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Vista de la Villa 31, la villa miseria más antigua y emblemática de la ciudad de Buenos Aires.[1]

En Argentina, las villas miseria —también conocidas como villas de emergencia o simplemente villas— son asentamientos informales surgidos de la ocupación ilegal del suelo, caracterizados por su trazado irregular y falta de infraestructura urbana adecuada, con viviendas que presentan distintos grados de precariedad y hacinamiento.[2][3]​ A menudo se diferencia entre las villas y los «asentamientos», los cuales se originan de tomas organizadas, con un diseño planificado que busca integrarse al entorno urbano existente.[4][5]​ Sin embargo, esta distinción no es rígida y muestra ciertas complejidades, ya que algunas villas tienen su origen en ocupaciones planificadas o intervenciones gubernamentales.[4]​ En los últimos años, la palabra villa ha ido cayendo en desuso en varios contextos, siendo sustituida por la de barrio popular.[4]​ Como término local para referirse a los asentamientos precarios, las villas son análogas a las favelas en Brasil, los cantegriles en Uruguay, las poblaciones callampa o campamentos en Chile, las chabolas en España, los bidonville en Francia y los shanty towns o ghettos en Estados Unidos, entre otros.[4][6]​ Desde su consolidación como concepto general, se han desarrollado fuertes construcciones identitarias en relación al término «villa», tanto en expresiones culturales como en movimientos sociales y religiosos.[4]

Aunque las villas en su definición actual surgieron a mediados del siglo XX, existían desde mucho antes agrupaciones de vivienda precaria en el contexto urbano de Buenos Aires.[7][8]​ Sus principales antecedentes históricos fueron los «barrios de latas» de finales del siglo XIX (como el emblemático Barrio de las Ranas) y Villa Desocupación, un asentamiento de inmigrantes desempleados —producto de la Gran Depresión— que existió en las cercanías de Puerto Nuevo desde 1932 hasta su desalojo forzoso en 1935.[9]​ Considerado el precursor de la actual Villa 31,[1]​ Villa Desocupación fue el primer asentamiento informal en ser llamado «villa»[9]​ y tuvo un importante impacto en los cronistas y artistas de la época.[10]​ El asentamiento ubicado en el Bajo Belgrano desde finales del siglo XIX —todavía conocido en los años 1930 como un «barrio de latas»— perduró en el tiempo hasta convertirse en la villa más antigua de Buenos Aires antes de su desalojo en los años 1970.[11]

En el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP) desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Social, la categoría de barrio popular está conformada por las villas y los asentamientos.[3]​ Según la información del ReNaBaP actualizada a diciembre del 2023, en Argentina existen 6.467 barrios populares que abarcan una superficie total de 684 kilómetros cuadrados, donde viven aproximadamente 1,2 millones de familias, es decir, alrededor de 5 millones de personas.[12]​ Las provincias de Argentina con mayor cantidad de barrios populares son Buenos Aires con 2.065, seguida por Santa Fe con 469, Chaco con 442 y Misiones con 413.[13]

Definiciones[editar]

«La villa de la miseria», reportaje publicado por la revista Sintonía en 1933 sobre Villa Desocupación, el primer asentamiento informal en ser llamado «villa».[14]

A grandes rasgos, las villas miseria pueden ser definidas como «espacios urbanos donde la tenencia de la tierra es informal y la precariedad atraviesa tanto a las viviendas como a la infraestructura y los servicios con que cuentan sus habitantes».[15]​ También conocidas como villas de emergencia o simplemente villas, su nombre es una forma local de referirse al fenómeno de los asentamientos informales, como lo son las favelas en Brasil, los cantegriles en Uruguay, las poblaciones callampa o campamentos en Chile, las chabolas en España, los bidonville en Francia y los shanty towns o ghettos en Estados Unidos, entre otros.[4][6]​ En los últimos años, la palabra villa ha ido cayendo en desuso en varios contextos, siendo sustituida por la de barrio popular.[4]​ Sin embargo, la investigadora Valeria Snitcofsky advirtió que este término «puede llegar a funcionar como un eufemismo tendiente a minimizar la violenta desigualdad expresada en la realidad que designa».[4]

Según la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, una villa es un «asentamiento poblacional no planificado, de trazado irregular, surgido de la ocupación ilegal de terrenos fiscales, cuyas viviendas originalmente de materiales de desecho son mejoradas a lo largo del tiempo por sus habitantes y van incorporando servicios públicos y equipamiento comunitario por la acción del Estado, y/o de instituciones de la sociedad civil».[2]​ En el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP) —desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación desde 2017— las villas se engloban en el concepto más amplio de barrios populares, definidos como aquellos barrios que «se constituyeron mediante diversas estrategias de ocupación del suelo, que presentan diferentes grados de precariedad y hacinamiento, un déficit en el acceso formal a los servicios básicos y una situación dominial irregular en la tenencia del suelo».[3]​ El registro tipifica a los barrios populares en dos grupos: las villas y los asentamientos, aunque ha reconocido que existen otros tipos de «prácticas habitacionales que forman parte de la emergencia habitacional tales como conventillos, edificios tomados, hoteles pensión, conjuntos habitacionales irregulares/deficitarios/degradados construidos por el Estado, entre otros».[3]​ Utilizando un criterio estrictamente físico, el ReNaBaP define a las villas como:

... barrios cuyos conjuntos de viviendas conforman una trama urbana irregular, es decir, no son barrios amanzanados. No cuentan con suficiente infraestructura urbana como espacios verdes o de recreación, calles en donde puedan circular automóviles, equipamiento público, paradas de colectivo, entre otros. En estos barrios se circula mayoritariamente a través de pasillos estrechos y, especialmente en grandes ciudades, tienden a crecer en altura ya que la disponibilidad de suelo es escasa o nula. Presentan una alta o media densidad poblacional y generalmente se encuentran localizadas cercanas a centros de producción y de consumo y en terrenos cercanos a vías del ferrocarril y cursos de agua.[3]

A menudo se diferencia entre villas y asentamientos, señalándose que las villas suelen surgir de forma espontánea y gradual, mientras que los asentamientos se originan de tomas organizadas, con un diseño planificado que busca integrarse al entorno urbano existente.[4][5]​ Por ejemplo, el ReNaBaP define a los asentamientos como: «barrios cuyos conjuntos de viviendas buscan mantener la trama urbana como continuidad del tejido de la ciudad formal. Los terrenos se encuentran, en su mayoría, subdivididos en parcelas que conforman manzanas, respetando el trazado de las calles. En muchos casos se reservaron lugares para equipamiento y espacios verdes. La densidad poblacional suele ser menor que en las villas».[3]​ Sin embargo, la Dirección General de Estadística y Censos de la ciudad de Buenos Aires ofrece una definición distinta para los asentamientos, caracterizándolos como: «grupos de personas asentadas irregularmente sobre predios estatales o privados que no pueden ser urbanizados, ni destinados a un uso residencial. Se localizan, en su mayoría, debajo de un puente, a la vera de las vías del ferrocarril, en una plaza pública, en un predio baldío, en terrenos inundables, etc. Las construcciones son muy precarias y no cuentan con servicios urbanos. Las condiciones habitacionales son, de hecho, de absoluta transitoriedad».[2]

Historia[editar]

Antecedentes[editar]

1885–1929: Los «barrios de latas»[editar]

Una vivienda del Barrio de las Ranas, asentamiento ubicado en torno al Vaciadero Municipal de Basura, en el actual barrio de Parque Patricios, c. 1901.

Aunque las villas en su forma actual surgieron en la década de 1940 y comenzaron a ser conceptualizadas como tales en la década de 1950, existían desde mucho antes agrupaciones de vivienda precaria en el contexto urbano de Buenos Aires.[7][8]​ Sus principales antecedentes históricos fueron los llamados «barrios de latas» (también conocidos como «ciudad» o «pueblo» de las latas), establecidos a finales del siglo XIX en torno a basurales situados en las zonas de Bajo Belgrano y Parque Patricios.[16]​ Este nombre hace referencia al empleo de recipientes de lata descartados para la construcción de viviendas, un detalle a menudo destacado por las fuentes de la época.[16]​ Por ejemplo, una crónica de 1899 publicada en Caras y Caretas decía: «(...) la basura provee opíparamente a todas las necesidades, aportando hasta los elementos para fabricar las casas, hechas con latas de kerosene rellenas de tierra y apiladas en filas superpuestas».[16]​ Otro artículo de 1901 publicado en La Ilustración Sud-americana declaraba, en relación a las viviendas de lata: «(...) debemos imaginarnos, a la salida y a la puesta del sol, el maravilloso y hasta mágico aspecto que ofrecerá tan humildísima morada, a la cual el Astro-Rey, monarca generoso, otorgará y prestará con sus rayos riqueza esplendente, haciéndola brillar y relucir como si de grandes bloques de plata estuviera construida».[16]​ Poco después el periodista francés Jules Huret ironizó en sus impresiones sobre uno de estos barrios:

La arquitectura de sus viviendas puede jactarse de originalidad: el estilo lata de petróleo. No se ven allí más que casas construidas con hojalata, cuyas paredes, tejados, puertas y columnas resplandecen al sol. El trust del Standard Oil, presidido por Mister Rockefeller, ha proporcionado casi todos los materiales. Algunos de esos arquitectos tan sui generis, han llegado a hacer obras maestras muy singulares. ¡Cortando la hojalata y clavándola de cierta manera han festoneado revestimientos y ornamentaciones para los arcos de alhambras moras, cortado a fuerza de cizalla, columnas y frontones para palacios greco-romanos y recortado en encajes y blondas, las cajas de azúcar de Tucumán, para rosetones de capillas góticas![17]
Vista de un asentamiento precario hecho con latas descartadas. Caras y Caretas, 23 de junio de 1900.

Hacia 1885, se instaló entre los actuales barrios Parque Patricios y Nueva Pompeya un asentamiento precario en torno al Vaciadero Municipal de Basura conocido como Barrio de las Ranas, uno de los «barrios de latas».[17]​ El asentamiento llamó la atención de los cronistas de principios del siglo XX, que reprodujeron en sus relatos una serie de prejuicios sobre sus habitantes, asociándolos con la criminalidad y el vicio.[18]​ El periodista de Caras y Caretas Juan José de Soiza Reilly escribió en 1905: «Radicado en la quema de basuras, detrás de los antiguos corrales del abasto, muy lejos de las calles sonoras y de los frontispicios luminosos, este pueblo, lleno de misterio, tiene en su aspecto la tristeza de una ciudad que durmiera en brazos de la muerte».[19]​ De forma despectiva, Soiza Reilly señaló acerca de sus habitantes: «Lo más triste, lo más desconsolador, lo más amargo es que no se enferman. Ni siquiera se mueren… Están sanos y rollizos. Son cerdos».[19]​ A principios de 1907, año en que el agravamiento de la crisis habitacional daría lugar a la Huelga de Inquilinos, Ricardo I. Ortiz de la revista PBT caracterizó al barrio de manera similar, describiéndolo como «el viceversa del municipio» y «una hondonada que tiene algo de barranca y algo de pantano y en la cual se desenvuelve un paisaje extraño, un panorama exóticamente pintoresco y triste, mezcla de toldería indígena y de covachería bohemia».[20]​ Esta comparación despectiva de los barrios precarios con las antiguas tolderías indígenas se mantendría vigente en la prensa gráfica durante las décadas siguientes.[7]​ El cronista de PBT vinculó a los habitantes del asentamiento con la criminalidad, señalando:

Se percibe, desde el primer momento, una como a modo de sensación de delito y de crápula, de pillaje y de ocultación, cual si el vicio canalla y clandestino se hubiese refugiado allí y desde allí acechara el peligro o la víctima, pronto a la fuga o al despojo. (...) Entre el elemento femenino abundan las chinas, tipos bajos, regordetones, innobles, de belfo bravo y obsceno y de ojos en los cuales la crápula ha encendido resplandores lívidos de alcohol y de vicio. (...) la población fija se compone de cincuenta a sesenta turras y de ciento veinte a ciento cincuenta canflinfleros. En ciertos días de la semana, sábados y fiestas, la población masculina aumenta en una tercera parte. En tales ocasiones (...) de todos los bajos fondos del municipio acude una romería canalla en peregrinación viciosa (...).[21]
Habitante del Bajo Belgrano. Caras y Caretas, 10 de junio de 1911.

Otra representación similarmente despectiva del barrio fue la obra teatral En el Barrio de las Ranas de Enrique García Velloso, estrenada el 3 de noviembre de 1910.[22]​ La obra caracteriza a los habitantes del barrio como «ladrones, vagos, hechiceros, alcohólicos y mendigos que viven en la marginalidad por elección propia»,[22]​ y hace mención del basural aledaño únicamente para «[equipararlos] con los desperdicios, planteando que unos y otros deberían ser eliminados (...)».[23]​ Sin embargo, aunque la obra de García Velloso omitió mencionar al basural como estrategia de supervivencia, la evidencia señala que los residuos fueron clave en la ubicación inicial del Barrio de las Ranas y en la precaria subsistencia de sus habitantes.[23]​ El investigador Mariano Perelman señala que en el barrio había, por un lado, peones que trabajaban para empresas concesionarias con derecho a explotar la basura y, por otro, hombres, mujeres y niños que, sin ser contratados, buscaban restos de comida y otros objetos para sobrevivir.[23]​ El Barrio de las Ranas fue finalmente desalojado en 1917, aunque se mantuvieron muchos de los estigmas sobre este asentamiento informal durante el resto del siglo.[23]​ El barrio inspiró varios tangos y milongas, incluyendo «Un bailongo» (1922) de José Ricardo, «El ciruja» (1926) de Ernesto de la Cruz y Alfredo Marino, «Del barrio de las latas» (1926) de Raúl de los Hoyos y Emilio Fresedo, y «Juana Rebenque» (1946) de Luis Riccardi y Enrique Cadícamo, entre otros.[24]

Otro «barrio de latas» emblemático fue un asentamiento precario ubicado en el Bajo Belgrano desde finales del siglo XIX, el cual, a diferencia del Barrio de las Ranas, perduró en el tiempo hasta consolidarse en la villa más antigua de Buenos Aires a principios de los años 1970.[11]​ Desde sus inicios, la zona de Belgrano se segmentó en dos áreas: una zona alta reservada para residencias de la élite y otra baja, cercana al río, ocupada de forma desorganizada por casas precarias.[25]​ Estas áreas eran interdependientes, ya que la zona de arriba depositaba desechos en la parte baja, utilizándolos para rellenar terrenos ganados al río.[26]​ Además, la región cercana al río suministraba mano de obra para trabajos más allá de la barranca.[26]​ Un artículo publicado por Caras y Caretas en 1911 da cuenta de la imprecisión de los límites del barrio: «El Bajo de Belgrano limita al este con el Río de la Plata, al oeste con la calle Blandengues, al norte con la de Monroe y al sur con la del Pino. Algunos autores le arriman el bajo de Núñez y otros —que andan cortos de vista— el retacito que hay entre la vía del ferrocarril Central Argentino y la citada calle Blandengues».[26]​ La misma crónica describe la precariedad de la infraestructura del asentamiento, su difícil condición sanitaria, falta de alumbrado público y escasez de agua potable.[27]​ A su vez, el artículo indicó que los habitantes del barrio eran mayoritariamente hombres solos.[28]

1930–1939: Villa Desocupación[editar]

Vista de Villa Ocupación en 1933, con Puerto Nuevo en el fondo.

Durante la la crisis ecónomica mundial de la Gran Depresión, el desempleo y la falta de viviendas en Argentina aumentó drásticamente y fue medido por primera vez en el Censo Nacional de 1932, que registró 87.223 desempleados en Buenos Aires, de un total de 333.997 personas sin trabajo en todo el país.[29][10]​ Ese mismo año, se estableció el barrio conocido como Villa Desocupación cerca de la última dársena de Puerto Nuevo.[29]​ Este barrio se ubicó en terrenos vacíos a lo largo de la costa del Río de la Plata, frente al Club de Pescadores (hoy Avenida Costanera), entre las calles Canning (hoy Avenida Scalabrini Ortiz) y Avenida Sarmiento.[29]

El surgimiento de estos barrios está relacionado a los impactos de la Gran Depresión de los años 1930, que provocó un aumento del desempleo y la falta de viviendas. Su origen está ligado a un proceso conocido como el «pasaje del conventillo a la villa miseria», caracterizado por el abandono de las casas de inquilinato y su sustitución progresiva por los asentamientos informales.[10]​ Según Oscar Yujnovsky, los conventillos perdieron rentabilidad a partir de la década de 1920 debido a una desconcentración gradual de la población, que pudo mudarse de las áreas centrales de la ciudad gracias a la expansión del tranvía eléctrico y la adquisición de terrenos en cuotas.[10]

1940–1965: Surgimiento y consolidación[editar]

A mediados del siglo XX, durante el auge de la industrialización por sustitución de importaciones, Argentina.

«Al viejo Buenos Aires le molesta un poco esta nueva concreción urbanística, esta presencia morena en sus calles, esa invasión de un pueblo desconocido. Y es que la población porteña, producto importado por excelencia, ve llegar algo que no comprende: el propio país».[30]

El término «villa» se estableció como concepto general a mediados del siglo XX para designar una nueva expresión del fenómeno de los asentamientos de viviendas marginales.[7]​ Según el investigador Jorge F. Liernur, las villas se diferenciaron de los «barrios de latas» de finales del siglo XIX y los barrios de emergencia surgidos durante la Gran Depresión de los años 1930 porque sus habitantes no eran necesariamente parias sociales o expulsados del mercado laboral, sino «trabajadores cuya incorporación a ese mercado era más veloz que la capacidad de crecimiento de la oferta privada y/o pública de ámbitos adecuados para albergarlos».[7]​ Además, a diferencia de las rancherías que proliferaban en las ciudades más pobres del interior del país, las villas no mantenían dimensiones relativamente estables, sino que crecían y se multiplicaban sin pausa.[7]

El término «villa miseria» fue acuñado por el periodista Bernardo Verbitsky en una serie de artículos publicados en el diario Noticias Gráficas durante el año 1955.[31]​ Sin embargo, según Verbitsky la palabra «villa» ya era utilizada

Tras el golpe de 1955, la migración interna se incrementa notablemente, extendiéndose más allá de Buenos Aires. Las condiciones de vida en áreas rurales se deterioran y el progreso industrial se detiene. Entre 1956 y 1963, las villas experimentan un crecimiento medio anual superior al 10% únicamente en la ciudad de Buenos Aires, cuyo crecimiento total apenas alcanza el 1,5%. En el Gran Buenos Aires, este promedio se eleva al 15% durante la década de 1956 a 1966, resultando en un aumento quíntuple de la población en villas.

1966–1975: Auge de organización sociopolítica[editar]

1976–1982: Erradicación durante la última dictadura[editar]

Niños jugando en una zona afectada por el desalojo en la Villa 31, marzo de 1979.

1983–1998: Repoblamiento y transformaciones[editar]

Vista de la villa 9 de Julio de la ciudad de Córdoba, años 1980.

Tras la recuperación de la democracia en diciembre de 1983, se produjo un fuerte repoblamiento de varias villas previamente erradicadas, ya que en muchos de esos terrenos se habían realizado obras de equipamiento y viviendas.[32]​ En Buenos Aires, a excepción de la Villa 31, el repoblamiento se concentró en terrenos al sur de la ciudad (el área menos valorada de la misma), ya que las tierras que antes ocupaban otras villas erradicadas, como en Colegiales y Bajo Belgrano, ya eran utilizadas para otros fines.[32]​ Además de repoblarse, las villas de Buenos Aires sufrieron grandes transformaciones: por un lado, «cambió la naturaleza de los vínculos existentes entre sus habitantes» y, por el otro, «los modos en que se habían relacionado tradicionalmente sus organizaciones con los agentes del Estado».[33]

1999–actualidad: Historia reciente[editar]

En 1999, con el fin de la era menemista y el comienzo del gobierno de Fernando de la Rúa, las villas se vieron particularmente afectadas por la grave crisis económica y política que atravesó el país.[34]​ Durante ese período, se observaron niveles de desempleo sin precedentes y un incremento del trabajo informal.[34]​ Además, en las comunidades donde el puerto de Buenos Aires solía ser la principal fuente de empleo, la situación se tornó especialmente crítica debido al cierre de terminales tras la privatización realizada en los años 1990.[34]​ Esta situación se manifestó entre los pobladores de las villas principalmente en el aumento de talleres clandestinos y en la creciente participación de familias enteras en el cartoneo, es decir, el reciclaje y venta de residuos urbanos.[34]​ La actividad cartonera comenzó a crecer sostenidamente durante la década de 1990, especialmente en las localidades más marginales del conurbano bonaerense.[35]​ Durante los meses previos y posteriores a la crisis del 2001, distintos grupos organizados de cartoneros de Buenos Aires realizaron protestas que permitieron la legalización de la práctica y la incorporación de formaciones de trenes exclusivas para su traslado.[35]

A partir de la crisis del 2001, también se hizo visible la circulación de pasta base de cocaína —conocida popularmente como «paco»— en las villas de Buenos Aires,[34]​ y el consumo de esta droga se disparó muy por encima del de otros países de la región.[36]​ Entre 2001 y 2005, el consumo de paco entre estudiantes argentinos del nivel medio se incrementó en un 200%.[37]​ El aumento de su consumo entre niños y adolescentes se convirtió en una de las principales preocupaciones de los curas villeros,[34]​ quienes en 2009 demandaron una mayor acción del Estado en un documento titulado La droga en las villas: despenalizada de hecho.[38]​ En el texto, los curas declararon: «La contracara, el lado oscuro de nuestros barrios, es la droga instalada desde hace años, quizás con más fuerza desde el 2001. (...) Habitualmente ni la fuerza pública, ni ningún organismo que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos que tienen veneno en sus manos. (...) Cuando vemos muertes causadas por menores adictos, también nos preguntamos ¿quién es el que pone el arma en manos de los menores? De este espiral de locura y violencia las primeras víctimas son los mismos vecinos de la Villa».[39]

Según datos del ReNaBaP, más de la mitad de los barrios populares que actualmente existen en el país surgieron en las décadas de 2000 y 2010.[13]

Geografía y población[editar]

Mapa de los barrios populares de Argentina en 2023, según el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

Según el ReNaBaP actualizado a diciembre de 2023, existen en Argentina un total de 6.467 barrios populares que abarcan una superficie total de 684 kilómetros cuadrados, donde viven aproximadamente 1,2 millones de familias, es decir, alrededor de 5 millones de personas.[12]​ De los barrios registrados, 81,23% corresponde a asentamientos, mientras que el 17,43% a villas y el 1,35% a conjuntos habitacionales unifamiliares.[13]​ La gran mayoría de barrios populares del país se encuentran en la provincia de Buenos Aires, con un total de 2.065 barrios que abarcan una superficie de 257 kilómetros cuadrados.[13]​ Le siguen las provincias de Santa Fe con 469, Chaco con 442, Misiones con 413, Tucumán con 370, Mendoza con 360, Salta con 354 y Córdoba con 318.[13]

Según el ReNaBaP, el 3,74% de los barrios populares del país son, a su vez, comunidades de pueblos indígenas.[13]​ La mayoría de ellos corresponden al pueblo qom o toba (27,75%), a los wichís (25,36%) y a los guaraníes (14,83%), seguidos de poblaciones menores de mapuches, kollas, ava guaraníes y diaguitas, entre otros.[13]

Sociedad[editar]

Según Denis Merklen.[40]

Lo cierto es que la villa molesta al paisaje urbano, constituye una suerte de gueto de la miseria presente allí, en medio de la ciudad. Así, desde el punto de vista de muchos gobiernos, y desde las clases medias, la villa es la representación tal vez más indeseable del desorden. No solamente porque allí está la ilegalidad de origen que el laberinto de los pasillos ayuda a esconder y a disimular y siempre está presente la resistencia al control policial. Sino porque este conjunto informe de viviendas, sin lugar a dudas desmiente toda imagen de progreso, bienestar o igualdad de oportunidades de las que suelen jactarse los gobernantes.Tal vez también porque en el país que se piensa a sí mismo como granero del mundo, tierra de prosperidad para cientos de miles de inmigrantes europeos, la villa devuelve una imagen que lesiona importantes componentes de la identidad nacional.

Véase también[editar]

Referencias[editar]

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  40. Merklen, Denis (2009). «Un pobre es un pobre. La sociabilidad en el barrio: entre las condiciones y las prácticas». En Pírez, Pedro, ed. Buenos Aires, la formación del presente 2. Quito: OLACCHI (Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Históricos). pp. 83-117. ISBN 978-9978-370-04-9. Consultado el 26 de febrero de 2024 – via FlacsoAndes. 

Bibliografía[editar]

Bibliografía adicional[editar]

  • Bellardi, Marta; Paula, Aldo de (1986). Villas miseria: origen, erradicación y respuestas populares. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. ISBN 978-950-251-423-9. 
  • Camelli, Eva (2019). El movimiento villero peronista (1973-1976). Buenos Aires: Editorial Gorla. ISBN 978-987-1444-56-4. 
  • Cuenya, Beatriz; Pastrana, Ernesto; Yujnovsky, Oscar (1987). De la villa miseria al barrio autoconstruido: cuatro experiencias organizadas de producción del hábitat popular. Buenos Aires: Ediciones CUER. ISBN 950-9370-03-7. 
  • Cravino, María Cristina (2009). Entre el arraigo y el desalojo. La villa 31 de Retiro. Derecho a la ciudad, capital inmobiliario y gestión urbana. Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. ISBN 978-987-630-065-0. 
  • Dávolos, Patricia; Jabbaz, Marcela; Molina, Estela (1987). Movimiento villero y Estado (1966-1976). Biblioteca Política Argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 
  • Liernur, Jorge Francisco; Ballent, Anahí (2014). La casa y la multitud: vivienda, política y cultura en la Argentina moderna. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ISBN 978-987-719-010-6. 
  • Verbitsky, Bernardo (1966) [1957]. Villa miseria también es América. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires. Consultado el 7 de enero de 2024 – via FPyCS (UNLP). 

Enlaces externos[editar]