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Usuario:RoyFokker/Supresión Compañía

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Antecedentes[editar]

Ya de parte del jansenismo los jesuitas tenían un enemigo formidable con el que se habían batido empleando para ello armas de todo tipo. Algunos jesuitas, como Dominique de Colonia, llegaron a identificar a cualquiera que se opusiera al molinismo o al probabilismo con jansenistas lo que les acarreó todavía más detractores. Por otro lado, en las misiones en China, los jesuitas no habían implantado las reformas litúrgicas que la Santa Sede les había solicitado lo que les hizo recibir amargas recriminaciones del Papa Benedicto XIV (1742).

También se les criticaba por el monopolio educativo que llevaban a cabo en algunos países como Portugal y España.

Finalmente, por temas de política eclesiástica o civil, los jesuitas se habían granjeado varios enemigos en la curia romana: los cardenales Alberico Archinto, Domenico Passionei, Prospero Marefoschi, etc.

A todos estos «enemigos» se unieron las cortes borbónicas de toda Europa, que veían a la Compañía como el gran obstáculo a sus reformas jurisdiccionalistas o regalistas.

Expulsiones[editar]

Portugal

En Portugal, con motivo del Tratado de límites entre España y Portugal, algunas reducciones llevadas por los jesuitas, habían quedado bajo autoridad política portuguesa. En 1754 los indios de la zona se levantaron en armas contra las autoridades. Aunque fueron fácilmente vencidos, los jesuitas fueron acusados de soliviantar a las poblaciones de las reducciones aun cuando un visitador pontificio había estado en la zona tratando de persuadir a los jesuitas para que no intentaran rebelarse contra la corona portuguesa.

1758 fue año de cónclave que tras deliberación y el problema de los vetos de las principales monarquías eligió al nuevo papa, Clemente XIII. Ese año también se eligió un nuevo padre general de la Compañía, Lorenzo Ricci. En Portugal, desde 1755 era primer ministro Sebastiâo Carvalho más conocido como Marqués de Pombal. Este, contrario a los jesuitas porque los consideraba responsables de la enemistad de buena parte de la corte contra él,[1]​ sometió a la orden a una visita apostólica (1758) dirigida por el cardenal Saldanha, a la sazón patriarca de Lisboa. El patriarca retiró a los jesuitas el permiso de confesar y de predicar. Al año siguiente, tras un atentado contra el rey y el consiguiente proceso, los jesuitas fueron inculpados como cómplices (especialmente el padre Gabriel Malagrida y otros 80 jesuitas, que fueron ejecutados poco después). Se confiscaron los bienes de la Compañía y se expulsó a sus miembros (al menos a los no portugueses: los lusos fueron encarcelados) poco después.

Francia

En Francia, debido a la actividad más intensa que realizaban los jesuitas y a su constante confrontación con los jansenistas, la situación era más compleja. También los seguidores de la Ilustración estaban contra la Compañía. En Martinica, zona de misiones, el P. Antoine Lavallette tras introducirse en el mundo del comercio y con las complicaciones de los conflictos bélicos de la época, se había arruinado arrastrando con sí la misión a las enormes deudas que lo obligaron a declararse en bancarrota. El sacerdote fue expulsado de la Compañía, que se negó a pagar sus deudas. Esto les llevó a un conflicto abierto con el gobierno. El parlamento de París condenó a algunos jesuitas, prohibió la admisión de nuevos miembros a la orden y no les permitió abrir nuevas escuelas. Los obispos de Francia salieron en defensa de los jesuitas pero los conflictos con el gobierno se hacían cada vez más ásperos. Finalmente, en 1762, el parlamento de París, seguido luego por los demás, disolvió a la Compañía de Jesús en Francia. Según Martina:

L'istituto veniva dichiarato un pericolo per lo Stato, perché in contrasto con le libertà gallicane e con l'autorità episcopale
p. 395

Si querían continuar en el país, los sacerdotes jesuitas debían secularizarse y firmar los acuerdos galicanos interrumpiendo cualquier contacto con sus superiores religiosos. Solo cuatro sacerdotes hicieron esto. Los demás abandonaron el país.

España

En España, los jesuitas tenían dos formidables enemigos: el Conde de Aranda y Pedro Rodríguez de Campomanes que convencieron al rey Carlos III de expulsar a los jesuitas. Así, en 1767 el rey ordena el «extrañamiento» de los jesuitas, decisión que se lleva a cabo en todo el reino el mismo día, 31 de marzo de 1767, a la misma hora:

estimulado de gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis vasallos y respeto de mi corona, he venido a mandar se extrañen de todos mis dominios de España e Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes, a los religiosos de la Compañía, así sacerdotes, como coadjutores y legos que hayan hecho la primera profesión, y a los novicios que quisieren seguirles.
Decreto de extrañamiento de los miembros de la Compañía de Jesús

Los jesuitas fueron embarcados y enviados a Civitavecchia, que era parte de los Estados pontificios. El papa Clemente XIII, a modo de disconformidad con la decisión del monarca español, no quiso recibir a los jesuitas en Civitavecchia. Por ello se trasladaron a Córcega de donde fueron expulsados en 1769. Solo entonces el Papa les dejó entrar a sus dominios.

A consecuencia de estas expulsiones, los jesuitas fueron también disueltos en otros lugares de Europa: Nápoles, Parma, Piacenza, Malta. Los monarcas de Francia y España comenzaron a presionar a Clemente XIII para que suprimiera la Compañía. El rey francés ocupó Aviñón y afirmó que no la devolvería hasta que los jesuitas fueran suprimidos. Carlos III envió una embajada a Roma con una solicitud formal.

Supresión[editar]

Pero Clemente XIII murió en esos días y no alcanzó a tomar una decisión. El cónclave de 1769 (febrero-abril) eligió a Lorenzo Ganganelli, que tomó el nombre de Clemente XIV. Las presiones de las cortes borbónicas comenzaron de inmediato y el papa aunque prometía la supresión a los embajadores o a los mismos reyes mediante cartas, no actuaba. Así, en julio de 1772, Carlos III cambió de embajador y envió al Conde de Floridablanca con plenos poderes para convencer al Papa. Al conde se unió el cardenal de Bernis que comenzaron presiones todavía más intensas sobre el Papa. Así, el 29 de noviembre de 1772, Clemente XIV mandó redactar el breve de supresión. Encomendó la redacción del texto a Francesco Saverio de Zelada, elevado al cardenalado en abril de 1773. Zelada aprovechó un borrador que el mismo conde de Floridablanca había entregado al Papa y el breve quedó terminado en enero de 1773. Cuando María Teresa de Austria, que todavía defendía a la Compañía, cedió también a las presiones de la monarquía francesa, el Papa firmó el breve y suprimió a los jesuitas el 21 de julio de 1773 con el breve Dominus ac Redemptor. El padre general, Lorenzo Ricci, fue apresado en Castel Gandolfo.

La decisión papal no quedaba en vigor inmediatamente sino tras su promulgación en cada diócesis o, en los casos de reyes que tuvieran el derecho de prohibir la promulgación de bulas papales, hizo que la supresión se llevara a cabo con distintos tiempos en algunos lugares. Incluso, Catalina II de Rusia permitió que los jesuitas siguieran existiendo en su reino pues no dejó que el breve se publicara en sus dominios.

Notas[editar]

  1. Cf. Martina (1970:394).

Bibliografía[editar]

  • Giacomo Martina, La Chiesa nell'età dell'assolutismo, del liberalismo, del totalitarismo. Da Lutero ai nostri giorni, Morcelliana, Brescia 1970, p. 387-401

Enlaces externos[editar]