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Bonifacio Maidana[editar]

Don Bonifacio Maidana es uno de los primeros habitantes de lo que hoy es San Pedro. Nació en Santo Tomé, Corrientes, pisó por primera vez San Pedro a los diez años en 1845 en compañía de su padre y de otros jóvenes comandado por el capitán Jacinto Galeano en busca de yerbatales. Una madrugada un flechazo disparado desde la espesura derribó a un centinela y una lluvia de flechas trajo la confusión del dormido campamento mientras que los originarios armados de macanas (armas de combate) se trabaron en lucha con los peones que perecieron bajo sus golpes sin tener tiempo de defenderse. El campamento del que Bonifacio Maidana era parte fue saqueado y los peones masacrados. Al retirarse los originarios cargados con su triunfo vieron escondido entre la enramada al muchacho de diez años que trataba de ocultarse. Uno de ellos lo hizo su prisionero y a pedido de su mujer lo protegió contra el cacique Fracrán que quería matar al pequeño Bonifacio Maidana. Pero su protector era el más fuerte de la tribu y a pesar de las exigencias de Fracrán lo salvaron. Maidana creció al lado de su protector, rápidamente habló su idioma, lo acompañó en sus cacerías y aprendió en poco tiempo los secretos de la vida salvaje. Cuando tuvo más edad, formó un hogar con una originaria. Al crecer Bonifacio Maidana su prestigio aumentó entre los originarios, quienes veían en él a un hombre sobresaliente, y al mismo tiempo en Fracrán el odio aumentaba al punto de decidir asesinarlo. Pero era tarde, Maidana ya tenía a muchos originarios de su lado, la mayor parte descontentos de Fracrán. Maidana avisado por un amigo no quiso esperar más y tomando sus armas, reunió a sus compañeros y lanzando un grito de guerra atacaron. Se dirigió al toldo de su enemigo, pero Fracrán prevenido, al ver que no podría luchar con ventaja levantó su campamento y huyó hacia el Rio Uruguay. Una vez separado de Fracrán, Bonifacio Maidana se instaló con los suyos en el valle del arroyo del Paraguay cerca del Alto Paraná sin dejar de trasladarse en las épocas de los piñones a un lugar que se llama San Pedro. Después de la segregación sabemos que adoptó una vida más regular, con estabilidad, dedicándose a la agricultura necesaria y bastante para su alimento, además con el aliciente de poseer algo, como lo ven al hombre civilizado, muchos individuos se han sometido también al cultivo de la yerba

Su condición bilingüe le fue útil para establecer contacto con otras etnias. No obstante, la comunidad kainguengue desapareció y el apellido Maidana perdura en el pueblo de San Pedro, pero estos no son descendientes de la sangre de aquel cacique que el azar del destino hizo de él un personaje histórico que quedó en la memoria de los pobladores que le pusieron su nombre al museo de la ciudad.

En sus márgenes se emplaza la maravilla ecológica Reserva Biósfera Yabotí. El poblado se fundó en 1880 y quizás hoy aun existan restos arqueológicos de los primeros rancheríos.