interior (propiska). Olvidarlo en casa era razón suficiente para ser deportado en caso de ser detenido en un control. En el pasaporte se indicaba la nacionalidad, lo que facilitó la discriminación y las posteriores deportaciones. A corto plazo, las campañas de empadronamiento permitieron ubicar de forma masiva a los kulaks refugiados que se escondían en las ciudades, a los gitanos, a varias clases venidas a menos, así como a los elementos «socialmente peligrosos», quienes fueron expulsados o deportados. Los cientos de miles de habitantes a quienes se les negó su pasaporte perdieron todo acceso legal a los medios de subsistencia (trabajo, alojamiento).[38]

La mano de hierro de Stalin: el NKVD

Raramente igualada en la historia humana, la omnipotencia del Estado policial estalinista marcó duraderamente al pueblo soviético e, indirectamente, al imaginario occidental. Millones de personas, muchas de ellas inocentes, desaparecieron de un día para el otro, detenidos por la noche en sus casas, interpelados en plena calle o bien arrasados y deportados por trenes enteros, lo que dejó al resto de la población en la incertidumbre y la angustia por si llegaba su turno. Tomando masivamente el camino de las prisiones y del Gulag, poblaron la más vasta red de campos de trabajo nunca antes organizada.[39]

El servicio de la seguridad de Estado o GUGB

El Estado policial estalinista fue el heredero directo de la Checa, primera policía política soviética, fundada el 20 de diciembre de 1917 por Feliks Dzerzhinski y reemplazada en 1922 por la OGPU. Según las palabras de Aleksandr Solzhenitsyn, es el «único órgano represivo en la historia de la humanidad en haber concentrado en sus manos: la vigilancia, el arresto, la instrucción, la representación del Ministerio público [i. e. la acusación], el juicio y la ejecución de la sentencia».[40]

La Lubyanka, sede del NKVD. Epicentro del terror, fue también una prisión, lugar de ejecución o antecámara del Gulag para miles de personas.

Aliado estrechamente desde los años 1920 al aparato policial, Stalin confirió a la policía política un rol central en su sistema y no dudó en extender el terror policial a los miembros del Partido y a sus mismos dirigentes. En 1934, la Dirección general de la seguridad de Estado (OGPU) fue incorporado al recientemente creado Comisariado del Pueblo en Asuntos Interiores (abreviado como NKVD). El NKVD, que fue la base de un Ministerio del Interior, se convirtió con esta adición en una herramienta muy poderosa al servicio de Stalin, que controlaba sus seguidores Yagoda (1934-1936, ejecutado en 1938), Yezhov (1936-1938, ejecutado en 1939) y, finalmente, Beria (ejecutado en 1953). En 1937, contaba con 370.000 funcionarios[41]​ y una vasta red de espías.

El NKVD era responsable de la policía, de las prisiones, de los lugares de exilio para «colonos especiales» y de campos de detención. Estaba encargado de las grandes purgas planificadas por Stalin y de las deportaciones en masa al Gulag. Su rol consistía en vigilar, detener, interrogar y, algunas veces, torturar a quienes detenidos por distintos motivos. De gran eficacia, fue el instrumento por el cual Stalin puso a raya a todo el país, castigaba todo error supuesto, aplastaba toda oposición, toda desviación, incluso insignificante; pero, sobre todo, era el instrumento que hundió a toda la Unión Soviética en un terror permanente. Igualmente encargado del espionaje fuera de sus fronteras, sus operaciones se extendieron al extranjero, con el rapto en pleno París de los generales zaristas Krutepiov (1930) y Miller (1937), el asesinato de Trotsky en México en 1940, o la desaparición del líder del Partido Obrero de Unificación Marxista, Andrés Nin, en 1937 en Barcelona.

Fachada de Estado de derecho y procesos trucados

El NKVD podía detener arbitrariamente a cualquier persona, sean dignatarios del Partido o los koljosianos más pobres, en cualquier momento bajo cualquier pretexto. Existía siempre una fachada jurídica de Estado de derecho, sobre todo, el famoso artículo 58 del código penal de la RSFSR, cuyos 26 párrafos extremadamente vagos proporcionaban la base jurídica para acusar de una amplia gama de «crímenes» y de «traiciones». Las personas detenidas, a menudo, no volvían a ver a sus familiares; eran interrogadas, juzgadas en una parodia de proceso por las troikas del NKVD y, luego, ejecutadas o deportadas.

Si bien Stalin proclamó que «el hijo no es responsable de las culpas del padre», la Unión Soviética practicó desde sus orígenes la responsabilidad colectiva: el crimen real o supuesto conllevaba al arresto de toda la familia y personas cercanas al culpable. Por ejemplo, cuando el general Yan Gamarnik se suicidó para no participar en el caso Tujachevsky, proceso clave en las purgas del Ejército Rojo, su mujer recibió ocho años de reclusión en un campo como «esposa de un enemigo del pueblo»; una vez en el campo, le dieron diez años suplementarios por «ayudar a un enemigo del pueblo» y murió en el exilio en 1943. Su hija fue enviada a un orfelinato del NKVD y, cuando cumplió la mayoría de edad, recibió una pena de 6 años en el Gulag por considerarse que era un «elemento socialmente peligroso ».[42]

El procurador Vichynsky en los Procesos de Moscú (enero de 1937).

Incluso las personas que habían cumplido sus condenas no quedaban libres. Así, en 1948-1949, se detuvo en masa a las víctimas de las purgas del año 1937 que habían terminado sus diez años de internamiento en un campo, así como a sus hijos. Muchos de los presos liberados no tenían el derecho de volver a sus casas y quedaron por largo tiempo asignados a su lugar de exilio o bien la regla de los 101 kilómetros les prohibió aproximarse a menos de tal distancia a las grandes ciudades.

Desde 1928, Stalin también encargó a la policía la organización de procesos trucados espectaculares que proveía chivos expiatorios para una población que debía lidiar con dificultades cotidianas. Los inculpados, sometidos a largas torturas morales y físicas, expuestos a represalias sobre sus familias, fueron obligados a acusarse ellos mismos de espionaje y de sabotaje, así como de otra clase de crímenes. Las «confesiones» y «revelaciones» de cada proceso servía de preparación para los siguientes, pues cada uno implicaba a otras personas como cómplices que también debían comparecer en juicio.

Los principales procesos-espectáculos fueron:

  • En 1928, los ingenieros «saboteadores» del Chakhty (11 condenados a muerte y 6 ejecutados).
  • En 1930, el proceso del «Partido industrial».
  • En 1933, el proceso de los ingenieros británicos de la sociedad Vickers.
  • En 1936-1938, los tres célebres Procesos de Moscú, en los que actuó el procurador general Andréi Vyshinski contra la vieja guardia bolchevique.
  • En 1945, proceso de 16 enviados del gobierno polaco de Londres, detenidos a su llegada a la Unión Soviética.

Toda la Unión Soviética conocía en efecto, a diferentes niveles, los procesos públicos espectaculares, aunque muchos se llevaron a cabo en secreto, como para los 29 presuntos asesinos de Kirov, fusilados en diciembre de 1934). La práctica se extendió a las democracias populares de la posguerra.

La otra vertiente del sistema: el Gulag

Más famoso hoy en día que el NKVD, el Gulag (abreviación de Dirección general de Campos) era el órgano del NKVD responsable de los campos de detención y del trabajo forzado diseminados en todos el país, las islas Solovetsky en el mar Blanco hasta la famosa y mortífera Kolyma, en el extremo oriental de Siberia.

El «archipiélago del Gulag» constituyó en la Unión Soviética estalinista un verdadero mundo aparte, con su propia población, costumbres, geografía, instituciones y economía. Verdadero Estado dentro del Estado (la «pequeña zona» en jerga presidiaria, mientras que el resto del país era la «gran zona»), el Gulag tenía el control de regiones enteras: el Dalstroi administraba con la Kolyma un territorio del tamaño de Francia y muchos campos se extendieron por varios departamentos. Habrían existido 476 conjuntos de campos de concentración entre 1929 y 1953 que cubrían una variedad infinita de prisiones, aislamientos, campos móviles y fijos.[43]​ Hasta 18 millones de soviéticos pasaron por sus instalaciones y algunos permanecieron en ellas por más de 15 ó 20 años. Un proverbio ruso decía: «Quien no ha sido deportado, lo será».

Véase también

Referencias

  1. En 1923, « los campesinos acomodados, de 3 a 4% solamente de los agricultores, detentaban la mitad de las tierras cultivadas, 60% de las máquinas [y] empleaban a unos 5 millones de trabajadores agrícolas, de los cuales 1,5 millones eran jornaleros, pagados casi con menos de la mitad de lo que recibían antes de la revolución. » Pierre Broué, Trotsky. París: Fayard, p. 459.
  2. Jean-Jacques Marie, Staline, Fayard, 2001, p. 290.
  3. Jean-Jacques Marie, Trotsky, p. 298.
  4. Nicolas Werth, L’Île des cannibales, 2005.
  5. Nicolas Werth, « Logiques de violence dans l’URSS stalinienne », en: Henry Rousso, Stalinisme et nazisme, histoire et mémoire comparées. París: Complexe, 2000.
  6. Correspondencia Stalin-Shólojov publicada por Nicolas Werth en « Un Estado contra su pueblo », El libro negro del comunismo, Robert Laffont, 1997.
  7. Cf. Sheila Fitzpatrick, Stalin's Peasants: Resistance and Survival in the Russian Village after Collectivization.
  8. Oleg Khlevniouk, Le Cercle du Kremlin. París: Seuil, 1996.
  9. Sheila Fitzpatrik, Le Stalinisme au quotidien, 2000.
  10. Sobre esta desconfianza visceral del estalinismo hacia los técnicos y especialistas, ver en particular Oleg Khlevniouk, op. cit.
  11. Allessandro Mongili, Staline et le Stalinisme, Casterman, 1995.
  12. Robert Conquest, en su obra La Grande Terreur: les purges staliniennes des années 30 (Paris, 1970), adelanta que Stalin había planificado el asesinato de su rival Kírov, partidario de una « línea moderada », a fin de exterminar a la vieja guardia leninista y de instaurar un régimen del terror en el país. Esta tesís fue refutada por John Arch Getty (Origins of the Great Purges: The Soviet Communist Party Reconsidered, 1933-1938. Nueva York: Cambridge University Press, 1985) y, luego, por Alla Kirilina (L'Assassinat de Kirov. Destin d'un stalinien, 1888-1934. (París: Éditions du Seuil, 1995).
  13. Oleg Khlevniouk, Le Cercle du Kremlin, op. cit.
  14. Nicolas Werth, « Logiques de la violence dans l’URSS stalinienne », en Stalinisme et nazisme, op. cit.
  15. Nicolas Werth, « Logiques de la violence dans l’URSS stalinienne », en Stalinisme et nazisme, op. cit.
  16. Robert Conquest,La Grande Terreur, Bouquins, 1976.
  17. Anne Applebaum, Goulag. Une histoire, Grasset, 2003.
  18. Robert Conquest, La Grande Terreur, op. cit.
  19. Simon Sebag Montefiore, Staline. La Cour du Tsar rouge, Éd. des Syrtes, 2005.
  20. Jean-Jacques Marie, Staline, op. cit., passim
  21. Antony Beevor, Stalingrad, Éd. de Fallois, 1999, p. 166. Véase también la película histórica Enemy at the Gates de Jean-Jacques Annaud.
  22. Simon Sebag Montefiore, Staline. La Cour du Tsar rouge, Éd. des Syrtes, 2005.
  23. Anne Applebaum, Goulag. Une histoire, Grasset, 2003.
  24. Jean-Jacques Marie, Les Peuples déportés d’Union soviétique. París: Complexe, 1995.
  25. Jean-Jacques Marie, op. cit. La cifra oficial estalinista de 7 millones de muertes, deliberadamente minimizada, fue corregida en los años 1950 por Nikita Krushev que la aumentó a 20 millones, para luego ser reevaluada bajo el gobierno de Mijail Gorbachov hasta llegar a los 27 millones finales.
  26. Nerher-Bernheim, Renée (1992). Histoire juive de la Révolution à l’État d’Israël. París: Points-Seuil.
  27. La «guerra a la sociedad», según el historiador Martin Malia (1993). La Tragédie soviétique. París: Seuil; «un Estado contra su pueblo», según Nicolas Werth (1997). El libro negro del comunismo.
  28. Anne Applebaum (2003). Goulag. Une histoire. París: Grasset.
  29. El populismo de Stalin durante la Gran Purga fue estudiado por Oleg Khlevniouk (1996). Le Cercle du Kremlin. París: Seuil. En particular, el recibimiento favorable y complaciente que hacía a las denuncias realizadas por las bases para utilizarlas contra los dirigentes.
  30. Jean-Jacques Marie (2001). Staline. París: Fayard, pág. 507; brinda varios ejemplos de cartas y de propuestas de ciudadanos y de personas próximas a Stalin (convencidos de que se le ocultaba la verdad), en las cuales declaraban que morirían pronunciando su nombre.
  31. Orwell, George. «6». 1984 (en francés). 
  32. Sobre los mecanismos y las paradojas del culto a Stalin y sobre sus diferencias sensibles con el de Hitler, véase en especial: Moshe Lewin, "Staline dans le miroir de l’autre". En: Marc Ferro (1998). Nazisme et communisme. Deux régimes dans le siècle. París: Hachette, Pluriel.
  33. Time Magazine. «Russia: Heroes of Labor» (en inglés). Consultado el 2009. 
  34. Sobre las denuncias masivas, véase: Nérard, F. X. (2004). 5 % de vérité. La délation dans l’URSS de Staline, Tallandier, y una reseña
  35. Werth, Nicolas (1998). "Un Estado contra su pueblo". En: Stéphane Courtois, ed., El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión. Barcelona: Planeta, ISBN 84-239-8628-4
  36. Idem
  37. Sheila Fitzpatrick, Le Stalinisme au quotidien, pág. 203.
  38. Nicolas Werth. "La répression des catégories "socialement nuisibles en URSS". En: Une si longue nuit,
  39. Anne Applebaum (2003). Gulag: una historia.
  40. Soljenitsyne, A. (1976). L'Archipel du Goulag (1918-1956). París, pág. 28.
  41. Khlevniouk, Oleg (1996). Le Cercle du Kremlin. París: Seuil.
  42. Ejemplo presentado en: Mongili, Alessandro (1995). Staline et le stalinisme. París: Casterman, ISBN 2203610174
  43. Anne Applebaum, Goulag. Un histoire, Grasset, 2003.

Bibliografía

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